NUNCA DEBÍ HABERTE DICHO
ADIÓS
Me dicen por ahí que lo estás
pasando mal, me hago hasta cierto punto responsable de esta situación tuya.
Entiendo que te encuentres deprimida aunque tienes a los tuyos que son un apoyo
total para tu vida, no es lo mismo que cuando estábamos juntos, eso es más que
evidente. Todavía no entiendo por mucho que me esfuerzo que fue lo que hizo que
nos distanciáramos tanto y de una forma tan penosa y amarga, quiero imaginar
que estas cosas pasan cada día a miles de familias y que incluso algunos se
alegran de estas separaciones. No es mi caso, la separación produce soledad a
pesar de tener a otras personas que sustituyen la presencia de uno, es el hecho
de estar solo pudiendo estar acompañado lo que hace más amarga la frase que en su
día te dije… ADIÓS.
Debería haber pensado con más
detenimiento el decirte adiós, hasta entonces éramos un tren que iba por una
sola vía, obligada de forma voluntaria a seguir una ruta que nos pararía en
determinadas estaciones, pero que después de esta breve parada, seguiría hacia
el destino señalado al inicio del viaje. Ese tren indivisible por los ejes de
las ruedas que las mantienen juntas, lo rompí sin saber muy bien porqué, pensé
que las recias ruedas lo mantendrían junto pero ¡que estupidez…! Cuando el eje
se rompe, en este caso de forma voluntaria, no surgen más que problemas, no me
refiero a cuestiones burocráticas, papeleos inacabables que en ocasiones llevan
años solucionar, es mucho más doloroso. La estupidez siempre tiene
protagonistas, esta vez sin temor a equivocarme, fui yo, no pude entrar en la
razón de lo estupendo que era nuestro amor, funcionábamos con el mismo ritmo
que marcan las horas, al determinar la hora que es, sin poner en duda, la
efectividad de esta perfecta maquinaría, que nos indica en qué época del día
estamos.
Te dije adiós sin querer, sin
pensarlo, dejándome llevar por unos sentimientos falsos, por una piel
camaleónica y sin corazón, me dejé llevar perdiendo por el camino, aquello que
era valioso, fiel, hermoso, sincero. Como
cuando te sorprende una tormenta de verano que no esperas, que se eterniza
porque bajo este paraguas te encuentras protegido, así te dejé yo, sin motivos
ni razón alguna, solo la que mi mente fabricó a base de deseos insensatos, y
por qué no decirlo, por unas sensaciones que jamás había conocido. ¡Mal rollo este…!
pronto me di cuenta de todo aquello de lo que me estaba alejando, que perdía
aquellos momentos que eran incomparables, que perdía todo un mundo que había tardado
años en cultivar, tus ojos y los instantes que tú me habías regalado.
Decirte adiós, fue como despedirme
de todo un negocio que juntos habíamos tardado en construir. Te dije adiós y
todavía siento dentro de mi corazón, que fue un pecado imperdonable. Es cierto
que tenías defectos que irritaban al más pintado, pero las cualidades, se desdibujaron
como quién borra de un encerado lo más destacado de la ecuación de la vida.
Desde entonces la pizarra está vacía, tan solo unos cuantos dibujos infantiles
que no tienen ni forma ni motivo, solo la voluntad de tratar de reparar, lo que
ya no se puede volver a repetir.
Así termina esta historia de amor
y pecado, así el corazón, poco a poco se va retirando de la vida, por no poder
recobrarte, por no poder reparar lo que ya no tiene solución. Ya no es tiempo
de pedir perdón a nadie, y menos a ti que ya estás en otra dimensión,
desconocida y puede que hasta divertida, así quiero verlo, que nadie sea capaz
de juzgar lo que aquí está escrito, nadie sabe, salvo ella y yo, las razones
que tuve para decirle adiós, solo sé que el arrepentimiento solo lo puede
apreciar, quién nos dio los motivos para encontrarnos.
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