POR LOS SUELOS.
El problema de Marcelo es, que
además de tener los pies planos –que ya es pena-, es patizambo. Es un
trabajador de primera categoría, pero este defecto, lo ha llevado siempre a
tener algunos problemas con relación al trabajo. Ha estado empleado en varios
lugares, como dependiente de ferretería, mozo de almacén y ahora, desde hace ya
cinco años, ayudante de cementerio. Sí puede parecer un poco atípico este
trabajo, pero bien hay que enterrar a los muertos, de manera que, cuando se
presentó recomendado por su tío al ayuntamiento y después de tenerlo un mes a
prueba, le hicieron un contrato indefinido.
Ha aprendido a cerrar nichos en
un santiamén, se conoce prácticamente todas las tumbas una a una, salvo las que
no tienen nombre, gente que muere en accidentes de tráfico, u otros, que no
tienen nichos de propiedad, y el ayuntamiento les alquila uno. Ahora bien, no
todo es un camino de rosas para Marcelo trabajar de enterrador, ni de
enterrador ni de nada porque el problema de los pies lo lleva a mal traer.
Caídas y tropiezos ha tenido un montón, aunque a su favor tiene, que no ha
cogido nunca la baja por eso, parece de goma el chico este.
El dice que es cuestión genética,
pero no, cuando uno se cae y sangra o tiene un esguince, la genética no cuenta
para nada, quizás para curarse más aprisa, eso sí, pero el daño lo tienes igual
que todo buen hijo de vecino. Pues nada, él dice que ya está acostumbrado a
caerse e ir por los suelos. Tiempo atrás, estaba en un semáforo esperando a que
se pusiera verde para los peatones, le toca pasar y metió sin quererlo el pie
en una rejilla de alcantarilla que alguien se había llevado, –luego, los
municipales, comprobaron que faltaban todas las rejillas de aquella calle-,
calló de bruces al suelo y casi se rompe la cara, apareció en casa con la cara
echa un monstruo, el ojo morado, la mandíbula hinchada y raspaduras del
asfalto.
Pues al otro día de esta guisa se
presentó a trabajar como si nada. Manolo su compañero se escandalizó al verlo
así. Pero si no es nada hombre, un tropiezo que he tenido en la calle, ya verás
como mañana ya no tengo nada. Al día siguiente fue peor, así que lo relevaron
de enterrar, hasta que tuviera un aspecto normal, y se le fueran los morados.
Estuvo una semana limpiando mausoleos y quitando malas hierbas de las tumbas
más lujosas. Con su carrito, la escoba y un recogedor, se pasó una semana casi
de vacaciones.
Hola buenos días, le dijo a una
mujer que estaba delante de una tumba en el suelo, buenos días contestó ella,
cambiaba unas flores que estaban sobre la cubierta de mármol. Marcelo vio que
la tumba era de un hombre joven por las fechas que rezaban al final del
esculpido, 1982-2007, vaya palo, era muy joven. La mujer de unos treinta años,
estaba llorando. Siento su pérdida señora, pero piense que él duerme, somos los
vivos los que sufrimos en vida. Ya, pero es que… Por favor deje de llorar, me
rompe el corazón ver a una señora llorar, y mire usted que no es la primera
vez, pero no lo puedo evitar.
Al ver que era de su misma edad
más o menos, lo tuteó. Teníamos tantos planes… Es propio de los humanos hacer
planes de futuro, he aprendido desde que estoy aquí trabajando, que los planes
equivalen a bien poco en la vida, hoy estamos y mañana somos habitantes del
sueño eterno, salvo los que piensan que uno resucita y se va a cualquier otro
lugar, o que el espíritu de uno sale del cuerpo y viaja a la fuente, al Creador
de todas las cosas. ¿Tú eres creyente? Pues mire usted, creer no creo en nada
en concreto, será porque no me lo han enseñado, he tenido poco tiempo para leer
y estudiar. Yo creo que hay que creer en algo si no, ¿qué propósito tiene la
vida? Vivirla, y es tan breve, que ha menudo, cuando empezamos a saber vivirla,
ya tenemos que morirnos. ¿Quién te ha enseñado estas cosas? Nadie, reflexiono y
pienso, aquí tengo mucho tiempo para pensar, es un buen lugar para hacerlo. Mi
nombre es Carlota –le tiende la mano-, el mío Marcelo –se la estrechó-, por un
instante ninguno de los dos hizo la intención de soltarse, luego, con cierto
grado de timidez, Marcelo bajó la mirada mientras ella lo miraba con cierto
grado de admiración. Tienes razón, el futuro es impredecible, no merece la pena
hacer planes, a la vista está. Quería a Juan Ramón con toda mi alma, jamás he
sentido nada parecido por otro hombre, aunque tampoco es que haya conocido a
muchos, pero él era especial, me hacía sentir viva a cada instante de la vida.
Se intercambiaron los teléfonos
por voluntad de ella, le pidió que la llamara cuando quisiera. Marcelo pensó
que adonde iba a ir con esta mujer, todavía le quedaban señales del accidente
que tuvo en el paso de peatones, el ojo morado y raspaduras en la piel, lo que
hacía que no se hubiera podido afeitar aún.
Cuando ella echó a andar hacia el
coche que estaba aparcado en una bocacalle un poco más arriba, Marcelo se dio
cuenta de que olvidaba el bolso, corrió dándole una voz para que se detuviera,
cuando trataba de correr Marcelo era todo un poema, daba la impresión de que
fuera a desmontarse, con ese paso de patizambo y dando unas pisadas que parecía
un gigante al apoyar inevitablemente toda la planta del pie en el suelo. Ella
lo miraba a la cara mientras corría, no se fijaba en sus piernas, ni en la
torpeza de su caminar. Gracias Marcelo, no sé como podía olvidarme del bolso,
soy una tonta, recuerda llámame.
No sabía nada de aquella mujer,
pero algo le decía, que tras aquellos ojos grises, tristes, se escondía una
buena persona, sensible y bella. Vestía pantalón y cazadora tejana, con una
camisa de rayas azules muy finas, calzaba deportivas de suela baja blanca y
azul, iba perfectamente conjuntada, Marcelo andaba mal, pero de vista muy bien.
Guardó el número de teléfono en el bolsillo superior de su cazadora de trabajo
azul y siguió con su trabajo, ahora acelerando un poco la tarea, había perdido
algo de tiempo conversando y quería recuperarlo.
La semana que viene estaré de
mañanas, entonces la llamaré, seguramente trabaja y no quiero importunarla.
Carlota no trabajaba, llevaba las cuentas del negocio de su padre en casa, de
forma que cualquier momento hubiera sido bueno para atender su llamada, pero él
no lo sabía.
Buenas tardes, soy Marcelo, ¿eres
Carlota? Si claro, ¿Qué tal estás? Bien espero no llamar en mala hora. No que
va, estoy en casa todo el día, trabajo aquí. Vaya que suerte la tuya. No creas,
mi padre que es para quién trabajo es un jefe duro –rió-. Ha entiendo, me
preguntaba si querías que fuéramos a tomar una cerveza juntos, así podríamos
hablar y conocernos un poco mejor, me gustó la conversación que tuvimos en el
cementerio, aunque la circunstancia no fuera la más adecuada. Perfecto, acepto,
¿Dónde podemos encontrarnos? Pues no sé, yo no tengo coche, vivo en la zona de
la Ronda de San Antonio, ¿la conoces? Si como no, dime que día y a que hora
quedamos. Mañana entre las cinco o las seis como quieras, en la esquina de
Campo Sagrado. Mejor a las cinco, así tendremos más tiempo. Muy bien, entonces
a las cinco estaré delante de Baby bum una tienda de artículos para niños en la
parte derecha entre Campo Sagrado y Las Rondas. De acuerdo ahí estaré, hasta
mañana. Disculpa Carlota, por si acaso ¿qué coche llevas? A ya, un Mercedes
color cereza. Vale solo era para saber dónde tengo que mirar, solo es por si
acaso. Vale, pero si tú estás a las cinco ahí no habrá problema, nos
encontraremos.
Marcelo respiró hondo después de
hablar con ella. Un Mercedes, ya ves, Marcelo me parece que la has cagado
proponiéndole salir, ¿como va a querer nada contigo una mujer así? Pero ya
estaba hecho, la cita estaba en marcha, toda la mañana mientras estaba yendo
arriba y abajo del cementerio con el Land Rover con la escalera hidráulica, las
herramientas y el material para tapar los niños, estuvo pensando en la tarde
que le esperaba, deseaba con todas sus fuerzas que no fuera la última cita,
nunca había hablado con nadie como el rato que estuvo con Carlota, esas
conversaciones eran las que le daban ánimos para vivir. A las dos de la tarde
cuando plegó del trabajo, le pidió a Manolo que lo acercara a casa, tenía algo
de prisa y los autobuses no eran mucho de fiar en cuanto a horarios se refería.
Venga te llevo pero no te acostumbres que yo también tengo muchas cosas que
hacer. Gracias compañero ven que te doy un beso. Quita de ahí, déjate de
mariconadas, anda sube.
Comió un poco de arroz a la
cubana que su madre había hecho y fue a ducharse. ¿Puede saberse que te pasa
Marcelo, casi no has comido? Nada mamá es que tengo que salir esta tarde, he de
ver a una chica a las cinco y estoy nervioso, nada más. ¿Una chica…? Si una
chica, o ¿no puedo tener una amiga? Claro, claro que si, pero que quieres que
te diga se me hace extraño. Bueno no es una chica joven de esas de veinte años,
es una mujer de mi edad año arriba año abajo. Muy bien hombre, pues que te vaya
bien hijo, que personas como tú hay pocas, ten cuidado no vaya a aprovecharse
de ti que hay mucha lagartona suelta por ahí. Se puso lo mejorcito que encontró
en el armario pero informal, sport, se calzó unas náuticas y se sentó a esperar
que se hiciera la hora, viven en la calle Conde de Borrell, son pisos viejos pero
que su padre en su día hizo reformar porque las instalaciones de agua y luz y
los suelos estaban echados a perder, con el pladur se hacen milagros hoy en
día, así que reformó parte de los tabiques para que hubiera más espacio, el
único problema… que era un tercero sin ascensor.
A las cinco menos veinte se
despidió de su madre, bajó a la calle, se metió en un cajero de La Caixa, y
sacó cien euros en dos billetes de cincuenta. Luego poco a poco se dirigió al
lugar de la cita. Se quedó parado cuando vio que Carlota ya había llegado,
estaba aparcada en doble fila con la ventana bajada y fumando con la radio
encendida. Hola Carlota –el rostro de Marcelo se iluminó cuando ella volvió la
cabeza-. Hola Marcelo –se bajó del coche y le dio dos besos-, ¿Cómo ha ido hoy
el trabajo? Como cada día, la gente no para de morirse chica, es una pena. Anda
sube que te voy a llevar a un sitio chulo.
Enfilaron el Paseo de Gracia
hasta llegar a Gran de Gracia, cuando llegaron a la altura de La Plaza del
Diamant, giró y se metió en un parking. Iba vestida con traje de chaqueta de
falda corta azul cobalto, zapatos de tacón y un bolso Louis Buiton. Ya verás,
pensó Marcelo, seguro que vamos a un sitio pijo y me hará salir los colores.
Efectivamente en aquel local la conocían, vio a algunas amigas y las saludó
levantando el brazo. Se sentaron y esperaron al camarero, entre tanto, una
mujer de cabello decolorado, rubio con mechas ceniza se acercó. Hola Carlota,
¿quién es tu compañero? Un chico al que conocí en el cementerio cuando le llevaba
flores a Roberto. ¿También se te ha muerto alguien? No señorita, soy
enterrador. La mujer se quedó de una pieza, no sabía donde mirar. Pues vaya,
que cosas tiene la vida ¿no? Si fíjate tú, pero es una persona muy inteligente
y sensible Paula, a veces nos cansamos de buscar a nuestro ser ideal y resulta
que pasamos por alto lo más elemental y bueno. Si en eso te doy toda la razón,
bueno nos vemos cariño dame dos besos. Siquiera le rozó la cara a Carlota mmmu,
mmmu. Pero mujer ¿a quién se le ocurre decir de buenas a primeras que soy
enterrador? ¿Te avergüenzas de serlo? No, claro que no, es una profesión como
otra cualquiera. ¿Entonces…? yo no me avergüenzo de ti porque lo seas, de otro
modo no habría salido contigo. El problema de estas chicas que ves ahí y que
dicen ser amigas mías, es que están vacías, siempre acaban arrastrándose a los
pies de quién sea, créeme he sido testigo de ello
Supongo si fueran amigas tuyas,
te tratarían con más respeto, porque la mirada que te ha dirigido cuando le has
dicho que soy enterrador, ha sido todo un poema. ¿Sabes para qué me tienen como
amiga? para que las contacte con gente que conozco que son importantes. ¿Y eso?
Mi padre tiene un negocio de venta de coches de importación, veleros, barcos a
motor y esas cosas, conoce a mucha gente de aquí y del extranjero, la que ha
venido a saludar y la que está a su lado, la rubia, son prostitutas de lujo. Lo
hacen por entretenerse no por necesidad, en cambio sus familias son buenos
clientes nuestros. Pues vaya, ahora tendrán un criterio de ti que no veas,
¿sabes papá, Carlota sale con un enterrador? Va no te apures por eso, dentro de
dos días ya ni se acordarán de ello.
La cita fue muy satisfaciente
para Marcelo, comenzaba a entender la mentalidad de la alta sociedad, de la que
no tenía, todavía, una opinión formada. A eso de las diez se retiraron después
de invitarla Marcelo a cenar en una
bodega que conocía en el casco antiguo, allí le conocían, y los invitaron al
primer vino antes de la cena. Carlota se divirtió mucho, Marcelo era ocurrente
y sabía chistes que la hacían reír a carcajadas.
Hacía mucho que no me divertía
así Marcelo, esta cita solo ha sido la primera, me gustaría seguir
conociéndonos más, no quiero que concluyas con esto que eres ningún bufón para
mí, te lo digo sinceramente, eres un tío estupendo. Ya fuera del coche, delante
del mismo lugar donde le recogió, le tomó las manos. La próxima vez te llamo yo
¿de acuerdo? Le dio un ligerísimo beso en los labios, fugaz, casi fantasma, y
le dio las buenas noches. Antes de darse
cuenta ya había desaparecido en el coche, de forma silenciosa, sin hacer
chirriar las ruedas como cabía esperar de cualquier otro con un deportivo como
aquel, que habría las puertas como las alas de una mariposa. Estaba embriagado
de su perfume, por el beso que le dio, del color de sus ojos al verlos tan
cerca, de su esplendidez, y se marchó mientras la gente lo observaba camino de
su casa, con la cabeza baja no por estar triste, estaba digiriendo lo que le
había sucedido esta tarde.
Llegó a su casa y no saludó a su
madre, que se hallaba en la cama mirando el pequeño monitor de televisión que
le regaló para su cumpleaños, ni siquiera la oyó cuando le preguntó que tal le había ido, Marcelo estaba absorto
en sus pensamientos. No insistió en volver a preguntarle, ya estaba en su
habitación y vestido como estaba, se dejó caer en la cama. Así lo encontró el
siguiente día, con la cama revuelta, cogido a su almohada y medio cubierto con
la colcha, con el pelo alborotado y con resaca, resaca de Carlota, de su
cuerpo, de su perfume, de todo cuanto le concernía a ella. Su madre le preguntó
de nuevo por la mañana acerca de la cita con aquella chica, no supo que
contestarle, salvo decirle con media sonrisa Bien mamá, a la hora de cada día
cogió su autobús y llegó al trabajo con algo de anticipación respecto a Manolo.
Este venía de muy mal humor. Ahora resulta que no podré jubilarme hasta dentro
de diez años, me cago en mi estampa, ya estoy harto de este oficio, estoy hasta
los huevos. Venga hombre, que tu sabes que me haces falta aquí. A quién le hago
falta es a mi mujer, que tiene cáncer y va a tener que seguir un tratamiento de
cojones. Lo siento chico no lo sabía. Pues ya lo sabes, joder, no sé que haría
si me faltara Marcelo, te lo juro, llevamos, toda una vida juntos tío, ver cada día a la muerte tan de
cerca me pone los nervios de punta. Fueron hasta el todo terreno, Manolo
encendió el motor y lo dejó al ralentí, se ajustó la correa del pantalón y
fueron hasta el cercado a recoger material, yeso, unos ladrillos y el resto de
herramientas.
Marcelo fue a subir al coche de
nuevo y se tropezó, se dio un golpe en la cadera y dio un pequeño grito.
¡Hostia Marcelo, otra vez…! Pues sí, ya lo ves, soy torpe de cojones, y me he
hecho daño no creas. Se levantó la camisa y efectivamente se podía ver el golpe
de manera clara. ¿Vas a poder seguir? Si, no hay problema, esto se cura solo.
Comenzaron la labor a las diez y media con el primer entierro, un hombre de
cuarenta y dos años que falleció de una hemorragia cerebral.
Estos entierros se le hacían
difíciles a Marcelo, enterrar a gente tan joven fuera por el motivo que fuere,
lo entristecía mucho, le hubiera gustado estar ahí entre la familia,
consolándolos, abrazándose a ellos. Un contraste de emociones, al mismo tiempo,
tenía la cabeza en Carlota, en saber cuando lo llamaría, en estar a su lado,
para que con su ayuda, se pudieran mitigar esas sensaciones de tristeza extrema
que a veces lo embargaban. Nunca había tenido la oportunidad de tener una
amiga, de modo que se limitaba a salir de su casa a comprar algún libro, C.D de
música de Sabina, Serrat, Manolo García, Maná, Café Quijano, Santiago Auserón
ex de Radio Futura, le gustaba esta música, las letras y el sentido e intención
que frecuentemente tenían estas canciones.
Solo tuvieron que pasar tres días
para volver a escuchar la voz de Carlota por el móvil, todo el vello de su
cuerpo se erizó. ¿Cómo está mi enterrador? Hola Carlota ¿y tú que tal? Bien,
con ganas de volver a verte. Este fin de semana libro, no comienzo hasta lunes
por la tarde. Muy bien entonces, podríamos hacer algún plan. No sé, lo que tú
decidas, a mí me basta con verte y hablar. Carlota reía al otro lado del móvil.
Haber que te parece esto, el sábado vamos a comer a un lugar muy bonito que
conozco y después pasamos la tarde en el puerto, en un barco que tiene mi padre
puesto a la venta, ¿qué te parece? Por mi parte perfecto, ya sabes que yo soy
mal anfitrión, te llevaría a tabernuchas de mala muerte que huelen a vino y
tabaco. Oye, que también está bien conocer otros mundos no creas. Se echó a
reír de nuevo. ¿Qué te parece si nos vemos a las doce en el Moll de la Fusta?
Me parece bien, sábado a las doce o clok, allí estaré. Te mando un beso guapo.
Yo un abrazo Carlota.
Afortunadamente para mí, no
tienes muchos compromisos, si los tuvieras me habría disgustado mucho, lo paso
muy bien contigo. Esto que me dices me alaga Carlota, tendría que ser al
contrario según yo lo veo. Pues ya ves que no, te voy a contar una cosa, que
aunque parezca extraña, es cierta como este sol que nos alumbra, hasta hace un
año he viajado bastante, mucho vamos, he estado en grandes hoteles y en los
mejores restaurantes, he conocido a gente guapa, ya sabes de la jet set, pues
bien, los chicos, de mi edad más o menos, no se atreven a hablar con mujeres
como yo, no sé, es algo raro. Me vestía lo mejor posible, con los complementos
apropiados, pues cuanto más así iba, menos ligaba, ¿te lo puedes creer? Claro
que me lo creo –en ese momento Carlota iba cogida de su brazo y Marcelo llevaba
las manos en los bolsillos de una americana de algodón azul marino-, los
hombres somos tontos del culo a veces, lo sé porque alguna que otra vez, de
vacaciones, cuando un amigo ha visto a alguien como tú, lo primero que sueltan
es “Mira esta tía que buena que está”, -Él dijo esto acercándose al oído de
Carlota, incluso simulando el gesto que había visto repetido muchas veces,
propio de hombres salidos- eso me pasó un año que fui de vacaciones con tres
más a Salou, dios que vacaciones pasé, que mal.
Tomaron un vermut en una terraza,
un dry gin y unos calamares. Por un momento se quedaron mirando los dos, no
había una intención determinada en esa mirada, solo amistad, como dirían dos
colegas, de buen rollo. Sin embargo, la mirada de Carlota parecía ir un poco más
allá, lo miraba fijamente, como si quisiera desentrañar algún secreto
escondido, una intención bien guardada. Marcelo, no me hagas daño por favor, te
aprecio mucho, de veras, no sé si soportaría sufrir más. Después de la muerte
de Roberto, me propuse echar el freno de mano en lo que a los hombres se
refiere, pero creo ver en ti a un hombre genuino, franco, leal, sincero.
Carlota, no pretendo ir más allá de lo que tú quieras, aunque te parezca que
soy un estúpido, no tengo más pretensiones contigo, que el de tenerte como una
buena amiga, para mí es suficiente. Vivo solo en este mundo, el conocerte a ti
para mi ya es todo un regalo.
Caminaron de vuelta al Paseo de
Colón y cruzaron para ir a una bodega al lado de Correos, allí Marcelo compró
una botella de bourbon que no era demasiado común y que siempre iba a buscar
allí. ¿Es bueno? Para mi el mejor, pero esto no es escocés ¿he?, lo probé en
una fiesta hace ya tiempo y me aficioné a él, no creas, una botella como esta
me dura mucho tiempo, me pongo un trago pequeño cuando leo y escucho música,
esta combinación es deliciosa. ¿Qué te gusta leer? Pues sobre todo filosofía,
historia, biografías, alguna que otra novela buena, o por lo menos procuro que
sean bien escogidas, que algunas veces te llevas unos chascos… Pues yo desde el instituto me parece que he
habré leído tres o cuatro libros, soy un desastre para la lectura, me canso
enseguida. Tengo un librito que quiero que leas, son solo ciento ochenta
páginas, lo lees sin darte cuenta, es de una novelista que se llama Susanna
Tamaro, el libro se titula Donde el corazón te lleve, es fantástico, no tiene
desperdicio alguno, si te lo regalo ¿lo leerás? Claro que sí, y siendo un
regalo tuyo todavía más. Pues cuando volvamos hoy para casa, nos paramos en una
librería de la que soy cliente habitual y preguntamos haber si lo tienen. De
acuerdo, gracias anticipadas, mira por donde, igual consigues que les saque el
polvo a mis gafas de leer.
Cogieron el coche del parking y
se dirigieron a la Barceloneta, allí tenía hecha ya la reserva, era un
restaurante pequeño pero muy bien acondicionado. Lo cogió de la mano. Ven vamos
a la cocina, te presentaré al chef. Susana hola, ¿cómo estás guapísima? ¡Hola
Carlota, muy bien, mira, aquí como siempre entre fogones! -Dirigiéndose a
Marcelo- Te presento a la mejor chef que hay por los alrededores, Daniela,
Daniela este chico se llama Marcelo, le he dicho que comeríamos como reyes en
tu casa. Exageras querida Carlota, pero que vais a comer bien, garantizado.
Bien me alegro de verte, estamos fuera. Ahora os saco un tentempié. Saliendo de
la cocina… Este restaurante nos suministra todo el pescado y el marisco que se
come en casa, también tienen un servicio de cáterin estupendo, cuando
celebramos fiestas y reuniones grandes, los llamamos a ellos. ¿Esta chica no es
de aquí verdad? Si cierto, es francesa, todavía tiene acento ¿a que sí? Parece
una persona muy agradable. Y una gran cocinera, cuando les otorgaron otra
estrella Michelín en Francia, ella que ya no estaba muy conforme con la
política que llevaban a cabo sus dos hermanos, se vino para aquí, al cabo de
dos años, el restaurante de Francia estaba por los suelos, en la banca rota, la
llamaron de nuevo pero ella ya estaba establecida aquí y le iba muy bien.
Aunque no lo parezca, a este local viene gente importante, un día que teníamos
una cena con un cliente, nos tropezamos con Woody Allen y su mujer cenando.
¡Vaya…!
Los platos que salían de la
cocina parecían no tener fin, Daniela no pudo escaparse de la cocina para salir
a hablar con ellos, de vez en cuando Carlota miraba hacia la cocina pero era
inútil, a la cocinera le gustaba ver terminados los platos o poner su toque,
antes de que salieran a los clientes. Mientras Carlota le iba contando a
Marcelo detalles de su vida que este seguía con atención. Con Roberto me
llevaba muy bien, era una persona encantadora, atenta y sorprendente, una vez,
él sabía que me encantaba la serie aquella que daban por la tele del Big foot
¿la recuerdas? Claro, era graciosísima. Pues contrató a alguien, que llevaba
exactamente el mismo atuendo mientras
estábamos comiendo con unos amigos en casa, por poco me muero del susto al
principio, pero luego, me abracé a aquel monstruo como si fuera un peluche
gigante, todos rieron hasta no poder más cuando vieron mi reacción. Tenía
muchos detalles simpáticos y espontáneos, en otra ocasión organizó sin que
nadie lo supiera, un carnaval en casa, con brasileñas de una escuela de samba,
aquello fue la locura. Debía de ser un gran hombre, te quería mucho Carlota,
quédate con ese recuerdo, esos momentos son inolvidables, cuando alguien quiere
satisfacerte así, es porque te quiere con locura. Solo había algo que me
molestaba mucho de él, un día a la semana fuera cual fuere el día, salía y
nunca me decía donde había estado, ni donde había ido ni con quién, una persona
como Roberto, no era de andar solo por ahí, ya me entiendes, necesitaba estar
con alguien. En este sentido es como mi padre, recibe una llamada de teléfono y
en un momento organiza la maleta y se marcha de casa sin decirle a mi madre
donde va ni cuando va a volver, ¡lleva la mujer un sufrimiento encima! no se
acostumbra, los oigo hablar cuando vuelve, pero terminan peleando y durmiendo separados
unos cuantos días, hasta que se pasa la tempestad, entonces le regala un reloj
de oro, o un diamante, algo para contentarla. No se da cuenta de que ella no se
pone nada de esto, ni se fija.
No quedaba más que les sirvieran
los postres, Carlota se levantó y se fue afuera, Marcelo la siguió dejando la
servilleta sobre las sobras del plato, al salir fuera vio a Carlota apoyada en
la pared con un cigarrillo encendido y mirando al suelo. Es fácil decir que
estas cosas son habituales, hasta normales en personas que llevan esta clase de
vida, que es inaceptable cierto, que es una inmoralidad también, pero es a lo
que lleva el desencanto, somos humanos, no lo olvides, esto le puede pasar a
cualquiera, los humanos, no hacemos más que cosas de humanos. No somos
pinguinos ni frailecillos que se juntan de por vida, ellos no son fieles, solo
es su naturaleza lo que los ha hecho así, no piensan ni sienten como los
humanos, nosotros somos egoístas desde que nacemos, no podemos evitarlo, va con
nosotros y frecuentemente, esta naturaleza nos lleva a hacer cosas mal que
tratamos de equilibrar con las que hacemos bien. Carlota tiró el cigarrillo,
con una mano cogió la nuca de Marcelo y lo besó con fuerza, abrió su boca para
que su lengua se metiera dentro de ella. ¿Pasamos de los postres? Vale pasamos.
Se despidieron de Daniela prometiéndole que volverían, no quiso cobrarles lo
que habían consumido, Carlota entró un instante en la cocina y salió con una
botella envuelta en papel de celofán.
Cuando llegaron al barco, un fuera
borda impresionante, Raimundo los estaba esperando. Buenas tardes señorita
Salazar, ya tiene el barco abierto, que lo pasen bien. Subió al puente de
mando, arrancó la embarcación y se dirigió a la bocana del puerto. Oye ¿tienes
el titulo de piloto de barcos? Sí me lo saqué hace diez años, tenía entonces
veintiuno, es fantástico navegar. Empujó el mando hacia adelante y la nave
salió disparada como un fórmula 1. Guau esto es increíble. ¿Te gusta? ¿Qué si
me gusta?, me encanta ¡Yuhuuu! Carlota apretó a fondo y el fuera borda parecía
no tocar el agua, aunque la proa de la embarcación daba pequeños saltos al
encontrarse con las olas. Pararon mar adentro, delante de las costas del
Garraf, Carlota echó el ancla mecánica y entonces bajaron al interior. Aquella nave
era espectacular, Marcelo se quedó boquiabierto cuando vio aquel súper piso
flotante, no le faltaba detalle, baño, cocina de lujo, dormitorio de
matrimonio, salón estar con su televisión vía satélite, lámparas, más
camarotes… Esto es de locura, cualquiera podría vivir para siempre en un sitio
como este. Pues es de los pequeños, este solo tiene dieciocho metros de manga,
tenemos hasta de cincuenta metros. Carlota ya había puesto a enfriar la botella
de cava en un refrigerador especial a toda potencia, se acercó a Marcelo, lo
cogió de la mano y lo llevó al dormitorio principal. El se sentó en una butaca
mientras ella se desnudaba de forma pausada, dejó la ropa bien colocada y lo
desvistió a él, que recibió una descarga eléctrica en los intestinos. Estuvieron
toda la noche el uno sobre el otro, no había control, no había tregua, ninguna
consideración del tiempo, la botella de cava vacía fue sustituida por la de
bourbon, bebieron poco, estaban emborrachados el uno del otro.
¿Cómo voy a ir a trabajar…? No
vas a ir yo me ocupo. Pero… es que me despedirán si falto sin motivo… Nadie te
va a despedir, tú te vas a despedir. Espera, espera, creo que no lo comprendo.
Si hombre, ahora trabajarás para nosotros. ¿Cómo voy a trabajar para vosotros?
Ya te lo explicaré a la vuelta, estate tranquilo ¿quieres? déjame hacer.
Carlota, no puedo permitirme ilusionarme de esta manera para luego verme
tocando fondo. Después de ducharse cada cual y vestirse de nuevo, Carlota le
preguntó a Marcelo ¿Crees que podrías llegar a quererme? Esta pregunta está mal
planteada, ya te quiero, te quiero desde la primera cita que tuvimos, yo solo
deseaba ser amigo tuyo, pero si se me abre esta posibilidad, puedo decirte, que
me esforzaré por quererte, como nadie te haya podido querer jamás. Es más que
suficiente para mí cariño. Cuando lleguemos a puerto te explico lo que tengo
planeado.
Dejaron que saliera el sol y que
calentara el ambiente un poco, a eso de las nueve de la mañana emprendieron el
camino de vuelta, regresaron a medio gas hasta que a lo lejos Carlota con las
gafas de aviador puestas vio a la patrullera de la Guardia Civil, entonces,
apretó el acelerador a fondo y Carmelo se asustó. Que van a creer que les
queremos dar esquinazo… No hombre, estos tienen todas las fichas de los barcos
que están en el muelle, saben de quién es y que nos dedicamos a venderlos ¿a
que es divertido? Si tú lo dices… Al llegar casi a su altura Carlota levantó el
brazo y los saludó luciendo su mejor sonrisa, se lo estaba pasando en grande.
El teniente le devolvió el saludo de la misma manera y siguieron, cuando se
acercaban a puerto bajó la velocidad y entró por la bocana casi parada, lo
exigía el manual. Aparcó el barco en el mismo amarre con una suavidad inaudita,
a Marcelo le constaba que no era lo mismo que aparcar un coche, el agua no es
el asfalto que no se mueve. Bajaron y Raimundo ya estaba allí esperando, para
atar las amarras. Cojeaba levemente, de cuando sus tiempos de marino, Sebastián
Salazar el padre de Carlota se ocupó de que le hicieran una buena prótesis,
tenía solo media pierna, el hombre les estaba muy agradecido de poder gracias a
eso, caminar sin muletas, y tener este empleo en el puerto.
Se fueron a desayunar a una
granja, delante de la estación de Francia, ella pidió chocolate a la taza y pestiños,
él café con leche y madalenas. Mira Marcelo, hace ya algún tiempo que le vengo
diciendo a mi padre, que resultaría mucho más económico y eficiente, tener a
alguien en plantilla que se ocupara en hacer las entregas de coches y barcos en
lugar de contratar a una empresa, de todas formas todos los barcos y coches
tienen un reaseguro, eso significaría más seguridad, más rapidez, y sobre todo,
un trato más cordial entre nosotros y el cliente. También significaría, que yo
en algunos casos podría acompañarte para hacer este trabajo, a muchos de los
lugares a los que vamos, nos sincronizamos de forma, que podemos traer otros
vehículos y barcos de vuelta, para a su vez ponerlos a la venta. Pero para
hacer esto, te tienes que sacar el carné de conducir y el título de piloto.
¡Madre mía, imposible! No, no hay nada imposible, en lo de sacarte el carné de
conducir no habría problema, mi padre conoce a personas que le podrían echar
una mano con solo una llamada de teléfono, y el título de piloto de
embarcaciones es sencillísimo, de verdad, te lo prometo, no tiene la menor
complicación. En cuanto al sueldo… No me importa el sueldo si puedo trabajar
contigo, estar cerca de ti; si aceptara, tú pones el precio, punto. En tono
suplicante ¡por favor dime que si anda!
Mañana por la mañana te llamo,
sin falta. Pero que sea para decirme que aceptas ¿he? No frunzas el ceño
¿quieres? que estás más guapa aun. Rieron ambos cogidos de las manos. Carlota
le pidió al camarero un poco de leche caliente para deshacer el chocolate que se
había enfriado. Vaya hambre que tienes guapa. Si y por culpa tuya. Vaya por
dios, alguien tenía que pagar los platos rotos. No sé si voy a poder aguantar
mucho sin verte Marcelo, ahora mismo me pondría a hacer el amor contigo delante
de todo el mundo. ¡Loca! ¿No te das cuenta de que no podría? me has castigado
demasiado esta noche pasada, estoy acabado. Ya te pondría en forma otra vez ya.
Te creo, vaya si te creo. Vamos al barco un ratito más. No quita, tengo que ir
a hablar con los jefes para darles explicación y decirles que les doy quince
días para el despido. Carlota saltó del asiento de la cafetería y se le tiró al
cuello sentándose en su falda, ¡¡Fantástico!! señoras y señores –dijo alzando
la voz- amo a este hombre, lo quiero con toda mi alma. Unos cuantos aplaudieron
la frase de la chica, hasta tres jóvenes que estaban con mochilas en un rincón
les conminaron a que se besaran “Que se besen, que se besen…” sin ningún pudor
y levantando las piernas por encima de sus cabezas le dio un beso a Marcelo que
lo pilló en cierto modo desprevenido.
Venga vamos que te acompaño,
déjame hacer una llamada no vaya a ser que me echen de menos en casa. Instantes
después, subían al coche y se dirigían a las oficinas de pompas fúnebres del
ayuntamiento. El encargado de personal no estaba, pero tomaron nota de su
requerimiento y le sellaron una copia. Carlota se quedó en el coche, la zona no
estaba despejada para poder aparcar el coche, cuando volvió Marcelo sonaba
música de los Dire Straits y Carlota jugaba en el asiento a tocar la guitarra
de Mark Knofler, Mony for Nothing era la canción y fuera Marcelo reía al verla,
ella no se había dado cuenta de que la observaba, así que de pronto, con los
nudillos, tocó fuerte en el cristal de la ventanilla, y ella se asustó. ¿Estás
tonto? ¡vaya susto que me has dado! que
tonto eres. Perdona mujer, no era mi intención, estabas con los ojos cerrados,
aunque me hubiera puesto delante del morro, no me habrías visto. ¿Bueno que,
todo arreglado amor? Si, todo arreglado, ahora a la aventura, es que me da
tanto miedo todo esto… si he de serte sincero, es demasiado bueno para que me
pase una cosa así. ¿El que? Pues que te hayas enamorado de una persona como yo
de este modo, que me ofrezcas un trabajo de estas características, todo. Si te entiendo,
pero estas cosas pasan, ¿porqué no a ti?
Sonrió se la quedó mirando y se
acercó a darle un beso, no tuvo que esforzarse mucho, a medio camino de este
corto recorrido dentro del coche, ella se le avanzó. Tenía dudas sobre si les
gustaría a sus padres y se lo dijo. No te vas a creer lo que te voy a decir.
Inténtalo. A mi padre hace dos meses que no lo veo, y a mi madre por lo menos
un mes, imagínate que clase de vida llevamos en casa, nos “vemos” por teléfono.
Con los dedos de ambas manos hizo un signo de interrogación cuando dijo nos
vemos. Joder que chungo ¿no? Va, ya estoy acostumbrada a esta clase de vida.
Tengo otro hermano, pero está en Ibiza en la casa que tienen allí mis padres,
es un pobre drogata que vive de una pensión que le pasan mis padres cada mes,
está hecho polvo, un día de estos, cuando mis padres vayan allí, se encontrarán
con la casa vacía, Francisco Javier es capaz de venderse a su madre para
mantener sus vicios, es una auténtica pena, ha intentado cien veces que mis
padres le dieran la parte de su herencia, mi padre dice que ni hablar que
cuando llegue el momento ya decidirá que hace. Chica lo siento, debes quererlo
mucho. Si mucho, es menor que yo, he procurado protegerlo cuanto he podido,
pero ha sido en vano. Hace dos años fui a visitarlo, si lo hubieras visto, se
te cae el alma a los pies, en aquella casa inmensa, desnudo casi todo el día,
hasta a la muchacha del servicio le cuesta trabajar en esas circunstancias,
menos mal que es una bellísima persona y lo soporta, en el fondo le da lástima,
ha estado trabajando en geriátricos y sabe lo que es tratar con personas
delicadas, es un enfermo.
Puso en marcha el Mercedes y
salieron dirección a casa de Marcelo. ¿Quieres subir a mi casa? Claro porqué
no? Es un piso humilde, vivo con mi madre que es una gran persona, no para de
trabajar, siempre está limpiando, limpia que te limpia, no para nunca, yo creo
que es una especie de obsesión, lo tiene todo hecho un pincel. Me la imagino,
lo que les falta a unas les sobra a otras. ¿Lo dices por tu madre? Pues sí, la
sirvienta le tiene que recoger hasta las bragas cada día. Ella dice que para
eso se les paga, es lamentable. Les costaba encontrar aparcamiento, ese coche
no era fácil de aparcar en cuanto a espacio se refiere, así que se acercaron a
un parking casi llegando a la avenida Paralelo. Al salir del coche la cogió por
la cintura, ella lo miró y sonrió, así salieron a la calle, agarrados, pegados
como si fueran una sola persona, hasta daban los mismos pasos, él no podía
andar como cualquier otra persona, de forma, que iban completamente
acompasados, a pesar de que el paso de ella, era más corto.
Cuando abrió la puerta del piso,
Marcelo entró primero, no fuera caso que su madre se asustara si veía a otra
persona. ¡Mamá hola! Hola hijo –se oyó desde el fondo del largo pasillo-,
quiero presentarte a alguien. La mujer estaba como casi siempre, repasando unos
cristales que ya estaban limpios. Esta chica es Carlota. Carlota esta señora es
mi madre, Carmen. Encantada de conocerla señora, su hijo me ha hablado de
usted, de hecho esperaba que estuviera limpiando, es lo que dice que hace
continuamente. ¡Que listo mi hijo! encantada de conocerte, ya era hora de que
entrara una mujer en esta casa, es la primera que lo hace. Mamá… ¿Es mentira
acaso? pues calla la boca –le dijo con cariño-. Ya me callo. Eso es, ¿de donde
eres Carlota? Soy de aquí, bueno, de las afueras de Barcelona, vivo en Lloret
de mar, en casa de mis padres. Que pena chica que los hijos no se puedan
independizar, Marcelo podría vivir solo, pero dice que no me quiere dejar vivir
sola, que en cualquier momento le puedo necesitar. Entre tú y yo, -bajando la
voz como si Marcelo no lo oyera- es un chico muy retraído, es como te diría…
tiene complejos vamos. Mamá esto no es cierto. Mujer, el que tenga complejos no
significa que no se pueda relacionar con los demás de modo normal. ¿Lo ves? no
siempre tienes razón. Señora Carmen, su hijo y yo hemos comenzado una relación.
La mujer se quedó petrificada, lo
primero que hizo, fue establecer comparaciones entre los dos. Pensó… Pero si
estos dos no pegan ni con cola. Lo cierto es que has dado con un buen chico, no
voy a ensalzar sus virtudes porque, si continuáis juntos, las descubrirás poco
a poco, no es perfecto claro está, pero ¿quién lo es? Es verdad, pero le diré
algo, algunas de sus virtudes ya las he visto, y son muy buenas. A Carmelo se
le subieron los colores. Bueno mamá tengo que decirte algo más, veras, me he
despedido del trabajo. ¿Y eso porqué? Pues porque Carlota me ha ofrecido
trabajar con ella y con su padre, tienen un negocio de coches y barcos, me han
contratado, seguramente ganaré más que en el cementerio, no sé cuanto, es un
asunto que debemos discutir todavía. Bueno –intervino Carlota-, de hecho ya
está establecido, ganarás dos mil euros, más las dietas cuando te tengas que
desplazar, y las comisiones proporcionales por cada venta de coche o de barco,
¿te parece bien? Ese sueldo es fantástico ¿verdad mamá? Caramba chico, vas a
ser todo un potentado ¿qué harás con tanto dinero? Procurar ahorrar mamá, y
ayudarte un poco más, que pasas apuros con la pensión de papá. Ya me ayudas
suficiente, tú este dinerito que ganes, lo vas metiendo en el banco, ya ves que
nos hace falta poca cosa para vivir, has de pensar en tu futuro hijo, que las
cosas van a peor, hazme caso.
Eres muy guapa Carlota, espero
que todo en adelante, os vaya muy bien, te veo una buena persona, quiérelo se
lo merece, tiene mucho que dar. Procuraré cumplir sus deseos señora Carmen. No
me llames señora, ya me puedes tutear, al fin y al cabo nos llevamos pocos años
–rió Carmen y le siguió Carlota-. Me encanta su sentido del humor Carmen,
quiero decir tú sentido del humor. Bueno, espero que os quedéis a comer, no
queréis dejar a esta pobre vieja comerse sola el pollo que he asado, eso sí la
guarnición la decidís vosotros, que hoy los jóvenes coméis muy raro. No lo
dirás por mí mamá, yo me lo como todo, cocinas de primera. Pues mientras ayudas
a tú madre yo salgo un momento. ¿Adonde vas? Hoye que ya soy mayorcita ¿vale?,
vengo en un momento. Salió a la calle y camino cien metros hasta una pequeña
joyería en el cruce de Parlamento, habían subido por allí desde el parking y
había visto el aparador de reojo. Entró y le dijo al dueño, que le enseñara los
zarcillos de oro que tenía en el escaparate, el hombre vio el Cartier de oro
que llevaba en la muñeca y se entusiasmó. Venta segura se dijo para sí. Escogió
unos zarcillos muy bonitos. ¿Cree usted que le gustarán a mi madre? hacen de
persona un poco mayor ¿verdad? Su elección es perfecta señorita, le encantarán
seguro. Los envolvió para regalo y salió de la relojería en dirección de la
casa de Carmen. Caramba pues si que has sido rápida. Ya te lo he dicho. A la
hora del café… Permítame Carmen, esto es para ti, un regalo de parte de los dos.
Que tontos sois, ¿Por qué no
guardáis el dinero? a mí no me hace falta nada. Ábralo. Eso ábrelo ya mujer.
Desenvolvió la cajita de nácar, la cajita valía un dinero, era la última que le
quedaba al joyero, Carlota tuvo que regatearle un poco. Cuando la abrió se
quedó sorprendida. ¡Que bonitos…! siempre había deseado tener unos así, un poco
más grandes que los que llevo, ¡como pesan! Nos alegramos que te gusten Carmen, anda póntelos a ver como te quedan.
Le costó bastante quitarse los que llevaba, ¿cuánto hacía que colgaban de sus
orejas? Va, había perdido la cuenta, desde que murió Ángel su marido ya no se
los había quitado nunca, bueno sí, una vez que estuvo de vacaciones con los del
I.N.S.E.R.S.O en Benidorm, iba acompañada con su amiga del primero, Juanita, la
viuda alegre, hay que ver que mujer esta, se pasó parte de cinco noches en la
entrada del hotel esperando que salieran los
hombres a los que invitaba a su habitación ¡que horror! Lo cierto es que
los pendientes nuevos le quedaban de cine, Carlota detrás de ella estuvo
mirándose en el espejo del recibidor, con un cambio de peinado parecería otra
-se dijo a si misma-.
Comieron todo el guiso de pollo
que hizo Carmen, Marcelo parecía que viniera de la guerra, ¡como atacaba el
cuarto de pollo que le tocó! Carlota se reía mirándolo, no mires tanto que como
así por culpa tuya. Carmen los observaba desde el extremo de la mesa feliz,
feliz de ver a su hijo dichoso por primera vez, estaba muy cambiado. En los
días siguientes, después del trabajo, se dedicó a estudiar el manual de
tráfico, y a hacer fichas con las respuestas que le pondrían en el examen,
Manolo estaba de muy mal humor al saber que se marchaba, le puso mil y un
inconvenientes a cambiar de trabajo, le dijo incluso, que él creía que le
estaban engañando, que se estaban aprovechando de él. Esa afirmación, hizo que
Marcelo discutiera con él, le pidió que retirara lo que había dicho, al final
todo quedó en un abrazo. Imagínate a quién me pondrán ahora de ayudante tío,
esto es de locos, no quiero ni pensar en otro sentado a mi lado en el cacharro
este –iban de bajada de un entierro a recoger a otro difunto hasta su última
morada-. Ese día cuando plegó del trabajo, estaba esperándolo Carlota con su
coche en la recepción. Te presento a mi prometida, Carlota, este es mi
compañero Manolo una gran persona que me ha ayudado mucho en estos años que he
estado aquí. Mucho gusto señorita, buen carro que me lleva ¿he?, vaya una
máquina, ¿te imaginas Marcelo que acompañáramos a la gente a los entierros
subidos en este trasto? se rió de su propia broma, se levantó la puerta del
Mercedes y se quedó parado, ¡vaya tela…! Este es el coche que anuncia el
campeón del mundo Shumaker, observó sin ningún disimulo los muslos de Carlota
apenas cubiertos por una mini falda de cuero. Señorita, ¿qué es lo que ha visto
usted en este mendrugo? Un gran corazón –contestó ella-, tan grande, que no le
cabe en el pecho. Ve usted, eso no se lo discuto, es muy buena gente, es
bastante especial. Tiene usted razón.
Subieron al coche y se marcharon
bastante rápido. ¿Porqué corres así aquí? Es que me dan grima los cementerios
Marcelo, no lo puedo evitar, si puedo evito cualquier entierro que haya, voy a
casa de la gente, les doy el pésame, si hace falta voy a la iglesia, pero los
cementerios… ha pues aquí se está muy bien, tranquilito entre las tumbas, a los
muertos no les parece mal que pasees por en medio de las calles y tumbas. Por
favor déjalo ya que me pongo nerviosa, enfilaron la Gran Vía de las Corts
Catalanas por el lateral, subieron por una pequeña calle que daba a San
Fructuoso y buscaron aparcamiento, Carlota llevaba debajo del brazo unas
carpetas con documentos y entraron en una gestoría. Recuerda este lugar, porque
más de una vez tendrás que venir tú aquí. Vale. Preguntó por el señor Martos y
los hicieron pasar a una oficina interna, allí estuvo entregándole los
documentos y con unos pósits de color, el gestor fue poniéndolos en orden. Muy
bien, mañana mismo me pongo a tramitar todo esto, una cosa Carlota, ¿has leído
los mails que te mandé ayer por la mañana? No ¿porqué. Porque hay un par de
ventas que no veo muy claras, léelos y me dices algo, es decisión vuestra. De
acuerdo, gracias por todo Carlos. No hay porqué es mi trabajo. Vamos a comer y
después iremos a un piso que tenemos cerca de aquí. ¿Tenéis más pisos? Sí y
parkings y locales comerciales, desde siempre mi padre ha pensado, que es mejor
tener patrimonio que dinero contante y sonante, bueno algunas cosas las tenemos
en venta, a eso se le llama inversión y de eso, mi padre sabe un rato largo.
Vaya con el señor Salazar. Y vaya con la señorita Salazar ¿no?, soy yo la que
maneja estos asuntos, él solo firma los papeles. Pues vaya con la señorita
Salazar, cualquiera engaña a mi lobita.
Carlota se rió a gusto mientras él trataba de buscar debajo de la falda de
ella, alguna cosa que le fuera de interés. ¿Quieres dejarme conducir en paz?
Conduce, conduce si lo haces muy bien. Entraron en un parking y fueron a un
restaurante donde también la conocían, los condujeron a la mesa. Aquí en este
restaurante hacen mucha cocina romana, de la antigua Roma me refiero, el chef
es un genio, cocina un cordero con miel y frutos secos que cortan la
respiración. ¿Eso es lo que vas a pedir? Si, sin ninguna duda, me apunto.
Copión. Ya verás cuando salgamos de aquí y vayamos a ver este piso que dices…
ya te contaré yo eso de copión.
Quizás fue la comida o algún
elixir secreto, pero cuando estaban subiendo por el ascensor hacia el ático ya
estaban desnudándose, ella le mordía en las orejas, él en el hombro, el ligerísimo
tanga de seda que llevaba quedó hecho trizas, y él se quedó sin un botón en la
camisa. Solo había dos pisos en aquel rellano, los dos eran de los Salazar, así
que cuando abrió la puerta y desconectó la alarma, los dos comenzaron como dos
locos a terminar lo que ya habían comenzado en el ascensor, ese ascensor los
llevaba a su cielo, subieron al cielo, en dos ocasiones, con una fiereza
incontrolable. ¿Qué coño nos ha puesto en la comida tu amigo? Nada hombre que
nos va a poner, lo que pasa es que a veces el cuerpo tiene reacciones extrañas
a diferentes condimentos pero de ponernos… seguro que no nos ha puesto nada,
esto son las feromonas, seguro. Después ella se sirvió una tónica fría con
licor de menta, él la imitó, Carlota sabía combinar comidas y bebidas, tomar
cócteles a determinadas horas, llevaba una vida de categoría y de lujos, de
manera que estaba acostumbrada por sistema, a hacer todo aquello con absoluta
normalidad. El ático era precioso, no extremadamente grande, pero tenía todas
las comodidades que uno pudiera desear, en la terraza, todo un catálogo de
plantas y arbustos repartidos por toda la superficie de la misma, le daba un
aspecto alegre a aquel piso, y de privacidad. Toldos que se manejaban de forma
automática, cubrían las partes donde estaban los muebles de teka de exterior,
mesa, sillas, tumbonas, y hasta una pequeña fuente de piedra que estaba
desconectada, deberían dar a los ocupantes del piso, una relajación y alegría a
la vez, más allá de toda duda.
Salieron a la terraza y se sentaron
en las amplias tumbonas, Carlota con el mando, hizo correr el toldo hasta
cubrirles la cara, el sol ya caía, comenzaba a ser molesto, se levantó hacia el
interior y salió con unas gafas de sol puestas. ¡Que bonita estás con las
gafas! Claro, y porque voy enseñando el culo gracias a ti. Va no te quejes
mujer, que la falda tampoco te ayudaría acostada en la tumbona, mírala, toda
despanzurrada. Se bajo las gafas para mirar por encima de ellas. ¿A que te la
ganas? Venga, castígame, aquí estoy para sufrir el castigo que me quieras
imponer –se quedó con los brazos en cruz-. Jajajaja… mira que eres payaso
Marcelo, te quiero, no me acuerdo de cuando fue la última vez que reí, pero de
estos días no me olvidaré jamás.
¿Sabes porqué te he traído aquí?
–preguntó sin moverse de sitio, sin mover, casi ningún músculo-. No, pero
seguro que esta diosa que tengo a mi lado, me lo dirá. Quiero que tu madre y tú
os vengáis a vivir aquí, que tengáis este piso para vosotros, tú madre lo
agradecería mucho, estáis muy cerca del vuestro, -para entonces, Marcelo ya se
había incorporado y estaba sentado descalzo sobre la tumbona, con las piernas
flexionadas, sujetándoselas con los brazos, con cara de sorpresa, de asombro-.
Pero… no podemos pagar un piso así, sería imposible. ¿Porqué?, -se incorporó y
se quedó sentada- todavía no te he dicho las condiciones, no hemos hablado de
nada al respecto, me gusta que me dejen terminar mis razonamientos. Vale, vale,
habla. Tu madre lo merece, y tú, aquí tenéis espacio, todo es nuevo, es un buen
vecindario, hay ascensor y montacargas, lo tiene todo, y no tendrías que abonar
ni un céntimo por él, salvo pagar las escrituras de cambio de nombre, que nadie
te va a reclamar que pagues de forma inmediata. A cambio, yo me quedo con el
vuestro, lo escrituro a mi nombre y luego, cuando sea oportuno, lo vendo.
Carlota, este no tiene comparación, es mucho más caro… No siempre es lo más
importante el valor del dinero, si supieras la de veces que he hecho
operaciones parecidas con coches y barcos, te quedarías pasmado, y nunca he
perdido ni un duro. Pero quiero que este piso sea vuestro, mira levanta, -lo
llevo a un extremo de la terraza-, desde aquí se ve el mercado de San Antonio,
estamos en la avenida Mistral, y no me digas, que no es una zona muchísimo más
tranquila que donde vivís vosotros. Te va a costar dios y ayuda, convencer a mi
madre, por mi parte de fábula, pero el apego que ella le tiene a su pisito… Si,
pero ¿has visto como se ha quitado los zarcillos que le regaló tú padre en su
día, y se ha puesto los nuevos? Si, pero no es lo mismo. Es exactamente igual,
con los años, las personas aprendemos a desprendernos de recuerdos, de cosas a
las que le teníamos mucho cariño, para ir sustituyéndolas por otras de nuevas,
tú madre no es diferente, quiero decir, que no es una excepción a la regla.
Fue costoso convencerla, aceptó a
regañadientes, lo hacía por su hijo, si por ella hubiera sido, habría terminado
sus días entre aquellos estrechos pasillos de su casa. Cuando Marcelo quedó
libre de su trabajo, fue el momento de hacer la mudanza, aunque Carlota se
ocupó de alquilar a una empresa para que realizaran el cambio. No hubo que
transportar muebles salvo una mecedora antigua, una cómoda, y cuatro cosas más
que formaban parte de la vida de Carmen y que no quiso renunciar a llevarse, lo
mismo que fotografías antiguas de la pareja, cuando todavía su marido estaba
vivo, y una foto en color sepia de sus abuelos, enmarcada en un costoso marco
de madera hecho a mano, no tenía fotos de nietos, ni de cualquier otra familia,
estaban solos en el mundo. Había otra familia esparcida por ni se sabe donde,
pero hacía años que no sabía nada de ellos, seguramente pensaron que ya estaba
muerta, ves tú a saber.
Con todos los documentos en
regla, cuando salieron del notario, se fueron a comer para celebrarlo, Carmen
dijo no tener apetito, pero a medida que fueron pasando las horas, su estado de
ánimo fue cambiando, iban por la autopista, camino de Bellaterra, a una masía
que Carlota conocía donde se comía muy
bien, nada de requisitos, cocina de mercado, seguro que le gustaría.
Ya de nuevo en su nueva casa,
Carmen se quedó mirando su habitación, era muy grande, como grande era la cama
de 150 por 200, ¿se puede saber cómo voy a dormir aquí? ¿Qué te falta espacio?
Calla tonto, yo estoy acostumbrada a la mía de 110. Coño quéjate si fuera más
pequeña ¿pero por grande? Cómo vuelvas a soltar un taco en mi presencia, te
pego un guantazo que haces palmas con las orejas ¿te enteras…? Que si mamá,
pero es que me los haces decir, leches, ¡cuantos quisieran tener una cama como
esta! Pues los que sean, pero a mí me sobra cama por todas partes. Ya verás
como te acostumbras, tú primero prueba dormir en ella mañana me dices que tal.
No es que no le gustara la casa
nueva, pero acostumbrada a vivir en su pisito todo se le hacía grande, desde la
habitación a los dos cuartos de baño completos, desde el salón a la inmensa
cocina, con un gran obrador en el centro. Los pasillos ¡que barbaridad…! todo
era demasiado grande para su gusto, tenía que cogerle el tranquillo a todas las
puertas y accesos, al vestidor de su habitación, que era de por sí una
habitación con una puerta a cada extremo, hasta la habitación de la lavadora
secadora, caldera de gas, en fin, cualquier cosa que se le dijera en aquel momento
habría resultado infructuosa. ¿Has visto que habitación más hermosa para lavar
la ropa y arreglarla? –ella, contestó- Va ¿para qué tanto?, ya sabes que esto
lo hacía encima de la mesa del comedor y me sobraba espacio, además lo tenía
todo más a mano. Tuvo que ser Carlota, la que a base de paciencia y ha menudo
siguiéndole el juego, la que le hizo ver poco a poco las ventajas que tenía la
casa, también la tuvo que convencer, para que viniera una señora tres veces en
semana, tres horas cada vez, para ayudarla a limpiarlo todo.
Entre tanto, Marcelo ya tenía el carné, le permitía llevar coches,
motos, y camiones de pequeño tonelaje, Carlota pensó que le sería útil para la
labor que llevaría a cabo en la empresa. Le presentó a Lina, la chica que
estaba al cargo de la oficina en la calle Valencia, en el rótulo del local se
leía SACASA, cuando Marcelo le preguntó que significaba este nombre, ella le
dijo. SA de Salazar, CA de Carlota y SA de Sociedad Anónima. Eso significa su
casa en mallorquín ¿verdad? Si, así es, tenemos negocios en Palma, a mi padre
se le ocurrió este nombre porque tiene gancho ¿no crees? Si por supuesto,
además, el hecho de que esté reflejado tu nombre ahí, me complace mucho, tuvo
muy buena idea. Aunque ahora, está comenzando un poco de crisis, nosotros casi
no lo notamos pero algo sí. Los clientes de siempre, siguen viniendo y corren
la voz por los servicios que damos, hacemos mantenimiento de los barcos e
incluso nos encargamos de transportarlos allá donde quieran, la semana pasada
llevamos un barco de 30 metros a Holanda, el cliente pasará allí todo un año,
quiere tener el barco allí, tiene muchos millones, forma parte del consejo de
administración de un banco. Vaya, veo que me enfrento a todo un desafío
teniendo que tratar con esta gente. No te preocupes, ya verás como te
acostumbras, sería bueno si te queda algo de tiempo que aprendieras algo de
ingles, es necesario para nuestro oficio. Bueno… se me ponen los pelos de punta
con solo pensarlo, pero si hay que hacerlo se hace, se me da bien estudiar. Si
es que es más listo mi niño… Bueno, espera primero los resultados, luego me lo
dices.
Puede parecer exagerado, pero al
final, el piso de Carmen se vendió a un precio bastante superior al que
esperaban, sacaron por él 82.000 euros, no estaba nada mal para un piso de
estas características. Marcelo habló con Carlota, y estuvieron de acuerdo en no
hablar del asunto con su madre, más que nada, para que esta noticia no le diera
por un golpe de nostalgia y se les derrumbara, la mujer estaba haciendo esfuerzos,
por acostumbrarse a las nuevas circunstancias. En cuanto comenzó el verano,
comenzó la actividad en serio para Carmelo, no paraba ni un solo instante, ha
menudo tenía que comer cualquier cosa fuera de casa, y volver al trabajo. A
mediados de agosto, en mitad de la Gran Vía, esperando a que se pusiera verde
el semáforo para los conductores, se quedó allí parado, los coches que le
precedían comenzaron a hacer sonar las bocinas, algunos lo adelantaron y lo
insultaron, lo propio del calor del verano, cuando las neuronas andan más
alborotadas por el calor y seguro que,
algunos no podían tener vacaciones por diferentes motivos. Sus familias en la
playa, en el camping o el apartamento, y ellos, pobres, currando como locos, en
medio de aquella vorágine de cemento y polución. Se quedó parado porque comenzó
a pensar en el cementerio, en la paz que reinaba allí, en el silencio, en el
trabajo, junto a su compañero Manolo, allí nadie le metía prisa, los muertos
saben que van a ser enterrados, son los que menos prisa tienen de todos y los
familiares, siguen la procesión y los protocolos, porque debe de ser así.
Cierto, ganaba poco, pero suficiente, para mantenerse junto a su madre, en el
piso de la calle Conde de Borrell, nada comparado a lo que tenía, eso es verdad,
que piso, que coche le proporcionó Carlota, un Audi A 3 casi nuevo, no podía
quejarse, los sueldos están a la par de las responsabilidades, pero Marcelo
comenzaba a tener muchas.
Fueron a pasar un par de días a
la casa de Carlota en LLoret de mar, ya estaba algo familiarizado con la casa,
había ido alguna que otra vez con ella. Desde que llegaron sin embargo el
teléfono no dejó de sonar, y a veces hasta el fijo y el móvil al mismo tiempo,
así que tenía que dejar a alguien en espera. ¡Vaya dos días de asueto, vaya
mierda! No hables así hombre… la gente no sabe lo que estamos haciendo, los
clientes, creen que tienen el derecho, de que estés a su servicio las
veinticuatro horas del día, para eso pagan lo que les decimos, no rechistan,
ingresan el dinero y punto. No faltaría más que les dijéramos, que no podemos
atenderlos más que determinados días, a determinadas horas, nos cargaríamos el
negocio en dos telediarios.
Marcelo no contestó, se limito a
escucharla, ¡estaba tan guapa cuando discutía consigo misma! En el fondo, a
ella le jodía mucho esta situación, era evidente por la cara que puso cuando
dio esta explicación a Marcelo, y todo, por haberle dicho que habían pasado una mierda de fin de semana, cosa que
era cierta, pues hasta estando en la cama retozando, había tenido que
interrumpir la fiesta, para descolgar el teléfono, y atender a alguien, que
seguro que se estaba rascando los huevos en alguna cala, o en algún hotel de
lujo de ves a saber tú donde. Pero el trabajo era el trabajo, ante todo y sobre
todo. Mientras, Marcelo, tenía más nostalgia de su antiguo trabajo, se iba
apoderando de él, era como una voz, que le recordaba continuamente que él no
estaba hecho para aquel tragín. En esos
momentos, habría aceptado cualquier otro trabajo, sin embargo, temía
perder a Carlota a quién tanto debía, no solo él, si no a través de él su
madre, Carmen que ya estaba adaptada a aquel piso fantástico. Se comenzó a
preguntar si no había vendido su alma al diablo, si no se había comprometido
demasiado, si no estaba tratando de alcanzar algo que estaba fuera de su
alcance.
A menudo, cuando una persona
trata de alcanzar la felicidad, se da cuenta en un momento u otro de su vida,
que ese no es el camino, o termina por
concluir, que la felicidad es una utopía. Lo que es muy sencillo para unos, lo
que los lleva al conformismo, los hace felices, se contentan con su status quo,
no merece la pena afanarse nada más, que por aquello que ya han logrado, y que
no desean perder. Carlota se dio cuenta casi de inmediato de las inquietudes de
Marcelo, no esperó demasiado para hablar con él del asunto, algunas de las
tareas que se le encomendaban, se le olvidaban, de pronto, pareció como si se
hubiera desenchufado del impulso que lo
movía a hacer las cosas. ¿Quieres que hablemos? ¿De que tenemos que hablar?
todo está bien Cariño mío, no me pasa nada. Eso le salió de forma espontánea,
ese “no me pasa nada” evidenciaba que sí le pasaba algo, y ella tenía cierto
derecho a saberlo. Algo debe de pasarte, te noto un poco cambiado, cuéntamelo.
¿Qué le iba a decir, que quería volver a su antiguo empleo si podía? eso estaba
fuera de lugar, sin embargo es lo que le inquietaba. No te gusta el trabajo que
haces, me doy cuenta y me entristece a la vez, quiero lo mejor para vosotros
dos, os merecéis ser más felices de lo que habéis sido hasta ahora. ¿Más felices,
de qué hablas Carlota, porqué debería ser más feliz ahora que antes, por ganar
más dinero, crees que no me doy cuenta, que cada mes ingresas cantidades que no
merezco en mi cuenta?, el dinero me importa una mierda. Estoy aquí, ahora,
porque me importas tú, porque te quiero con toda mi alma, por lo menos… nunca
he querido a nadie así. Ya, lo comprendo, yo también te quiero amor, si no eres
feliz con este trabajo no te apures, buscaremos otro que te complazca, que te
llene. No sé Carlota, ahora mismo, estoy muy confundido, no podría decirte que
es lo que de veras quiero, me doy cuenta que he estado llevando una vida… ¿cuál
sería la palabra…? no la encuentro ahora mismo, no soy demasiado listo sabes.
No digas eso, el hecho de que hagas estas reflexiones, demuestra que eres más
listo de lo que muchos pretenden ser, solo hay que orientar bien esta…diría
antena, como las que se instalan para los televisores, para encontrar la señal
idónea. ¿Tú crees? Seguro, cuando salí del instituto, mis padres tenían la seguridad
que me inscribiría en alguna universidad, yo decidí que no, hubo un revuelo en
casa de mucho cuidado, pero yo tenía claro que, sin una carrera universitaria
me podría labrar un futuro propio, no el que ellos decidieran. Y aquí me
tienes, llevando casi todo el negocio, y siendo un socio más de esta empresa.
Marcelo escuchaba con atención,
si alguna cosa había aprendido de sus progenitores, era que cualquier persona
le podía enseñar cosas, solo necesitaba, estar atento a lo que decían los
demás. Escuchar es la palabra, porque oír puede oír todo el mundo, pero
escuchar, eso es, para sacar conclusiones, deducir, aplicar, eso es lo difícil.
Quizás era la hora de tratar de combinar lo que había aprendido, con sus
propias cualidades, sus posibilidades. No sé, ¿tú que sugieres? Tengo un amigo
que tiene una empresa de escuela de buceo, podrías tratar de trabajar con él,
es un tío genial y seguro que me diría que sí. No porque yo te enchufara, si no
vales te lo dirá al cabo de poco, hacen mil y una actividades relacionadas con
el tema, limpian fondos marinos, enseñan a bucear a personas que desean
aprender… no sé, muchas cosas, yo no estoy al tanto de todo cuanto hacen, solo
sé que nos compran barcos y los acondicionan para determinadas actividades,
incluso hacen pequeños cruceros en barcos de vela para turistas en barcos de
vela. ¡Que curioso! había oído hablar de esto, pero no quiero separarme de ti,
y quizás esto me alejaría un poco, no puedo pasar sin verte. ¡Que va hombre!
Cuando tú no puedas venir por determinado trabajo, yo voy a verte, ¡será que no
tengo barcos a mi disposición para esto! ¿De veras te parece que podría encajar
en esta tarea? Por probar no se pierde nada, mañana lo llamo, si te parece bien
y quedamos para vernos, dependiendo donde esté claro. Encargaron la comida a un
restaurante, y comieron dentro de un barco, que vendrían a ver unos señores
vascos a las cinco de la tarde, Marcelo casi sin quererlo se había acostumbrado
al balanceo de los barcos dentro del puerto y fuera de él, navegando junto a
Carlota en aquellos barcos increíbles, después de la comida, se quedó dormido
en el sofá mientras Carlota, se dedicaba a revisar los pequeños detalles que a
menudo hacían que un barco se vendiera o no, repasaba los pomos de las puertas,
el mármol de la cocina, dispuso las toallas de los dos baños de forma
apropiada, los albornoces con el logo de la empresa bien plegados en su lugar.
Todo estaba dispuesto para recibir a los posibles compradores, las barandas
exteriores, cristales y demás fuera del barco se encargaba a una empresa que
trabajaba para ellos desde hacía ocho años, gente esforzada y responsable.
Del precio de la embarcación ya
se había discutido, de manera que solo quedaba, ver el barco y salir a probarlo
fuera de puerto. Carlota, sentada esperando la hora, leyendo un gran libro,
estaba más que tranquila, Marcelo despertó pero no se movió de su lugar, la
observó desde el sofá, le dio la impresión de haberla descubierto en ese
instante. Dios mío ¿qué hace usted en mi barco señorita?, a Carlota le
encantaban estas pequeñas salidas de Marcelo. No sé quien es usted… pero no me
provoque que soy muy peligroso y no soy responsable de mis actos ¿he? Donde va
con esa falda enseñándolo todo, ¡por favor mujer, tápese un poco que se le ve
todo… coño! Carlota no pudo evitar echarse a reír y correr a él echándosele
encima. ¿Llegamos en mal momento? si quieren volvemos dentro de un rato. No por
favor pasen, estábamos esperándolos, disculpen, solo estábamos jugando un poco,
ya sabe, a veces los mayores necesitamos ser un poco niños, él es Carmelo mi
prometido, ustedes son los señores Garástaga ¿cierto? Cierto, ella es mi esposa,
Idoia, mi nombre es Agosti. Encantados de conocerlos, aunque ya nos hayamos
visto por la spi cam, bien pues aquí lo tienen, una joya entre los barcos que
tenemos en la actualidad. Si que lo es, vaya que si lo es, que diferencia a ver
los videos que nos mandó, es una pasada, aunque
ya sabe que voy a tratar de regatearle el precio. Para todo es igual
este hombre mío, es un desvergonzado. No se preocupe señora, estamos
acostumbrados a hacer tratos a diario, si hace falta echaremos un pulso, y
quién lo gane se lleva el barco. Rieron los cuatro, y Agosti le cogió la mano a
Carlota ha manera de conforme.
Después de salir a probar el
barco, y quedar más que satisfecho, de las explicaciones que le diera Carlota
acerca de las características del motor y del radar por satélite, pararon de
nuevo en el malecón y cerraron el trato en las oficinas del centro de
Barcelona. La operación, terminó con unos beneficios netos de veinticinco mil
euros, no estaba mal para ser solo intermediarios. Marcelo sin embargo,
comprobó que a Carlota no le cambiaba el rostro tener a voz de pronto tanto
dinero en la mano, estaba acostumbrada a él, a hacer operaciones incluso de más
nivel que aquella. Hasta cierto punto se sorprendió, se lo hizo saber y ella le
contestó sin dudar… Cielo mío, si el dinero solucionara algo… pero no es el
caso, lo más importante es tener inteligencia para usarlo, no dejar que el
dinero te utilice a ti. Eres la hostia Carlota, deberías ser filósofa, eres
aguda del copón. Cuando naces teniéndolo todo, es sencillo sacar esta
conclusión, en sentido contrario, he visto a gente que a arruinado su vida,
porque simplemente, les ha tocado un décimo de lotería, si eres sencillo por
naturaleza, y procuras salvaguardar esto como si fuera un tesoro, lo tienes
todo. Hace decenas de miles de años atrás caminábamos a cuatro patas, desde que
nos erguimos sobre nuestras piernas, hemos ido de mal en peor, nos convertimos
en animales políticos, egoístas, recelosos de todo cuanto nos rodea que no
huela como nosotros queremos, en definitiva… nuestra perdición.
¡Que gran argumento el de
Carlota! Una persona estable donde las haya, cabría decir que tiene un corazón
puro, que ya es decir, que raro, jamás me ha hablado de antiguas experiencias
con otros hombres, seguro que las ha tenido, y también que no ha sido una sola,
pero no me ha contado jamás nada de su vida pasada, ¿sería apropiado que le
preguntara? Ahí quedó el tema aparcado para más adelante, ahora de forma más o
menos inmediata, lo que tenía en mente Marcelo, era ir a ver el posible nuevo
trabajo, que, mediante Carlota podía llevar a cabo. El lunes por la mañana, he
quedado con Alonso, para ir a visitarlo al puerto de Palamós, estará fondeado
allí por espacio de una semana, ha de hacer algunas reparaciones y ajustes al
barco que tiene. Perfecto, entonces te tomas un día de fiesta. Más o menos,
Lina vendrá desde Barcelona a casa, ha terminar de preparar documentaciones
para la otra semana. Muy bien, parece buena chica Lina. Si que lo es, y
diligente en el trabajo, todavía es la primera vez que me ha dado una negativa,
para hacer cualquier cosa dentro de la empresa, no se le resiste nada, y lo que
no sabe va y lo pregunta, es una joya esta chica, el lunes cerramos la oficina
de Barcelona, de manera que ese día ella tiene fiesta, pero le pides algo extra
y no sabe decir que no, a estas personas hay que pagarlas muy bien, se
encuentran con los dedos de una mano. Tienes razón, ojalá pueda ser algún día
tan útil para alguien como lo es ella. Ya lo eres cariño, para mí eres
indispensable, desde que te conocí en el cementerio, algo en mi interior me
dijo que eras una persona excepcional, ¡y vaya si acerté! eres sensible, amable,
sincero, y sobre todo, una persona honrada, no se puede pedir más de nadie. Me
adulas demasiado, creo que el asunto está en que no has conocido a muchos
hombres, este es mi punto de vista claro, si tuviera tantas cualidades, es
probable, que ni siquiera te hubieras fijado en mí. Hay mucha gente por ahí,
que son mucho mejores que yo, todo depende, de lo que queremos ver en los
demás, me sucede a menudo que, dependiendo del humor que tengo, tengo diferente
interés a ver como es determinada persona. También puede influir, es cierto,
pero desde que te conozco Marcelo, nunca me has dado motivos para verte de
diferente modo, a como lo hago ahora, y
mira que a veces, tendría motivos para tener ese sentimiento del que tú hablas,
el trabajo no siempre es fácil.
Entre tanto llegaron a Palamós,
en el puerto buscaron el barco de Alonso, un hombre de unos cuarenta años con
aspecto atlético y alto, con el cabello entrecano, vestía un pantalón de
algodón, náuticas y sudadera azul marino con el logo de la empresa. Desde algo
lejos, Carlota lo llamó, él saludó con la mano en alto enguantada con guantes
de piel de vaca, tenía en la mano un bote de pulimento y un paño. No tendría
que recibirte ladrona, solo me llamas cuando te interesa, ¡como te aprovechas
de mí…! Pues anda que tú… anda déjalo correr que no tengo ganas de discutir.
Los dos sonrieron, Alonso los invitó a subir a bordo y le dio un beso en los
labios a Carlota. No mires así hombre –Carlota miró de reojo a Marcelo-, desde
que nos conocemos nos saludamos así, es para que tome un poco más de interés
por las cosas ese villano. Vaya por dios… ahora he pasado de ser héroe a
villano, en solo un par de segundos ¡eres imposible Carlota! Del interior del
barco, salió una chica que no tendría más de veinte y pocos, vestida con solo
un suéter de lana grueso que le llegaba hasta medio muslo, hermosa y rubia,
descalza, aparentaba ser una de esas diosas bajadas de su pedestal y llegada
como por ensalmo al siglo veintiuno. Alonso no se preocupó por presentarlos, la
chica, con su dorada melena lacia al viento, pasó por su lado y esbozó una
sonrisa a los visitantes. Vístete y ve a desayunar al puerto, debo atender un
asunto con estos amigos. Caramba Alonso, sigues siendo un don Juan, no se puede
decir que pierdas el tiempo, maldito pirata… no has cambiado nada. Alonso la
miró con cara de víctima, y se encogió de hombros. ¿Qué quieres que le haga?
cosas que pasan, sabes bien que las mujeres me pueden, hacen de mí lo que
quieren –dicho esto rió-. Eres un ladrón de almas, como siempre, algún día
tendrás un disgusto gordo. Cuando esto suceda, bucearé a pulmón libre hacia las
profundidades y nadie sabrá más de mí, pero de momento como dice Sabina, “el
árbol del que se hará mi ataúd no está siquiera plantado”. ¡Vaya un poeta
canalla que eres! Se sentaron bajo el toldo de la embarcación en unas sillas de
lona, les ofreció algo para beber, los dos negaron con la cabeza. Pues yo, me
voy a tomar una copa de Borgoña que tengo en la bodega. Si es un Borgoña saca
dos copas, seguro que es un vino excelente. Excelente pero un poco mareado,
aquí los vinos no descansan en paz, siempre se mecen con las olas, pero debo
tenerlos para los turistas. Bien, así que Marcelo quiere probar suerte con el
mar, te advierto –dirigiéndose a él-, que no es moco de pavo ese trabajo, sobre
todo cuando estamos en temporada alta, y cuando es temporada baja, el trabajo
no disminuye mucho, hay que revisar y reparar los equipos de buceo y el
mantenimiento del barco, bueno a decir verdad de los dos barcos, el otro está
ahora en Canarias, lo lleva un empleado de mi plena confianza. La gente quiere
conocer el mar aunque no todos lo aprecian, ahí abajo también hay montañas y
praderas, tiene como en tierra firme sus propios reyes de la selva acuática,
depredadores, animales a los que hay que respetar, porque si les pierdes el
respeto estás listo, es su territorio, y no consienten que nadie venga a
molestarlos. Eso es lo primero que debes tener en cuenta, hay que temer al mar
y los animales que viven en él. Se llevó la copa de vino a los labios y paladeó
el oscuro néctar. Si estás dispuesto a hacer lo que te digo, serás bienvenido,
si no, te pegaré una patada en el trasero, y tendrás que buscarte otro lugar
adonde ir con tus miserias.
Alonso no tenía la menor
intención de ofenderlo, Marcelo encajó el toque que el marinero le dio con
atención y hasta con agradecimiento. Imagino que si no pongo a prueba mis
cualidades en este trabajo, jamás podré saber de lo que soy capaz de hacer. Eso
me gusta, sin embargo ten en cuenta, que esto no es un colegio, no me puedo
permitir estar a tu lado enseñándotelo todo a cada momento, yo digo las cosas
solo una vez, lo demás correrá de tu cuenta. Me parece bien, ¿cuándo puedo
comenzar? Cuando tú quieras, pero no te dilates en decidirte, el tiempo apremia,
aunque ahora veas que aparentemente no tenemos mucho trabajo, eso es solo
apariencia, aquí cuando no estamos en el mar, trabajamos en tierra, ¿tienes
carné de conducir? Sí, hace solo unos meses que lo conseguí, pero se me da bien
conducir, creo que eso está solucionado. Bien, pues esta semana próxima me
pasas los papeles para darte de alta y a currar, ha, solo una cosa más, este
trabajo exige absoluta discreción, ¿lo entiendes verdad? Claro, como no.
Comieron juntos los cuatro, la
muchacha rubia, se sentó a su lado, y no paró de hacerle carantoñas y besos
discretos. Oye Pola, tenemos toda la tarde y la noche para dedicarnos a
nosotros, para un rato guapa. En inglés estuvieron hablando Carlota y Pola, así
supo que era danesa y que se habían conocido en Ibiza el verano anterior.
Alonso estuvo desde entonces, por la labor de ayudarla a perfeccionar el
castellano, un tío gentil, así era Alonso, le enseñó a bucear con todo el
equipo de buceo, botellas de oxígeno y demás, esto lo hacía a cambio de sexo.
Alguna compensación tengo que tener ¿no te parece Carlota? en esta vida todo
tiene su precio, nos hacemos compañía y además follamos. Me cago en la leche,
no cambiarás nunca. Cierto, pero no hago daño a nadie, yo soy soltero, ella
también y además le gusta todo lo que hacemos juntos ¿qué mal hay en esto?
Ninguno es verdad, bueno supongo que si así los dos sois felices… que puñetas,
adelante. Brindo por eso Carlota, sabes que me interesa tu opinión. No me
fastidies hombre… ¿desde cuando, si hace una eternidad que no nos vemos…? Joder
esta mujer, ¿y eso que tiene que ver?, tengo muy buenos recuerdos de el tiempo
que estuvimos juntos, fue poco tiempo cierto, pero tuvimos una agenda apretada,
hablamos mucho entonces, personalmente, me ayudó a reflexionar sobre un montón
de cosas que he tratado de corregir en la vida. Bueno, pues me alegro de esto,
aunque dudo mucho que pusieras en práctica muchas de las sugerencias que te di.
Eso es otra cosa, el carácter de una persona es difícil de cambiar, pero te
aseguro que soy mejor de lo que era antes, por lo menos de manera sustancial,
eso es lo importante, cambiar, lo que se dice cambiar, es imposible y menos en
un carácter como el mío.
Carlota se dio cuenta que Pola
miraba a Marcelo, miraba su entrepierna y sus ojos a la vez, pudiera ser que le
estuviera mandando un mensaje, sin embargo, sabiendo que Alfonso era su
Cicerone particular se despreocupó, sabía hasta que punto podía contar con el
cariño que este le tenía. ¿Será guarra la tía esta? a lo tonto no hace más que
mirar a mi prometido. Pero en este mundo que vivimos, las promesas siempre
están a la venta, como el pescado en el mercado, vaya mierda, “te prometo…” es
la frase del día a día, y mira cuanta gente se olvida pronto de las promesas…
Bien Marcelo, te espero el lunes a las ocho de la mañana, te daré unas cuantas
instrucciones y te pondrás a trabajar en este barco conmigo. Perfecto, aquí
estaré, gracias por la oportunidad que me das Alfonso, es muy importante para
mí, creo que podré estar a la altura de lo que demandas de mí, y… Pola, estoy
prometido a Carlota, ella es mi vida, te agradecería que te mantuvieras a
distancia. Miró a Alfonso al decir esto, y este solo le dirigió una mirada de
asentimiento. Ella es así, los suecos tienen este carácter de querer
experimentarlo todo ¿sabes?, pero bien dicho, creen que los hombres, en el caso
de mujeres como ella, son juguetes a los que deben dar cuerda. Ya veo, el caso
es que a mi, ya me la da Carlota. El sol comenzaba a esconderse por poniente,
el mar adquiría tonos preciosos y los cuatro por un momento, dejaron de hablar
para observar como el mar poco a poco se lo engullía.
¿No crees que te has pasado un
poco con Pola? No, vale más pasarse que no llegar, además ella estaba
imperturbable ¿te has dado cuenta de eso? Si, parece que no iba con ella lo que
le has dicho. No hay mayor sordo, que el que no quiere oír, Carlota. Mientras
no te traiga problemas con Alfonso… El tiempo lo dirá, pero merece la pena
dejar las cosas claras con anticipación, sé perfectamente por su mirada que es
lo que quiere. Hay que ver, como somos las mujeres cuando algo nos interesa. Y
los hombres cariño, y los hombres también. Conozco a Alfonso, esa chavala solo
forma parte de una distracción más que tiene ahora, en cuanto se canse de ella,
ya verás como hace por manera por dejarla de nuevo en Ibiza, o en Pernambuco da
lo mismo. Está buena la tía, ella lo sabe, doy por hecho que se pavoneará
continuamente, y más ahora que sabe lo que pienso. Pues ya sabes… no hagas que
tenga que darte dos hostias para espabilarte. ¡Pero bueno…! no pienso
arrastrarme delante de nadie, tengo claro mis objetivos en la vida, cada vez
más, de manera más clara. Me alegra oírte decir esto. Carlota se acercó a él
desde el asiento del copiloto, se puso a la altura de su cara y le lamió la
oreja. Oye, que nos vamos a dar una leche, piensa que el coche es tuyo, y si te
lo siniestro, tendré que oírme cualquier cosa. El Mercedes iba como una seda
por la autopista, conducía con el limitador automático, a 130 kms, un coupé
hermoso, poderoso con un motor fiable y una mecánica impresionante. He pensado
que no tienes vehículo para ir al trabajo, de manera que te doy el coche, se
paga por leasing, es como pagar un alquiler por él, así yo tengo la oportunidad
de tener otro nuevo que he visto. No hay necesidad cariño, ya me buscaré la
vida. Sé que lo harás, de hecho, el que te hayas sincerado conmigo y hayas
decidido tener otro trabajo, demuestra que te buscas la vida, tu lugar en ella,
bravo por ti mi amor, pero deja que te ayude en esto, por favor.
El lunes por la mañana se
presentó a las ocho menos cuarto en el muelle, Alfonso estaba haciendo café
dentro del camarote, Pola no estaba, no había ni rastro de ella. ¿Qué tal, como
has pasado estos días? Muy bien, bueno ya conoces a Carlota, es una mujer
inquieta, siempre me tiene de acá para allá, a mi me gustaría estar un poco más
tranquilo, pero no hay forma de pararla, parece que esté enchufada a la
corriente. ¡Pues si la hubieras conocido con unos años menos…! siempre le decía
que no se puede vivir la vida de ese modo, era un terremoto, los amigos se
quedaban sorprendidos cuando salíamos juntos, los agotaba a todos, al final
también me agotaba a mí y ella continuaba la fiesta. Ja,ja,ja, te creo, pues
todavía es bastante así, como tú la describes. Alfonso miró por una de las
ventanas al exterior, llegaba una zodiac con Pola de pie, pilotando la barca
hinchable. Bueno, ya está de vuelta… No quiero ser indiscreto, pero ¿de donde
viene a estas horas? De bañarse mar adentro, le gusta coger la lancha y bañarse
desnuda, aquí no lo podría hacer, no porque la miraran, aquí hay zonas
nudistas, solo que le gusta nadar y nadar hasta la extenuación, no creas, es
una excelente nadadora, ya verás, luego, dentro de un par de horas, se sienta
en la cubierta a hacer meditación y se tira así hasta la hora de comer, ¿qué te
parece?, a veces pienso que es más rara que una jirafa carnívora. ¿No te
preocupas cuando se va a bañar tan lejos? Bastantes preocupaciones tengo ya, la
verdad es que no, también te puede pasar cualquier cosa con el agua a la altura
de la cintura. Este verano pasado, un chico se tiró al agua después de una
clase de buceo y ya no salió del agua, bueno sí, salió, pero flotando boca
abajo, sencillamente se ahogó. Joder que mal rollo. Lo sacamos del agua entre
tres, llamamos al servicio guardacostas, y se lo llevaron junto a su novia, con
un ataque de nervios. Aparte del dinero que gastamos en poner a punto nuestros
barcos, la mayor inversión que hacemos es en seguros, tenemos seguros y
reaseguros de toda índole, los clientes son lo primero. ¿Qué jodido no? Sí así
es, pero forma parte de nuestro negocio, quería decirte algo a propósito de la
conversación. Tú dirás. Procura desterrar de tu vocabulario palabras soeces, ya
sabes, hostias, joder, me cago en…, si no lo haces ahora, me espantarás a la
clientela ¿lo entiendes no? Claro, disculpa, es que hasta ahora no he tenido
demasiado trato con la gente, no te preocupes, eso está hecho. Muy bien, ¿más
café?. Marcelo no pudo evitar ver pasar en un par de ocasiones a Pola en bolas
dentro del camarote, se había duchado y ahora vestía un vestido de estilo
ibicenco de color crudo sin ropa interior alguna, era evidente, se preparó el
desayuno, desayuno que era una auténtica comida, tostadas, manteca, un filete
de ternera, una naranjada y al poco rato, un té que parecía ser magnífico, por
el aroma que desprendía.
Después del día de trabajo,
Marcelo deseaba con toda su alma, llegar a casa de Carlota, para comunicarle lo
que había hecho, y los muchos proyectos que Alonso le comunicó que tenía para
el próximo verano. Estaba entusiasmado
como un niño pequeño, la llamó desde el manos libres del coche, le saltó el
buzón de voz, y dejó dicho que iba camino de casa. Antes de llegar recibió la
llamada de Carlota. Nos veremos en casa más tarde, he tenido que solucionar un
asunto de última hora, no sé a que hora llegaré cariño, te quiero. Se sirvió un
gin tonic y se sentó en una tumbona del porche trasero, sin mirar siquiera, se
sentó en la que habitualmente usaba Carlota, su perfume le llenó los sentidos,
cerró los ojos y soñó. Soñó que los dos iban en un velero, el pilotaba y ella,
estaba cogida en el cabo de la menor de pie, con el cabello al viento, sintió
como era habitual cuando pensaba en ella, un cosquilleo en la entrepierna, su
miembro comenzó a erguirse, replegó las velas dl velero y llamó a Carlota, ella
volvió la cara con los ojos llenos de deseo y corrió hacia él, los dos se
enredaron en una lucha animal, sin concesiones, bajo los palos hicieron el amor
hasta quedar sudados, sus pechos jadeantes, misión cumplida, pero solo era un
sueño.
Carlota llegó a las doce pasadas,
Marcelo se había comido un emparedado de jamón, queso y lechuga con tomate en
rodajas. Bufff, puedo creer que esté en casa, que pasada de día, todos se han vuelto
locos amor, voy a tener que sacar tiempo de donde no lo tengo. ¿Qué pasa? Pues
que a última hora, mi padre me ha comunicado, que vamos a un salón náutico a
Caen en Francia, ¿te lo puedes creer? ese viejo holgazán, que solo sabe visitar
hoteles de lujo alrededor del mundo, y hacerse fotos con los famosos, se le
había olvidado decirme, que tenemos que ir allí con cinco barcos. Marcelo no le
quiso decir nada sobre su trabajo, aunque lo deseaba de todo corazón, es más,
necesitaba decírselo. En cambio, le sirvió un bourbon y le hizo un masaje en
los pies. Ohhhh, como te lo agradezco vida mía, no te pases o me quedaré
dormida aquí, que gusto. La noche llegó pausadamente, como si adivinara que
Carlota, necesitaba que ese crepúsculo fuera así. El baño contribuyó a que el
sueño se apoderase de ella, Marcelo contemplaba sus ojos, ojos que cambiaban de
color dependiendo del estado de ánimo, o de cómo le daba el sol. El los conocía
bien, los había observado de cerca, sabía que y como hacer las cosas,
dependiendo del color que adquirían. Buenas noches cariño mío, descansa.
Igualmente Marcelo, ¿sabes que no me canso de pronunciar tu nombre? Con esa
pequeña observación que a él le hizo sonreír, se durmió plácidamente.
Cuando él despertó, Carlota ya no
estaba. Caramba, si que ha madrugado hoy. Iba a decir “joder” en lugar de
caramba, pero tenía que cambiar de hábitos, Alfonso se lo advirtió, de manera
que tenía que ponerse las pilas en este sentido, si quería conservar el
trabajo. Se duchó y salió hacia Palamós, este tramo de la autopista,
afortunadamente, estaba despejada. Llegó al barco y en el instante que se
disponía a recoger los útiles para la jornada… Marcelo, vete a desayunar o a
pasear si quieres, vuelve de aquí a una hora u hora y media. Se quedó parado en
cuclillas dispuesto a recoger las herramientas, solo supo contestar “Vale hasta
luego”. Con el tiempo aprendería que esto, se repetiría más veces, cuando
estuviera navegando con gente que alquilaba el barco por un día, o un fin de
semana, “quién paga manda”, y las cuotas que aquellos turistas pagaban, eran lo
suficientemente altas, como para exigir en un momento determinado, la intimidad
que necesitaban. Ha menudo eran personas que tenían la moral por los suelos,
gente sobrada de emociones, maridos que escapaban de la vigilancia de los
demás, alquilando el barco y navegar hasta alta mar con otro hombre, o con
varios que tenían las mismas hipocresías ancladas en el corazón, secretos
inconfesables, que llevaban consigo hasta el lejano mar, que los mecía y los
trasformaba en aquello que querían ser en ese instante. Gracias a eso, cuando
volvían a sus puestos de ejecutivos, banqueros, comerciantes, eran gente capaz,
resueltos a enfrentarse a cualquiera, solucionar cualquier problema. En sus
agendas mentales, tenían bien escrita la fecha de la siguiente salida, huída,
cacería humana, esto también entraba dentro de sus planes, aunque, el dejarse
ver en determinados lugares, podía resultar peligroso, pero de vez en cuando,
también se transformaban en Dráculas, les ponía ser ellos los buscadores, no
siempre pagar a jóvenes por tener sexo con ellos.
El plan de Alonso era, comprar un
barco de tres palos, un velero que hacía tiempo había visto en el puerto
deportivo del Garraf. ¡Qué preciosidad Marcelo, un día de estos iremos a verlo!
de momento tengo el precio cerrado con el dueño, tiene cuatro camarotes, los
cuatro son de lujo, el dueño se fue a la quiebra, es un griego con pocas ganas
de quemarse más con el mar, el barco ya está preparado para este tipo de
cruceros por el mediterráneo, J.M, mi socio está conforme con el negocio, lo
ponemos todo a medias aunque él seguirá con lo suyo, las inmersiones y la
escuela de submarinismo. Cuento contigo para llevar adelante este proyecto
¿vale? Por supuesto que sí. Eso era lo que quería decirle a Carlota, pero
bueno, ya tendría tiempo para hablar con ella, ahora mismo no era momento de
importunarla, tenía mucho trabajo, y en parte, por culpa de aquel pendejo de
padre que tenía. La última semana, Carlota tenía los nervios a flor de piel,
Marcelo tuvo que emplear una gran dosis de paciencia con ella, discutieron
alguna que otra vez, nada fuera de lo común, discusiones relacionadas con su
trabajo, arreglar el transporte de los barcos, instalarlos en la feria, los
gastos que todo ello traía consigo, la informalidad de la empresa de
transportes especiales, permiso de aduanas para la compra venta de los barcos…,
todo era abrumador.
Terminada la feria francesa,
Carlota llamó a Marcelo para decirle que lo echaba de menos, pero que se tenía
que quedar allí unos días más, había vendido dos barcos y estaba llevando a
cabo la gestión con los bancos. Estos gabachos son la leche, para casi
cualquier cosa que apalabramos te hacen firmar documentos, he tenido que
contratar los servicios de un abogado para hacer que todo sea legal y que no
comprometa nuestros intereses. Lo entiendo cariño, no te preocupes yo también
estoy ocupado, ya te contaré cuando vuelvas, este trabajo al lado de Alonso me
está cambiando la vida, para bien claro está. Me alegro, dale las gracias de mi
parte a ese golfo, te quiero, tengo que dejarte Marcelo, un beso grande. Vaya
hombre, me hubiera gustado hablar un poco más con ella, vaya trajín tiene que
tener la pobre, como me gustaría estar allí para poder ayudarla…, que se le va
a hacer, cada cual a lo suyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario