HABLANDO EN
SERIO
-Mira
que quieres que te diga, yo ya tengo asumido, que en un momento u otro, mí
Ángel me la pegue, para que nos vamos a engañar. Mujer, está rodeado de
mujeres, todas ellas más o menos guapas, por mi parte no sé si será por eso, o
porque ya hace muchos años que estamos juntos, ya no tengo tantas ganas de
follar como antes, pues oye, que se desahogue tú.
-¿Así
que no te preocupa, y si te contagia una enfermedad?
-A,
entonces lo mato. Pero ahora hablando en serio, ¿tú nunca has pensado en esto
de tu marido, que te la puede pegar?
-Sí
claro, no soy tonta, todo el día visitando gente con el coño de los seguros,
que a veces no aparece por casa hasta las doce de la noche. En ocasiones lo he
acusado de pegármela, directamente, haber que me decía, ¿y sabes qué?, me dice
que llame por teléfono a tal número, para que me ratifiquen que es verdad que
ha estado allí, ¿cómo voy a hacer una cosa así?, por eso me lo dice.
-No,
si ya se lo tienen bien montado los muy… pero ¡que vamos a hacer más que
sacrificarnos y jodernos!
-Oye
nena, ahora en serio, que si yo veo una oportunidad… no la dejo pasar, al fin y
al cabo ellos hacen lo mismo.
-Ya,
pero es que… imagínate que alguien del barrio te ve con un menda, entonces
¿qué?
-Pues
nada, a mí me ha pasado, no me han dicho nada, y si me hubieran dicho algo, les
habría dado una excusa, por ejemplo… que es un amigo del instituto.
-Joder,
esto está bien oye, no se me había ocurrido. Entre tú y yo, el chico de la
cristalería de la esquina de casa, me tiene el ojo echado, y yo a él, pero se
ve que está casado y hace poco además. La semana pasada fui a encargarle un
espejo para un trabajo manual, me lo cortó allí mismo, ¡que culito nena! está
bueno que te cagas.
-Pues
el chico con el que me encontré yo, estaba comprando en el súper, me preguntó
si sabía donde estaban los embuchados, lo llevé hasta allí porque al lado están
las pizzas, y yo cogí una. Va y me pregunta que cual le recomendaba, le
contesté que depende de los gustos. ¿Sabes que me dijo? si me recomienda usted
una, nos la podemos comer juntos. Chica, se me subieron los colores como cuando
tenía dieciséis años, el caso es que fuimos a su casa, llamé a mi madre para
decirle que no vendría a comer, que me encontré con una amiga que necesitaba de
mí en ese momento. ¡Vaya polvo oye! creí que no se iba a acabar nunca, que
gozada.
-Tía
que guarra eres, y te quedarías tan ancha…
-Que
si me quedé ancha, más que larga, ¡y larga que la tenía el tío!
-No
me lo dices en serio… desde luego… no si ya te digo, yo en cuanto se me ponga a
tiro alguien me lo cepillo, ¡hay que probar que cojones!
-Pero
¿tú no habías probado ya con el del bacalao de la plaza?
-Si,
pero hay que probar más lanzas tía, si no, no puedes establecer comparaciones.
Esto es como los pintalabios, tienes que ir viendo que color es el que mejor te
sienta, no siempre va a ir una con el rojo pasión, hay otros colores,
dependiendo la ocasión.
-Y
dices que yo soy una guarra…
-Ahora
hablando en serio, ¿y si nuestros maridos no nos la pegan? que mala conciencia
¿no?
-De
eso nada, si no nos la pegan peor para ellos.
-Pues
sí, tienes toda la razón del mundo, peor para ellos.
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