viernes, 15 de julio de 2016

MAESTROS SIN S

                                                               MAESTROS SIN S

En toda mi vida fui a tres escuelas, de todas ellas tenía un recuerdo u otro, de unas buenos profesores, de otros colegios, profesores bordes, pero de la última, el recuerdo que tenía era que todos los alumnos hablaban mal, menos de uno, el profesor de lengua, el profesor Damián, persona más paciente y más calma no había conocido a ninguno. Era un profesor peculiar aquel hombre, casi nadie hablaba de él porque poco se conocía quién era en realidad, solo sabíamos que tenía una librería en el casco antiguo de Barcelona que regentaba su hija Rosario. Un día casi al comenzar las vacaciones de verano, nos encargó que leyéramos un libro especial, un encargo a manera de trabajo de verano, el libro se titulaba “Moby Dyck” escrita por Herman Melville, nos dijo… recordad la frase del capitán del ballenero, “Call me Ishmael”, nos quedamos extrañados porque pronunció la frase con un inglés absolutamente fluido, como si fuera inglés nativo.
En mi casa andábamos en aquellas, escasos de recursos de forma que se me ocurrió preguntarle si podría encontrar esa publicación en su librería de segunda mano.  Claro hombre, pásate por allí cuando quieras y le pides a mi sobrina que te lo busque, no hay problema. Parece que el libro no tuvo demasiado éxito cuando se publicó, fue después cuando se comenzó a vislumbrar que era de los mejores escritores del siglo dieciocho, concretamente en el año mil ochocientos cincuenta y uno se publicó esta novela. Al principio pensé que vaya libro escogió como tema de estudio de verano, un libro de más de ochocientas páginas.
Una tarde a eso de las seis me pasé por la librería, él me había pasado las señas de la calle donde encontraría la librería, tuve que ir mirando las placas de las calles con el temor si sabría salir de aquel laberinto de calles más que barrio, al final la encontré, una doble puerta esmaltada de color verde mar destacaba entre los otros viejísimos comercios de alrededor, como una diminuta tienda donde se hacían bordados y mantelerías, tres mujeres viejísimas igual que la tienda andaban con los ganchillos dale que te pego para hacer algún trabajo, pensé yo que algún encargo.
Buenas tardes señorita, verá estoy buscando un libro que debe ser famoso por lo que nos ha contado en clase su tío Damián.  Con una mano sobre la boca sonrió discretamente…  Ya sé lo que buscas, me lo ha dicho esta mañana, vendrá un chico que te pedirá el libro de Melville, Moby Dyck, déjaselo a buen precio es alumno mío. Seguramente lo notaría, me sonrojé de mala manera, los pómulos me ardían. Sí es cierto, no voy lo que se dice muy boyante y de segunda mano los libros dicen lo mismo que los nuevos ¿no es cierto?  Seguro que sí, toma ya te lo he envuelto, espero que lo disfrutes, es un buen autor aunque no se le crea muy popular.  ¿Cuánto cuesta?  Veinte pesetas, pero con el descuento por ser alumno de mi tío serán quince, está en muy buen estado, yo misma recorté las páginas que estaban más deterioradas.  Muchas gracias.  ¡Hombre sí que te has dado prisa en recoger el libro, me alegro de verte, te advierto que no consentiré que te aburras leyéndolo!  Si es usted quién me lo ha recomendado seguro que lo disfrutaré mucho.
Después de despedirnos noté que tenía el mismo deje que su tío, estas personas no eran españoles, puede que hiciera muchos años que estuvieran viviendo aquí en Barcelona, pero su acento que no supe adivinar al principio, me envalentonó para volver a la tienda y preguntar con buena educación de donde eran.  Somos ingleses de nacimiento, pero nuestras raíces las tenemos en esta hermosa tierra, donde no tienes la costumbre de andar siempre con el paraguas en mano.  Sí que debe de haber diferencia entre Inglaterra y aquí…  La hay, y mucha, nosotros abrimos este negocio con unos cuantos volúmenes de autores contemporáneos del siglo XX hay grandes escritores, poetas y dramaturgos que son de gran fama y de gran interés, si nos vamos viendo los irás conociendo.  Si soy capaz de leer este libro, señalando al que llevaba en la mano en poco tiempo, seguro que nos veremos más, aparte de en las clases claro.
No hay preferencias en las horas de escuela, Damián trata a Salvador como a cualquier otro alumno, pero es evidente que este último juega con cierta ventaja bien ganada, se lee todo lo que cae en sus manos y que su profesor le sugiere. En definitiva, Salvador ve a su tutor más que con respeto, como la persona que le puede abrir los caminos que quiere seguir, magisterio, ahí es nada, sabe, le consta que es difícil pero que por lo menos tiene lo esencial madera de buen estudiante y de buen alumno. Los compañeros se dan cuenta de esta relación entre los dos, pero atribuyen esta, al interés que puede haber desarrollado Salvador por la sobrina de Damián. ¡Que equivocados están…! Eso no significa que también por su parte Rosario se sienta atraída por este chico estudioso, educado y un tanto orejudo que visita cada vez que puede la tienda con el fin de saber. Damián le va descubriendo poco a poco un mundo nuevo, es como si estuviera viviendo un cuento fantástico en el que los protagonistas son un jardín lleno de libros, unos abiertos, otros sin abrir, algunas hojas caducas que pisan con cuidado, y donde los dos, caminando por este sendero van a parar a un mundo donde huele a papel, a cuero, a cola para encolar los cuadernillos que poco a poco se van uniendo.
Damián y su sobrina asisten a su licenciatura observan con orgullo el resultado del esfuerzo conjunto que los tres han hecho para que se mantengan unidos por el amor a los libros. Su meta está todavía más allá pero por el momento ya han dado el primer paso que a menudo es el más difícil.

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