LA TARDE LLENA DE LUZ
Paso por delante de la ventana de
mi habitación, toda la casa está en silencio, una tímida luz se cola por una de
las ventanas que la noche pasada dejé medio abierta me quedo parado delante de
esos tímidos rayos de luz, que pretenden calentar la casa pero que no lo logran
porque el sol está todavía muy bajo. Cruzo los brazos parado ante el quicio del
marco, voy vestido solo con el albornoz de baño y una gruesa toalla que me
cuelga del hombro.
Pienso… ¡que difícil es la vida y
que complicada a la vez!, como se pueden complicar las cosas por una simple
discusión en la que ninguno de los dos, nos hemos concedido tiempo para exponer
nuestras quejas, nuestras ideas, nuestras ilusiones y desilusiones, que necios
somos, que estúpido he llegado a ser al no darle cuartel, echarlo a cajas
destempladas de casa, con el frio que hace fuera, con la confusión que ahora
mismo tendrá por lo sucedido.
Me meto en la ducha y cuando
salgo me doy cuenta que ni siquiera me he enjabonado el cuerpo, todavía siento
el olor de su piel, el roce de su cuerpo junto al mío cuando nos acostamos. ¿Qué
nos ha pasado, cómo se inició esta riña que terminó siendo una pelea de
antología? No ha pasado nada más que lo que tenía que pasar, se ha terminado el
amor, ya no nos hacía ilusión ni siquiera untarnos las tostadas con la
mantequilla, ¡que desgracia…! ¿Qué voy a hacer ahora yo solo, buscar a un nuevo
hombre que me haga sentir lo que él me daba?
No he ido a trabajar, no le he
mentido a mi jefe, solo le he dicho que no me sentía nada bien para trabajar
hoy, de cualquier manera no habría podido hacer nada, con la cabeza llena de
retazos, de recuerdos que no se olvidan fácilmente no habrá sido capaz de
concentrarme en el trabajo, un trabajo que exige dedicación y sobre todo
concentración.
Me he pasado el día mirando los
tres álbumes de fotos de viajes que juntos habíamos hecho a Estambul, Egipto,
Croacia, Londres y Nueva York. Me he hartado de llorar, eso supongo que quiere
decir que lo quería, que era el amor de mi vida, no en vano estuvimos viviendo
juntos cuatro años y medio en mi casa, una casa que mis padres me regalaron y
que entre los dos recompusimos construyendo una piscina y todo. He salido por
la tarde al bar donde íbamos siempre juntos, al entrar y ser saludado por unos
cuantos amigos, he sentido vergüenza al ir solo, he levantado la mano saludando
a todo el mundo y he vuelto a salir. No sé qué me ha llevado a salir del
Sombrero de copa, pero el caso es que he estado deambulando por las calles
hasta que el sueño, creo que más que el sueño el cansancio, me ha vencido.
La tarde se ha convertido en
noche y la noche en día, y nuevamente me he encontrado como la mañana anterior,
apoyado en la ventana esperando que el sol calentase un poco más ese ánimo casi
destruido por una circunstancia penosa y destructiva.
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