sábado, 16 de julio de 2016

NUNCA DEBÍ DECIRTE ADIÓS

                                                 NUNCA DEBÍ HABERTE DICHO ADIÓS

Me dicen por ahí que lo estás pasando mal, me hago hasta cierto punto responsable de esta situación tuya. Entiendo que te encuentres deprimida aunque tienes a los tuyos que son un apoyo total para tu vida, no es lo mismo que cuando estábamos juntos, eso es más que evidente. Todavía no entiendo por mucho que me esfuerzo que fue lo que hizo que nos distanciáramos tanto y de una forma tan penosa y amarga, quiero imaginar que estas cosas pasan cada día a miles de familias y que incluso algunos se alegran de estas separaciones. No es mi caso, la separación produce soledad a pesar de tener a otras personas que sustituyen la presencia de uno, es el hecho de estar solo pudiendo estar acompañado lo que hace más amarga la frase que en su día te dije… ADIÓS.
Debería haber pensado con más detenimiento el decirte adiós, hasta entonces éramos un tren que iba por una sola vía, obligada de forma voluntaria a seguir una ruta que nos pararía en determinadas estaciones, pero que después de esta breve parada, seguiría hacia el destino señalado al inicio del viaje. Ese tren indivisible por los ejes de las ruedas que las mantienen juntas, lo rompí sin saber muy bien porqué, pensé que las recias ruedas lo mantendrían junto pero ¡que estupidez…! Cuando el eje se rompe, en este caso de forma voluntaria, no surgen más que problemas, no me refiero a cuestiones burocráticas, papeleos inacabables que en ocasiones llevan años solucionar, es mucho más doloroso. La estupidez siempre tiene protagonistas, esta vez sin temor a equivocarme, fui yo, no pude entrar en la razón de lo estupendo que era nuestro amor, funcionábamos con el mismo ritmo que marcan las horas, al determinar la hora que es, sin poner en duda, la efectividad de esta perfecta maquinaría, que nos indica en qué época del día estamos.
Te dije adiós sin querer, sin pensarlo, dejándome llevar por unos sentimientos falsos, por una piel camaleónica y sin corazón, me dejé llevar perdiendo por el camino, aquello que era valioso, fiel, hermoso,  sincero. Como cuando te sorprende una tormenta de verano que no esperas, que se eterniza porque bajo este paraguas te encuentras protegido, así te dejé yo, sin motivos ni razón alguna, solo la que mi mente fabricó a base de deseos insensatos, y por qué no decirlo, por unas sensaciones que jamás había conocido. ¡Mal rollo este…! pronto me di cuenta de todo aquello de lo que me estaba alejando, que perdía aquellos momentos que eran incomparables, que perdía todo un mundo que había tardado años en cultivar, tus ojos y los instantes que tú me habías regalado.
Decirte adiós, fue como despedirme de todo un negocio que juntos habíamos tardado en construir. Te dije adiós y todavía siento dentro de mi corazón, que fue un pecado imperdonable. Es cierto que tenías defectos que irritaban al más pintado, pero las cualidades, se desdibujaron como quién borra de un encerado lo más destacado de la ecuación de la vida. Desde entonces la pizarra está vacía, tan solo unos cuantos dibujos infantiles que no tienen ni forma ni motivo, solo la voluntad de tratar de reparar, lo que ya no se puede volver a repetir.
Así termina esta historia de amor y pecado, así el corazón, poco a poco se va retirando de la vida, por no poder recobrarte, por no poder reparar lo que ya no tiene solución. Ya no es tiempo de pedir perdón a nadie, y menos a ti que ya estás en otra dimensión, desconocida y puede que hasta divertida, así quiero verlo, que nadie sea capaz de juzgar lo que aquí está escrito, nadie sabe, salvo ella y yo, las razones que tuve para decirle adiós, solo sé que el arrepentimiento solo lo puede apreciar, quién nos dio los motivos para encontrarnos.

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