lunes, 9 de junio de 2014

ENFUNDA LA ESPADA.


                           SABER CUANDO ENFUNDAR LA ESPADA


Cuando estuve en la guerra del moro –me decía mi abuelo Juan-, las órdenes de ataque se daban desenvainando la espada, se tocaba un pito que se oía por toda la trinchera, y todos los soldados salían a una para atacar. ¡La guerra… -decía con nostalgia-, la guerra es una mierda hijo, soldados muertos a tu paso hacia las líneas enemigas, pasando por encima de ellos tratando de evitar que te mataran a ti, con la pistola en una mano y el sable en alto en la otra!
Escuchaba a mi abuelo con mucha atención, me gustaba que me contara cosas de la guerra, de cómo sometían a los moros, y luego los reclutaban para formar parte del ejercito español. Si los hubieras visto con las manos pegadas al pecho pidiendo que no los mataras, que pena señor, pero mira, los que se entregaban salvaban sus vidas, soltaban las espingardas, y levantaban las manos con los ojos en sangre, aterrorizados. Tuve que matar a muchos que luego en cuanto les dabas la espalda te querían apuñalar, entonces los atravesaba con mi espada. Tenía dos espadas, una para desfilar, como si dijéramos de lujo, pero la otra…, la otra estaba manchada de sangre de verdad, de sangre humana, que por mucho que la limpiaras, siempre olía a muerte.
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Sin embargo, un día, -la guerra ya era historia-, me dijo: “En la vida, haya o no guerra, hay que saber cuando se debe enfundar la espada”. La verdad, entonces no lo entendí, era muy joven, apenas once años, pero lo suficientemente mayor, como para poder deducir que aquella frase, tenía cierto valor filosófico.
Con el paso del tiempo, y en función de la observación de acontecimientos dentro de mi propia familia, entendí que no era tan fácil de hacer lo que mi abuelo decía. Comprendí, que casi todo el mundo lleva una espada al cinto, sea hombre o mujer, y que en determinadas circunstancias, unos y otros, se ven a si mismos justificados para usar el arma, la espada. Un arma antigua, pero que puede ser tan letal, como una ráfaga de ametralladora, te puede matar igual.
Mi abuelo, que se dio a la bebida sin saber yo muy bien porqué, comenzó de nuevo a desenvainar la espada, esta vez no cortaba cabezas o atravesaba corazones de enemigos, hería sentimientos, amenazaba, se volvió casi loco. Mis padres y mis dos hermanos, vivíamos con ellos en su casa, y hasta alguna vez, nos llegó a amenazar con la pistola semiautomática que tenía,  una Luger Parabellum de nueve milímetros, alemana. Parabellum significa “si vis pacem para bellum”, si quieres paz, prepárate para la guerra. Esto lo aprendí de un libro de armas, donde se explicaba la derivación de este modelo de arma, rediseñado por los alemanes en el año 1900.
(Wikipedia en Internet explica el desarrollo de esta arma), pero lo que a mí me interesaba saber, era el comportamiento furioso que podía llegar a tomar la decisión de amenazar a la familia con un arma así. Discusiones, nada más que eso, discusiones que desencadenaban esa disfunción en el cerebro de mi abuelo, quizá fuera por la bebida, no digo que no, pero el desencadenante eran siempre las discusiones.
Un arma, sea cual sea, es fácil de desenfundar, hay mil y un motivo por los cuales alguien se crea con el derecho de usarla, pero… ¿vale la pena hacerlo?, no, definitivamente no. Las discusiones pueden ser pacíficas, llegar a bajar el tono de las mismas, hasta llegar a ser una simple conversación. Entonces no hacen falta trincheras, no existe enemigo, no hay políticas encontradas, solo hay un intercambio de ideas. Es así como se construyen los núcleos fuertes, los campos de batalla se convierten de nuevo en campos fértiles, donde plantar semillas que traigan nuevos aires de paz y tranquilidad, donde fluyen las fragancias de las flores que llegan a tranquilizar el espíritu de las personas.
Poco a poco, la furia es conquistada por la razón, por la lógica, y la espada de nuevo, resbala suavemente hacia el interior de su funda. Si se queda ahí por mucho tiempo, se oxida, pierde su filo, se vuelve un arma inútil, como las disensiones y peleas que antes, hace muchos años atrás, formaron parte del uso que se le dio.


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