LA VECINA DEL
CUARTO
No
sé cuando se instaló en el piso, ni siquiera sé como se llama, solo que es una
mujer de mediana edad, que viste bien, y que sale todos los días de su casa a
las ocho de la mañana, no parece tener coche, sale del portal de casa, camina
calle abajo, dando pasos cortos con zapatos de tacón alto, y se pierde entre la
multitud, que cruza la avenida por el semáforo. Es una mujer de envergadura,
más bien alta, camina con la cabeza alta, desafiante, como si quisiera retar a
todo el que pasa por su lado.
No
parece seguir determinada moda, siempre viste faldas de tubo, con chaqueta a
juego, medias con costura, y un pequeño bolso negro que lleva colgado del
brazo. Es silenciosa, cuando llega a su casa, debe de cambiarse de calzado, no
se la oye andar por el piso. Tampoco –esto es algo que cualquiera esperaría- recibe
visitas, nadie, solo cuando llega a casa, se escucha a un volumen prudencial,
música que debe salir de algún equipo de música que ella traería, aunque la
casa está amueblada, no hay televisión. Si tuviera alguna, se escucharía la
sintonía de algún programa, o el anuncio de los informativos, pero no es así.
Este
verano, en la terraza exterior, que están bien iluminadas por lámparas
antimosquitos, se escucha el tecleo de un ordenador, bueno, eso ahora lo tiene
todo el mundo, es un decir, debe de ser hábil a la hora de escribir, se escucha
el tecleo a toda velocidad, quizás sea secretaria, o profesora, no sé, se me
ocurre eso por el horario que lleva. Sale todos los días a las ocho en punto, y
vuelve a las seis de la tarde, no es que la espíe, el hecho es, que casi no
salgo de casa, de momento estoy en una especie de cura de una depresión,
causada según el sicólogo, por mi separación, que dentro de unos meses dará
como fruto un divorcio.
Cosas
de la vida, mi mujer se quejaba siempre que no estaba en casa, que el trabajo
me alejaba demasiado de la familia, quería que estuviéramos más tiempo juntos,
que le dedicara más tiempo a ella y a nuestro hijo Alex. Por mucho que me
esforcé en contentarla, parece que no fue lo suficiente, esto rompió nuestro
matrimonio. Desde entonces, en verano, hago lo mismo que mi vecina del cuarto,
disfruto de la terraza, idéntica a la suya y me siento unas horas a jugar con
el ordenador, tuiteo, hablo con amigos virtuales en Facebook y chateo.
Es
un entretenimiento como cualquier otro, no busco nada en concreto, ni a nadie,
ya veremos más adelante, ahora estoy disfrutando de mi año sabático, por
decirlo de algún modo. Hace un par de noches atrás, en un chat de amigos, se
incorporó un nuevo agregado, Dianaflor, pensé curioso nombre este, claro que la
gente cuando chatea engañan mucho, a veces, no es la primera vez que pasa ni
será la última, hay gente que se hace pasar por hombre siendo mujer o lo
contrario, esto no mola nada, pero es lo que hay. Deberíamos ser más sinceros,
aunque claro, Internet te da el derecho a ser quién tú quieras.
Dianaflor
chateaba con personas instruidas, con gente a la que le gustara la música
clásica, los conciertos, óperas, visitar museos, eso, gente de la que no es muy
corriente encontrar en chats, me preguntaba, porqué una persona de estas
características, estaría buscando compañía o amistad, normalmente, estas
personas pertenecen a un determinado círculo, por usar un término,
seleccionado. Pues el caso es que Dianaflor estaba necesitada de amistad de
otros, su móvil constaba en el chat, tomé nota de él y me determiné a llamarla
algún día, a lo mejor tenía el privilegio de conocer a Dianaflor.
Hoy
me he aburrido enormemente, paseos, un par de visitas a bares donde frecuentemente encuentro amigos, y vuelta a
casa después de comprar el pan en el horno de Felisa, cada día está más guapa
desde que murió su marido, bueno, es que le llevaba doce años, el pobre estaba
jodido de lo del tema del amianto, de cuando trabajaba en las uralitas. Y
ahora, mira, ella sola en la tienda, que con la ayuda de Fran, llevan los dos
el horno adelante. He abierto una lata de atún y me he hecho una tortilla de
dos huevos con atún, ¡que bueno está el bocata!, parece mentira como cosas tan
sencillas, a veces te las comes como si fuera un auténtico manjar. El café me
lo tomo en el ordenador, un café americano con hielo, es uno de mis vicios,
todo el año lo tomo igual. Enciendo el ordenador y casi instantáneamente, me
acuerdo de Dianaflor, que puñetas, voy a llamarla por teléfono, salta el
contestador, no me gusta hablar con los contestadores, pero hoy hago una
excepción, dejo mi número de teléfono y doy mi nombre en el chat, Gedeón-es.
Por
la noche, mientras veo en la tele el telenoticias, suena el móvil, aparece en
pantalla el número de Dianaflor que ya tengo agregado en la agenda “¿Hola… soy Dianaflor, hablo con Gedeón-es?” “Sí soy yo mismo” “He recibido tu mensaje, bueno, si quisieras,
me gustaría que nos conociéramos” “Por
mí perfecto, aunque debo decirte que no cumplo todas las expectativas que pides
en el chat” “Eso no importa demasiado,
no nos hará ningún mal conocernos ¿no te parece?” “Por supuesto que no, nos vemos cuando tu
quieras, ¿dónde vives? pasaría a recogerte y nos tomamos unas copas” “Bueno, disculpa pero mi dirección no la doy
así por las buenas, lo entiendes verdad?”
“Que tonto soy, es cierto, lo mejor es que quedemos en algún sitio ¿te
parece?” “Vale, ¿te parece mañana a las
seis de la tarde en la plaza Berganza, ¿sabes donde queda no?” “Sí, a dos pasos de mi casa, muy bien, allí
estaré”
Mira
tu por donde, casi sin quererlo, ya tengo plan para mañana, la próxima noche
saldré de la rutina de quedarme dormido como un idiota, viendo la tele, hasta
que me despierto con los magos y adivinos a las tres de la mañana. No sé,
podría ser que entabláramos amistad, que tuviéramos algo en común, a veces, no
hace falta demasiado para poder tener amistad con alguien.
El
día siguiente ha pasado volando, no veo bien que es lo tendría que ponerme para
esta cita, va, opto por los vaqueros y una camisa blanca, con cazadora tejana a
juego del pantalón. No han pasado más de cinco minutos de la hora, que sentado
en el canto de cemento de la fuente, Dianaflor aparece, ¡me cago en la leche,
si es la vecina del cuarto!, estoy flipando, no me lo puedo creer, nos
saludamos con un apretón de manos y ella me mira extrañada “¿Te pasa algo Gedeón…” “Bueno, como pasar no pasa nada, solo que vives
en el piso de arriba de mi piso” “¡No me
digas…, no puede ser!” “Vaya que si, te
veo muchos días cuando sales de tu casa a las ocho en punto. A no ser que
tengas una gemela claro” Se ríe, no, no tiene ninguna gemela, es ella, todos
los datos coinciden. “Que cosas tiene la
vida ¿no te parece?, mira tu por donde, tengo sin saberlo, una cita con el
vecino de abajo…” Vuelve a reírse, es una feliz coincidencia, por lo menos,
desearía que fuera feliz, nos vamos camino de un bulevar, donde casi al terminar,
hay una glorieta bar, preparan todo tipo de comidas y meriendas, desde
bocadillos fríos, hasta carne a la parrilla, sin olvidar las deliciosas pizzas,
es un lugar ideal, creo, para establecer contacto, nada de lugares ruidosos, de
pubs casi sin luz. Para el tiempo que hace, lo mejor es estar un rato al aire
libre.
Le
pregunto sobre su trabajo, es restauradora de pinturas, trabajan un equipo, en
restaurar unas pinturas de El Bosco, el trabajo
le pilla cerca de casa, no siempre es así “En ocasiones tengo que desplazarme a otra
capital, y estar allí por un tiempo indefinido, nunca se sabe cuanto tiempo vas a tardar en hacer una
restauración. La verdad, es que es una lata, he alquilado este piso porque
tengo trabajo para un par de años”
“¿Tanto se tarda en hacer una restauración?” “No es cuestión de cuanto se tarda, el asunto
es como se hace, la empresa para la que trabajo, tiene fama en toda Europa,
tenemos más encargos de los que deseáramos”
“Pues si que tiene que ser interesante este trabajo, mucho más que el
mío” “Soy agente de seguros, ya ves,
este trabajo da asco, no es porque no gane lo suficiente para vivir, la
cuestión es, que tienes que tratar con personas de toda clase, ya me entiendes,
desde amos de casa con sus correspondientes familias normales, entre comillas, y gente que
tirarías por una alcantarilla. Además nunca tienes un horario para terminar tu
trabajo, ¡en ocasiones he llegado a casa a la una de la noche, no creas…! la
gente es muy caprichosa, te tienes que acomodar a sus horarios, cuando vuelven
de trabajar, o cuando les sale de los huevos recibirte, a lo mejor llegan a sus
casas a las once, después de haber estado con los amigos jugando al póker, lo
que te digo, una mierda” “Perdona la
indiscreción, ¿eso es lo que ha hecho que fracase tu matrimonio?” “Pues no lo sé, porque ha sido ella la que me
propuso separarnos, pero creo que sí. Lo entiendo, no teníamos días de fiesta
como otras familias, ha menudo tenía que salir de casa el sábado por la mañana,
por alguna urgencia que surgía, y volvía por la noche. No sé chica, ya no le
quiero dar más vueltas a la cabeza, por más que he intentado pensar en alguna
solución, no se me ocurre ninguna, bueno si, una, cambiar de trabajo, ¡pero
como están hoy día las cosas…! ahora, un amigo, me está tratando de enchufar en
las oficinas locales, si lo consiguiera… me daría con un canto en los dientes,
vendería mi cartera y me sacaría un dinero”
“No creas que mi trabajo es muy diferente del tuyo, ya ves, tengo casa
ahora, pero solo por dos años, luego… ya veremos donde nos envían. La cosa es,
que dentro del equipo que formamos, también hay muchas envidias, no todos nos
llevamos bien no creas. Y lo peor de todo ¿sabes que es?, que mi superior es
una mujer, más joven que yo, con muchísima menos experiencia, pero con mucha
ambición. Se baja las bragas ante cualquier jefe, con tal de ascender” “¡Que fuerte…!” “Si te contara… algunos de los santos que
restauramos, resucitarían de los cuadros, ja,ja,ja,” “Bueno, por lo que veo en nuestros trabajos
tenemos algunas coincidencias, similitudes”
“Lo que es cierto, es que en cualquier trabajo, desde un barrendero,
hasta un yupi, en todas partes hay un nivel de envidias y ambiciones, no
importa como ni de que manera, la gente luchamos por dejar atrás a nuestros iguales” “¿Crees eso de verdad” “Absolutamente, el hombre, es por
antonomasia, un animal político, tenemos instalado en nuestra genética este
gran defecto, somos egoístas desde que nacemos hasta que morimos”
Gedeón
pregunta sinceramente, no es que la quiera interrogar, pero tiene más carrera
que él, sabe observar y deducir, lo manera de hablar lo muestra de forma clara.
A la hora de volver a su casa, les resulta de lo más curioso, tienen los dos la
llave del mismo portal, ¡mira que si coincidieran también las llaves de sus
correspondientes pisos!, va eso es imposible, pero quién sabe, las cosas
imposibles no siempre lo son.
“Me
gustaría preguntarte una cosa, ¿el nombre Gedeón es el tuyo de verdad, o es
solo un seudónimo que tienes en el chat?”
“Es mi nombre, Gedeón fue un juez del antiguo Israel, antes de la época
de los reyes, los jueces administraban los intereses de dios, ellos, por medio
de los profetas, hacían lo necesario para que la nación elegida por dios,
prosperara y para eso tenía que expulsar a los infieles de la tierra que les
había prometido” “Vaya, veo que estás
metido en esto de la historia judía…”
“Poco a decir verdad, lo que pasa, es que mi abuelo me puso un poco al
día de los acontecimientos de aquellos tiempos, él si que sabía mucho sobre
este tema, era un estudioso de la historia antigua, mis padres cuando nací, me
pusieron su nombre” “Pues en cuanto a
mí, antes de que me preguntes, Diana es mi nombre, a diferencia de ti, yo no sé
quién me puso este nombre, no conocí a mis padres, no conozco a nadie de mi
familia, me crié en un hospicio, al cuidado de la señora responsable de los
críos que allí entraban” Lo habían pasado bien juntos aquella noche, se
comprometieron a repetir de nuevo la experiencia.
Han
pasado unos cuantos días desde ese encuentro, la cita que tuvieron, ahora,
Gedeón está expectante para ver cuando lo llama para salir de nuevo, no es un
tío impaciente, muy al contrario, es tranquilo y sosegado, al contrario de
Diana, que desde que tuvo aquella cita días antes, no ha podido sacárselo de la
cabeza. Quisiera pensar, que es el trabajo, la que le obliga a no concederse
tiempo libre, pero no es cierto, es solo una excusa que sus emociones, tocadas
por el efecto que le ha causado Gedeón, le hacen pensar así. Tampoco es que importe
mucho, él es un caballero, y cuando vuelve a casa esta noche, ve luz en el piso
de Diana, una luz que no le excusa para que la llame, o que pase a verla, al
fin y al cabo, no es ninguna deshonra que lo haga, son además de vecinos,
amigos aunque sea entre comillas.
Opta
por subir y llamar a su timbre, Diana que no espera visitas de ningún tipo, se
sorprende, pero rápidamente deduce que es Gedeón. Se pone un batín sobre el
cuerpo y abre la puerta “¡Mira que
sorpresa, el vecino de abajo…!” le sonríe, y cierta magia se refleja en sus
ojos, es una alegría oculta, un deseo proyectado, como si fuera con un
lanzallamas. “Igual debería haberte
llamado antes, o subido a visitarte, pero estaba indeciso, más que nada porque no sé si traes trabajo a
casa, personas como tú, debéis estar especialmente ocupadas” “Nada de eso, pasa Gedeón, en el trabajo
cuando suena el reloj, que es siempre que quiero, me espacio y salgo del
trabajo, o bien vuelvo a casa más temprano”
“¿Sabes que impone un poco entrar en este apartamento?, todo lleno de
obras de arte, de bustos de barro y esculturas, como lo sepa el dueño, igual te
hecha fuera” “Que se atreva, este piso
lo tiene la compañía desde hace más de diez años, todo el que entre a vivir
aquí, te aseguro que trabaja para la misma empresa, sale mucho más barato que
un hotel y tiene más intimidad” “Pues
fíjate que jamás pensé que esto fuera así. Bueno ¿me aceptas una pizza, y un
buen vino de la ribera del Duero?”
Todo
parece haber sido un espejismo, como un cometa que cruza veloz el espacio y
desaparece de la vista, tal como ha llegado se ha ido, no se ha despedido de
Gedeón, también ha desaparecido del espacio cibernético, del chat de Internet,
no ha dejado huellas, como los asesinos, que hacen que sus crímenes, a veces,
se dejan en el olvido, en los archivos de casos abiertos, bajo otros tantos
casos más recientes que merecen la atención de la policía. Así lo ve Gedeón, en
el caso de una desaparición que pueda pretenderse ser obligada, puede haber
también la desaparición voluntaria. Así ha sido la de Diana, si es que es su
nombre verdadero, ¡las mujeres engañan mucho! piensa Gedeón, bueno, igual que
los hombres, en eso no nos diferenciamos mucho, quién miente, miente aquí y en
Madagascar.
¡Ha
sido todo tan raro…! él no se ha parado a pensar que las personas tenemos
diferentes sensibilidades, que cada cual interpreta sus sentimiento a su
manera, que lo que para uno es fácil de explicar, para otro resulta una montaña insalvable, y la
angustia lo lleva a abandonar el escenario donde actúa. Nadie ha podido afirmar
que sea lo que ha hecho Diana, o que no lo sea, solo que ha sucedido, y ahora
Gedeón, está además de aburrido, rabioso, como si le hubieran traicionado.
He
querido ser respetuoso, pues bien eso se ha terminado, se dice así mismo, a
partir de ahora voy a ser mala persona, como el resto del mundo, fuera
responsable de lo sucedido. Cuando vuelve a saber de Diana, es cuando la ve
llegar de nuevo al apartamento, han pasado ocho meses, no le ha dado
explicación alguna de su desaparición. Nosotros sabemos que ha sido por motivo
de trabajo, Diana no es de las personas que llevan encima un gran equipaje,
debe estar dispuesta a ir allí donde la reclaman, es un término del acuerdo que
tiene con la empresa, ha estado todo este tiempo, en una iglesia románica, en
el límite de las provincias de Lérida y Huesca, restaurando iconos de madera
antiquísimos, que no podían moverse del lugar. La iglesia para estas cosas es
muy celosa, los santos de madera, piedra o yeso, son para ellos, lo más representativo
de su fe.
Ahora,
después de todo este tiempo fuera de casa, Gedeón la ve como una desalmada, una
persona sin corazón con quién estuvo a punto de llegar a algo, el que, no lo
sabrá nunca.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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