EN
CARNE VIVA
Me
robaron, me asaltaron y apalearon, me dejaron abandonado en cualquier rincón de
cualquier lugar, sin nada me dejaron, no pude identificar a los bandidos que tal hicieron, solo sus
sombras aprecié en mitad de la noche oscura, quise levantarme pero no pude, me
dolía hasta la piel, entonces me di cuenta, que también me la quitaron.
Me
miré el cuerpo y me aterroricé, mis músculos, todas las fibras de mi cuerpo
estaban a la vista, se dilataban y se contraían, todavía tenían vida, grité de
dolor cuando me levanté del suelo, pero pude ponerme en pie, conseguí llegar a
un hospital, cuando me vieron se espantaron, no podían creer que estuviera
vivo, llevaba atadas a los pies dos bolsas de plástico que hallé en la basura.
Fue
la única vez en toda mi vida, que nadie me preguntó que me sucedía, era
evidente. En urgencias me quedé solo, todos huyeron de allí como si del diablo
se tratara, nadie me tocó, sabían que no podían cogerme por lugar alguno de mi
cuerpo, después del asombro que causé entre los médicos, discutían acerca de
donde me podían tratar, y allí en medio, con los ojos que parecían querer salir
de mi rostro, decidieron dormirme con anestesia, ¡como agradecí esta decisión
por su parte…! Entré en un sueño reparador, dulce y angustioso a la vez, justo
antes de entrar en ese sopor que te anula la consciencia, me pregunté donde
iban a ponerme, estaba en carne viva.
Desperté
en un lugar extraño, lleno de olores indefinibles, desinfectantes, alcoholes,
no sé, era como si estuviera en un lugar remoto, lejos de la tierra. No estaba
acostado en lecho alguno, veía borroso a través de una gran bola de cristal o
de plástico, estaba flotando en el aire, sin gravedad, llevaba una nueva piel
en los pies, también en las manos aunque sin uñas claro. Un mostrador en la
parte baja de la esfera, estaba surtida de alimentos, la mayoría líquidos. Una
grave voz que llegaba del exterior me dio instrucciones. “Tiene usted que
tratar de beber cuanto pueda de esas papillas líquidas que hay preparadas en la
mesa, beba mucho, necesita hidratarse, ha perdido mucha sangre en la
intervención que le hemos hecho, eso es vital para mantenerse vivo” Se cerró el
altavoz.
No
sé cuanto tiempo pasé dentro de aquel refugio, si lo era, poco a poco, con el
tiempo me fueron recomponiendo, injertos de piel aquí y allá, y cada vez que
había que intervenirme, me dormían. ¡Putos chorizos…! Pensé para mí, ¿para qué
querrían mi piel?, entiendo que me robaran las pertenencias, el dinero, la
cartera, hasta si me apuras diría que si les hacía falta la ropa, también lo
aceptaba, ¿pero mi piel… de que modo les serviría? Pasé allí dentro años, mi
familia, seguramente ya no existiría, que jodido estoy me cago en la puta…
Un
día, alguien corrió una cremallera, el globo se desinflaba poco a poco, me
hicieron salir, me halle en una gran nave, aséptica toda ella, unos
vaporizadores que había en el techo, dejaban escapar una especie de vapor
ligero, aquello funcionaba sin parar, me dirigieron a otra gran sala, me llevaron
montado en una especie de carrito, de manera que iba de pie, con tres ruedas,
el carrito que funcionaba por electricidad, me llevó al otro lado de la nave.
Para mi asombro, allí no estaba solo, decenas de camas a un lado y otro de la
sala, estaban llenas de gente que como yo, habían sido despojados de la piel.
Todos
llenos de rojeces como yo, sin pelo como yo, desnudos como yo, descansaban unos
tumbados, otros sentados junto a unas pequeñas mesas, donde escribían o leían.
Había llegado el novato, o sea yo, algunos me miraron, otros no hicieron caso
de mi llegada, bastante habían tenido ya con pasar allí, ves a saber tú cuanto
tiempo. ¡Que desgracia joder!, algunos tenían cara de desear morir, lo
reflejaban sus ojos perdidos, ignorantes de todo lo que acontecía a su
alrededor, era evidente, que no querían saber nada de nada, ni de nadie. No se
les podía juzgar por eso, seguramente ellos veían en mí síntomas parecidos,
daba por perdida a mi familia, a mis hijos, a mis nietos, ¿Qué estaría haciendo
mi mujer, que habría decidido hacer después de tanto tiempo?
Creo
que esas mismas preguntas, se las estarían haciendo aquellos desdichados seres,
aquellos fantasmas vivos, algunos desearían haberse quitado la vida, pero esto
allí no era posible, estábamos vigiladísimos, los sistemas de alarmas, de
vigilancia con cámaras de circuito cerrado funcionaban noche y día, y no eran
pocos los encargados de mantener aquel pabellón sin problemas. “Oye amigo,
¿tienes un cigarrillo?” “A ¿pero aquí
se permite fumar?” “No, pero yo me paso
por el forro lo que dicen las instrucciones, al fin y al cabo, el tratamiento
que me están dando no tiene efecto, así que me voy a morir antes de que salga
de aquí” “Pero hombre… ¿Cómo quieres que
tenga cigarrillos si entré aquí en las mismas circunstancias que tú?” Se dio media vuelta y se fue, hay que joderse
como queda una persona cuando le roban la piel.
Al
final he salido de allí, a todo el que se le da el alta, le hacen una fiesta,
con tarta y todo, los médicos se felicitan de haber hecho una persona nueva, de
las piltrafas que entraron en su día en el hospital. Ya ves tú, una fiesta…
sales de allí hecho un ecce homo, sin pene ni huevos, porque al ser una de las
partes más blandas exteriores del cuerpo, cuando te despojan de la piel te las
arrancan, solo lo más interior del cuerpo conservas más o menos íntegro, y
dicen que han hecho un hombre nuevo, meas mediante una reparación artificial
que te han construido, y a correr.
Aun
así, acostumbrado a sobrevivir así, me acerco a mi antigua casa, ¡coño, no
existe!, se conoce que lo han destruido todo con el paso de los años, han
construido unos bloques que te cagas, calles de las que no conozco el nombre,
comercios nuevos… solo queda la pequeña plaza de los naranjos bordes que
conocía, por ella me oriento, de pronto veo a Mari Mar mi mujer, salir de una
pescadería, no me he olvidado de ella porque con el paso del tiempo, he tratado
de ir envejeciéndola, de ir deformando sus hermosos rasgos con el fin de
identificarla por si algún día salía de allí. La tengo a poco más de diez
metros de donde estoy, me acerco cayéndome las lágrimas de alegría “Hola cariño, ¿me reconoces?” “Oiga, haga el favor de no acercarse, no le
conozco de nada –dice casi gritando-, salga de delante”
Casi
al instante, un hombre se ha acercado por detrás de mí, me agarra con su brazo
por el cuello y me derriba. En el hospital me han dicho que durante una buena
temporada, debo de tener cuidado con golpes o desgarros en la piel, es una
funda nueva, hay que endurecerla poco a poco. Ya en el suelo levanto las manos
en señal de rendición y el hombre me suelta
“Oiga no quiero problemas, se lo ruego, seguro que la he confundido con
otra persona, disculpen ya me voy” Ambos me siguen con la mirada, yo me vuelvo
hacia ellos después de andar un buen trecho, han desaparecido, seguro que la
estaba esperando dentro de un auto, me doy cuenta entonces que hay un silencio
atípico en la ciudad, no hay olores a combustibles, todo está limpio, los
coches no hacen ruido alguno ¿Qué está pasando?
Al
final del día, cansado de caminar, seguramente por ser el primer día fuera del
hospital, me acerco a la dirección que me han dado a la salida del mismo. Es
como un lugar de acogida pero solo para personas como yo, todos los que estamos
allí tenemos el mismo color rosado de la piel nueva. Todos llegamos sin
equipaje alguno, en la cola, todos pedimos lo mismo, comida y un lugar donde
pasar la noche, los voluntarios de este lugar, tienen la misma cara de tristeza
que la nuestra, puede ser que sea porque están hartos de servir a la misma
gente, o a lo mejor, porque lamentan de corazón lo que nos ha pasado. Seguro
que muchos de los que están ahí, han pasado por una circunstancia parecida a la
mía hace un rato.
¡Malditos
ladrones de pieles! A las diez en punto se apagan las luces del refugio, se
escuchan lamentos y lloros, lo cierto es, que yo también estoy llorando por
dentro, tragándome las lágrimas, empachándome de dolor sin poder echarlo fuera.
Si tu mujer no te conoce… ¿para que vivir? Si no sabes que ha sido de tu
familia, por la que te has desvivido con tus errores y aciertos ¿para qué
quieres una piel nueva?
Por
la mañana a las ocho, salta una alerta, alguien se ha colgado de una reja al
final del dormitorio, nadie sabe quién es, de cualquier modo a nadie le
importa, es una mujer que va en camisón, de unos cuarenta años, que con una
aguja imperdible lleva colgado un pequeño letreo de cartón que solo dice “En
carne viva”.
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