LA
ORQUESTA TULLIDA
Doce
miembros la componen, ni uno más ni uno menos, doce. Al lugar donde ha llegado,
un pueblo de serranía, nadie los conoce. El alcalde, que tiene que cumplir con
determinados protocolos en la fiesta mayor, deja al concejal de festejos, la
labor de contratar una orquesta para amenizar los cinco días de fiesta.
Dos
furgones con música, que sale de un altavoz del techo de uno de ellos, se hacen
notar en el pueblo. ¡Ya llega la
orquesta, vamos, vamos a saludarlos
-dicen dos chicos adolescentes a los que están más arriba de la calle
principal-, deben ser muchos porque llegan dos coches…! Al lado del único
hostal que existe en este pueblo serrano, aparcan las dos camionetas, de la
primera desciende un hombre alto y flaco, va vestido de traje a pesar del calor
que hace, se saca las gafas de metal y las limpia con un pañuelo de bolsillo,
levanta el brazo y saluda, a su alrededor unos veinte chicos y chicas le
aplauden.
Muy
buenos días señores, nos alegramos de haber llegado, ¡caramba que calor que
hace…!. Se seca la frente, se saca la
gorra que lleva puesta y se pasa el pañuelo por la cocorota. ¿Me podrían indicar ustedes donde está el
ayuntamiento? Nadie contesta, alguien
levanta un brazo y con el índice extendido, le indica una casa que está a
cuatro pasos de donde está él. Vaya que
tonto soy ¡si aquí lo dice bien claro!, Casa del Pueblo, bueno gracias, me
disculpan ¿verdad?
Hecha
a andar y cojea, cojea mucho, como si tuviera la pierna doblada a la altura de
la rodilla. Mira, dice uno, como la
Blasa, solo que ella tiene buen culo. El hombre antes de entrar en el
ayuntamiento, se ha vuelto un instante, se queda con la cara del chico que ha
soltado este comentario. La Casa del Pueblo está cerrada, no hay cristal alguno
por el que pueda verse el interior, es una casa normal transformada en edificio
oficial, por no haber no hay ni un triste rótulo que indique el horario de
atención a la gente que allí venga.
Mientras
entra y sale de la casa, los músicos comienzan a bajar del transporte, a uno le
falta un brazo, el derecho, el otro lleva un parche en un ojo, a un tercero lo
sientan en una silla de ruedas y así continua el desfile, de la orquesta de
lisiados. La gente allí congregada, que ahora ha aumentado en número, alzan las
cabezas para ver aquel singular desfile, nadie presta atención a Pilarcita, una
preciosa chica que no apunta siquiera los dieciocho años, que desciende del
furgón bus por otra puerta, la trasera, un pequeño escalón de aluminio, la
lleva a tocar el suelo.
Nadie
se ha dado cuenta que ha salido del bus con la orquesta , echa a correr y entra
en el hostal, necesita ir al baño urgentemente, cuando sale del excusado, se
dirige a la barra del bar y pide un café con leche y unas tortas con miel, se
sienta y desayuna en espera de sus compañeros de viaje. Algunos de ellos ya lo
han hecho por el camino, con sendos bocadillos de jamón o queso, una bota de
vino ha ido cambiando de manos hasta quedar todos satisfechos. Ella en cambio,
no puede comer nada cuando emprenden un
viaje, al parecer, el traqueteo del coche no le sienta bien con el estómago
lleno. Bien, dice Bernardo el
organizador de los bolos que les van saliendo, debemos esperar a que alguien
venga aquí a decirnos donde tenemos que montarlo todo, en el ayuntamiento no
hay nadie. Es normal hombre, -este es
“El Botas”, aunque su nombre sea Jacinto, ese es el apodo que le han puesto los
amigos por motivo de llevar en uno de los pies, una alza de más de diez
centímetros, resultado de la polio-, aquí la mayoría de gente debe trabajar en
el campo, no creo que el alcalde viva del sueldo que le de este pueblo. Todos dentro del hostal, aprueban con la
cabeza lo que acaba de decir El Botas.
Mesonero,
¿dónde vive el encargado de las fiestas?
Huy pues… un poco lejos de aquí, tiene una granja de cerdos a unos tres
kilómetros del pueblo, su nombre es Lucas, es un hombre muy bajito, más
chiquito que esta muchacha que está ahí sentada. Por lo que he oído quieren
ustedes saber donde se monta la música ¿verdad? Sí, ciertamente tiene buen oído. No es eso hombre, es que aunque no lo
parezca, estoy acostumbrado a tratar con las gentes, es como una distracción
cualquiera, se ve poco público por aquí. Pues mire usted, ¿ve usted este solar
que hay al final de la plaza?, pues delante mismo montan esta tarde un
entarimado de madera, para que todo el mundo los pueda ver mañana por la noche,
que es cuando comienzan las fiestas. Hoy llegan también las atracciones de la
feria, ya sabe, la caseta del tiro al blanco, la charca de patos para
pescarlos, hasta una noria viene este año.
Caramba,
vamos a estar bien acompañados en este pueblo, venimos de otro lugar donde solo
estábamos nosotros tocando, ¡y eso que es un pueblo más grande que este! ¿Qué les apetece una cazalla con
moscatel? Venga, no le vamos a decir
que no. ¿Y a esta chica que le
ponemos? A mi… una coca cola por
favor. En plena digestión de la comida,
un asado de cordero que estaba delicioso, ha llegado el concejal con los brazos
abiertos, saludando uno por uno a todos los miembros de la orquesta de los
tullidos, luego se dirige a Pilarcita y le da dos besos en las mejillas. ¡Ah, con esta chica de cantante, se va a
romper algún que otro corazón, ya lo verán…!
No lo dudo, ya hemos tenido que
pararle los pies a más de uno, y es que hoy día… la juventud está medio loca
oiga. ¿Qué me va usted a contar
señor…? Bernardo, el encargado de esta
orquesta, que aunque parezca que no, pero tocan todos ellos, que da gloria
oírlos. ¿Y sabe porqué señor Lucas?, por la experiencia que tienen, treinta
años de música dan para mucho, y aquí estos amigos, no dejan de ensayar menos
de cuatro horas diarias, ¿qué le parece?
Pues nada que esperamos escucharles, porque hablando no se demuestra
nada. Tiene usted razón, ese es también mi lema.
Les
han dado las llaves de sus habitaciones a todos, tienen que dormir de tres en
tres, echando a suertes el que duerme en el plegatin, Bernardo duerme solo en
una habitación, y Jesús el trompetista e
hija, en otra habitación aparte, es lógico, el hombre con sus limitaciones y
Pilarcita como única mujer… En mitad de
la tarde, se escucha música, son los miembros de la orquesta que están
ensayando, poniendo a tono sus instrumentos, especialmente la guitarra, los otros
instrumentos de cuerda, violín y viola, y Jesús aceitando la trompeta y
buscando dentro de la funda, la boquilla adecuada para la ocasión. Suena un
violín dentro de otra habitación, Ricardo con el arco en a mano y moviendo
suavemente la muñeca, le arranca al instrumento notas impensadas, deslizando el
conglomerado de tripas de cerdo tensadas sobre las cuerdas de la pequeña caja,
es un buen músico, aunque para serlo, dependa de una botella de Fundador que
siempre lleva consigo. Es un mal menor este, si el concierto sale bien. Es el
tuerto, pero para tocar el violín poco importa, siempre toca con los ojos
cerrados.
Mientras,
Pilarcita, después de ayudar a su padre a que se estire un poco en la cama, sus
piernas necesitan estirarse cada poco tiempo un rato, se encierra en el baño y
se pone a entonar canciones, primero tararea algunas, luego les añade la letra
necesaria para que suene bien. Es metódica en este quehacer suyo, tiene
esperanzas de ser una buena cantante algún día, y esa esperanza la lleva a ser
constante, rigurosa, crítica consigo misma para lograrlo. Después de cantar un
rato, saldrá y abrirá la funda donde su padre guarda la trompeta, con una
pequeña gamuza untada de pulimento de metales, pulirá la trompeta de su
progenitor, Jesús es muy exigente, y aunque no ve demasiado bien, siempre tiene
algo que reprocharle a su hija respecto al trabajo que ha hecho con el
instrumento. Conrado el percusionista, ya está peleando con su hermano Arnaldo,
siempre están igual estos dos, se quieren mucho, pero son precisamente las
peleas que tienen las que los une, Conrado con el cuello completamente de lado
a causa de una embolia, toca los bongos y un par de platillos metálicos que
monta a los lados, Arnaldo bastante más joven, toca al lado de Pilarcita,
tocando las maracas y rascadores, hace
de segunda voz, acompañando a Pilarcita. Lleva tiempo enamorado de ella, lo
nota por como la mira, su padre le dijo un día que tuviera cuidado con ese
chico, que se la machacaba mucho pensando en ella Este chico no te mira con buenos ojos hija,
se le ponen los ojos lustrosos cuando te ve con la falda corta encima del
escenario, cuando das vueltas al cantar, cuando te agachas y se te ve el
canalillo de las tetas, ten cuidado, es un vicioso. Como eres padre, tú siempre sospechando de
todo el mundo, si por casualidad me pretendiera algún día en serio, yo sería la
primera en ponerle determinadas condiciones.
Es
evidente, que no sabe de la misa la mitad, ¡como si se le pudiera poner bocado
al toro cuando está arando! El deseo se disfraza de mil maneras distintas, ella
también lo sabe, no por experiencia claro está, todavía no ha pasado por esta
etapa, pero no es tonta, y sabe, que su propia madre cayó en esta trampa hace
ya muchos años, cuando oyó tocar al pie del balcón a su padre, entonces su
pretendiente, una balada de trompeta con sordina. Esa misma noche, bajó a
abrirle la puerta de la casa para dejarlo entrar, su madre estaba en el
hospital y calle arriba, vivía su abuela quién se haría cargo de ella cuando la
madre muriera. Mientras tanto vivió seis meses sola en la casa, no se podía
quedar vacía, había allí demasiadas cosas de valor como para que cualquiera
pudiera entrar y robarlas. Y mira tú por donde a quién le robaron fue a ella,
le robó el corazón su novio, Jesús el trompetista, una balada bien tocada le
bastó para terminar conquistándola.
Bueno
chicos… ahora que ya estamos todos bien desayunados, vamos a comenzar a montar
el tinglado, sobre todo tened cuidado con los clavos, esos bestias de la
brigada que ha montado el escenario, se han dejado unos cuantos de ellos con
las puntas hacia arriba, de manera que cuidado por donde pisáis. Le he pagado
veinte duros a un chico del pueblo para que los repase, ahora mismo está en
ello, pero de todas formas cuidado ¿de acuerdo? No faltaría más que eso ahora
que tenemos trabajo, que alguien se hiciera daño. Leopoldo ya está montando los
amplificadores y las tomas de corriente para los micros y altavoces.
Leopoldo
es un chico rubicundo que siempre va en el segundo furgón solo, con el material
de los músicos y el resto de aparatos necesarios para la orquesta, se crió en
un hospicio de donde escapó a los catorce años. Estaba harto de que le dieran
palos y de no comer lo necesario, una noche, saltó la verja del hospicio,
Bernardo lo encontró en su portal, agazapado como un gato bajo la escalera de
la entrada. Lo adoptó y le puso de nombre Leopoldo, el suyo, el de verdad era
Expósito, no le gustaba y el crio lo aceptó de buen grado. Con el tiempo le dio
sus apellidos y le hizo un carné de identidad, desde entonces, Leopoldo se
convirtió en su hijo postizo. Es el único, aparte de Pilarcita, que no tiene
defecto físico alguno, si debe entenderse por defecto, el ser manco o cojo,
tuerto o tachado por alguna enfermedad congénita, ellos dos no, son personas
sanas desde este punto de vista.
A
Pilarcita la han identificado como la cantante de la orquesta en el pueblo, en
poco tiempo, con cola de conejo, Bernardo se ha encargado de anunciar la
orquesta, que a partir de mañana tocará en la fiesta mayor. Ha pegado unos
carteles en los que se anuncian a los componentes de la orquesta, todos ellos
con traje y pajarita, con sonrisas de oreja a oreja, forman en semicírculo
alrededor de Pilarcita, que con un traje corto de lentejuelas azules, medias de
rejilla, zapatos de charol negros y
brazos levantados, se anuncian con un gran rótulo que indica en color
azul pálido y rojo, el nombre de la orquesta Ah ¿que que nombre tiene…? pues se hacen
llamar “La Orquesta Magna” De hecho
debería llamarse en justicia, la orquesta de los tullidos, pero no es cuestión
de resaltar en fiestas mayores, defectos que nadie ha querido tener, el
infortunio, la mala suerte, los accidentes, han hecho que sean quienes son y
como son, nada más que eso. Una persona, no deja de ser mejor o peor debido a
estas circunstancias, lo que realmente importa, es que ellos mismos se ven
valiosos, capaces de hacer bien, aquello que saben.
Pilarcita
que ha dado un paseo por el pueblo, se ha visto abordada por algunos jóvenes
que le piden su autógrafo, mientras, le hacen preguntas de todo tipo, si ha
viajado por el extranjero…, si conoce a alguien famoso…, cuantos años lleva
cantando en esta orquesta…, preguntas que le hacen una y otra vez, cada ocasión
que visita un pueblo donde nunca ha estado cantando. Después de la comida,
cuando casi todo está a punto para la actuación que hoy comenzará, se sienta
bajo un sauce al lado del pequeño rio que cruza el pueblo, Leopoldo se le
acerca y sin decirle nada se sienta a su lado, lleva entre los labios una
ramita de hinojo, ambos se quedan callados mirando el rio, las aguas están
limpias, no tiene más que un palmo de agua de altura en esta parte, pero un
poco más abajo debe de haber una represa, se oye un ruido de aguas un poco más
fuerte. No le has dicho nada a tú padre
todavía ¿verdad? Niega con la cabeza,
está seria, no se la ve enfadada, solo seria. Siempre ha sido así,
especialmente desde que murió su madre y tuvo que hacerse cargo de su padre
inválido. Se podría decir que no se la ve feliz, solo eso, pero tampoco es del
todo cierto, los dos Leopoldo y ella, estuvieron de mutuo acuerdo para
acostarse juntos, solo que el resultado es, que se quedó embarazada.
En
las actuales circunstancias es todo un problemón, por la edad que ambos tienen,
por el trabajo que ahora les reclama, por el miedo que de alguna manera los
atenaza y les anula la razón, el modo de abordar este asunto. A diferencia de
cualquier otra pareja, que tendría que abordar este asunto con los familiares
más cercanos, ellos se ven obligados a decirlo a todos los miembros de la
orquesta, acaba de empezar la temporada, y ella, no se encuentra bien. No está
enferma, solo embarazada, pero es razón suficiente para que se monte la de San
Quintín cuando todos lo sepan. O no, depende. Leopoldo no está preocupado por
él, se preocupa por Pilarcita, por como pueda llevar este embarazo. Por su
parte, Leopoldo está determinado a encontrar un trabajo diferente para poder
casarse con ella, se quieren, es lo más importante para ambos.
No
te preocupes mi amor, yo hablaré con tu padre, luego hablaremos con el resto de
la orquesta. No, a mi padre debo
decírselo yo, es mi responsabilidad, sé muy bien como enfocarle el asunto, si
vas a hablar tú con él, puede pasar cualquier cosa, hazme caso Leopoldo.
Se
besan tiernamente, mientras Leo pasa su mano por encima de la barriga de
Pilarcita. Al terminar los arrumacos que se hacen mutuamente, él la ayuda a
levantarse de la hierba. Es bonito este
lugar ¿no te parece? Si que lo es, se
respira mucha paz, creo que si se discutieran muchas de las cosas que nos
inquietan al lado de un rio como este, todo lo que pudiera derivar de esas
conversaciones, se minimizarían. Tienes razón mi amor, tienes toda la razón.
Ya
se están vistiendo para la actuación, a pesar de los años y la experiencia,
siempre hay en el aire, cierto clima de nerviosismo, es inevitable. Hoy la
actuación va a ser más breve que los dos días siguientes, aun así, casi todo el
pueblo, hace pasillo a la orquesta hasta el escenario, cuando aparece Pilarcita
con su provocativo vestido, no es que sea provocativo precisamente, es más bien
la circunstancia lo que la hace más atractiva que el resto de mujeres del
pueblo. Las hay muy guapas, y jóvenes, vestidas como ella va hoy para el
espectáculo, parecerían diosas, como Ava Gardner en la película Gilda. Unos
minutos de prueba de instrumentos, Leopoldo abajo, entre el público con su mesa
de mezclas, todo a punto y comienzan a sonar los instrumentos, a Pilarcita
siempre le gusta comenzar con una canción legendaria compuesta por una mujer
mejicana, Consuelo Velázquez, “Bésame mucho” del año 1940, ¡y es que la canta
con un sentimiento y tan bien Pilarcita! La canta lentamente la gente se queda
embelesada con su voz, Bernardo conoce bien el talento de esta muchacha, no es
una canción que necesite una gran voz, pero si mucho sentimiento, y Pilarcita
lo tiene todo. Se contonea y mueve con una cadencia única mientras canta,
entrecierra los ojos, siente los besos de su amado Leopoldo en su cara y en su
cuello, y ella se acaricia de forma, que la gente la mira extasiada.
Al
terminar esta canción que para hacerla más sentida ha sido muy bien acompañada
por la trompeta y el violín, así como los bongos, la gente aplaude hasta más no
poder, gritan y hasta le tiran claveles al escenario. Ella hace una breve
reverencia y señala a los músicos, a Pilarcita le hubiera gustado mucho saber
tocar el piano y acompañarse ella misma como lo hiciera en su día la autora,
pero ahora, no importa lo que toquen, serán aplaudidos igualmente. Es lo que
tiene dar lo mejor de ti la primera vez, lo que siga, siempre será igual de
bueno, o así lo verán las gentes del pueblo, tampoco puede decirse que sean
grandes críticos, solo son personas, que quieren divertirse en la fiesta mayor.
Siguen con un cha, cha, cha, y luego con un bossa nova, un par de canciones de
los Tres Sudamericanos, una de los Brincos y un bis que la gente les pide a
gritos, y que la orquesta ya tiene preparado.
Cuando
bajan del escenario, la gente les aplaude de nuevo, les dan palmadas en el
hombro a los artistas, y un par de jóvenes quieren besar a Pilarcita, Leopoldo
se interpone entre ellos y su amada, ella le sonríe y le da las gracias casi en
silencio. Lo que no ha podido evitar ha sido, que alguien le tocara el culo en
la puerta del hostal, va, cosas que pasan, los artistas ya están acostumbrados
a estas pequeñas cosas, hay madre si Leopoldo lo hubiera visto, al siguiente
día no habrían actuado, fijo.
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