viernes, 1 de julio de 2016

LA TARDE LLENA DE LUZ

                                                          LA TARDE LLENA DE LUZ

Paso por delante de la ventana de mi habitación, toda la casa está en silencio, una tímida luz se cola por una de las ventanas que la noche pasada dejé medio abierta me quedo parado delante de esos tímidos rayos de luz, que pretenden calentar la casa pero que no lo logran porque el sol está todavía muy bajo. Cruzo los brazos parado ante el quicio del marco, voy vestido solo con el albornoz de baño y una gruesa toalla que me cuelga del hombro.
Pienso… ¡que difícil es la vida y que complicada a la vez!, como se pueden complicar las cosas por una simple discusión en la que ninguno de los dos, nos hemos concedido tiempo para exponer nuestras quejas, nuestras ideas, nuestras ilusiones y desilusiones, que necios somos, que estúpido he llegado a ser al no darle cuartel, echarlo a cajas destempladas de casa, con el frio que hace fuera, con la confusión que ahora mismo tendrá por lo sucedido.
Me meto en la ducha y cuando salgo me doy cuenta que ni siquiera me he enjabonado el cuerpo, todavía siento el olor de su piel, el roce de su cuerpo junto al mío cuando nos acostamos. ¿Qué nos ha pasado, cómo se inició esta riña que terminó siendo una pelea de antología? No ha pasado nada más que lo que tenía que pasar, se ha terminado el amor, ya no nos hacía ilusión ni siquiera untarnos las tostadas con la mantequilla, ¡que desgracia…! ¿Qué voy a hacer ahora yo solo, buscar a un nuevo hombre que me haga sentir lo que él me daba?
No he ido a trabajar, no le he mentido a mi jefe, solo le he dicho que no me sentía nada bien para trabajar hoy, de cualquier manera no habría podido hacer nada, con la cabeza llena de retazos, de recuerdos que no se olvidan fácilmente no habrá sido capaz de concentrarme en el trabajo, un trabajo que exige dedicación y sobre todo concentración.
Me he pasado el día mirando los tres álbumes de fotos de viajes que juntos habíamos hecho a Estambul, Egipto, Croacia, Londres y Nueva York. Me he hartado de llorar, eso supongo que quiere decir que lo quería, que era el amor de mi vida, no en vano estuvimos viviendo juntos cuatro años y medio en mi casa, una casa que mis padres me regalaron y que entre los dos recompusimos construyendo una piscina y todo. He salido por la tarde al bar donde íbamos siempre juntos, al entrar y ser saludado por unos cuantos amigos, he sentido vergüenza al ir solo, he levantado la mano saludando a todo el mundo y he vuelto a salir. No sé qué me ha llevado a salir del Sombrero de copa, pero el caso es que he estado deambulando por las calles hasta que el sueño, creo que más que el sueño el cansancio, me ha vencido.
La tarde se ha convertido en noche y la noche en día, y nuevamente me he encontrado como la mañana anterior, apoyado en la ventana esperando que el sol calentase un poco más ese ánimo casi destruido por una circunstancia penosa y destructiva.

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