TANGOS, PASODOBLES, CHOTIS,SWING
Hace relativamente poco tiempo,
se celebraba una fiesta en una residencia para ancianos con motivo del cumpleaños
de una de las residentes, llevaba como clienta en este lugar trece años, se
montó la gorda, nadie le advirtió, de que iba el acontecimiento, mientras tanto
en los intestinos de la cocina se iba preparando todo lo necesario para la
celebración de la señora Adolfina (noventa y dos años). Nunca hemos tenido a una residente de esta
edad aquí, así que vamos a tirar la casa por la ventana, hoy va a haber fiesta
grande en la residencia, aun a riesgo de que después tengamos más trabajo en
cambiar pañales, los vamos a inflar a pasteles y comida extra, les vamos a
montar un bufete par a que la gocen, eso sí, nada de bebidas alcohólicas la
mayoría se medican y podríamos sembrar el caos entre los abuelitos.
Se preparó una sala para que
pudieran bailar quién quisiera antes, durante y después de la fiesta. A todos
se les repartió unos sombreros con gomas por debajo de as barbillas. A la
protagonista le hicieron regalos, sus parientes le trajeron unas zapatillas
nuevas, inútiles, iba permanente sentada en una silla de ruedas, de modo que de
poco le servirían aquellas zapatillas nuevas, pero por su expresión parece que
le hicieron gracia, le gustó el detalle que tuvieron sus familiares con ella. Cuando
le calzaron las zapatillas nuevas se puso a mover los brazos de un lado a otro
como quién baila una jota.
Lo que quiso ser una gracia y un
motivo de júbilo para todos, resultó en discordia, mientras unos quería bailar
un vals otro querían bailar un swing, ¡puedes imaginarte a los abuelos
queriendo bailar aquellos bailes de su juventud…! Claro está que muchos y
muchas no querían entrar en este juego de arrimarse a su pareja para bailar un
chotis o un pasodoble, baile este, que casi todos conocían. Pero las mujeres se
resistían a dejarse arrimar por aquellos vecinos desconocidos.
Lo que sí tuvo éxito fue la tarta
que prepararon en su honor, a medianoche comenzaron a sonar todos los timbres
de la residencia, normal… aquellos organismos no estaban preparados para
aquella fiesta, era evidente. Dese entonces se negaron a celebrar fiestas como
aquellas en la residencia a pesar de las quejas de algunos familiares que estaban
a punto de llegarles las onomásticas de sus parientes allí ingresados.
Una especie de comité de representantes
de los abuelos, se presentaron en dirección, para reclamar que por lo menos no
se le privara del baile semanal que se organizaría del mismo modo que lo había
hecho con la fiesta de la señora Adolfina. Se les dijo que ya se les daría repuesta
más adelante; es fácil adivinar que no tuvieron respuesta alguna de parte de
nadie que fuera representante de la residencia, así las cosas, todo quedó
igual, la única privilegiada entre comillas fue Adolfina que sí tuvo su fiesta
con baile incluido, chotis, pasodobles, valses y hasta tangos. Para bailar
swing hicieron traer a una pareja de un local a unos cuantos kilómetros de la
residencia ¡hay que ver como se movían estos chicos!, los abuelos se lo pasaron
fenómeno.
Pero después de esa fiesta, todo
volvió a su rutina diaria, a las comidas hechas purés para mejor digestión y
los carros llenos de pañales, unos usados otros nuevos, para mudar a los
ancianos que insistían en bailar todos los ritmos que habían aprendido de
jóvenes.
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