sábado, 7 de marzo de 2015
MONUMENTO DESCONOCIDO
MONUMENTO DESCONOCIDO
Viajando a pie que es lo que más me gusta, una mañana entré en un pequeño pueblo de la serranía de las Alpujarras, nada, cuatro casas mal contadas, otras tantas casi derruídas, hasta peligrosas para el resto de vecinos que pasan por esas calles sin asfaltar, donde se dejan ver los recorridos que hace el agua cuando llueve. Algunas casas vacías, están reparadas de forma provisional para dar cobijo a las ovejas y las cabras que tienen algunos aldeanos.
He cruzado la aldea saludando a tres vecinos que andan por la calle, a saber donde van, quizá a sus casas de vuelta, o a hacer alguna labor propia de ese territorio. Huele a queso fresco y a vacas, a hierba fresca, a flores, incluso por ser bonito son las vistas que se dejan ver desde la plaza del pequeño pueblo, una especie de mirador te da una vista asombrosa del valle que está a mis pies. Pregunto donde comprar pan del día y queso, algún embutido típico de la zona, me hago de suministros y sigo mi camino. Buen hombre ¿Adonde conduce este camino...? Pues mire usted, este camino lleva directamente al monte, no hay mucho que ver por ahí, solo encontrará el cementerio y el monumento al desconocido.
No me atreví a preguntar más al respecto de ese monumento, pensé que lo descubriría por mí mismo, de forma que después de darle las gracias continué mi excursión. El camino a ninguna parte apareció ante mis ojos, un lugar en el que no sabes hacia donde ir si a la derecha o hacia la izquierda, era algo extraño, sin bifurcación alguna se veía claramente que el caminate estaba obligado a tomar una decisión, continuar o volverse. La verja de hierro oxidado me llamo la atención de modo que me acerqué, las tumbas estaban algo descuidadas, como si a la gente de la aldea le importara la muerte, el interés a las cosas ha menudo nace por alejarse de ellas, eso es lo que pensé en aquel momento.
Nada de nichos, todos los muertos estaban enterrados en el suelo, unos con tumbas más acabadas, y otros, en tumbas cuyas losas, eran simples montones de piedras bien colocadas. En cualquier caso ninguna flor, ningún elemento distintivo de la gente que allí reposaba, salvo alguna cruz de madera carcomida por el tiempo, la lluvia o el viento. Fuera del cementerio, se distinguía el monumento al que había hecho referencia el hombre con quién antes habló en la aldea. Más que un monumento parecía un mensaje dirigido a alguien que no se podía determinar. Un monolito de granito de unos diez metros de altura, con una pequeña leyenda al pie al que se accedía por tres escalones de piedra natural y que decía así "No implores la paz porque es tuya, no reclames olvido porque aun sin quererlo te olvidan, ama en vida y ama bien, porque haya adonde vas no hay más que frío y soledad", imponente, me quedé helado al leer la placa de acero pavonado.
No pude más que sentarme y ponerme a pensar en la persona que dijo estas palabras y que se habían plasmado en aquel recordatorio, no era para nada una frase fantasmal ni que siquiera causara algún tipo de temor, muy al contrario, invitaba a la reflexión. Eso deseaba yo en aquel momento, reflexionar, la frase del monumento me atrapó, me obligó a parar y sentarme a beber un poco de agua de la cantimplora que colgaba de mi cintura. ¡Caramba, vaya frase...! ¿Quién la habrá escrito, quién ha sido el alma pensante de estas palabras lapidarias?
No pude averiguar más, resultó que cuando la gente comenzó a llegar a construir la aldea, el monumento no era lo que ahora veía, era mucho más insignificante, un simple bloque de piedra caliza donde alguien encontró estas palabras escritas. Nunca se supo quién fue el que descubrió la piedra, como en todos los lugares había mucha leyenda urbana acerca de quién fue el descubridor. Lo que era seguro, es que ya no estaba entre los vivos. Bajé de nuevo a la aldea con el fin de enterarme acerca del monumento, solo encontré caras largas. Un chico joven, quizá el único que habitaba en aquel cementerio viviente, me llamó desde una esquina cuando ya había desistido de informarme y me alejó por una callejuela hacia un campo de olivos.
Usted quiere saber más sobre ese monolito ¿no es así? Bueno más bien me gustaría saber quién fue la persona que lo escribió o el protagonista de este monumento. En eso no lo puedo ayudar, no lo sé, pero si le puedo decir que la persona que está enterrada aquí no es un hombre sino una mujer, que murió de amor por un pastor que pastoreaba a su rebaño por estos montes, hace de esto mucho tiempo, no crea usted que me lo estoy inventando, ¿ve usted esa casa de ahí abajo, la que está junto al rio? pues ellos son descendientes de ella y le digo más, desde que se nombró al primer alcalde de este pueblo, jamás aceptaron vivir entre nosotros, siempre se han mantenido separados, como si ellos mismos se desterraran.
Tenía muchas preguntas que hacerle al chico pero opté por dejarlo correr, solo hice lo que creí que sería provechoso para mí. Saqué un pequeño cuaderno y un lápiz y comencé a escribir la frase del monumento, es curioso pero conforme la comencé a leer de la placa donde estaba escrita las palabras parecieron escribirse solas en el cuaderno, no sé porqué ni cómo, el caso es que la recordé entera habiéndola leido solo una vez, se me quedó grabada en el pensamiento. A partir de ahí ya no pude continuar mi excursión, me volví para casa, quería desentrañar el significado de cada una de las palabras del monumento.
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