lunes, 9 de junio de 2014

AGUA Y FUEGO.


                                AGUA Y FUEGO


¡Cuanto tiempo hace que no llueve…! pero no me es necesaria la lluvia si puedo mirarme en tus ojos, ojos que centellean como si todos los soles del universo, iluminaran tus pupilas. A veces verdes, otras azules, y según como se ilumine tu rostro, por más que me esfuerzo, no sé adivinar los colores que en ellos se reflejan.
El agua no sabe de fronteras, lo mismo que tus ojos no tienen fin, miran directamente al horizonte, puede que solo se vea océano delante del confín que observas, hay más que todo eso, lo sé, no me hace falta ningún convencimiento, tu mirada altiva y firme, la firme voluntad de ver algo siempre, de no estar perdida en mitad de un mar de dudas, eso me asegura que el agua es solo una burda imitación de tus bellos ojos.
El agua apaga el fuego, y que mejor agua, que el que tus ojos despiden, para apagar el fuego que me consume, un fuego que no quema, pero que persiste. Un fuego que no tiene color ni calor, solo se sabe, que siempre permanece encendido, que se mantiene así, por deseo expreso, de ser apagado por el agua que tus ojos despiden. Promesas sensibles, como lo son el agua y el fuego, que por la eternidad existen, que ambos quieren estar en su sitio, que comparten espacios distintos castillos inmarcesibles.
Ambos sabemos, que no hay palabras para describir el dolor del antagonismo que estos dos elementos persiguen, cuando hay agua el fuego no existe, cuando el agua no se presenta, no existe, el fuego aprovecha su espacio, reina sobre sus fronteras, esperando que la lluvia de esos ojos tuyos, lo aniquilen.
Si tu eres agua yo soy fuego, si tu calmas con tu mirada, yo quemo con el pensamiento, cansadas ideas que quedan en brasas, para que tus aguas trabajen menos en apagarlas. Se me acaba el romanticismo, se me endurece la mirada, incendio cada vez más y crepitan los árboles que queman a mi paso, avanzo más y más aprisa, insaciable, como un ejército de bárbaros que mata cuanto pisa.
Ahora, cuando más daño hago, cuanto más aprisa avanzo, es cuando más miro hacia arriba, busco las aguas de tus ojos, sé que solo ellas, pueden poner fin a esa hambre de destruir que tengo, a esa hambre de amar que me devora por dentro. Cuando llegas al escenario, en poco tiempo queda reducido el incendio a humo, humo que hay que controlar, porque estoy dentro de esa vorágine de amor reprimido que llevo dentro de mí.
De vez en cuando, asomo la cabeza entre las matas ennegrecidas por mi causa, vigilo para ver si estás ahí, anhelo que el fuego no reviva de nuevo, que mi corazón siga calmado, que mi mente se aquiete, solo con el recuerdo de tus bellos ojos, ojos de agua, ojos de vida que es lo único que persigo, tus acuosos ojos llenos de mil colores brillantes.


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