jueves, 12 de junio de 2014

CUADERNO DE MENUDENCIAS.


                                            CUADERNO DE MENUDENCIAS


“Si siempre lleváis encima, un cuaderno, y en él vais anotando todo cuanto vais viendo, lo repasáis al final del día, y reflexionáis en lo que habéis anotado en él, tratando de sacar una moraleja diferente cada día, sin daros cuenta, os convertiréis en personas más audaces, más sensibles y más tolerantes. Eso sí, tenéis que ser constantes”
Ese fue el pequeño discurso que nos dio el profesor Bosco, nuestro maestro de la asignatura de sociales, cuando terminé el curso de bachillerato. Debo reconocer, que al principio, me costó un poco hacerlo, el porqué es sencillo deducirlo, en plena adolescencia, uno, no siempre está por la labor de llevar un diario de esta índole.
Eso sí, cada mañana, mientras me aseaba y comenzaba a afeitarme, pensaba siempre en estas palabras. Era una cosa que se me metió en la cabeza de tal manera, que al final claudiqué, me puse a hacerlo, me costaba separar los conceptos que debía o no anotar, a veces, se me antojaba que lo tenía que apuntar todo. Todo cuanto veía me resultaba interesante, me decía a mi mismo… Esto lo tienes que anotar Juan, fíjate la reacción de este tipo, delante de este pobre borrachito, ¡que sinvergüenza…! Eso me llevó a que más de una vez, llenara dos o tres páginas del pequeño bloc que siempre llevaba en el bolsillo, junto a un lápiz.
Claro está que también salía con los amigos, al cine, de copas, a una bolera que había en la calle Mayor de Gracia, nos divertíamos, pero se conoce que mis amigos deberían observar que yo, siempre iba atento a las cosas que sucedían a nuestro alrededor, de forma diferente. No sé si lo hablaron entre ellos o qué, pero en un momento determinado, sentados en una cervecería del Paralelo, mientras estaba anotando algo, Pepón, que era un Pepe, pero multiplicado por dos de lo grande que era –de ahí el apodo Pepón-, tiró de mi cuaderno y lo fue pasando a unos y otros, cachondeo, broma, bien algo aceptable… pero el caso es, que después de eso, entre todo aquel barullo, la libreta fue a dar a la acera de la calle, había estado lloviendo desde hacía dos días, la pobre libreta se convirtió en pasta de papel casi al instante, la gente la pisaba sin darse ni cuenta, en un domingo por la tarde había gente, mucha gente paseando.
Me levanté un poco furioso y fui a recogerla de la acera, la sacudí y la guardé entre unas servilletas de papel secas, en la mochila de lona que llevaba. La cosa no fue a mayores, comprendí esa reacción. Un joven que va por ahí con los amigos anotándolo todo, no era lo habitual.
Frente al teatro Condal nos despedimos todos, Pepón me pellizcó la cara y me dijo que lo sentía mucho, acepté sus disculpas, nos dimos un abrazo y listos. Cogido de la mano de Montse, la llevé a su casa, no era mi novia ni nada, solo una buena amiga, con la que congenié de modo que cuando nos veíamos, nos dábamos besos y achuchones, en algún que otro lugar poco frecuentado, incluso por la calle, nos metíamos mano, ¿quién no ha hecho esto alguna vez?  Cuando llegué a casa, procuré salvar cuanto pude de lo escrito, transcribiéndolo a otra libreta, lo pude salvar casi todo, de lo que faltaba, recordaba algunas cosas, así que por decirlo de alguna forma, inventé parte del diario.
Con los años, mi mente se ha hecho un poco más fértil, creo, eso no significa que sea mejor que los demás, en absoluto, pero aquel consejo del doctor Bosco, me ha ayudado a enriquecer el vocabulario, a usar las palabras necesarias  -no puedo decir que las precisas-, ha hecho, que aprecie la lectura de una manera progresiva, en definitiva, me ha introducido en un mundo que para mí, era desconocido. Vivo con intensidad relatos y vivencias, he aprendido a establecer paralelismos entre las fábulas y la realidad, y a través de todo esto, he podido ayudar a quién lo ha necesitado.
Sigo escribiendo, sigo estudiando, pero ahora ya, de una forma automática, me resulta sencillo, y agradezco infinitamente, el consejo que en su día me diera el profesor de sociales. Gracias a él, he prendido a amar la lectura, a disfrutar con ella, a que se haga imprescindible en mí día a día, casi me olvido, sigo llevando mi diario al día, no puedo dejar de anotar las cosas que suceden a mi alrededor, son toda una lección que deseo seguir recibiendo de los demás.



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