LA MUECA
-Hombre…
encantado de conocerte, tenía ganas de saber como eras, me han dicho muchas
cosas de ti.
-Lo
mismo digo.
-¿Qué
te han dicho muchas de mí?
-No,
que encantado de conocerte, de ti nadie me ha dicho nada.
-Ha…
vale, eres un tipo simpático, con esa sonrisa que tienes, se te nota feliz.
-Te
equivocas, mi vida es una mierda, no sonrío jamás, lo que pasa, es que esta
sonrisa ya me vino de fábrica, es una mueca.
-No
jodas… pues oye, nadie lo diría.
-Ya,
todo el mundo me dice más o menos lo mismo, pero si supieran…
-Bueno,
el trabajo ¿te interesa?
-Claro
que sí, algo hay que hacer, lo de estar en la calle haciendo mimo ya me ha
cansado mucho. Menos mal que no tengo que esforzarme por sonreír, como ya va
conmigo…
-Oye
pues mira, todo esto que te ahorras, aquí de cara al cliente, interesa que la
gente ponga buena cara, creo que este empleo es ideal para ti.
-Ya
me lo ha dicho Arturo. Pero una cosa, de vez en cuando me cambiarás de sitio
¿no?
-Claro
hombre, esto está hecho. De momento, servirás helados, cucuruchos y tarrinas,
en fin, todo lo que tiene que ver con los helados, después ya te pasaré a los
granizados y batidos.
-Vale.
¿Cuánto me vas a pagar?
-Ochocientos
euros más la distribución de las propinas a partes iguales entre los cuatro que
sois.
-Bueno
no está mal. Seis horas al día ¿no?
-Depende,
cuando es temporada punta, en julio y agosto, harás alguna hora más, pero lo
arreglaremos para que lo cobres extra.
-¿Cómo
de extra? Me refiero que, ¿a cuanto me saldrá la hora extra?
-Pues
como a todos, a ocho euros. No te preocupes hombre, que aquí estarás como en
familia.
-Yo
no tengo familia, conocidos y alguna que otra amistad sí, ¿y cuando podría
comenzar a trabajar?
-¿Qué
te parece el lunes, que ya estarán todos los papeles de la gestoría?
-Vale,
mientras tanto vendré por aquí a ratos, para ver como funciona esto, ¿te
parece?
-Perfecto.
Eso me gusta, que quieras aprender para estar preparado cuando entres a currar.
Y
todo aquello, lo decía riendo, bueno sonriendo, que viene a ser lo mismo.
Cristóbal, estaba un poco alucinado con Jaime, hay que ver que tío, parece
mentira que te cuente estas cosas, y todavía tenga ganas de sonreír. Hay
leches, que no me acordaba que no puede poner otra cara.
-¿Quieres
tomar algo? Invita la casa, a, se me olvidaba decirte que, si te viene de gusto
tomarte algo mientras trabajas, puedes sentirte libre, pero cosas que no lleven
alcohol ¿vale? Ya sabes, a la gente les espanta hablar con una persona que
sirve y que huele a… bueno ya me entiendes.
Ven
que te presentaré a tus compañeros, mira esta chica se llama Alma, Alma te
presento a Jaime, la semana próxima se encargará de los helados.
-Mucho
gusto Jaime, si tienes alguna pregunta o necesitas ayuda para lo que sea, me lo
dices, bienvenido. Me da que eres un hombre muy simpático.
-Que
va, es que no puedo hacer otra cosa más que sonreír.
Alma
se queda parada, no sabe bien a que se refiere. De cualquier forma, le devuelve
la sonrisa, si cabe, más amplia que la de Jaime.
-Este
otro de ahí -señala con el dedo Cristóbal-, se llama Herminio, ven hombre, que
te voy a presentar al nuevo compañero.
-Este
chico se llama Jaime, a partir del lunes se encargará de los helados.
-Mucho
gusto Jaime, ya era hora que llegase aquí un alma sonriente, aquí cuando hay
trabajo… todo son caras serias, no sonríe ni dios.
-Lo
mío es que es crónico, ya te contaré, no es por modus propio lo de la sonrisa.
Que
cansino tener que contar a todo el mundo la misma historia. El ambiente de
trabajo, comienza ser tan bueno, que sin desearlo, disfruta de él. Alma, la
cajera, le contagia la alegría de trabajar, tratar con las personas, muchas de
las familias que vienen a la granja, hace ya años que tienen por sistema, ir a
merendar o tomar un helado después del tiempo de playa diario.
Allí
se reúnen con los flotadores de los niños, las toallas o las bolsas, con los
parasoles metidos en sus fundas y colgados al hombro, mientras se les ve llegar
con algo de alboroto. Jaime tiene su lugar de trabajo impoluto, desinfectado
como jamás lo había estado antes, y con esa eterna sonrisa en la cara, que hace
que sin remedio desde niños a mayores, lleguen a su mostrador, donde las
bandejas colocadas con sus rótulos plastificados, y siempre perfectamente
dispuestas, esperan a los golosos clientes.
Ahora
empieza a gozar de veras del trato con la gente, tiene el ojo echado a unos
cuantos niños que habitualmente vienen con sus padres, que desearían que sus
cucuruchos estuvieran más llenos, y Jaime los complace sin decir nada a nadie.
Ya puede estar contento contigo Cristóbal, eres un trabajador de primera, y
Jaime se enorgullece de estas palabras encomiables que le suelta Alma.
Cristóbal,
¿podrías dejarme fijo en este puesto?, disfruto de este trabajo, y lo tengo por
la mano. Por supuesto que sí, no hay problema, oye, mañana al mediodía
cerraremos un par de horas, tienen que venir a reparar el toldo exterior,
comeremos todos juntos, ¿te apetece venir? Claro, gracias por contar conmigo.
Ha
salido tan feliz del restaurante, que en su cara se comienza a dibujar primero
una línea horizontal en sus labios, nadie se apercibe de ello, pero al día
siguiente, aparece con una cara triste, su sonrisa a desaparecido, aunque sus
ojos son los mismos. Igual de dispuesto, con las mismas ganas de trabajar, solo
sus ojos tienen la misma expresión. Alma le pregunta si le pasa algo, Jaime
contesta que no, que todo va bien.
Cristóbal
quiere hablar con él, se le acerca y le dice que al mediodía, cuando pare para
comer, entre un momento en su despacho. No lo entiendo Jaime, tu cara ha
cambiado completamente, ¿estás seguro de que te gusta ese trabajo? Claro que sí
jefe… Me sabe mal decirte eso pero… deberías tratar de modificar esa expresión
que tienes, de otro modo, tendré que
retirarte de la mesa de helados y pasarte a lavar platos y vasos.
Jaime
se queda asombrado, mira a Cristóbal con los ojos abiertos de par en par, no se
lo puede creer. Se retira sin decir nada, antes de entrar de nuevo a la
heladería, pasa por los servicios, se lava las manos, y automáticamente se mira
en el espejo en el momento de enjabonárselas.
Alma
le reclama, lo llama en la entrada del pasillo que da al despacho de Cristóbal,
insiste, no hay respuesta, entonces llama al jefe. ¿Dónde está Jaime?, se le
está acumulando el trabajo, hay cinco personas esperando a ser servidas en los
helados. Lo buscan, salen afuera para ver si está allí, nada, no aparece por
ningún sitio. Alma toma su lugar y Cristóbal en la caja, al terminar esta
noche, Alma se acerca a su casa, han tenido un par de encuentros íntimos pero
lo han mantenido en secreto. Cristóbal no contesta, lo llama al móvil, tampoco,
“el aparato está apagado o fuera de cobertura”. Se asusta, no comprende que ha
podido pasar con él, donde está, es una persona bastante metódica, no sale
después del trabajo sobre todo porque en pleno verano termina muy tarde.
Desanimada,
vuelve a su coche, mientras su cabeza no para de cavilar sobre qué es lo que ha
podido pasarle. Se dirige a la puerta del pub Fanny, donde ha aparcado su coche
en la acera, antes de entrar en el auto, mira a izquierda y derecha, se ve
bastante gente deambulando, turistas y jóvenes acompañados de sus parejas,
hablan alto, en verano, está permitido todo, un par de municipales charlan en
la esquina del paseo marítimo. Como si de una sombra se tratase, aparece Jaime
de entre la gente, camina cabizbajo, da la impresión que su cuello, no puede
hacer que su cabeza se mantenga erguida, Alma lo saluda, Jaime levanta la
cabeza poco a poco, ella se asusta. No parece que sea una persona humana, salvo
por su cuerpo.
Jaime
con el rostro completamente desfigurado por una profunda tristeza la saluda.
Esperaba que vinieras a verme, estaba seguro que vendrías. ¿Pero a qué viene
esta tristeza? ¿Tristeza dices? no he estado más feliz en toda mi vida, siento
que me mires de ese modo, incluso que te asustes como ahora mismo refleja tu
cara, pero soy feliz, muy feliz, no puedo explicártelo ahora, creo que no lo
comprenderías.
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