jueves, 14 de julio de 2016

EL MEQUETREFE

                                                             EL MEQUETREFE

No le hagas ningún caso a ese mequetrefe, siempre está contando cuentos que ni son verdad y que enmierdan a los demás.  Hombre me acaba de decir que el corral de Antonio está abierto y que todas las ovejas y las cabras andan sueltas por el monte.   Déjalo tú ni caso, si siempre anda con las mismas, que si a fulanito lo han atracado, que si al tío Antonio le han robado el coche… siempre igual, tendrían que meterlo en un manicomio coño.
Tanto era así el asunto, que en el pueblo nadie le conocía el nombre, solo lo conocían por el mequetrefe. La gente a veces se vuelve olvidadiza, nos volvemos olvidadizos yo me cuento entre uno de ellos. De todas las cosas que contaba el mequetrefe, resulta que algunas eran verdad, como pasa en todos los sitios, el mequetrefe era solo válido cuando alguien tenía alguna labor difícil que hacer, levantar pesos imposibles, hacer trabajos de lo más sucio y que nadie quería hacer, por todo eso le daban cuatro perras gordas y marchaba para su casa más contento que unas pascuas.
Una noche bastante oscura, con luna nueva que no se veía ni cantar, el mequetrefe vio llegar cuesta abajo por la entrada del pueblo un camión de mediano tonelaje cargado de gente, al principio no hizo caso, el mequetrefe dormía poco, desde chico ya había salido llorón y mal dormidor y se conoce que aquel defecto, si puede llamársele así, se le quedó para siempre, de vez en cuando dormía en el pajar que su padre tenía en la parte baja de la casa. Cuando despertaba, que nunca se sabía cuándo iba a ser a menos que alguien lo buscara para alguna labor antes mencionada, se escuchaba en todo el pueblo…  mequetrefe ¿Dónde te has metido?, ven para acá que se te necesita.
Esa noche dela que hablaba antes, estuvo atento a  que el camión bajaba muy despacio la cuesta, se paraban en determinado lugar y miraban, luego con el motor parado volvían a dejarlo caer a su peso y así se recorrieron toda la calle. Aburrido por semejante espectáculo que no era para nada divertido, se puso a ordeñar una vaca, bebió directamente de la ubre y se echó a dormir de nuevo con la boina sobre la cara.
Por la mañana cuando comenzó a clarear, todo el pueblo andaba revolucionado, en algunas casas los ladrones entraron mientras la gente dormía, nadie se explicaba que podía haber pasado. El mequetrefe tenía la respuesta pero nadie le prestaba atención.  A mí se me han llevado toda la cubertería de plata de cuando me casé.  Pues a mí peor, se me han llevado la mula y la han cargado con todos los aperos de labranza los muy hijos de puta. Así continuó la sesión de maldiciones e improperios hasta que el mequetrefe dijo que él sabía quién había sido.
Explicó en su tosca habla lo que había visto, quienes eran, pero ve a saber tú donde andarían ya esos bribones. Las miradas de casi todo el pueblo se dirigieron hacia él mientras sonreía por haber dicho la verdad y que por fin todos le creyeran. Primero fueron insultos, después maldiciones, todas dirigidas hacia él claro, después le llegó lo peor a su padre se le llevaron un pequeño tractor que tenía en la parte interior del patio, desde delante de la casa, imposible escuchar cómo arrastraban la pesada herramienta y él hay que comprenderlo, había caído en un profundo sueño, después de la panzada de leche que se había tomado de la vaca.
Todos sin excepción, hasta su padre lo hartaron a palos, no sabía ya cómo ni donde protegerse el cuerpo, pero como era fuerte aunque fuera el mequetrefe, siguieron dándole hasta que le saltaron algunos dientes y le rompieran el brazo.
Es decir, que por der quién era tenía que velar noche y día del pueblo que en conjunto lo despreciaba… en cuanto nadie lo vio marchar de la plaza donde se lavó las heridas con el brazo colgando, cosa de la que nadie se apercibió, hizo un pequeño hatillo con lo poco que tenía y una fotografía de sus padres plegada para que no abultara y marchó del pueblo sin que nadie se diera cuenta, por la ribera del canal que ya para entonces había entrado en servicio y regaba aquellos inmensos campos. Lo único que se le ocurrió habida cuenta de la condición de su brazo, fue hacerse un cabestrillo con un pie de oveja que en ocasiones le servía de almohada.
Estuvieron días buscando al mequetrefe, no dio señales de vida por ninguno de los lugares donde la guardia civil lo buscó. Quizás, digo yo, se dio cuenta desde entonces que no merecía la pena ser un mequetrefe.


                                                            -----------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario