jueves, 12 de junio de 2014

EN CARNE VIVA.

                                        EN CARNE VIVA


Me robaron, me asaltaron y apalearon, me dejaron abandonado en cualquier rincón de cualquier lugar, sin nada me dejaron, no pude identificar  a los bandidos que tal hicieron, solo sus sombras aprecié en mitad de la noche oscura, quise levantarme pero no pude, me dolía hasta la piel, entonces me di cuenta, que también me la quitaron.
Me miré el cuerpo y me aterroricé, mis músculos, todas las fibras de mi cuerpo estaban a la vista, se dilataban y se contraían, todavía tenían vida, grité de dolor cuando me levanté del suelo, pero pude ponerme en pie, conseguí llegar a un hospital, cuando me vieron se espantaron, no podían creer que estuviera vivo, llevaba atadas a los pies dos bolsas de plástico que hallé en la basura.
Fue la única vez en toda mi vida, que nadie me preguntó que me sucedía, era evidente. En urgencias me quedé solo, todos huyeron de allí como si del diablo se tratara, nadie me tocó, sabían que no podían cogerme por lugar alguno de mi cuerpo, después del asombro que causé entre los médicos, discutían acerca de donde me podían tratar, y allí en medio, con los ojos que parecían querer salir de mi rostro, decidieron dormirme con anestesia, ¡como agradecí esta decisión por su parte…! Entré en un sueño reparador, dulce y angustioso a la vez, justo antes de entrar en ese sopor que te anula la consciencia, me pregunté donde iban a ponerme, estaba en carne viva.
Desperté en un lugar extraño, lleno de olores indefinibles, desinfectantes, alcoholes, no sé, era como si estuviera en un lugar remoto, lejos de la tierra. No estaba acostado en lecho alguno, veía borroso a través de una gran bola de cristal o de plástico, estaba flotando en el aire, sin gravedad, llevaba una nueva piel en los pies, también en las manos aunque sin uñas claro. Un mostrador en la parte baja de la esfera, estaba surtida de alimentos, la mayoría líquidos. Una grave voz que llegaba del exterior me dio instrucciones. “Tiene usted que tratar de beber cuanto pueda de esas papillas líquidas que hay preparadas en la mesa, beba mucho, necesita hidratarse, ha perdido mucha sangre en la intervención que le hemos hecho, eso es vital para mantenerse vivo” Se cerró el altavoz.
No sé cuanto tiempo pasé dentro de aquel refugio, si lo era, poco a poco, con el tiempo me fueron recomponiendo, injertos de piel aquí y allá, y cada vez que había que intervenirme, me dormían. ¡Putos chorizos…! Pensé para mí, ¿para qué querrían mi piel?, entiendo que me robaran las pertenencias, el dinero, la cartera, hasta si me apuras diría que si les hacía falta la ropa, también lo aceptaba, ¿pero mi piel… de que modo les serviría? Pasé allí dentro años, mi familia, seguramente ya no existiría, que jodido estoy me cago en la puta…
Un día, alguien corrió una cremallera, el globo se desinflaba poco a poco, me hicieron salir, me halle en una gran nave, aséptica toda ella, unos vaporizadores que había en el techo, dejaban escapar una especie de vapor ligero, aquello funcionaba sin parar, me dirigieron a otra gran sala, me llevaron montado en una especie de carrito, de manera que iba de pie, con tres ruedas, el carrito que funcionaba por electricidad, me llevó al otro lado de la nave. Para mi asombro, allí no estaba solo, decenas de camas a un lado y otro de la sala, estaban llenas de gente que como yo, habían sido despojados de la piel.
Todos llenos de rojeces como yo, sin pelo como yo, desnudos como yo, descansaban unos tumbados, otros sentados junto a unas pequeñas mesas, donde escribían o leían. Había llegado el novato, o sea yo, algunos me miraron, otros no hicieron caso de mi llegada, bastante habían tenido ya con pasar allí, ves a saber tú cuanto tiempo. ¡Que desgracia joder!, algunos tenían cara de desear morir, lo reflejaban sus ojos perdidos, ignorantes de todo lo que acontecía a su alrededor, era evidente, que no querían saber nada de nada, ni de nadie. No se les podía juzgar por eso, seguramente ellos veían en mí síntomas parecidos, daba por perdida a mi familia, a mis hijos, a mis nietos, ¿Qué estaría haciendo mi mujer, que habría decidido hacer después de tanto tiempo?
Creo que esas mismas preguntas, se las estarían haciendo aquellos desdichados seres, aquellos fantasmas vivos, algunos desearían haberse quitado la vida, pero esto allí no era posible, estábamos vigiladísimos, los sistemas de alarmas, de vigilancia con cámaras de circuito cerrado funcionaban noche y día, y no eran pocos los encargados de mantener aquel pabellón sin problemas. “Oye amigo, ¿tienes un cigarrillo?”   “A ¿pero aquí se permite fumar?”  “No, pero yo me paso por el forro lo que dicen las instrucciones, al fin y al cabo, el tratamiento que me están dando no tiene efecto, así que me voy a morir antes de que salga de aquí”  “Pero hombre… ¿Cómo quieres que tenga cigarrillos si entré aquí en las mismas circunstancias que tú?”  Se dio media vuelta y se fue, hay que joderse como queda una persona cuando le roban la piel.
Al final he salido de allí, a todo el que se le da el alta, le hacen una fiesta, con tarta y todo, los médicos se felicitan de haber hecho una persona nueva, de las piltrafas que entraron en su día en el hospital. Ya ves tú, una fiesta… sales de allí hecho un ecce homo, sin pene ni huevos, porque al ser una de las partes más blandas exteriores del cuerpo, cuando te despojan de la piel te las arrancan, solo lo más interior del cuerpo conservas más o menos íntegro, y dicen que han hecho un hombre nuevo, meas mediante una reparación artificial que te han construido, y a correr.
Aun así, acostumbrado a sobrevivir así, me acerco a mi antigua casa, ¡coño, no existe!, se conoce que lo han destruido todo con el paso de los años, han construido unos bloques que te cagas, calles de las que no conozco el nombre, comercios nuevos… solo queda la pequeña plaza de los naranjos bordes que conocía, por ella me oriento, de pronto veo a Mari Mar mi mujer, salir de una pescadería, no me he olvidado de ella porque con el paso del tiempo, he tratado de ir envejeciéndola, de ir deformando sus hermosos rasgos con el fin de identificarla por si algún día salía de allí. La tengo a poco más de diez metros de donde estoy, me acerco cayéndome las lágrimas de alegría  “Hola cariño, ¿me reconoces?”  “Oiga, haga el favor de no acercarse, no le conozco de nada –dice casi gritando-, salga de delante” 
Casi al instante, un hombre se ha acercado por detrás de mí, me agarra con su brazo por el cuello y me derriba. En el hospital me han dicho que durante una buena temporada, debo de tener cuidado con golpes o desgarros en la piel, es una funda nueva, hay que endurecerla poco a poco. Ya en el suelo levanto las manos en señal de rendición y el hombre me suelta  “Oiga no quiero problemas, se lo ruego, seguro que la he confundido con otra persona, disculpen ya me voy” Ambos me siguen con la mirada, yo me vuelvo hacia ellos después de andar un buen trecho, han desaparecido, seguro que la estaba esperando dentro de un auto, me doy cuenta entonces que hay un silencio atípico en la ciudad, no hay olores a combustibles, todo está limpio, los coches no hacen ruido alguno ¿Qué está pasando?
Al final del día, cansado de caminar, seguramente por ser el primer día fuera del hospital, me acerco a la dirección que me han dado a la salida del mismo. Es como un lugar de acogida pero solo para personas como yo, todos los que estamos allí tenemos el mismo color rosado de la piel nueva. Todos llegamos sin equipaje alguno, en la cola, todos pedimos lo mismo, comida y un lugar donde pasar la noche, los voluntarios de este lugar, tienen la misma cara de tristeza que la nuestra, puede ser que sea porque están hartos de servir a la misma gente, o a lo mejor, porque lamentan de corazón lo que nos ha pasado. Seguro que muchos de los que están ahí, han pasado por una circunstancia parecida a la mía hace un rato.
¡Malditos ladrones de pieles! A las diez en punto se apagan las luces del refugio, se escuchan lamentos y lloros, lo cierto es, que yo también estoy llorando por dentro, tragándome las lágrimas, empachándome de dolor sin poder echarlo fuera. Si tu mujer no te conoce… ¿para que vivir? Si no sabes que ha sido de tu familia, por la que te has desvivido con tus errores y aciertos ¿para qué quieres una piel nueva?
Por la mañana a las ocho, salta una alerta, alguien se ha colgado de una reja al final del dormitorio, nadie sabe quién es, de cualquier modo a nadie le importa, es una mujer que va en camisón, de unos cuarenta años, que con una aguja imperdible lleva colgado un pequeño letreo de cartón que solo dice “En carne viva”.


                                                                  -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario