HE OLVIDADO EL SABOR
DEL MUNDO
Me he dado cuenta, en el instante
que, escuchando la conversación de dos amigos míos, me he entretenido unos
instantes a observar lo que me rodeaba… ¡oye qué virguería! La gente alrededor mío
caminaba y se movían, hablaban, no eran de plástico ni de ningún otro material raro,
prefabricado en Estados Unidos ni por la NASA, ¡menudos hijos de puta esos
científicos cabronazos que solo pretenden aprovecharse de una marea, para crear
un tsunami!
Una chica paseante de perros
llevaba atados a media docena de ellos con las correas entrelazas entre sí,
hablaba con ellos, los llamaba por su nombre, reprendía a un malamute blanco
que al parecer era el más rebelde. Jamás me había fijado en estos detalles,
quise interrumpir a mi compañero para decirle que dos veríamos al cabo de dos
horas, quería ver de cerca como vivía la gente… ¡joder, si ni siquiera sabía
cómo vivía…! Ese puto trabajo me estaba dejando en pelotas delante de lo que
realmente tiene valor, no había fijado en cómo era un balón y para que servía
hasta que vi a unos niños pegando patadas a una pelota en el parque. Puede ser
que sea tonto y que hasta entonces nada de esto tuviera importancia para mí, y
sí la tenía, fue que siempre subestimé el valor de estos pequeños detalles.
Ese día que para mí fue de
descubrimientos, comencé a fijarme en todas las cosas que hasta entonces habían
formado parte de mi vida. Descubrí que la mayor parte de mi vida la había
malgastado, ¿cómo? haciendo cosas que ni siquiera me complacían en el trabajo,
llegué sin darme cuenta dejar de saludar a personas que trabajaban conmigo, los
trataba como si fueran seres obligados a darme la bienvenida a la oficina,
mientras yo no les debía nada, ni devolverles el saludo. Nadie me llamaba la
atención por eso, todo el mundo hacía lo mismo, de manera que… ¿por qué tenía
yo que saludarles a ellos si era su jefe? Pasé por alto, que merecían el mismo
trato que me hubiera gustado que tuvieran conmigo, las mismas deferencias
propias entre seres humanos.
Jamás que yo recuerde, le di las
gracias al chico del bar que a primera hora de la mañana me servía el café.
¡Seguro que lo hubiera agradecido!, mira una señor agradecido que da las gracias cuando se le sirve un
simple café. Descubrir un mundo nuevo no es fácil, hay que poner voluntad y
utilizar buen juicio para usarlo de la forma apropiada, no hay muchas personas
que sepan hacerlo, usar el mundo como un gran tablero de ajedrez en el que las
piezas encajen, se defiendan unas a otras y al final, si es necesario, aceptar
con dignidad, ser el perdedor de la partida.
El sabor del mundo es como saber
apreciar el sabor de una buena comida bien condimentada, y que te siente bien. El
mundo está lleno de sabores, algunos de ellos son raros, pero esto no significa
que carezcan de la esencia más importante, que nos gusten y nos hagan repetir
la experiencia. Yo había olvidado el sabor del mundo, las pequeñas cosas que
nos hacen grandes, a la vez que engrandecen a los demás, vale la pena dedicar
un esfuerzo extra para buscar, saber encontrar en un saludo, en un saber dar
las gracias, los valores que encierran ser descubridores de esta sabiduría que
llena nuestro espíritu de cosas buenas, de la fuerza que nos transforma en
seres útiles y maduros.
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