jueves, 12 de junio de 2014

LA VECINA DEL CUARTO.


                                LA VECINA DEL CUARTO


No sé cuando se instaló en el piso, ni siquiera sé como se llama, solo que es una mujer de mediana edad, que viste bien, y que sale todos los días de su casa a las ocho de la mañana, no parece tener coche, sale del portal de casa, camina calle abajo, dando pasos cortos con zapatos de tacón alto, y se pierde entre la multitud, que cruza la avenida por el semáforo. Es una mujer de envergadura, más bien alta, camina con la cabeza alta, desafiante, como si quisiera retar a todo el que pasa por su lado.
No parece seguir determinada moda, siempre viste faldas de tubo, con chaqueta a juego, medias con costura, y un pequeño bolso negro que lleva colgado del brazo. Es silenciosa, cuando llega a su casa, debe de cambiarse de calzado, no se la oye andar por el piso. Tampoco –esto es algo que cualquiera esperaría- recibe visitas, nadie, solo cuando llega a casa, se escucha a un volumen prudencial, música que debe salir de algún equipo de música que ella traería, aunque la casa está amueblada, no hay televisión. Si tuviera alguna, se escucharía la sintonía de algún programa, o el anuncio de los informativos, pero no es así.
Este verano, en la terraza exterior, que están bien iluminadas por lámparas antimosquitos, se escucha el tecleo de un ordenador, bueno, eso ahora lo tiene todo el mundo, es un decir, debe de ser hábil a la hora de escribir, se escucha el tecleo a toda velocidad, quizás sea secretaria, o profesora, no sé, se me ocurre eso por el horario que lleva. Sale todos los días a las ocho en punto, y vuelve a las seis de la tarde, no es que la espíe, el hecho es, que casi no salgo de casa, de momento estoy en una especie de cura de una depresión, causada según el sicólogo, por mi separación, que dentro de unos meses dará como fruto un divorcio.
Cosas de la vida, mi mujer se quejaba siempre que no estaba en casa, que el trabajo me alejaba demasiado de la familia, quería que estuviéramos más tiempo juntos, que le dedicara más tiempo a ella y a nuestro hijo Alex. Por mucho que me esforcé en contentarla, parece que no fue lo suficiente, esto rompió nuestro matrimonio. Desde entonces, en verano, hago lo mismo que mi vecina del cuarto, disfruto de la terraza, idéntica a la suya y me siento unas horas a jugar con el ordenador, tuiteo, hablo con amigos virtuales en Facebook y chateo.
Es un entretenimiento como cualquier otro, no busco nada en concreto, ni a nadie, ya veremos más adelante, ahora estoy disfrutando de mi año sabático, por decirlo de algún modo. Hace un par de noches atrás, en un chat de amigos, se incorporó un nuevo agregado, Dianaflor, pensé curioso nombre este, claro que la gente cuando chatea engañan mucho, a veces, no es la primera vez que pasa ni será la última, hay gente que se hace pasar por hombre siendo mujer o lo contrario, esto no mola nada, pero es lo que hay. Deberíamos ser más sinceros, aunque claro, Internet te da el derecho a ser quién tú quieras.
Dianaflor chateaba con personas instruidas, con gente a la que le gustara la música clásica, los conciertos, óperas, visitar museos, eso, gente de la que no es muy corriente encontrar en chats, me preguntaba, porqué una persona de estas características, estaría buscando compañía o amistad, normalmente, estas personas pertenecen a un determinado círculo, por usar un término, seleccionado. Pues el caso es que Dianaflor estaba necesitada de amistad de otros, su móvil constaba en el chat, tomé nota de él y me determiné a llamarla algún día, a lo mejor tenía el privilegio de conocer a Dianaflor.
Hoy me he aburrido enormemente, paseos, un par de visitas a bares donde  frecuentemente encuentro amigos, y vuelta a casa después de comprar el pan en el horno de Felisa, cada día está más guapa desde que murió su marido, bueno, es que le llevaba doce años, el pobre estaba jodido de lo del tema del amianto, de cuando trabajaba en las uralitas. Y ahora, mira, ella sola en la tienda, que con la ayuda de Fran, llevan los dos el horno adelante. He abierto una lata de atún y me he hecho una tortilla de dos huevos con atún, ¡que bueno está el bocata!, parece mentira como cosas tan sencillas, a veces te las comes como si fuera un auténtico manjar. El café me lo tomo en el ordenador, un café americano con hielo, es uno de mis vicios, todo el año lo tomo igual. Enciendo el ordenador y casi instantáneamente, me acuerdo de Dianaflor, que puñetas, voy a llamarla por teléfono, salta el contestador, no me gusta hablar con los contestadores, pero hoy hago una excepción, dejo mi número de teléfono y doy mi nombre en el chat, Gedeón-es.
Por la noche, mientras veo en la tele el telenoticias, suena el móvil, aparece en pantalla el número de Dianaflor que ya tengo agregado en la agenda  “¿Hola… soy Dianaflor, hablo con Gedeón-es?”  “Sí soy yo mismo”  “He recibido tu mensaje, bueno, si quisieras, me gustaría que nos conociéramos”  “Por mí perfecto, aunque debo decirte que no cumplo todas las expectativas que pides en el chat”  “Eso no importa demasiado, no nos hará ningún mal conocernos ¿no te parece?”  “Por supuesto que no, nos vemos cuando tu quieras, ¿dónde vives? pasaría a recogerte y nos tomamos unas copas”  “Bueno, disculpa pero mi dirección no la doy así por las buenas, lo entiendes verdad?”  “Que tonto soy, es cierto, lo mejor es que quedemos en algún sitio ¿te parece?”  “Vale, ¿te parece mañana a las seis de la tarde en la plaza Berganza, ¿sabes donde queda no?”  “Sí, a dos pasos de mi casa, muy bien, allí estaré”
Mira tu por donde, casi sin quererlo, ya tengo plan para mañana, la próxima noche saldré de la rutina de quedarme dormido como un idiota, viendo la tele, hasta que me despierto con los magos y adivinos a las tres de la mañana. No sé, podría ser que entabláramos amistad, que tuviéramos algo en común, a veces, no hace falta demasiado para poder tener amistad con alguien.
El día siguiente ha pasado volando, no veo bien que es lo tendría que ponerme para esta cita, va, opto por los vaqueros y una camisa blanca, con cazadora tejana a juego del pantalón. No han pasado más de cinco minutos de la hora, que sentado en el canto de cemento de la fuente, Dianaflor aparece, ¡me cago en la leche, si es la vecina del cuarto!, estoy flipando, no me lo puedo creer, nos saludamos con un apretón de manos y ella me mira extrañada  “¿Te pasa algo Gedeón…”  “Bueno, como pasar no pasa nada, solo que vives en el piso de arriba de mi piso”  “¡No me digas…, no puede ser!”  “Vaya que si, te veo muchos días cuando sales de tu casa a las ocho en punto. A no ser que tengas una gemela claro” Se ríe, no, no tiene ninguna gemela, es ella, todos los datos coinciden.  “Que cosas tiene la vida ¿no te parece?, mira tu por donde, tengo sin saberlo, una cita con el vecino de abajo…” Vuelve a reírse, es una feliz coincidencia, por lo menos, desearía que fuera feliz, nos vamos camino de un bulevar, donde casi al terminar, hay una glorieta bar, preparan todo tipo de comidas y meriendas, desde bocadillos fríos, hasta carne a la parrilla, sin olvidar las deliciosas pizzas, es un lugar ideal, creo, para establecer contacto, nada de lugares ruidosos, de pubs casi sin luz. Para el tiempo que hace, lo mejor es estar un rato al aire libre.
Le pregunto sobre su trabajo, es restauradora de pinturas, trabajan un equipo, en restaurar unas pinturas de El Bosco, el trabajo  le pilla cerca de casa, no siempre es así  “En ocasiones tengo que desplazarme a otra capital, y estar allí por un tiempo indefinido, nunca se sabe  cuanto tiempo vas a tardar en hacer una restauración. La verdad, es que es una lata, he alquilado este piso porque tengo trabajo para un par de años”  “¿Tanto se tarda en hacer una restauración?”  “No es cuestión de cuanto se tarda, el asunto es como se hace, la empresa para la que trabajo, tiene fama en toda Europa, tenemos más encargos de los que deseáramos”  “Pues si que tiene que ser interesante este trabajo, mucho más que el mío”  “Soy agente de seguros, ya ves, este trabajo da asco, no es porque no gane lo suficiente para vivir, la cuestión es, que tienes que tratar con personas de toda clase, ya me entiendes, desde amos de casa con sus correspondientes familias  normales, entre comillas, y gente que tirarías por una alcantarilla. Además nunca tienes un horario para terminar tu trabajo, ¡en ocasiones he llegado a casa a la una de la noche, no creas…! la gente es muy caprichosa, te tienes que acomodar a sus horarios, cuando vuelven de trabajar, o cuando les sale de los huevos recibirte, a lo mejor llegan a sus casas a las once, después de haber estado con los amigos jugando al póker, lo que te digo, una mierda”  “Perdona la indiscreción, ¿eso es lo que ha hecho que fracase tu matrimonio?”  “Pues no lo sé, porque ha sido ella la que me propuso separarnos, pero creo que sí. Lo entiendo, no teníamos días de fiesta como otras familias, ha menudo tenía que salir de casa el sábado por la mañana, por alguna urgencia que surgía, y volvía por la noche. No sé chica, ya no le quiero dar más vueltas a la cabeza, por más que he intentado pensar en alguna solución, no se me ocurre ninguna, bueno si, una, cambiar de trabajo, ¡pero como están hoy día las cosas…! ahora, un amigo, me está tratando de enchufar en las oficinas locales, si lo consiguiera… me daría con un canto en los dientes, vendería mi cartera y me sacaría un dinero”  “No creas que mi trabajo es muy diferente del tuyo, ya ves, tengo casa ahora, pero solo por dos años, luego… ya veremos donde nos envían. La cosa es, que dentro del equipo que formamos, también hay muchas envidias, no todos nos llevamos bien no creas. Y lo peor de todo ¿sabes que es?, que mi superior es una mujer, más joven que yo, con muchísima menos experiencia, pero con mucha ambición. Se baja las bragas ante cualquier jefe, con tal de ascender”  “¡Que fuerte…!”  “Si te contara… algunos de los santos que restauramos, resucitarían de los cuadros, ja,ja,ja,”  “Bueno, por lo que veo en nuestros trabajos tenemos algunas coincidencias, similitudes”  “Lo que es cierto, es que en cualquier trabajo, desde un barrendero, hasta un yupi, en todas partes hay un nivel de envidias y ambiciones, no importa como ni de que manera, la gente luchamos por dejar atrás a nuestros iguales”  “¿Crees eso de verdad”  “Absolutamente, el hombre, es por antonomasia, un animal político, tenemos instalado en nuestra genética este gran defecto, somos egoístas desde que nacemos hasta que  morimos” 
Gedeón pregunta sinceramente, no es que la quiera interrogar, pero tiene más carrera que él, sabe observar y deducir, lo manera de hablar lo muestra de forma clara. A la hora de volver a su casa, les resulta de lo más curioso, tienen los dos la llave del mismo portal, ¡mira que si coincidieran también las llaves de sus correspondientes pisos!, va eso es imposible, pero quién sabe, las cosas imposibles no siempre lo son.
“Me gustaría preguntarte una cosa, ¿el nombre Gedeón es el tuyo de verdad, o es solo un seudónimo que tienes en el chat?”  “Es mi nombre, Gedeón fue un juez del antiguo Israel, antes de la época de los reyes, los jueces administraban los intereses de dios, ellos, por medio de los profetas, hacían lo necesario para que la nación elegida por dios, prosperara y para eso tenía que expulsar a los infieles de la tierra que les había prometido”  “Vaya, veo que estás metido en esto de la historia judía…”  “Poco a decir verdad, lo que pasa, es que mi abuelo me puso un poco al día de los acontecimientos de aquellos tiempos, él si que sabía mucho sobre este tema, era un estudioso de la historia antigua, mis padres cuando nací, me pusieron su nombre”  “Pues en cuanto a mí, antes de que me preguntes, Diana es mi nombre, a diferencia de ti, yo no sé quién me puso este nombre, no conocí a mis padres, no conozco a nadie de mi familia, me crié en un hospicio, al cuidado de la señora responsable de los críos que allí entraban” Lo habían pasado bien juntos aquella noche, se comprometieron a repetir de nuevo la experiencia.
Han pasado unos cuantos días desde ese encuentro, la cita que tuvieron, ahora, Gedeón está expectante para ver cuando lo llama para salir de nuevo, no es un tío impaciente, muy al contrario, es tranquilo y sosegado, al contrario de Diana, que desde que tuvo aquella cita días antes, no ha podido sacárselo de la cabeza. Quisiera pensar, que es el trabajo, la que le obliga a no concederse tiempo libre, pero no es cierto, es solo una excusa que sus emociones, tocadas por el efecto que le ha causado Gedeón, le hacen pensar así. Tampoco es que importe mucho, él es un caballero, y cuando vuelve a casa esta noche, ve luz en el piso de Diana, una luz que no le excusa para que la llame, o que pase a verla, al fin y al cabo, no es ninguna deshonra que lo haga, son además de vecinos, amigos aunque sea entre comillas.
Opta por subir y llamar a su timbre, Diana que no espera visitas de ningún tipo, se sorprende, pero rápidamente deduce que es Gedeón. Se pone un batín sobre el cuerpo y abre la puerta  “¡Mira que sorpresa, el vecino de abajo…!” le sonríe, y cierta magia se refleja en sus ojos, es una alegría oculta, un deseo proyectado, como si fuera con un lanzallamas.   “Igual debería haberte llamado antes, o subido a visitarte, pero estaba indeciso,  más que nada porque no sé si traes trabajo a casa, personas como tú, debéis estar especialmente ocupadas”  “Nada de eso, pasa Gedeón, en el trabajo cuando suena el reloj, que es siempre que quiero, me espacio y salgo del trabajo, o bien vuelvo a casa más temprano”  “¿Sabes que impone un poco entrar en este apartamento?, todo lleno de obras de arte, de bustos de barro y esculturas, como lo sepa el dueño, igual te hecha fuera”  “Que se atreva, este piso lo tiene la compañía desde hace más de diez años, todo el que entre a vivir aquí, te aseguro que trabaja para la misma empresa, sale mucho más barato que un hotel y tiene más intimidad”  “Pues fíjate que jamás pensé que esto fuera así. Bueno ¿me aceptas una pizza, y un buen vino de la ribera del Duero?”
Todo parece haber sido un espejismo, como un cometa que cruza veloz el espacio y desaparece de la vista, tal como ha llegado se ha ido, no se ha despedido de Gedeón, también ha desaparecido del espacio cibernético, del chat de Internet, no ha dejado huellas, como los asesinos, que hacen que sus crímenes, a veces, se dejan en el olvido, en los archivos de casos abiertos, bajo otros tantos casos más recientes que merecen la atención de la policía. Así lo ve Gedeón, en el caso de una desaparición que pueda pretenderse ser obligada, puede haber también la desaparición voluntaria. Así ha sido la de Diana, si es que es su nombre verdadero, ¡las mujeres engañan mucho! piensa Gedeón, bueno, igual que los hombres, en eso no nos diferenciamos mucho, quién miente, miente aquí y en Madagascar.
¡Ha sido todo tan raro…! él no se ha parado a pensar que las personas tenemos diferentes sensibilidades, que cada cual interpreta sus sentimiento a su manera, que lo que para uno es fácil de explicar, para  otro resulta una montaña insalvable, y la angustia lo lleva a abandonar el escenario donde actúa. Nadie ha podido afirmar que sea lo que ha hecho Diana, o que no lo sea, solo que ha sucedido, y ahora Gedeón, está además de aburrido, rabioso, como si le hubieran traicionado.
He querido ser respetuoso, pues bien eso se ha terminado, se dice así mismo, a partir de ahora voy a ser mala persona, como el resto del mundo, fuera responsable de lo sucedido. Cuando vuelve a saber de Diana, es cuando la ve llegar de nuevo al apartamento, han pasado ocho meses, no le ha dado explicación alguna de su desaparición. Nosotros sabemos que ha sido por motivo de trabajo, Diana no es de las personas que llevan encima un gran equipaje, debe estar dispuesta a ir allí donde la reclaman, es un término del acuerdo que tiene con la empresa, ha estado todo este tiempo, en una iglesia románica, en el límite de las provincias de Lérida y Huesca, restaurando iconos de madera antiquísimos, que no podían moverse del lugar. La iglesia para estas cosas es muy celosa, los santos de madera, piedra o yeso, son para ellos, lo más representativo de su fe.
Ahora, después de todo este tiempo fuera de casa, Gedeón la ve como una desalmada, una persona sin corazón con quién estuvo a punto de llegar a algo, el que, no lo sabrá nunca.


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