domingo, 8 de junio de 2014

LA MUECA.


                                  LA MUECA


-Hombre… encantado de conocerte, tenía ganas de saber como eras, me han dicho muchas cosas de ti.
-Lo mismo digo.
-¿Qué te han dicho muchas de mí?
-No, que encantado de conocerte, de ti nadie me ha dicho nada.
-Ha… vale, eres un tipo simpático, con esa sonrisa que tienes, se te nota feliz.
-Te equivocas, mi vida es una mierda, no sonrío jamás, lo que pasa, es que esta sonrisa ya me vino de fábrica, es una mueca.
-No jodas… pues oye, nadie lo diría.
-Ya, todo el mundo me dice más o menos lo mismo, pero si supieran…
-Bueno, el trabajo ¿te interesa?
-Claro que sí, algo hay que hacer, lo de estar en la calle haciendo mimo ya me ha cansado mucho. Menos mal que no tengo que esforzarme por sonreír, como ya va conmigo…
-Oye pues mira, todo esto que te ahorras, aquí de cara al cliente, interesa que la gente ponga buena cara, creo que este empleo es ideal para ti.
-Ya me lo ha dicho Arturo. Pero una cosa, de vez en cuando me cambiarás de sitio ¿no?
-Claro hombre, esto está hecho. De momento, servirás helados, cucuruchos y tarrinas, en fin, todo lo que tiene que ver con los helados, después ya te pasaré a los granizados y batidos.
-Vale. ¿Cuánto me vas a pagar?
-Ochocientos euros más la distribución de las propinas a partes iguales entre los cuatro que sois.
-Bueno no está mal. Seis horas al día ¿no?
-Depende, cuando es temporada punta, en julio y agosto, harás alguna hora más, pero lo arreglaremos para que lo cobres extra.
-¿Cómo de extra? Me refiero que, ¿a cuanto me saldrá la hora extra?
-Pues como a todos, a ocho euros. No te preocupes hombre, que aquí estarás como en familia.
-Yo no tengo familia, conocidos y alguna que otra amistad sí, ¿y cuando podría comenzar a trabajar?
-¿Qué te parece el lunes, que ya estarán todos los papeles de la gestoría?
-Vale, mientras tanto vendré por aquí a ratos, para ver como funciona esto, ¿te parece?
-Perfecto. Eso me gusta, que quieras aprender para estar preparado cuando entres a currar.
Y todo aquello, lo decía riendo, bueno sonriendo, que viene a ser lo mismo. Cristóbal, estaba un poco alucinado con Jaime, hay que ver que tío, parece mentira que te cuente estas cosas, y todavía tenga ganas de sonreír. Hay leches, que no me acordaba que no puede poner otra cara.
-¿Quieres tomar algo? Invita la casa, a, se me olvidaba decirte que, si te viene de gusto tomarte algo mientras trabajas, puedes sentirte libre, pero cosas que no lleven alcohol ¿vale? Ya sabes, a la gente les espanta hablar con una persona que sirve y que huele a… bueno ya me entiendes.
Ven que te presentaré a tus compañeros, mira esta chica se llama Alma, Alma te presento a Jaime, la semana próxima se encargará de los helados.
-Mucho gusto Jaime, si tienes alguna pregunta o necesitas ayuda para lo que sea, me lo dices, bienvenido. Me da que eres un hombre muy simpático.
-Que va, es que no puedo hacer otra cosa más que sonreír.
Alma se queda parada, no sabe bien a que se refiere. De cualquier forma, le devuelve la sonrisa, si cabe, más amplia que la de Jaime.
-Este otro de ahí -señala con el dedo Cristóbal-, se llama Herminio, ven hombre, que te voy a presentar al nuevo compañero.
-Este chico se llama Jaime, a partir del lunes se encargará de los helados.
-Mucho gusto Jaime, ya era hora que llegase aquí un alma sonriente, aquí cuando hay trabajo… todo son caras serias, no sonríe ni dios.
-Lo mío es que es crónico, ya te contaré, no es por modus propio lo de la sonrisa.
Que cansino tener que contar a todo el mundo la misma historia. El ambiente de trabajo, comienza ser tan bueno, que sin desearlo, disfruta de él. Alma, la cajera, le contagia la alegría de trabajar, tratar con las personas, muchas de las familias que vienen a la granja, hace ya años que tienen por sistema, ir a merendar o tomar un helado después del tiempo de playa diario.
Allí se reúnen con los flotadores de los niños, las toallas o las bolsas, con los parasoles metidos en sus fundas y colgados al hombro, mientras se les ve llegar con algo de alboroto. Jaime tiene su lugar de trabajo impoluto, desinfectado como jamás lo había estado antes, y con esa eterna sonrisa en la cara, que hace que sin remedio desde niños a mayores, lleguen a su mostrador, donde las bandejas colocadas con sus rótulos plastificados, y siempre perfectamente dispuestas, esperan a los golosos clientes.
Ahora empieza a gozar de veras del trato con la gente, tiene el ojo echado a unos cuantos niños que habitualmente vienen con sus padres, que desearían que sus cucuruchos estuvieran más llenos, y Jaime los complace sin decir nada a nadie. Ya puede estar contento contigo Cristóbal, eres un trabajador de primera, y Jaime se enorgullece de estas palabras encomiables que le suelta Alma.
Cristóbal, ¿podrías dejarme fijo en este puesto?, disfruto de este trabajo, y lo tengo por la mano. Por supuesto que sí, no hay problema, oye, mañana al mediodía cerraremos un par de horas, tienen que venir a reparar el toldo exterior, comeremos todos juntos, ¿te apetece venir? Claro, gracias por contar conmigo.
Ha salido tan feliz del restaurante, que en su cara se comienza a dibujar primero una línea horizontal en sus labios, nadie se apercibe de ello, pero al día siguiente, aparece con una cara triste, su sonrisa a desaparecido, aunque sus ojos son los mismos. Igual de dispuesto, con las mismas ganas de trabajar, solo sus ojos tienen la misma expresión. Alma le pregunta si le pasa algo, Jaime contesta que no, que todo va bien.
Cristóbal quiere hablar con él, se le acerca y le dice que al mediodía, cuando pare para comer, entre un momento en su despacho. No lo entiendo Jaime, tu cara ha cambiado completamente, ¿estás seguro de que te gusta ese trabajo? Claro que sí jefe… Me sabe mal decirte eso pero… deberías tratar de modificar esa expresión que tienes, de otro modo,  tendré que retirarte de la mesa de helados y pasarte a lavar platos y vasos.
Jaime se queda asombrado, mira a Cristóbal con los ojos abiertos de par en par, no se lo puede creer. Se retira sin decir nada, antes de entrar de nuevo a la heladería, pasa por los servicios, se lava las manos, y automáticamente se mira en el espejo en el momento de enjabonárselas.
Alma le reclama, lo llama en la entrada del pasillo que da al despacho de Cristóbal, insiste, no hay respuesta, entonces llama al jefe. ¿Dónde está Jaime?, se le está acumulando el trabajo, hay cinco personas esperando a ser servidas en los helados. Lo buscan, salen afuera para ver si está allí, nada, no aparece por ningún sitio. Alma toma su lugar y Cristóbal en la caja, al terminar esta noche, Alma se acerca a su casa, han tenido un par de encuentros íntimos pero lo han mantenido en secreto. Cristóbal no contesta, lo llama al móvil, tampoco, “el aparato está apagado o fuera de cobertura”. Se asusta, no comprende que ha podido pasar con él, donde está, es una persona bastante metódica, no sale después del trabajo sobre todo porque en pleno verano termina muy tarde.
Desanimada, vuelve a su coche, mientras su cabeza no para de cavilar sobre qué es lo que ha podido pasarle. Se dirige a la puerta del pub Fanny, donde ha aparcado su coche en la acera, antes de entrar en el auto, mira a izquierda y derecha, se ve bastante gente deambulando, turistas y jóvenes acompañados de sus parejas, hablan alto, en verano, está permitido todo, un par de municipales charlan en la esquina del paseo marítimo. Como si de una sombra se tratase, aparece Jaime de entre la gente, camina cabizbajo, da la impresión que su cuello, no puede hacer que su cabeza se mantenga erguida, Alma lo saluda, Jaime levanta la cabeza poco a poco, ella se asusta. No parece que sea una persona humana, salvo por su cuerpo.
Jaime con el rostro completamente desfigurado por una profunda tristeza la saluda. Esperaba que vinieras a verme, estaba seguro que vendrías. ¿Pero a qué viene esta tristeza? ¿Tristeza dices? no he estado más feliz en toda mi vida, siento que me mires de ese modo, incluso que te asustes como ahora mismo refleja tu cara, pero soy feliz, muy feliz, no puedo explicártelo ahora, creo que no lo comprenderías.


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