CUENTOS DE VACACIONES
A pesar de que se piense lo
contrario, las vacaciones son esperadas por todos los miembros de la familia,
pero para los niños…, las vacaciones, son un sueño que antes de comenzar, ya
las comienzan a disfrutar. A la mayoría salvo alguna excepción, no les importa
dónde irán confían en sus padres. En que piensan en ellos y no los van a llevar
al espacio con una nave espacial ni nada parecido. Eso sí, intercambian
opiniones con los amigos y les preguntan… Oye, ¿Dónde vais de vacaciones este
verano?, mi familia y yo vamos a Disney Word a París, ¿Qué pasada no?
Pablo escucha en silencio, sabe
que este año como otros, se van a quedar en casa, si acaso tiene tiempo su
madre, que está al cuidado de varias comunidades, limpiándolas y fregando
escales como una loca, podrán ir a la piscina municipal y punto. Serán unas
vacaciones divertidísimas porque el resto del año… no hay ni piscina ni nada,
solo deberes y aburrimiento viendo desde el balcón de su casa como otros niños,
pasean con sus parientes, comiéndose un helado que debe estar de muerte.
Ese año se le ha ocurrido una
idea, visitar los lugares que otros niños amigos de él visitarán de forma
física. Baja a la tienda de don Matías y le ruega que le dé un buen trozo de
papel de embalaje, esas van a ser sus vacaciones. Coge el papel y comienza a
dibujar en él, los lugares que le gustaría visitar aunque sabe que es solo un dibujo
infantil y nada más, pero sin saberlo, está viajando a muchos más lugares que
cualquiera de sus amigos. Cambia los escenarios, hoy está en Londres, inventa
casa y puentes, torres y árboles donde quizás no los haya, pero sus amigos no
saben que estos lugares no existen, él sí. Atraviesa montañas, escala el
Everest sin la ayuda de oxígeno, está pasando unas vacaciones virtuales de cine.
Cuando se cansa de estar en la montaña… se va a pasar unos días a la playa y
punto pelota.
Cuando vuelvan sus amigos de
vacaciones se va partir el culo cuando les diga que vacaciones ha pasado.
Dicho de paso y sin afán alguno
de protagonismo, poco a poco le coge el punto a la pintura, cada vez lo hace
mejor, de los lápices de color pasa las barritas de cera de colores, va
perfeccionando poco a poco la técnica del color, los contraluces, las sombras, un
amigo del colegio le regala un buen día una caja de acuarelas casi cuarteadas,
como quién dice inservibles, la caja está ajada por el tiempo, las bisagras del
frágil alambre que cerraban la abollada caja, ya hace tiempo, probablemente
años, que ya no abren estos colorcillos redondos que antes en su día estaban
impecables en sus recipientes. Pablo en su afán por descubrir que se puede
hacer con esos colores abre la caja como si descubriera un tesoro,
inmediatamente se pone a ensayar con el agua en un vaso, y tres o cuatro
pinceles desmochados que le van a servir de herramientas para lo que se
propone. En un bloc de dibujo, hace un esbozo del dibujo que se propone hacer,
cualquiera qué viera el dibujo pasado a lápiz, pensaría que aquello era
imposible de colorearlo y darle el realismo que le correspondía.
A Pablo en su afán de terminar
esta obra, le costó poco menos de seis días terminarlo. El resultado era
imposible para un chiquillo de su edad, pero la realidad contaba otra historia,
ahora, él mismo se autoproclamaba pintor. Una casa de galletas le encargó la
portada de propaganda de sus galletas, se negó, su camino lo tenía bien claro y
aceptar esa pequeña oferta quizás lo hubiera encasillado en lo que tenía en su
mente desde que le pidió el papel al señor Matías, ¿qué era?, de momento era un
secreto que no podía desvelar ni siquiera a su madre, bastante tenía la pobre
mujer con el trabajo, aunque se lo hubiera explicado no habría entendido lo que
se proponía hacer su hijo.
Aquellas vacaciones fueron una
lanzadera para sus propósitos, solo él entendía el resultado de todo aquello,
el éxito o el fracaso en cuyo caso claudicaría, pasaría página, y a otra cosa
mariposa. El padre de un colega del colegio le regaló unas rasquetas de pintor
que reformó como le dijo Pablo, de manera que como en todas las cosas que hasta
ahora había hecho, comenzó a hacer ensayos y pruebas que lo llevaron a manifestar
que tenía una buena muñeca para dar buen uso a las pastas que se usan para tal
fin, el pintar a rasqueta. Llegó un momento, que la pintura al óleo, le parecía
aburrida y algo que, sabiendo que pasó por alto no lo consideraba del todo
importante. La fortuna, si es que se le puede llamar así, le sonrió y las cosas
a los quince años, ya comenzaban a tener color hasta en los periódicos de su
pequeña ciudad. Una columna, hacía referencia a aquel jovencísimo Pablo, que
destacaba en el noble arte pictórico qué quería ser recibido por el propio
alcalde como reconocimiento a la obra que estaba desarrollando en el pueblo,
grande, pero al fin y al cabo un pueblo. Pablo no buscó jamás ni la fama ni la
gloria en su quehacer como pintor, algunas fábricas lo quisieron esponsorizar
con sus productos, eso le vino bien, carecía de medios para poder llevar a cabo
su propósito.
Hasta algunos avezados
empresarios lo tentaron con fiestas para agasajarlo y con chicas especializadas
en estos eventos. Nada de todo esto dio los resultados que esperaban. Un
galerista interesado en exponer parte de la obra que tenía celosamente guardada
en su casa le preguntó con una copa de coñac en la mano… Pablo si puede
saberse, me precio de ser conocedor de la gente, ¿Qué quieres conseguir porque
parece que contigo nada surge el efecto que persigue cualquier empresario?
Señor, no pueden, ni podrán
entender jamás que persigo, cual es mí propósito en la vida, nadie me lo había
preguntado nunca, usted que me hace esta pregunta le voy a contestar… Jamás he
disfrutado de unas vacaciones, nunca en la vida salí de mi ciudad, pues bien,
desde los catorce años estoy gozando con unas vacaciones que jamás hubiera podido
soñar. Eso es precisamente lo que estoy haciendo desde entonces, disfrutar de
unas justas vacaciones.
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