sábado, 14 de marzo de 2015

SIN NOMBRE


                                                               SIN NOMBRE

No puedo poner nombre a las cosas que pienso. Son muchas y no las puedo ordenar como yo quisiera, se desplazan dentro del cerebro cual si fueran pompas de jabón que a veces explotan y otras, se afincan en determinadas vivencias, que angustian y destrozan lo hermoso de mi vida.
Hace un par de noches soñé que vivía en una casa sin techo, las estrellas eran todo cuanto necesitaba para ser feliz, no deseaba más que se hiciera de noche, que llegara esa hora mágica en la que el sol se pone y el cielo se vuelve de color rojizo. ¡Un sueño...! ya ves, nos pasamos media vida soñando y casi nada de lo que soñamos se hace realidad.
En cierto sentido pues, los sueños no tienen sentido, son ilusiones ópticas, deseos mal interpretados por el subconsciente, engaños propios, que no podemos desentrañar de donde han salido.
Tampoco puedo poner nombre a los deseos, son pocos pero casi inalcanzables, solo deseo estar a su lado, ir de su mano a todas partes, que me lleve cosido al dobladillo de su falda si es que no puedo caminar por mi mismo. ¿Será cierto que es inalcanzable? el problema es que soy muy apresurado, el tiempo corre demasiado aprisa para el que me queda por vivir.
¿Qué nombre tiene esta desesperación? no puedo interpretar la impaciencia que me asalta continuamente, me corroe por dentro, se bebe mi razón y los días se transforman en largas serpientes, largos reptiles de los que no se ve nunca el final, que siempre van por los caminos más difíciles, que teniendo un objetivo, me llevan por el lugar donde más rodeos se da para llegar a destino.
No sé el nombre apropiado del lugar al que debo llegar, solo sé que me esperan, sí, es de por si mucho, tener la seguridad de que eres deseado, alguien a quién se le espera con ilusión con ganas. Creo que no tiene nombre el sitio donde voy, y si lo tiene, para el que escribe estas palabras no tendrá ningún sentido, son más importantes las personas que me esperan en la estación, atendiendo a que el tren pare y baje al andén para buscarnos entre los pasajeros y sus familias.
Necesito establecer mi mente en el lugar que desea, ella es la que me conduce, la que me guía, no puedo desobedecer al impulso que me arrastra hasta esos brazos abiertos. No soy insensible a las emociones, ahora menos que nunca, se me ablandan los sentimientos, siempre he sido así y lo cierto, es que no quiero evitar que me lleven allí donde quieran. En mi sueño no se define el cuando de este acontecimiento, poco importa con tal de saber que va a ser pronto, pronto significa relativamente un espacio de tiempo definido, no en semanas o meses, sencillamente quiere decir que no voy a tardar demasiado en que se haga realidad.
No es ningún espejismo, ni una quimera, es una realidad que ya contemplo aunque no tenga nombre. La realidad superará la ficción, y eso... llenará mi corazón de alegría, de contentamiento, sentir la respiración de ellos cerca de mi. Los nombres de las cosas, de los pueblos y hospitales antiguos los ponen los hombres, poco importa el le hayan puesto a este, para mí llevará solo un nombre del que han salido otros tres, importantes todos ellos siendo que son el fruto del primero, Sara.
Debo explicarles las razones de mi traición, el motivo que me apartó de ellos, es simple pero creo que ahora, con el paso del tiempo, serán capaces de entenderlo. No puedo engañarme a mi mismo por más tiempo, aunque es el caso que no tiene nombre lo que hice, cierto es que he dejado una profunda huella de dolor cuando di este paso en falso.
Sin nombre sí, pero con plena consciencia del significado de lo que hacía, creo, yo mismo me hice vomitar de sus sentimientos, de su cariño y caí en la cuenta después de pasado cierto tiempo, que yo mismo me convertí en un maldito, un maldito sin nombre.

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