MENTES ÚNICAS
Prodigiosas
cabría decir de ellas, no porque sepan cosas que los demás no saben.
Prodigiosas, por ser iluminados por el pensamiento, por su verdad, por la
profundidad que le dan al sentido de sus vidas. Cualquier persona puede hacer
esto, o por el contrario, solo seguir viviendo ignorando esta realidad.
Para
poder tener una mente iluminada, hace falta trabajar en ello, de aplicarte en
el conocimiento de las cosas. Podría ser más explícito, pero es obvio lo que
quiere decir eso. El conocimiento de las cosas, insisto, eso representa,
observar detalles de la gente que te rodea, no sacar nunca conclusiones
precipitadas, quedártelas para ti, al fin y al cabo, eres el que las has
descubierto.
Instrumentalizar
ese conocimiento, para que sea útil en alguna medida en la vida de uno. A veces
eso significa tener que pasar por determinados pasos que llevan a una conclusión,
esta vez, lo más probable, será acertada. La has cribado, la has purificado de
todo rastro de tierra, hasta que queda esa fina capa, que contiene el oro.
También
hay quién prefiere ir tirando, tirar es un modo de decir que vas cargando con
las constantes desgracias de tu aventura, de manera que, voy tirando, decimos
cuando somos preguntados por alguien que nos interroga. Pero se puede ir mejor,
de forma más enriquecedora, de manera más alegre, no solo soportando, sino
disfrutando de cada instante, de cada minuto, de nuestra andadura.
Es
muy importante ser reflexivo, tener criterio y ante todo, no tener miedo a
equivocarse. Es seguro que algo saldrá mal, tiene que ser así, pero en
cualquier caso, eso no nos debe arredrar para seguir adelante, intentando día
tras día, vivir con plenitud. Vamos camino de ser mentes únicas, sin necesidad
de haber pasado por el tránsito de personas súper inteligentes. Cierto que
algunas de las grandes mentes, son personas muy especiales, hacer un recorrido
histórico nos dará los auténticos valores de estas mentes únicas.
Personalmente
creo, que los retratos de gente interesante que prevalecen a través de tiempo,
son indicativos de la huella que ha dejado una mente brillante en la historia
de la humanidad. Por ejemplo el retrato de Charles Darwin, por aquello de la “evolución
de las especies”, o de Andy Warhol, reconocido padre del “pop art”, Picasso o
Dalí, grandes pintores y escultores, o Albert Einstein, a quién casi siempre se
le retrata con cara de medio loco con la lengua fuera en son de burla, el padre
de la “teoría de la relatividad”.
¡Tantos
otros…! que tendríamos que leer grandes volúmenes enciclopédicos para
conocerlos, porque ni tan siquiera nos suenan. Eso incluye a grandes
científicos de la antigüedad, médicos, músicos y artistas de todo tipo, que dejaron
su impronta para generaciones futuras. Incluso reyes y gobernantes, que se
hicieron famosos por determinadas batallas, o sencillamente, por haber dicho
frases que han quedado enmarcadas por los siglos de los siglos.
Ahora,
hoy día, en este mismo momento en el que estoy escribiendo, quiero acentuar mi
opinión sobre los auténticos artífices de la historia inmediata, contemporánea,
nuestra. Desde mi parecer, los padres y madres que están esperando con
inquietud que amanezca, para despertar a sus hijos de la cama, asearlos y
vestirlos para que vayan a la escuela, y estar ha menudo estudiando palabras,
frases durante la noche, para saber que decir a sus hijos, que van a enviar a
estudiar sin un desayuno decente, y que marchen con sus deliciosas sonrisas
dibujadas en la cara a encontrarse con otros (as), en las mismas circunstancias
en la puerta del colegio…, es una obra titánica. Estos padres se merecen estar
enmarcados en un museo, y ser contemplados en su día a día por políticos,
banqueros y miembros que conforman el pilar de la economía de un país.
Esos,
no otros son, a mi modo de ver, las mentes únicas que son precisas, que muy
probablemente, con un poco de moderación y dirección apropiadas, serían los
próximos candidatos a todas las medallas y premios, que ahora, en estos locos
tiempos que vivimos, tanto se prodigan en dar a otros. Ellos y ellas son esas
mentes únicas que necesitamos, para sacudirnos el polvo de las orejas, escuchar
con atención, sus angustiosos gritos que alertan y que más que nunca nos hacen
ir por la calle, con la piel de gallina al verlos.
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