jueves, 12 de junio de 2014

POR LOS SUELOS.


POR LOS SUELOS.

El problema de Marcelo es, que además de tener los pies planos –que ya es pena-, es patizambo. Es un trabajador de primera categoría, pero este defecto, lo ha llevado siempre a tener algunos problemas con relación al trabajo. Ha estado empleado en varios lugares, como dependiente de ferretería, mozo de almacén y ahora, desde hace ya cinco años, ayudante de cementerio. Sí puede parecer un poco atípico este trabajo, pero bien hay que enterrar a los muertos, de manera que, cuando se presentó recomendado por su tío al ayuntamiento y después de tenerlo un mes a prueba, le hicieron un contrato indefinido.
Ha aprendido a cerrar nichos en un santiamén, se conoce prácticamente todas las tumbas una a una, salvo las que no tienen nombre, gente que muere en accidentes de tráfico, u otros, que no tienen nichos de propiedad, y el ayuntamiento les alquila uno. Ahora bien, no todo es un camino de rosas para Marcelo trabajar de enterrador, ni de enterrador ni de nada porque el problema de los pies lo lleva a mal traer. Caídas y tropiezos ha tenido un montón, aunque a su favor tiene, que no ha cogido nunca la baja por eso, parece de goma el chico este.
El dice que es cuestión genética, pero no, cuando uno se cae y sangra o tiene un esguince, la genética no cuenta para nada, quizás para curarse más aprisa, eso sí, pero el daño lo tienes igual que todo buen hijo de vecino. Pues nada, él dice que ya está acostumbrado a caerse e ir por los suelos. Tiempo atrás, estaba en un semáforo esperando a que se pusiera verde para los peatones, le toca pasar y metió sin quererlo el pie en una rejilla de alcantarilla que alguien se había llevado, –luego, los municipales, comprobaron que faltaban todas las rejillas de aquella calle-, calló de bruces al suelo y casi se rompe la cara, apareció en casa con la cara echa un monstruo, el ojo morado, la mandíbula hinchada y raspaduras del asfalto.
Pues al otro día de esta guisa se presentó a trabajar como si nada. Manolo su compañero se escandalizó al verlo así. Pero si no es nada hombre, un tropiezo que he tenido en la calle, ya verás como mañana ya no tengo nada. Al día siguiente fue peor, así que lo relevaron de enterrar, hasta que tuviera un aspecto normal, y se le fueran los morados. Estuvo una semana limpiando mausoleos y quitando malas hierbas de las tumbas más lujosas. Con su carrito, la escoba y un recogedor, se pasó una semana casi de vacaciones.
Hola buenos días, le dijo a una mujer que estaba delante de una tumba en el suelo, buenos días contestó ella, cambiaba unas flores que estaban sobre la cubierta de mármol. Marcelo vio que la tumba era de un hombre joven por las fechas que rezaban al final del esculpido, 1982-2007, vaya palo, era muy joven. La mujer de unos treinta años, estaba llorando. Siento su pérdida señora, pero piense que él duerme, somos los vivos los que sufrimos en vida. Ya, pero es que… Por favor deje de llorar, me rompe el corazón ver a una señora llorar, y mire usted que no es la primera vez, pero no lo puedo evitar.
Al ver que era de su misma edad más o menos, lo tuteó. Teníamos tantos planes… Es propio de los humanos hacer planes de futuro, he aprendido desde que estoy aquí trabajando, que los planes equivalen a bien poco en la vida, hoy estamos y mañana somos habitantes del sueño eterno, salvo los que piensan que uno resucita y se va a cualquier otro lugar, o que el espíritu de uno sale del cuerpo y viaja a la fuente, al Creador de todas las cosas. ¿Tú eres creyente? Pues mire usted, creer no creo en nada en concreto, será porque no me lo han enseñado, he tenido poco tiempo para leer y estudiar. Yo creo que hay que creer en algo si no, ¿qué propósito tiene la vida? Vivirla, y es tan breve, que ha menudo, cuando empezamos a saber vivirla, ya tenemos que morirnos. ¿Quién te ha enseñado estas cosas? Nadie, reflexiono y pienso, aquí tengo mucho tiempo para pensar, es un buen lugar para hacerlo. Mi nombre es Carlota –le tiende la mano-, el mío Marcelo –se la estrechó-, por un instante ninguno de los dos hizo la intención de soltarse, luego, con cierto grado de timidez, Marcelo bajó la mirada mientras ella lo miraba con cierto grado de admiración. Tienes razón, el futuro es impredecible, no merece la pena hacer planes, a la vista está. Quería a Juan Ramón con toda mi alma, jamás he sentido nada parecido por otro hombre, aunque tampoco es que haya conocido a muchos, pero él era especial, me hacía sentir viva a cada instante de la vida.
Se intercambiaron los teléfonos por voluntad de ella, le pidió que la llamara cuando quisiera. Marcelo pensó que adonde iba a ir con esta mujer, todavía le quedaban señales del accidente que tuvo en el paso de peatones, el ojo morado y raspaduras en la piel, lo que hacía que no se hubiera podido afeitar aún.
Cuando ella echó a andar hacia el coche que estaba aparcado en una bocacalle un poco más arriba, Marcelo se dio cuenta de que olvidaba el bolso, corrió dándole una voz para que se detuviera, cuando trataba de correr Marcelo era todo un poema, daba la impresión de que fuera a desmontarse, con ese paso de patizambo y dando unas pisadas que parecía un gigante al apoyar inevitablemente toda la planta del pie en el suelo. Ella lo miraba a la cara mientras corría, no se fijaba en sus piernas, ni en la torpeza de su caminar. Gracias Marcelo, no sé como podía olvidarme del bolso, soy una tonta, recuerda llámame.
No sabía nada de aquella mujer, pero algo le decía, que tras aquellos ojos grises, tristes, se escondía una buena persona, sensible y bella. Vestía pantalón y cazadora tejana, con una camisa de rayas azules muy finas, calzaba deportivas de suela baja blanca y azul, iba perfectamente conjuntada, Marcelo andaba mal, pero de vista muy bien. Guardó el número de teléfono en el bolsillo superior de su cazadora de trabajo azul y siguió con su trabajo, ahora acelerando un poco la tarea, había perdido algo de tiempo conversando y quería recuperarlo.
La semana que viene estaré de mañanas, entonces la llamaré, seguramente trabaja y no quiero importunarla. Carlota no trabajaba, llevaba las cuentas del negocio de su padre en casa, de forma que cualquier momento hubiera sido bueno para atender su llamada, pero él no lo sabía.
Buenas tardes, soy Marcelo, ¿eres Carlota? Si claro, ¿Qué tal estás? Bien espero no llamar en mala hora. No que va, estoy en casa todo el día, trabajo aquí. Vaya que suerte la tuya. No creas, mi padre que es para quién trabajo es un jefe duro –rió-. Ha entiendo, me preguntaba si querías que fuéramos a tomar una cerveza juntos, así podríamos hablar y conocernos un poco mejor, me gustó la conversación que tuvimos en el cementerio, aunque la circunstancia no fuera la más adecuada. Perfecto, acepto, ¿Dónde podemos encontrarnos? Pues no sé, yo no tengo coche, vivo en la zona de la Ronda de San Antonio, ¿la conoces? Si como no, dime que día y a que hora quedamos. Mañana entre las cinco o las seis como quieras, en la esquina de Campo Sagrado. Mejor a las cinco, así tendremos más tiempo. Muy bien, entonces a las cinco estaré delante de Baby bum una tienda de artículos para niños en la parte derecha entre Campo Sagrado y Las Rondas. De acuerdo ahí estaré, hasta mañana. Disculpa Carlota, por si acaso ¿qué coche llevas? A ya, un Mercedes color cereza. Vale solo era para saber dónde tengo que mirar, solo es por si acaso. Vale, pero si tú estás a las cinco ahí no habrá problema, nos encontraremos.
Marcelo respiró hondo después de hablar con ella. Un Mercedes, ya ves, Marcelo me parece que la has cagado proponiéndole salir, ¿como va a querer nada contigo una mujer así? Pero ya estaba hecho, la cita estaba en marcha, toda la mañana mientras estaba yendo arriba y abajo del cementerio con el Land Rover con la escalera hidráulica, las herramientas y el material para tapar los niños, estuvo pensando en la tarde que le esperaba, deseaba con todas sus fuerzas que no fuera la última cita, nunca había hablado con nadie como el rato que estuvo con Carlota, esas conversaciones eran las que le daban ánimos para vivir. A las dos de la tarde cuando plegó del trabajo, le pidió a Manolo que lo acercara a casa, tenía algo de prisa y los autobuses no eran mucho de fiar en cuanto a horarios se refería. Venga te llevo pero no te acostumbres que yo también tengo muchas cosas que hacer. Gracias compañero ven que te doy un beso. Quita de ahí, déjate de mariconadas, anda sube.
Comió un poco de arroz a la cubana que su madre había hecho y fue a ducharse. ¿Puede saberse que te pasa Marcelo, casi no has comido? Nada mamá es que tengo que salir esta tarde, he de ver a una chica a las cinco y estoy nervioso, nada más. ¿Una chica…? Si una chica, o ¿no puedo tener una amiga? Claro, claro que si, pero que quieres que te diga se me hace extraño. Bueno no es una chica joven de esas de veinte años, es una mujer de mi edad año arriba año abajo. Muy bien hombre, pues que te vaya bien hijo, que personas como tú hay pocas, ten cuidado no vaya a aprovecharse de ti que hay mucha lagartona suelta por ahí. Se puso lo mejorcito que encontró en el armario pero informal, sport, se calzó unas náuticas y se sentó a esperar que se hiciera la hora, viven en la calle Conde de Borrell, son pisos viejos pero que su padre en su día hizo reformar porque las instalaciones de agua y luz y los suelos estaban echados a perder, con el pladur se hacen milagros hoy en día, así que reformó parte de los tabiques para que hubiera más espacio, el único problema… que era un tercero sin ascensor.
A las cinco menos veinte se despidió de su madre, bajó a la calle, se metió en un cajero de La Caixa, y sacó cien euros en dos billetes de cincuenta. Luego poco a poco se dirigió al lugar de la cita. Se quedó parado cuando vio que Carlota ya había llegado, estaba aparcada en doble fila con la ventana bajada y fumando con la radio encendida. Hola Carlota –el rostro de Marcelo se iluminó cuando ella volvió la cabeza-. Hola Marcelo –se bajó del coche y le dio dos besos-, ¿Cómo ha ido hoy el trabajo? Como cada día, la gente no para de morirse chica, es una pena. Anda sube que te voy a llevar a un sitio chulo.
Enfilaron el Paseo de Gracia hasta llegar a Gran de Gracia, cuando llegaron a la altura de La Plaza del Diamant, giró y se metió en un parking. Iba vestida con traje de chaqueta de falda corta azul cobalto, zapatos de tacón y un bolso Louis Buiton. Ya verás, pensó Marcelo, seguro que vamos a un sitio pijo y me hará salir los colores. Efectivamente en aquel local la conocían, vio a algunas amigas y las saludó levantando el brazo. Se sentaron y esperaron al camarero, entre tanto, una mujer de cabello decolorado, rubio con mechas ceniza se acercó. Hola Carlota, ¿quién es tu compañero? Un chico al que conocí en el cementerio cuando le llevaba flores a Roberto. ¿También se te ha muerto alguien? No señorita, soy enterrador. La mujer se quedó de una pieza, no sabía donde mirar. Pues vaya, que cosas tiene la vida ¿no? Si fíjate tú, pero es una persona muy inteligente y sensible Paula, a veces nos cansamos de buscar a nuestro ser ideal y resulta que pasamos por alto lo más elemental y bueno. Si en eso te doy toda la razón, bueno nos vemos cariño dame dos besos. Siquiera le rozó la cara a Carlota mmmu, mmmu. Pero mujer ¿a quién se le ocurre decir de buenas a primeras que soy enterrador? ¿Te avergüenzas de serlo? No, claro que no, es una profesión como otra cualquiera. ¿Entonces…? yo no me avergüenzo de ti porque lo seas, de otro modo no habría salido contigo. El problema de estas chicas que ves ahí y que dicen ser amigas mías, es que están vacías, siempre acaban arrastrándose a los pies de quién sea, créeme he sido testigo de ello
Supongo si fueran amigas tuyas, te tratarían con más respeto, porque la mirada que te ha dirigido cuando le has dicho que soy enterrador, ha sido todo un poema. ¿Sabes para qué me tienen como amiga? para que las contacte con gente que conozco que son importantes. ¿Y eso? Mi padre tiene un negocio de venta de coches de importación, veleros, barcos a motor y esas cosas, conoce a mucha gente de aquí y del extranjero, la que ha venido a saludar y la que está a su lado, la rubia, son prostitutas de lujo. Lo hacen por entretenerse no por necesidad, en cambio sus familias son buenos clientes nuestros. Pues vaya, ahora tendrán un criterio de ti que no veas, ¿sabes papá, Carlota sale con un enterrador? Va no te apures por eso, dentro de dos días ya ni se acordarán de ello.
La cita fue muy satisfaciente para Marcelo, comenzaba a entender la mentalidad de la alta sociedad, de la que no tenía, todavía, una opinión formada. A eso de las diez se retiraron después de invitarla Marcelo a cenar en  una bodega que conocía en el casco antiguo, allí le conocían, y los invitaron al primer vino antes de la cena. Carlota se divirtió mucho, Marcelo era ocurrente y sabía chistes que la hacían reír a carcajadas.
Hacía mucho que no me divertía así Marcelo, esta cita solo ha sido la primera, me gustaría seguir conociéndonos más, no quiero que concluyas con esto que eres ningún bufón para mí, te lo digo sinceramente, eres un tío estupendo. Ya fuera del coche, delante del mismo lugar donde le recogió, le tomó las manos. La próxima vez te llamo yo ¿de acuerdo? Le dio un ligerísimo beso en los labios, fugaz, casi fantasma, y le dio las buenas noches.  Antes de darse cuenta ya había desaparecido en el coche, de forma silenciosa, sin hacer chirriar las ruedas como cabía esperar de cualquier otro con un deportivo como aquel, que habría las puertas como las alas de una mariposa. Estaba embriagado de su perfume, por el beso que le dio, del color de sus ojos al verlos tan cerca, de su esplendidez, y se marchó mientras la gente lo observaba camino de su casa, con la cabeza baja no por estar triste, estaba digiriendo lo que le había sucedido esta tarde.
Llegó a su casa y no saludó a su madre, que se hallaba en la cama mirando el pequeño monitor de televisión que le regaló para su cumpleaños, ni siquiera la oyó cuando le preguntó  que tal le había ido, Marcelo estaba absorto en sus pensamientos. No insistió en volver a preguntarle, ya estaba en su habitación y vestido como estaba, se dejó caer en la cama. Así lo encontró el siguiente día, con la cama revuelta, cogido a su almohada y medio cubierto con la colcha, con el pelo alborotado y con resaca, resaca de Carlota, de su cuerpo, de su perfume, de todo cuanto le concernía a ella. Su madre le preguntó de nuevo por la mañana acerca de la cita con aquella chica, no supo que contestarle, salvo decirle con media sonrisa Bien mamá, a la hora de cada día cogió su autobús y llegó al trabajo con algo de anticipación respecto a Manolo. Este venía de muy mal humor. Ahora resulta que no podré jubilarme hasta dentro de diez años, me cago en mi estampa, ya estoy harto de este oficio, estoy hasta los huevos. Venga hombre, que tu sabes que me haces falta aquí. A quién le hago falta es a mi mujer, que tiene cáncer y va a tener que seguir un tratamiento de cojones. Lo siento chico no lo sabía. Pues ya lo sabes, joder, no sé que haría si me faltara Marcelo, te lo juro, llevamos, toda una vida  juntos tío, ver cada día a la muerte tan de cerca me pone los nervios de punta. Fueron hasta el todo terreno, Manolo encendió el motor y lo dejó al ralentí, se ajustó la correa del pantalón y fueron hasta el cercado a recoger material, yeso, unos ladrillos y el resto de herramientas.
Marcelo fue a subir al coche de nuevo y se tropezó, se dio un golpe en la cadera y dio un pequeño grito. ¡Hostia Marcelo, otra vez…! Pues sí, ya lo ves, soy torpe de cojones, y me he hecho daño no creas. Se levantó la camisa y efectivamente se podía ver el golpe de manera clara. ¿Vas a poder seguir? Si, no hay problema, esto se cura solo. Comenzaron la labor a las diez y media con el primer entierro, un hombre de cuarenta y dos años que falleció de una hemorragia cerebral.
Estos entierros se le hacían difíciles a Marcelo, enterrar a gente tan joven fuera por el motivo que fuere, lo entristecía mucho, le hubiera gustado estar ahí entre la familia, consolándolos, abrazándose a ellos. Un contraste de emociones, al mismo tiempo, tenía la cabeza en Carlota, en saber cuando lo llamaría, en estar a su lado, para que con su ayuda, se pudieran mitigar esas sensaciones de tristeza extrema que a veces lo embargaban. Nunca había tenido la oportunidad de tener una amiga, de modo que se limitaba a salir de su casa a comprar algún libro, C.D de música de Sabina, Serrat, Manolo García, Maná, Café Quijano, Santiago Auserón ex de Radio Futura, le gustaba esta música, las letras y el sentido e intención que frecuentemente tenían estas canciones.
Solo tuvieron que pasar tres días para volver a escuchar la voz de Carlota por el móvil, todo el vello de su cuerpo se erizó. ¿Cómo está mi enterrador? Hola Carlota ¿y tú que tal? Bien, con ganas de volver a verte. Este fin de semana libro, no comienzo hasta lunes por la tarde. Muy bien entonces, podríamos hacer algún plan. No sé, lo que tú decidas, a mí me basta con verte y hablar. Carlota reía al otro lado del móvil. Haber que te parece esto, el sábado vamos a comer a un lugar muy bonito que conozco y después pasamos la tarde en el puerto, en un barco que tiene mi padre puesto a la venta, ¿qué te parece? Por mi parte perfecto, ya sabes que yo soy mal anfitrión, te llevaría a tabernuchas de mala muerte que huelen a vino y tabaco. Oye, que también está bien conocer otros mundos no creas. Se echó a reír de nuevo. ¿Qué te parece si nos vemos a las doce en el Moll de la Fusta? Me parece bien, sábado a las doce o clok, allí estaré. Te mando un beso guapo. Yo un abrazo Carlota.
Afortunadamente para mí, no tienes muchos compromisos, si los tuvieras me habría disgustado mucho, lo paso muy bien contigo. Esto que me dices me alaga Carlota, tendría que ser al contrario según yo lo veo. Pues ya ves que no, te voy a contar una cosa, que aunque parezca extraña, es cierta como este sol que nos alumbra, hasta hace un año he viajado bastante, mucho vamos, he estado en grandes hoteles y en los mejores restaurantes, he conocido a gente guapa, ya sabes de la jet set, pues bien, los chicos, de mi edad más o menos, no se atreven a hablar con mujeres como yo, no sé, es algo raro. Me vestía lo mejor posible, con los complementos apropiados, pues cuanto más así iba, menos ligaba, ¿te lo puedes creer? Claro que me lo creo –en ese momento Carlota iba cogida de su brazo y Marcelo llevaba las manos en los bolsillos de una americana de algodón azul marino-, los hombres somos tontos del culo a veces, lo sé porque alguna que otra vez, de vacaciones, cuando un amigo ha visto a alguien como tú, lo primero que sueltan es “Mira esta tía que buena que está”, -Él dijo esto acercándose al oído de Carlota, incluso simulando el gesto que había visto repetido muchas veces, propio de hombres salidos- eso me pasó un año que fui de vacaciones con tres más a Salou, dios que vacaciones pasé, que mal.
Tomaron un vermut en una terraza, un dry gin y unos calamares. Por un momento se quedaron mirando los dos, no había una intención determinada en esa mirada, solo amistad, como dirían dos colegas, de buen rollo. Sin embargo, la mirada de Carlota parecía ir un poco más allá, lo miraba fijamente, como si quisiera desentrañar algún secreto escondido, una intención bien guardada. Marcelo, no me hagas daño por favor, te aprecio mucho, de veras, no sé si soportaría sufrir más. Después de la muerte de Roberto, me propuse echar el freno de mano en lo que a los hombres se refiere, pero creo ver en ti a un hombre genuino, franco, leal, sincero. Carlota, no pretendo ir más allá de lo que tú quieras, aunque te parezca que soy un estúpido, no tengo más pretensiones contigo, que el de tenerte como una buena amiga, para mí es suficiente. Vivo solo en este mundo, el conocerte a ti para mi ya es todo un regalo.
Caminaron de vuelta al Paseo de Colón y cruzaron para ir a una bodega al lado de Correos, allí Marcelo compró una botella de bourbon que no era demasiado común y que siempre iba a buscar allí. ¿Es bueno? Para mi el mejor, pero esto no es escocés ¿he?, lo probé en una fiesta hace ya tiempo y me aficioné a él, no creas, una botella como esta me dura mucho tiempo, me pongo un trago pequeño cuando leo y escucho música, esta combinación es deliciosa. ¿Qué te gusta leer? Pues sobre todo filosofía, historia, biografías, alguna que otra novela buena, o por lo menos procuro que sean bien escogidas, que algunas veces te llevas unos chascos…  Pues yo desde el instituto me parece que he habré leído tres o cuatro libros, soy un desastre para la lectura, me canso enseguida. Tengo un librito que quiero que leas, son solo ciento ochenta páginas, lo lees sin darte cuenta, es de una novelista que se llama Susanna Tamaro, el libro se titula Donde el corazón te lleve, es fantástico, no tiene desperdicio alguno, si te lo regalo ¿lo leerás? Claro que sí, y siendo un regalo tuyo todavía más. Pues cuando volvamos hoy para casa, nos paramos en una librería de la que soy cliente habitual y preguntamos haber si lo tienen. De acuerdo, gracias anticipadas, mira por donde, igual consigues que les saque el polvo a mis gafas de leer.
Cogieron el coche del parking y se dirigieron a la Barceloneta, allí tenía hecha ya la reserva, era un restaurante pequeño pero muy bien acondicionado. Lo cogió de la mano. Ven vamos a la cocina, te presentaré al chef. Susana hola, ¿cómo estás guapísima? ¡Hola Carlota, muy bien, mira, aquí como siempre entre fogones! -Dirigiéndose a Marcelo- Te presento a la mejor chef que hay por los alrededores, Daniela, Daniela este chico se llama Marcelo, le he dicho que comeríamos como reyes en tu casa. Exageras querida Carlota, pero que vais a comer bien, garantizado. Bien me alegro de verte, estamos fuera. Ahora os saco un tentempié. Saliendo de la cocina… Este restaurante nos suministra todo el pescado y el marisco que se come en casa, también tienen un servicio de cáterin estupendo, cuando celebramos fiestas y reuniones grandes, los llamamos a ellos. ¿Esta chica no es de aquí verdad? Si cierto, es francesa, todavía tiene acento ¿a que sí? Parece una persona muy agradable. Y una gran cocinera, cuando les otorgaron otra estrella Michelín en Francia, ella que ya no estaba muy conforme con la política que llevaban a cabo sus dos hermanos, se vino para aquí, al cabo de dos años, el restaurante de Francia estaba por los suelos, en la banca rota, la llamaron de nuevo pero ella ya estaba establecida aquí y le iba muy bien. Aunque no lo parezca, a este local viene gente importante, un día que teníamos una cena con un cliente, nos tropezamos con Woody Allen y su mujer cenando. ¡Vaya…!
Los platos que salían de la cocina parecían no tener fin, Daniela no pudo escaparse de la cocina para salir a hablar con ellos, de vez en cuando Carlota miraba hacia la cocina pero era inútil, a la cocinera le gustaba ver terminados los platos o poner su toque, antes de que salieran a los clientes. Mientras Carlota le iba contando a Marcelo detalles de su vida que este seguía con atención. Con Roberto me llevaba muy bien, era una persona encantadora, atenta y sorprendente, una vez, él sabía que me encantaba la serie aquella que daban por la tele del Big foot ¿la recuerdas? Claro, era graciosísima. Pues contrató a alguien, que llevaba exactamente  el mismo atuendo mientras estábamos comiendo con unos amigos en casa, por poco me muero del susto al principio, pero luego, me abracé a aquel monstruo como si fuera un peluche gigante, todos rieron hasta no poder más cuando vieron mi reacción. Tenía muchos detalles simpáticos y espontáneos, en otra ocasión organizó sin que nadie lo supiera, un carnaval en casa, con brasileñas de una escuela de samba, aquello fue la locura. Debía de ser un gran hombre, te quería mucho Carlota, quédate con ese recuerdo, esos momentos son inolvidables, cuando alguien quiere satisfacerte así, es porque te quiere con locura. Solo había algo que me molestaba mucho de él, un día a la semana fuera cual fuere el día, salía y nunca me decía donde había estado, ni donde había ido ni con quién, una persona como Roberto, no era de andar solo por ahí, ya me entiendes, necesitaba estar con alguien. En este sentido es como mi padre, recibe una llamada de teléfono y en un momento organiza la maleta y se marcha de casa sin decirle a mi madre donde va ni cuando va a volver, ¡lleva la mujer un sufrimiento encima! no se acostumbra, los oigo hablar cuando vuelve, pero terminan peleando y durmiendo separados unos cuantos días, hasta que se pasa la tempestad, entonces le regala un reloj de oro, o un diamante, algo para contentarla. No se da cuenta de que ella no se pone nada de esto, ni se fija.
No quedaba más que les sirvieran los postres, Carlota se levantó y se fue afuera, Marcelo la siguió dejando la servilleta sobre las sobras del plato, al salir fuera vio a Carlota apoyada en la pared con un cigarrillo encendido y mirando al suelo. Es fácil decir que estas cosas son habituales, hasta normales en personas que llevan esta clase de vida, que es inaceptable cierto, que es una inmoralidad también, pero es a lo que lleva el desencanto, somos humanos, no lo olvides, esto le puede pasar a cualquiera, los humanos, no hacemos más que cosas de humanos. No somos pinguinos ni frailecillos que se juntan de por vida, ellos no son fieles, solo es su naturaleza lo que los ha hecho así, no piensan ni sienten como los humanos, nosotros somos egoístas desde que nacemos, no podemos evitarlo, va con nosotros y frecuentemente, esta naturaleza nos lleva a hacer cosas mal que tratamos de equilibrar con las que hacemos bien. Carlota tiró el cigarrillo, con una mano cogió la nuca de Marcelo y lo besó con fuerza, abrió su boca para que su lengua se metiera dentro de ella. ¿Pasamos de los postres? Vale pasamos. Se despidieron de Daniela prometiéndole que volverían, no quiso cobrarles lo que habían consumido, Carlota entró un instante en la cocina y salió con una botella envuelta en papel de celofán.
Cuando llegaron al barco, un fuera borda impresionante, Raimundo los estaba esperando. Buenas tardes señorita Salazar, ya tiene el barco abierto, que lo pasen bien. Subió al puente de mando, arrancó la embarcación y se dirigió a la bocana del puerto. Oye ¿tienes el titulo de piloto de barcos? Sí me lo saqué hace diez años, tenía entonces veintiuno, es fantástico navegar. Empujó el mando hacia adelante y la nave salió disparada como un fórmula 1. Guau esto es increíble. ¿Te gusta? ¿Qué si me gusta?, me encanta ¡Yuhuuu! Carlota apretó a fondo y el fuera borda parecía no tocar el agua, aunque la proa de la embarcación daba pequeños saltos al encontrarse con las olas. Pararon mar adentro, delante de las costas del Garraf, Carlota echó el ancla mecánica y entonces bajaron al interior. Aquella nave era espectacular, Marcelo se quedó boquiabierto cuando vio aquel súper piso flotante, no le faltaba detalle, baño, cocina de lujo, dormitorio de matrimonio, salón estar con su televisión vía satélite, lámparas, más camarotes… Esto es de locura, cualquiera podría vivir para siempre en un sitio como este. Pues es de los pequeños, este solo tiene dieciocho metros de manga, tenemos hasta de cincuenta metros. Carlota ya había puesto a enfriar la botella de cava en un refrigerador especial a toda potencia, se acercó a Marcelo, lo cogió de la mano y lo llevó al dormitorio principal. El se sentó en una butaca mientras ella se desnudaba de forma pausada, dejó la ropa bien colocada y lo desvistió a él, que recibió una descarga eléctrica en los intestinos. Estuvieron toda la noche el uno sobre el otro, no había control, no había tregua, ninguna consideración del tiempo, la botella de cava vacía fue sustituida por la de bourbon, bebieron poco, estaban emborrachados el uno del otro.
¿Cómo voy a ir a trabajar…? No vas a ir yo me ocupo. Pero… es que me despedirán si falto sin motivo… Nadie te va a despedir, tú te vas a despedir. Espera, espera, creo que no lo comprendo. Si hombre, ahora trabajarás para nosotros. ¿Cómo voy a trabajar para vosotros? Ya te lo explicaré a la vuelta, estate tranquilo ¿quieres? déjame hacer. Carlota, no puedo permitirme ilusionarme de esta manera para luego verme tocando fondo. Después de ducharse cada cual y vestirse de nuevo, Carlota le preguntó a Marcelo ¿Crees que podrías llegar a quererme? Esta pregunta está mal planteada, ya te quiero, te quiero desde la primera cita que tuvimos, yo solo deseaba ser amigo tuyo, pero si se me abre esta posibilidad, puedo decirte, que me esforzaré por quererte, como nadie te haya podido querer jamás. Es más que suficiente para mí cariño. Cuando lleguemos a puerto te explico lo que tengo planeado.
Dejaron que saliera el sol y que calentara el ambiente un poco, a eso de las nueve de la mañana emprendieron el camino de vuelta, regresaron a medio gas hasta que a lo lejos Carlota con las gafas de aviador puestas vio a la patrullera de la Guardia Civil, entonces, apretó el acelerador a fondo y Carmelo se asustó. Que van a creer que les queremos dar esquinazo… No hombre, estos tienen todas las fichas de los barcos que están en el muelle, saben de quién es y que nos dedicamos a venderlos ¿a que es divertido? Si tú lo dices… Al llegar casi a su altura Carlota levantó el brazo y los saludó luciendo su mejor sonrisa, se lo estaba pasando en grande. El teniente le devolvió el saludo de la misma manera y siguieron, cuando se acercaban a puerto bajó la velocidad y entró por la bocana casi parada, lo exigía el manual. Aparcó el barco en el mismo amarre con una suavidad inaudita, a Marcelo le constaba que no era lo mismo que aparcar un coche, el agua no es el asfalto que no se mueve. Bajaron y Raimundo ya estaba allí esperando, para atar las amarras. Cojeaba levemente, de cuando sus tiempos de marino, Sebastián Salazar el padre de Carlota se ocupó de que le hicieran una buena prótesis, tenía solo media pierna, el hombre les estaba muy agradecido de poder gracias a eso, caminar sin muletas, y tener este empleo en el puerto.
Se fueron a desayunar a una granja, delante de la estación de Francia, ella pidió chocolate a la taza y pestiños, él café con leche y madalenas. Mira Marcelo, hace ya algún tiempo que le vengo diciendo a mi padre, que resultaría mucho más económico y eficiente, tener a alguien en plantilla que se ocupara en hacer las entregas de coches y barcos en lugar de contratar a una empresa, de todas formas todos los barcos y coches tienen un reaseguro, eso significaría más seguridad, más rapidez, y sobre todo, un trato más cordial entre nosotros y el cliente. También significaría, que yo en algunos casos podría acompañarte para hacer este trabajo, a muchos de los lugares a los que vamos, nos sincronizamos de forma, que podemos traer otros vehículos y barcos de vuelta, para a su vez ponerlos a la venta. Pero para hacer esto, te tienes que sacar el carné de conducir y el título de piloto. ¡Madre mía, imposible! No, no hay nada imposible, en lo de sacarte el carné de conducir no habría problema, mi padre conoce a personas que le podrían echar una mano con solo una llamada de teléfono, y el título de piloto de embarcaciones es sencillísimo, de verdad, te lo prometo, no tiene la menor complicación. En cuanto al sueldo… No me importa el sueldo si puedo trabajar contigo, estar cerca de ti; si aceptara, tú pones el precio, punto. En tono suplicante ¡por favor dime que si anda!
Mañana por la mañana te llamo, sin falta. Pero que sea para decirme que aceptas ¿he? No frunzas el ceño ¿quieres? que estás más guapa aun. Rieron ambos cogidos de las manos. Carlota le pidió al camarero un poco de leche caliente para deshacer el chocolate que se había enfriado. Vaya hambre que tienes guapa. Si y por culpa tuya. Vaya por dios, alguien tenía que pagar los platos rotos. No sé si voy a poder aguantar mucho sin verte Marcelo, ahora mismo me pondría a hacer el amor contigo delante de todo el mundo. ¡Loca! ¿No te das cuenta de que no podría? me has castigado demasiado esta noche pasada, estoy acabado. Ya te pondría en forma otra vez ya. Te creo, vaya si te creo. Vamos al barco un ratito más. No quita, tengo que ir a hablar con los jefes para darles explicación y decirles que les doy quince días para el despido. Carlota saltó del asiento de la cafetería y se le tiró al cuello sentándose en su falda, ¡¡Fantástico!! señoras y señores –dijo alzando la voz- amo a este hombre, lo quiero con toda mi alma. Unos cuantos aplaudieron la frase de la chica, hasta tres jóvenes que estaban con mochilas en un rincón les conminaron a que se besaran “Que se besen, que se besen…” sin ningún pudor y levantando las piernas por encima de sus cabezas le dio un beso a Marcelo que lo pilló en cierto modo desprevenido.
Venga vamos que te acompaño, déjame hacer una llamada no vaya a ser que me echen de menos en casa. Instantes después, subían al coche y se dirigían a las oficinas de pompas fúnebres del ayuntamiento. El encargado de personal no estaba, pero tomaron nota de su requerimiento y le sellaron una copia. Carlota se quedó en el coche, la zona no estaba despejada para poder aparcar el coche, cuando volvió Marcelo sonaba música de los Dire Straits y Carlota jugaba en el asiento a tocar la guitarra de Mark Knofler, Mony for Nothing era la canción y fuera Marcelo reía al verla, ella no se había dado cuenta de que la observaba, así que de pronto, con los nudillos, tocó fuerte en el cristal de la ventanilla, y ella se asustó. ¿Estás tonto?  ¡vaya susto que me has dado! que tonto eres. Perdona mujer, no era mi intención, estabas con los ojos cerrados, aunque me hubiera puesto delante del morro, no me habrías visto. ¿Bueno que, todo arreglado amor? Si, todo arreglado, ahora a la aventura, es que me da tanto miedo todo esto… si he de serte sincero, es demasiado bueno para que me pase una cosa así. ¿El que? Pues que te hayas enamorado de una persona como yo de este modo, que me ofrezcas un trabajo de estas características, todo. Si te entiendo, pero estas cosas pasan, ¿porqué no a ti?
Sonrió se la quedó mirando y se acercó a darle un beso, no tuvo que esforzarse mucho, a medio camino de este corto recorrido dentro del coche, ella se le avanzó. Tenía dudas sobre si les gustaría a sus padres y se lo dijo. No te vas a creer lo que te voy a decir. Inténtalo. A mi padre hace dos meses que no lo veo, y a mi madre por lo menos un mes, imagínate que clase de vida llevamos en casa, nos “vemos” por teléfono. Con los dedos de ambas manos hizo un signo de interrogación cuando dijo nos vemos. Joder que chungo ¿no? Va, ya estoy acostumbrada a esta clase de vida. Tengo otro hermano, pero está en Ibiza en la casa que tienen allí mis padres, es un pobre drogata que vive de una pensión que le pasan mis padres cada mes, está hecho polvo, un día de estos, cuando mis padres vayan allí, se encontrarán con la casa vacía, Francisco Javier es capaz de venderse a su madre para mantener sus vicios, es una auténtica pena, ha intentado cien veces que mis padres le dieran la parte de su herencia, mi padre dice que ni hablar que cuando llegue el momento ya decidirá que hace. Chica lo siento, debes quererlo mucho. Si mucho, es menor que yo, he procurado protegerlo cuanto he podido, pero ha sido en vano. Hace dos años fui a visitarlo, si lo hubieras visto, se te cae el alma a los pies, en aquella casa inmensa, desnudo casi todo el día, hasta a la muchacha del servicio le cuesta trabajar en esas circunstancias, menos mal que es una bellísima persona y lo soporta, en el fondo le da lástima, ha estado trabajando en geriátricos y sabe lo que es tratar con personas delicadas, es un enfermo.
Puso en marcha el Mercedes y salieron dirección a casa de Marcelo. ¿Quieres subir a mi casa? Claro porqué no? Es un piso humilde, vivo con mi madre que es una gran persona, no para de trabajar, siempre está limpiando, limpia que te limpia, no para nunca, yo creo que es una especie de obsesión, lo tiene todo hecho un pincel. Me la imagino, lo que les falta a unas les sobra a otras. ¿Lo dices por tu madre? Pues sí, la sirvienta le tiene que recoger hasta las bragas cada día. Ella dice que para eso se les paga, es lamentable. Les costaba encontrar aparcamiento, ese coche no era fácil de aparcar en cuanto a espacio se refiere, así que se acercaron a un parking casi llegando a la avenida Paralelo. Al salir del coche la cogió por la cintura, ella lo miró y sonrió, así salieron a la calle, agarrados, pegados como si fueran una sola persona, hasta daban los mismos pasos, él no podía andar como cualquier otra persona, de forma, que iban completamente acompasados, a pesar de que el paso de ella, era más corto.
Cuando abrió la puerta del piso, Marcelo entró primero, no fuera caso que su madre se asustara si veía a otra persona. ¡Mamá hola! Hola hijo –se oyó desde el fondo del largo pasillo-, quiero presentarte a alguien. La mujer estaba como casi siempre, repasando unos cristales que ya estaban limpios. Esta chica es Carlota. Carlota esta señora es mi madre, Carmen. Encantada de conocerla señora, su hijo me ha hablado de usted, de hecho esperaba que estuviera limpiando, es lo que dice que hace continuamente. ¡Que listo mi hijo! encantada de conocerte, ya era hora de que entrara una mujer en esta casa, es la primera que lo hace. Mamá… ¿Es mentira acaso? pues calla la boca –le dijo con cariño-. Ya me callo. Eso es, ¿de donde eres Carlota? Soy de aquí, bueno, de las afueras de Barcelona, vivo en Lloret de mar, en casa de mis padres. Que pena chica que los hijos no se puedan independizar, Marcelo podría vivir solo, pero dice que no me quiere dejar vivir sola, que en cualquier momento le puedo necesitar. Entre tú y yo, -bajando la voz como si Marcelo no lo oyera- es un chico muy retraído, es como te diría… tiene complejos vamos. Mamá esto no es cierto. Mujer, el que tenga complejos no significa que no se pueda relacionar con los demás de modo normal. ¿Lo ves? no siempre tienes razón. Señora Carmen, su hijo y yo hemos comenzado una relación.
La mujer se quedó petrificada, lo primero que hizo, fue establecer comparaciones entre los dos. Pensó… Pero si estos dos no pegan ni con cola. Lo cierto es que has dado con un buen chico, no voy a ensalzar sus virtudes porque, si continuáis juntos, las descubrirás poco a poco, no es perfecto claro está, pero ¿quién lo es? Es verdad, pero le diré algo, algunas de sus virtudes ya las he visto, y son muy buenas. A Carmelo se le subieron los colores. Bueno mamá tengo que decirte algo más, veras, me he despedido del trabajo. ¿Y eso porqué? Pues porque Carlota me ha ofrecido trabajar con ella y con su padre, tienen un negocio de coches y barcos, me han contratado, seguramente ganaré más que en el cementerio, no sé cuanto, es un asunto que debemos discutir todavía. Bueno –intervino Carlota-, de hecho ya está establecido, ganarás dos mil euros, más las dietas cuando te tengas que desplazar, y las comisiones proporcionales por cada venta de coche o de barco, ¿te parece bien? Ese sueldo es fantástico ¿verdad mamá? Caramba chico, vas a ser todo un potentado ¿qué harás con tanto dinero? Procurar ahorrar mamá, y ayudarte un poco más, que pasas apuros con la pensión de papá. Ya me ayudas suficiente, tú este dinerito que ganes, lo vas metiendo en el banco, ya ves que nos hace falta poca cosa para vivir, has de pensar en tu futuro hijo, que las cosas van a peor, hazme caso.
Eres muy guapa Carlota, espero que todo en adelante, os vaya muy bien, te veo una buena persona, quiérelo se lo merece, tiene mucho que dar. Procuraré cumplir sus deseos señora Carmen. No me llames señora, ya me puedes tutear, al fin y al cabo nos llevamos pocos años –rió Carmen y le siguió Carlota-. Me encanta su sentido del humor Carmen, quiero decir tú sentido del humor. Bueno, espero que os quedéis a comer, no queréis dejar a esta pobre vieja comerse sola el pollo que he asado, eso sí la guarnición la decidís vosotros, que hoy los jóvenes coméis muy raro. No lo dirás por mí mamá, yo me lo como todo, cocinas de primera. Pues mientras ayudas a tú madre yo salgo un momento. ¿Adonde vas? Hoye que ya soy mayorcita ¿vale?, vengo en un momento. Salió a la calle y camino cien metros hasta una pequeña joyería en el cruce de Parlamento, habían subido por allí desde el parking y había visto el aparador de reojo. Entró y le dijo al dueño, que le enseñara los zarcillos de oro que tenía en el escaparate, el hombre vio el Cartier de oro que llevaba en la muñeca y se entusiasmó. Venta segura se dijo para sí. Escogió unos zarcillos muy bonitos. ¿Cree usted que le gustarán a mi madre? hacen de persona un poco mayor ¿verdad? Su elección es perfecta señorita, le encantarán seguro. Los envolvió para regalo y salió de la relojería en dirección de la casa de Carmen. Caramba pues si que has sido rápida. Ya te lo he dicho. A la hora del café… Permítame Carmen, esto es para ti, un regalo de parte de los dos.
Que tontos sois, ¿Por qué no guardáis el dinero? a mí no me hace falta nada. Ábralo. Eso ábrelo ya mujer. Desenvolvió la cajita de nácar, la cajita valía un dinero, era la última que le quedaba al joyero, Carlota tuvo que regatearle un poco. Cuando la abrió se quedó sorprendida. ¡Que bonitos…! siempre había deseado tener unos así, un poco más grandes que los que llevo, ¡como pesan! Nos alegramos que te gusten  Carmen, anda póntelos a ver como te quedan. Le costó bastante quitarse los que llevaba, ¿cuánto hacía que colgaban de sus orejas? Va, había perdido la cuenta, desde que murió Ángel su marido ya no se los había quitado nunca, bueno sí, una vez que estuvo de vacaciones con los del I.N.S.E.R.S.O en Benidorm, iba acompañada con su amiga del primero, Juanita, la viuda alegre, hay que ver que mujer esta, se pasó parte de cinco noches en la entrada del hotel esperando que salieran los  hombres a los que invitaba a su habitación ¡que horror! Lo cierto es que los pendientes nuevos le quedaban de cine, Carlota detrás de ella estuvo mirándose en el espejo del recibidor, con un cambio de peinado parecería otra -se dijo a si misma-.
Comieron todo el guiso de pollo que hizo Carmen, Marcelo parecía que viniera de la guerra, ¡como atacaba el cuarto de pollo que le tocó! Carlota se reía mirándolo, no mires tanto que como así por culpa tuya. Carmen los observaba desde el extremo de la mesa feliz, feliz de ver a su hijo dichoso por primera vez, estaba muy cambiado. En los días siguientes, después del trabajo, se dedicó a estudiar el manual de tráfico, y a hacer fichas con las respuestas que le pondrían en el examen, Manolo estaba de muy mal humor al saber que se marchaba, le puso mil y un inconvenientes a cambiar de trabajo, le dijo incluso, que él creía que le estaban engañando, que se estaban aprovechando de él. Esa afirmación, hizo que Marcelo discutiera con él, le pidió que retirara lo que había dicho, al final todo quedó en un abrazo. Imagínate a quién me pondrán ahora de ayudante tío, esto es de locos, no quiero ni pensar en otro sentado a mi lado en el cacharro este –iban de bajada de un entierro a recoger a otro difunto hasta su última morada-. Ese día cuando plegó del trabajo, estaba esperándolo Carlota con su coche en la recepción. Te presento a mi prometida, Carlota, este es mi compañero Manolo una gran persona que me ha ayudado mucho en estos años que he estado aquí. Mucho gusto señorita, buen carro que me lleva ¿he?, vaya una máquina, ¿te imaginas Marcelo que acompañáramos a la gente a los entierros subidos en este trasto? se rió de su propia broma, se levantó la puerta del Mercedes y se quedó parado, ¡vaya tela…! Este es el coche que anuncia el campeón del mundo Shumaker, observó sin ningún disimulo los muslos de Carlota apenas cubiertos por una mini falda de cuero. Señorita, ¿qué es lo que ha visto usted en este mendrugo? Un gran corazón –contestó ella-, tan grande, que no le cabe en el pecho. Ve usted, eso no se lo discuto, es muy buena gente, es bastante especial. Tiene usted razón.
Subieron al coche y se marcharon bastante rápido. ¿Porqué corres así aquí? Es que me dan grima los cementerios Marcelo, no lo puedo evitar, si puedo evito cualquier entierro que haya, voy a casa de la gente, les doy el pésame, si hace falta voy a la iglesia, pero los cementerios… ha pues aquí se está muy bien, tranquilito entre las tumbas, a los muertos no les parece mal que pasees por en medio de las calles y tumbas. Por favor déjalo ya que me pongo nerviosa, enfilaron la Gran Vía de las Corts Catalanas por el lateral, subieron por una pequeña calle que daba a San Fructuoso y buscaron aparcamiento, Carlota llevaba debajo del brazo unas carpetas con documentos y entraron en una gestoría. Recuerda este lugar, porque más de una vez tendrás que venir tú aquí. Vale. Preguntó por el señor Martos y los hicieron pasar a una oficina interna, allí estuvo entregándole los documentos y con unos pósits de color, el gestor fue poniéndolos en orden. Muy bien, mañana mismo me pongo a tramitar todo esto, una cosa Carlota, ¿has leído los mails que te mandé ayer por la mañana? No ¿porqué. Porque hay un par de ventas que no veo muy claras, léelos y me dices algo, es decisión vuestra. De acuerdo, gracias por todo Carlos. No hay porqué es mi trabajo. Vamos a comer y después iremos a un piso que tenemos cerca de aquí. ¿Tenéis más pisos? Sí y parkings y locales comerciales, desde siempre mi padre ha pensado, que es mejor tener patrimonio que dinero contante y sonante, bueno algunas cosas las tenemos en venta, a eso se le llama inversión y de eso, mi padre sabe un rato largo. Vaya con el señor Salazar. Y vaya con la señorita Salazar ¿no?, soy yo la que maneja estos asuntos, él solo firma los papeles. Pues vaya con la señorita Salazar, cualquiera  engaña a mi lobita. Carlota se rió a gusto mientras él trataba de buscar debajo de la falda de ella, alguna cosa que le fuera de interés. ¿Quieres dejarme conducir en paz? Conduce, conduce si lo haces muy bien. Entraron en un parking y fueron a un restaurante donde también la conocían, los condujeron a la mesa. Aquí en este restaurante hacen mucha cocina romana, de la antigua Roma me refiero, el chef es un genio, cocina un cordero con miel y frutos secos que cortan la respiración. ¿Eso es lo que vas a pedir? Si, sin ninguna duda, me apunto. Copión. Ya verás cuando salgamos de aquí y vayamos a ver este piso que dices… ya te contaré yo eso de copión.
Quizás fue la comida o algún elixir secreto, pero cuando estaban subiendo por el ascensor hacia el ático ya estaban desnudándose, ella le mordía en las orejas, él en el hombro, el ligerísimo tanga de seda que llevaba quedó hecho trizas, y él se quedó sin un botón en la camisa. Solo había dos pisos en aquel rellano, los dos eran de los Salazar, así que cuando abrió la puerta y desconectó la alarma, los dos comenzaron como dos locos a terminar lo que ya habían comenzado en el ascensor, ese ascensor los llevaba a su cielo, subieron al cielo, en dos ocasiones, con una fiereza incontrolable. ¿Qué coño nos ha puesto en la comida tu amigo? Nada hombre que nos va a poner, lo que pasa es que a veces el cuerpo tiene reacciones extrañas a diferentes condimentos pero de ponernos… seguro que no nos ha puesto nada, esto son las feromonas, seguro. Después ella se sirvió una tónica fría con licor de menta, él la imitó, Carlota sabía combinar comidas y bebidas, tomar cócteles a determinadas horas, llevaba una vida de categoría y de lujos, de manera que estaba acostumbrada por sistema, a hacer todo aquello con absoluta normalidad. El ático era precioso, no extremadamente grande, pero tenía todas las comodidades que uno pudiera desear, en la terraza, todo un catálogo de plantas y arbustos repartidos por toda la superficie de la misma, le daba un aspecto alegre a aquel piso, y de privacidad. Toldos que se manejaban de forma automática, cubrían las partes donde estaban los muebles de teka de exterior, mesa, sillas, tumbonas, y hasta una pequeña fuente de piedra que estaba desconectada, deberían dar a los ocupantes del piso, una relajación y alegría a la vez, más allá de toda duda.
Salieron a la terraza y se sentaron en las amplias tumbonas, Carlota con el mando, hizo correr el toldo hasta cubrirles la cara, el sol ya caía, comenzaba a ser molesto, se levantó hacia el interior y salió con unas gafas de sol puestas. ¡Que bonita estás con las gafas! Claro, y porque voy enseñando el culo gracias a ti. Va no te quejes mujer, que la falda tampoco te ayudaría acostada en la tumbona, mírala, toda despanzurrada. Se bajo las gafas para mirar por encima de ellas. ¿A que te la ganas? Venga, castígame, aquí estoy para sufrir el castigo que me quieras imponer –se quedó con los brazos en cruz-. Jajajaja… mira que eres payaso Marcelo, te quiero, no me acuerdo de cuando fue la última vez que reí, pero de estos días no me olvidaré jamás.
¿Sabes porqué te he traído aquí? –preguntó sin moverse de sitio, sin mover, casi ningún músculo-. No, pero seguro que esta diosa que tengo a mi lado, me lo dirá. Quiero que tu madre y tú os vengáis a vivir aquí, que tengáis este piso para vosotros, tú madre lo agradecería mucho, estáis muy cerca del vuestro, -para entonces, Marcelo ya se había incorporado y estaba sentado descalzo sobre la tumbona, con las piernas flexionadas, sujetándoselas con los brazos, con cara de sorpresa, de asombro-. Pero… no podemos pagar un piso así, sería imposible. ¿Porqué?, -se incorporó y se quedó sentada- todavía no te he dicho las condiciones, no hemos hablado de nada al respecto, me gusta que me dejen terminar mis razonamientos. Vale, vale, habla. Tu madre lo merece, y tú, aquí tenéis espacio, todo es nuevo, es un buen vecindario, hay ascensor y montacargas, lo tiene todo, y no tendrías que abonar ni un céntimo por él, salvo pagar las escrituras de cambio de nombre, que nadie te va a reclamar que pagues de forma inmediata. A cambio, yo me quedo con el vuestro, lo escrituro a mi nombre y luego, cuando sea oportuno, lo vendo. Carlota, este no tiene comparación, es mucho más caro… No siempre es lo más importante el valor del dinero, si supieras la de veces que he hecho operaciones parecidas con coches y barcos, te quedarías pasmado, y nunca he perdido ni un duro. Pero quiero que este piso sea vuestro, mira levanta, -lo llevo a un extremo de la terraza-, desde aquí se ve el mercado de San Antonio, estamos en la avenida Mistral, y no me digas, que no es una zona muchísimo más tranquila que donde vivís vosotros. Te va a costar dios y ayuda, convencer a mi madre, por mi parte de fábula, pero el apego que ella le tiene a su pisito… Si, pero ¿has visto como se ha quitado los zarcillos que le regaló tú padre en su día, y se ha puesto los nuevos? Si, pero no es lo mismo. Es exactamente igual, con los años, las personas aprendemos a desprendernos de recuerdos, de cosas a las que le teníamos mucho cariño, para ir sustituyéndolas por otras de nuevas, tú madre no es diferente, quiero decir, que no es una excepción a la regla.
Fue costoso convencerla, aceptó a regañadientes, lo hacía por su hijo, si por ella hubiera sido, habría terminado sus días entre aquellos estrechos pasillos de su casa. Cuando Marcelo quedó libre de su trabajo, fue el momento de hacer la mudanza, aunque Carlota se ocupó de alquilar a una empresa para que realizaran el cambio. No hubo que transportar muebles salvo una mecedora antigua, una cómoda, y cuatro cosas más que formaban parte de la vida de Carmen y que no quiso renunciar a llevarse, lo mismo que fotografías antiguas de la pareja, cuando todavía su marido estaba vivo, y una foto en color sepia de sus abuelos, enmarcada en un costoso marco de madera hecho a mano, no tenía fotos de nietos, ni de cualquier otra familia, estaban solos en el mundo. Había otra familia esparcida por ni se sabe donde, pero hacía años que no sabía nada de ellos, seguramente pensaron que ya estaba muerta, ves tú a saber.
Con todos los documentos en regla, cuando salieron del notario, se fueron a comer para celebrarlo, Carmen dijo no tener apetito, pero a medida que fueron pasando las horas, su estado de ánimo fue cambiando, iban por la autopista, camino de Bellaterra, a una masía que Carlota conocía donde se comía muy  bien, nada de requisitos, cocina de mercado, seguro que le gustaría.
Ya de nuevo en su nueva casa, Carmen se quedó mirando su habitación, era muy grande, como grande era la cama de 150 por 200, ¿se puede saber cómo voy a dormir aquí? ¿Qué te falta espacio? Calla tonto, yo estoy acostumbrada a la mía de 110. Coño quéjate si fuera más pequeña ¿pero por grande? Cómo vuelvas a soltar un taco en mi presencia, te pego un guantazo que haces palmas con las orejas ¿te enteras…? Que si mamá, pero es que me los haces decir, leches, ¡cuantos quisieran tener una cama como esta! Pues los que sean, pero a mí me sobra cama por todas partes. Ya verás como te acostumbras, tú primero prueba dormir en ella mañana me dices que tal.
No es que no le gustara la casa nueva, pero acostumbrada a vivir en su pisito todo se le hacía grande, desde la habitación a los dos cuartos de baño completos, desde el salón a la inmensa cocina, con un gran obrador en el centro. Los pasillos ¡que barbaridad…! todo era demasiado grande para su gusto, tenía que cogerle el tranquillo a todas las puertas y accesos, al vestidor de su habitación, que era de por sí una habitación con una puerta a cada extremo, hasta la habitación de la lavadora secadora, caldera de gas, en fin, cualquier cosa que se le dijera en aquel momento habría resultado infructuosa. ¿Has visto que habitación más hermosa para lavar la ropa y arreglarla? –ella, contestó- Va ¿para qué tanto?, ya sabes que esto lo hacía encima de la mesa del comedor y me sobraba espacio, además lo tenía todo más a mano. Tuvo que ser Carlota, la que a base de paciencia y ha menudo siguiéndole el juego, la que le hizo ver poco a poco las ventajas que tenía la casa, también la tuvo que convencer, para que viniera una señora tres veces en semana, tres horas cada vez, para ayudarla a limpiarlo todo.
Entre tanto, Marcelo ya  tenía el carné, le permitía llevar coches, motos, y camiones de pequeño tonelaje, Carlota pensó que le sería útil para la labor que llevaría a cabo en la empresa. Le presentó a Lina, la chica que estaba al cargo de la oficina en la calle Valencia, en el rótulo del local se leía SACASA, cuando Marcelo le preguntó que significaba este nombre, ella le dijo. SA de Salazar, CA de Carlota y SA de Sociedad Anónima. Eso significa su casa en mallorquín ¿verdad? Si, así es, tenemos negocios en Palma, a mi padre se le ocurrió este nombre porque tiene gancho ¿no crees? Si por supuesto, además, el hecho de que esté reflejado tu nombre ahí, me complace mucho, tuvo muy buena idea. Aunque ahora, está comenzando un poco de crisis, nosotros casi no lo notamos pero algo sí. Los clientes de siempre, siguen viniendo y corren la voz por los servicios que damos, hacemos mantenimiento de los barcos e incluso nos encargamos de transportarlos allá donde quieran, la semana pasada llevamos un barco de 30 metros a Holanda, el cliente pasará allí todo un año, quiere tener el barco allí, tiene muchos millones, forma parte del consejo de administración de un banco. Vaya, veo que me enfrento a todo un desafío teniendo que tratar con esta gente. No te preocupes, ya verás como te acostumbras, sería bueno si te queda algo de tiempo que aprendieras algo de ingles, es necesario para nuestro oficio. Bueno… se me ponen los pelos de punta con solo pensarlo, pero si hay que hacerlo se hace, se me da bien estudiar. Si es que es más listo mi niño… Bueno, espera primero los resultados, luego me lo dices.
Puede parecer exagerado, pero al final, el piso de Carmen se vendió a un precio bastante superior al que esperaban, sacaron por él 82.000 euros, no estaba nada mal para un piso de estas características. Marcelo habló con Carlota, y estuvieron de acuerdo en no hablar del asunto con su madre, más que nada, para que esta noticia no le diera por un golpe de nostalgia y se les derrumbara, la mujer estaba haciendo esfuerzos, por acostumbrarse a las nuevas circunstancias. En cuanto comenzó el verano, comenzó la actividad en serio para Carmelo, no paraba ni un solo instante, ha menudo tenía que comer cualquier cosa fuera de casa, y volver al trabajo. A mediados de agosto, en mitad de la Gran Vía, esperando a que se pusiera verde el semáforo para los conductores, se quedó allí parado, los coches que le precedían comenzaron a hacer sonar las bocinas, algunos lo adelantaron y lo insultaron, lo propio del calor del verano, cuando las neuronas andan más alborotadas por el calor  y seguro que, algunos no podían tener vacaciones por diferentes motivos. Sus familias en la playa, en el camping o el apartamento, y ellos, pobres, currando como locos, en medio de aquella vorágine de cemento y polución. Se quedó parado porque comenzó a pensar en el cementerio, en la paz que reinaba allí, en el silencio, en el trabajo, junto a su compañero Manolo, allí nadie le metía prisa, los muertos saben que van a ser enterrados, son los que menos prisa tienen de todos y los familiares, siguen la procesión y los protocolos, porque debe de ser así. Cierto, ganaba poco, pero suficiente, para mantenerse junto a su madre, en el piso de la calle Conde de Borrell, nada comparado a lo que tenía, eso es verdad, que piso, que coche le proporcionó Carlota, un Audi A 3 casi nuevo, no podía quejarse, los sueldos están a la par de las responsabilidades, pero Marcelo comenzaba a tener muchas.
Fueron a pasar un par de días a la casa de Carlota en LLoret de mar, ya estaba algo familiarizado con la casa, había ido alguna que otra vez con ella. Desde que llegaron sin embargo el teléfono no dejó de sonar, y a veces hasta el fijo y el móvil al mismo tiempo, así que tenía que dejar a alguien en espera. ¡Vaya dos días de asueto, vaya mierda! No hables así hombre… la gente no sabe lo que estamos haciendo, los clientes, creen que tienen el derecho, de que estés a su servicio las veinticuatro horas del día, para eso pagan lo que les decimos, no rechistan, ingresan el dinero y punto. No faltaría más que les dijéramos, que no podemos atenderlos más que determinados días, a determinadas horas, nos cargaríamos el negocio en dos telediarios.
Marcelo no contestó, se limito a escucharla, ¡estaba tan guapa cuando discutía consigo misma! En el fondo, a ella le jodía mucho esta situación, era evidente por la cara que puso cuando dio esta explicación a Marcelo, y todo, por haberle dicho que habían  pasado una mierda de fin de semana, cosa que era cierta, pues hasta estando en la cama retozando, había tenido que interrumpir la fiesta, para descolgar el teléfono, y atender a alguien, que seguro que se estaba rascando los huevos en alguna cala, o en algún hotel de lujo de ves a saber tú donde. Pero el trabajo era el trabajo, ante todo y sobre todo. Mientras, Marcelo, tenía más nostalgia de su antiguo trabajo, se iba apoderando de él, era como una voz, que le recordaba continuamente que él no estaba hecho para aquel tragín. En esos  momentos, habría aceptado cualquier otro trabajo, sin embargo, temía perder a Carlota a quién tanto debía, no solo él, si no a través de él su madre, Carmen que ya estaba adaptada a aquel piso fantástico. Se comenzó a preguntar si no había vendido su alma al diablo, si no se había comprometido demasiado, si no estaba tratando de alcanzar algo que estaba fuera de su alcance.
A menudo, cuando una persona trata de alcanzar la felicidad, se da cuenta en un momento u otro de su vida, que ese no es  el camino, o termina por concluir, que la felicidad es una utopía. Lo que es muy sencillo para unos, lo que los lleva al conformismo, los hace felices, se contentan con su status quo, no merece la pena afanarse nada más, que por aquello que ya han logrado, y que no desean perder. Carlota se dio cuenta casi de inmediato de las inquietudes de Marcelo, no esperó demasiado para hablar con él del asunto, algunas de las tareas que se le encomendaban, se le olvidaban, de pronto, pareció como si se hubiera desenchufado del  impulso que lo movía a hacer las cosas. ¿Quieres que hablemos? ¿De que tenemos que hablar? todo está bien Cariño mío, no me pasa nada. Eso le salió de forma espontánea, ese “no me pasa nada” evidenciaba que sí le pasaba algo, y ella tenía cierto derecho a saberlo. Algo debe de pasarte, te noto un poco cambiado, cuéntamelo. ¿Qué le iba a decir, que quería volver a su antiguo empleo si podía? eso estaba fuera de lugar, sin embargo es lo que le inquietaba. No te gusta el trabajo que haces, me doy cuenta y me entristece a la vez, quiero lo mejor para vosotros dos, os merecéis ser más felices de lo que habéis sido hasta ahora. ¿Más felices, de qué hablas Carlota, porqué debería ser más feliz ahora que antes, por ganar más dinero, crees que no me doy cuenta, que cada mes ingresas cantidades que no merezco en mi cuenta?, el dinero me importa una mierda. Estoy aquí, ahora, porque me importas tú, porque te quiero con toda mi alma, por lo menos… nunca he querido a nadie así. Ya, lo comprendo, yo también te quiero amor, si no eres feliz con este trabajo no te apures, buscaremos otro que te complazca, que te llene. No sé Carlota, ahora mismo, estoy muy confundido, no podría decirte que es lo que de veras quiero, me doy cuenta que he estado llevando una vida… ¿cuál sería la palabra…? no la encuentro ahora mismo, no soy demasiado listo sabes. No digas eso, el hecho de que hagas estas reflexiones, demuestra que eres más listo de lo que muchos pretenden ser, solo hay que orientar bien esta…diría antena, como las que se instalan para los televisores, para encontrar la señal idónea. ¿Tú crees? Seguro, cuando salí del instituto, mis padres tenían la seguridad que me inscribiría en alguna universidad, yo decidí que no, hubo un revuelo en casa de mucho cuidado, pero yo tenía claro que, sin una carrera universitaria me podría labrar un futuro propio, no el que ellos decidieran. Y aquí me tienes, llevando casi todo el negocio, y siendo un socio más de esta empresa.
Marcelo escuchaba con atención, si alguna cosa había aprendido de sus progenitores, era que cualquier persona le podía enseñar cosas, solo necesitaba, estar atento a lo que decían los demás. Escuchar es la palabra, porque oír puede oír todo el mundo, pero escuchar, eso es, para sacar conclusiones, deducir, aplicar, eso es lo difícil. Quizás era la hora de tratar de combinar lo que había aprendido, con sus propias cualidades, sus posibilidades. No sé, ¿tú que sugieres? Tengo un amigo que tiene una empresa de escuela de buceo, podrías tratar de trabajar con él, es un tío genial y seguro que me diría que sí. No porque yo te enchufara, si no vales te lo dirá al cabo de poco, hacen mil y una actividades relacionadas con el tema, limpian fondos marinos, enseñan a bucear a personas que desean aprender… no sé, muchas cosas, yo no estoy al tanto de todo cuanto hacen, solo sé que nos compran barcos y los acondicionan para determinadas actividades, incluso hacen pequeños cruceros en barcos de vela para turistas en barcos de vela. ¡Que curioso! había oído hablar de esto, pero no quiero separarme de ti, y quizás esto me alejaría un poco, no puedo pasar sin verte. ¡Que va hombre! Cuando tú no puedas venir por determinado trabajo, yo voy a verte, ¡será que no tengo barcos a mi disposición para esto! ¿De veras te parece que podría encajar en esta tarea? Por probar no se pierde nada, mañana lo llamo, si te parece bien y quedamos para vernos, dependiendo donde esté claro. Encargaron la comida a un restaurante, y comieron dentro de un barco, que vendrían a ver unos señores vascos a las cinco de la tarde, Marcelo casi sin quererlo se había acostumbrado al balanceo de los barcos dentro del puerto y fuera de él, navegando junto a Carlota en aquellos barcos increíbles, después de la comida, se quedó dormido en el sofá mientras Carlota, se dedicaba a revisar los pequeños detalles que a menudo hacían que un barco se vendiera o no, repasaba los pomos de las puertas, el mármol de la cocina, dispuso las toallas de los dos baños de forma apropiada, los albornoces con el logo de la empresa bien plegados en su lugar. Todo estaba dispuesto para recibir a los posibles compradores, las barandas exteriores, cristales y demás fuera del barco se encargaba a una empresa que trabajaba para ellos desde hacía ocho años, gente esforzada y responsable.
Del precio de la embarcación ya se había discutido, de manera que solo quedaba, ver el barco y salir a probarlo fuera de puerto. Carlota, sentada esperando la hora, leyendo un gran libro, estaba más que tranquila, Marcelo despertó pero no se movió de su lugar, la observó desde el sofá, le dio la impresión de haberla descubierto en ese instante. Dios mío ¿qué hace usted en mi barco señorita?, a Carlota le encantaban estas pequeñas salidas de Marcelo. No sé quien es usted… pero no me provoque que soy muy peligroso y no soy responsable de mis actos ¿he? Donde va con esa falda enseñándolo todo, ¡por favor mujer, tápese un poco que se le ve todo… coño! Carlota no pudo evitar echarse a reír y correr a él echándosele encima. ¿Llegamos en mal momento? si quieren volvemos dentro de un rato. No por favor pasen, estábamos esperándolos, disculpen, solo estábamos jugando un poco, ya sabe, a veces los mayores necesitamos ser un poco niños, él es Carmelo mi prometido, ustedes son los señores Garástaga ¿cierto? Cierto, ella es mi esposa, Idoia, mi nombre es Agosti. Encantados de conocerlos, aunque ya nos hayamos visto por la spi cam, bien pues aquí lo tienen, una joya entre los barcos que tenemos en la actualidad. Si que lo es, vaya que si lo es, que diferencia a ver los videos que nos mandó, es una pasada, aunque  ya sabe que voy a tratar de regatearle el precio. Para todo es igual este hombre mío, es un desvergonzado. No se preocupe señora, estamos acostumbrados a hacer tratos a diario, si hace falta echaremos un pulso, y quién lo gane se lleva el barco. Rieron los cuatro, y Agosti le cogió la mano a Carlota ha manera de conforme.
Después de salir a probar el barco, y quedar más que satisfecho, de las explicaciones que le diera Carlota acerca de las características del motor y del radar por satélite, pararon de nuevo en el malecón y cerraron el trato en las oficinas del centro de Barcelona. La operación, terminó con unos beneficios netos de veinticinco mil euros, no estaba mal para ser solo intermediarios. Marcelo sin embargo, comprobó que a Carlota no le cambiaba el rostro tener a voz de pronto tanto dinero en la mano, estaba acostumbrada a él, a hacer operaciones incluso de más nivel que aquella. Hasta cierto punto se sorprendió, se lo hizo saber y ella le contestó sin dudar… Cielo mío, si el dinero solucionara algo… pero no es el caso, lo más importante es tener inteligencia para usarlo, no dejar que el dinero te utilice a ti. Eres la hostia Carlota, deberías ser filósofa, eres aguda del copón. Cuando naces teniéndolo todo, es sencillo sacar esta conclusión, en sentido contrario, he visto a gente que a arruinado su vida, porque simplemente, les ha tocado un décimo de lotería, si eres sencillo por naturaleza, y procuras salvaguardar esto como si fuera un tesoro, lo tienes todo. Hace decenas de miles de años atrás caminábamos a cuatro patas, desde que nos erguimos sobre nuestras piernas, hemos ido de mal en peor, nos convertimos en animales políticos, egoístas, recelosos de todo cuanto nos rodea que no huela como nosotros queremos, en definitiva… nuestra perdición.
¡Que gran argumento el de Carlota! Una persona estable donde las haya, cabría decir que tiene un corazón puro, que ya es decir, que raro, jamás me ha hablado de antiguas experiencias con otros hombres, seguro que las ha tenido, y también que no ha sido una sola, pero no me ha contado jamás nada de su vida pasada, ¿sería apropiado que le preguntara? Ahí quedó el tema aparcado para más adelante, ahora de forma más o menos inmediata, lo que tenía en mente Marcelo, era ir a ver el posible nuevo trabajo, que, mediante Carlota podía llevar a cabo. El lunes por la mañana, he quedado con Alonso, para ir a visitarlo al puerto de Palamós, estará fondeado allí por espacio de una semana, ha de hacer algunas reparaciones y ajustes al barco que tiene. Perfecto, entonces te tomas un día de fiesta. Más o menos, Lina vendrá desde Barcelona a casa, ha terminar de preparar documentaciones para la otra semana. Muy bien, parece buena chica Lina. Si que lo es, y diligente en el trabajo, todavía es la primera vez que me ha dado una negativa, para hacer cualquier cosa dentro de la empresa, no se le resiste nada, y lo que no sabe va y lo pregunta, es una joya esta chica, el lunes cerramos la oficina de Barcelona, de manera que ese día ella tiene fiesta, pero le pides algo extra y no sabe decir que no, a estas personas hay que pagarlas muy bien, se encuentran con los dedos de una mano. Tienes razón, ojalá pueda ser algún día tan útil para alguien como lo es ella. Ya lo eres cariño, para mí eres indispensable, desde que te conocí en el cementerio, algo en mi interior me dijo que eras una persona excepcional, ¡y vaya si acerté! eres sensible, amable, sincero, y sobre todo, una persona honrada, no se puede pedir más de nadie. Me adulas demasiado, creo que el asunto está en que no has conocido a muchos hombres, este es mi punto de vista claro, si tuviera tantas cualidades, es probable, que ni siquiera te hubieras fijado en mí. Hay mucha gente por ahí, que son mucho mejores que yo, todo depende, de lo que queremos ver en los demás, me sucede a menudo que, dependiendo del humor que tengo, tengo diferente interés a ver como es determinada persona. También puede influir, es cierto, pero desde que te conozco Marcelo, nunca me has dado motivos para verte de diferente modo, a como lo hago ahora,  y mira que a veces, tendría motivos para tener ese sentimiento del que tú hablas, el trabajo no siempre es fácil.
Entre tanto llegaron a Palamós, en el puerto buscaron el barco de Alonso, un hombre de unos cuarenta años con aspecto atlético y alto, con el cabello entrecano, vestía un pantalón de algodón, náuticas y sudadera azul marino con el logo de la empresa. Desde algo lejos, Carlota lo llamó, él saludó con la mano en alto enguantada con guantes de piel de vaca, tenía en la mano un bote de pulimento y un paño. No tendría que recibirte ladrona, solo me llamas cuando te interesa, ¡como te aprovechas de mí…! Pues anda que tú… anda déjalo correr que no tengo ganas de discutir. Los dos sonrieron, Alonso los invitó a subir a bordo y le dio un beso en los labios a Carlota. No mires así hombre –Carlota miró de reojo a Marcelo-, desde que nos conocemos nos saludamos así, es para que tome un poco más de interés por las cosas ese villano. Vaya por dios… ahora he pasado de ser héroe a villano, en solo un par de segundos ¡eres imposible Carlota! Del interior del barco, salió una chica que no tendría más de veinte y pocos, vestida con solo un suéter de lana grueso que le llegaba hasta medio muslo, hermosa y rubia, descalza, aparentaba ser una de esas diosas bajadas de su pedestal y llegada como por ensalmo al siglo veintiuno. Alonso no se preocupó por presentarlos, la chica, con su dorada melena lacia al viento, pasó por su lado y esbozó una sonrisa a los visitantes. Vístete y ve a desayunar al puerto, debo atender un asunto con estos amigos. Caramba Alonso, sigues siendo un don Juan, no se puede decir que pierdas el tiempo, maldito pirata… no has cambiado nada. Alonso la miró con cara de víctima, y se encogió de hombros. ¿Qué quieres que le haga? cosas que pasan, sabes bien que las mujeres me pueden, hacen de mí lo que quieren –dicho esto rió-. Eres un ladrón de almas, como siempre, algún día tendrás un disgusto gordo. Cuando esto suceda, bucearé a pulmón libre hacia las profundidades y nadie sabrá más de mí, pero de momento como dice Sabina, “el árbol del que se hará mi ataúd no está siquiera plantado”. ¡Vaya un poeta canalla que eres! Se sentaron bajo el toldo de la embarcación en unas sillas de lona, les ofreció algo para beber, los dos negaron con la cabeza. Pues yo, me voy a tomar una copa de Borgoña que tengo en la bodega. Si es un Borgoña saca dos copas, seguro que es un vino excelente. Excelente pero un poco mareado, aquí los vinos no descansan en paz, siempre se mecen con las olas, pero debo tenerlos para los turistas. Bien, así que Marcelo quiere probar suerte con el mar, te advierto –dirigiéndose a él-, que no es moco de pavo ese trabajo, sobre todo cuando estamos en temporada alta, y cuando es temporada baja, el trabajo no disminuye mucho, hay que revisar y reparar los equipos de buceo y el mantenimiento del barco, bueno a decir verdad de los dos barcos, el otro está ahora en Canarias, lo lleva un empleado de mi plena confianza. La gente quiere conocer el mar aunque no todos lo aprecian, ahí abajo también hay montañas y praderas, tiene como en tierra firme sus propios reyes de la selva acuática, depredadores, animales a los que hay que respetar, porque si les pierdes el respeto estás listo, es su territorio, y no consienten que nadie venga a molestarlos. Eso es lo primero que debes tener en cuenta, hay que temer al mar y los animales que viven en él. Se llevó la copa de vino a los labios y paladeó el oscuro néctar. Si estás dispuesto a hacer lo que te digo, serás bienvenido, si no, te pegaré una patada en el trasero, y tendrás que buscarte otro lugar adonde ir con tus miserias.
Alonso no tenía la menor intención de ofenderlo, Marcelo encajó el toque que el marinero le dio con atención y hasta con agradecimiento. Imagino que si no pongo a prueba mis cualidades en este trabajo, jamás podré saber de lo que soy capaz de hacer. Eso me gusta, sin embargo ten en cuenta, que esto no es un colegio, no me puedo permitir estar a tu lado enseñándotelo todo a cada momento, yo digo las cosas solo una vez, lo demás correrá de tu cuenta. Me parece bien, ¿cuándo puedo comenzar? Cuando tú quieras, pero no te dilates en decidirte, el tiempo apremia, aunque ahora veas que aparentemente no tenemos mucho trabajo, eso es solo apariencia, aquí cuando no estamos en el mar, trabajamos en tierra, ¿tienes carné de conducir? Sí, hace solo unos meses que lo conseguí, pero se me da bien conducir, creo que eso está solucionado. Bien, pues esta semana próxima me pasas los papeles para darte de alta y a currar, ha, solo una cosa más, este trabajo exige absoluta discreción, ¿lo entiendes verdad? Claro, como no.
Comieron juntos los cuatro, la muchacha rubia, se sentó a su lado, y no paró de hacerle carantoñas y besos discretos. Oye Pola, tenemos toda la tarde y la noche para dedicarnos a nosotros, para un rato guapa. En inglés estuvieron hablando Carlota y Pola, así supo que era danesa y que se habían conocido en Ibiza el verano anterior. Alonso estuvo desde entonces, por la labor de ayudarla a perfeccionar el castellano, un tío gentil, así era Alonso, le enseñó a bucear con todo el equipo de buceo, botellas de oxígeno y demás, esto lo hacía a cambio de sexo. Alguna compensación tengo que tener ¿no te parece Carlota? en esta vida todo tiene su precio, nos hacemos compañía y además follamos. Me cago en la leche, no cambiarás nunca. Cierto, pero no hago daño a nadie, yo soy soltero, ella también y además le gusta todo lo que hacemos juntos ¿qué mal hay en esto? Ninguno es verdad, bueno supongo que si así los dos sois felices… que puñetas, adelante. Brindo por eso Carlota, sabes que me interesa tu opinión. No me fastidies hombre… ¿desde cuando, si hace una eternidad que no nos vemos…? Joder esta mujer, ¿y eso que tiene que ver?, tengo muy buenos recuerdos de el tiempo que estuvimos juntos, fue poco tiempo cierto, pero tuvimos una agenda apretada, hablamos mucho entonces, personalmente, me ayudó a reflexionar sobre un montón de cosas que he tratado de corregir en la vida. Bueno, pues me alegro de esto, aunque dudo mucho que pusieras en práctica muchas de las sugerencias que te di. Eso es otra cosa, el carácter de una persona es difícil de cambiar, pero te aseguro que soy mejor de lo que era antes, por lo menos de manera sustancial, eso es lo importante, cambiar, lo que se dice cambiar, es imposible y menos en un carácter como el mío.
Carlota se dio cuenta que Pola miraba a Marcelo, miraba su entrepierna y sus ojos a la vez, pudiera ser que le estuviera mandando un mensaje, sin embargo, sabiendo que Alfonso era su Cicerone particular se despreocupó, sabía hasta que punto podía contar con el cariño que este le tenía. ¿Será guarra la tía esta? a lo tonto no hace más que mirar a mi prometido. Pero en este mundo que vivimos, las promesas siempre están a la venta, como el pescado en el mercado, vaya mierda, “te prometo…” es la frase del día a día, y mira cuanta gente se olvida pronto de las promesas… Bien Marcelo, te espero el lunes a las ocho de la mañana, te daré unas cuantas instrucciones y te pondrás a trabajar en este barco conmigo. Perfecto, aquí estaré, gracias por la oportunidad que me das Alfonso, es muy importante para mí, creo que podré estar a la altura de lo que demandas de mí, y… Pola, estoy prometido a Carlota, ella es mi vida, te agradecería que te mantuvieras a distancia. Miró a Alfonso al decir esto, y este solo le dirigió una mirada de asentimiento. Ella es así, los suecos tienen este carácter de querer experimentarlo todo ¿sabes?, pero bien dicho, creen que los hombres, en el caso de mujeres como ella, son juguetes a los que deben dar cuerda. Ya veo, el caso es que a mi, ya me la da Carlota. El sol comenzaba a esconderse por poniente, el mar adquiría tonos preciosos y los cuatro por un momento, dejaron de hablar para observar como el mar poco a poco se lo engullía.
¿No crees que te has pasado un poco con Pola? No, vale más pasarse que no llegar, además ella estaba imperturbable ¿te has dado cuenta de eso? Si, parece que no iba con ella lo que le has dicho. No hay mayor sordo, que el que no quiere oír, Carlota. Mientras no te traiga problemas con Alfonso… El tiempo lo dirá, pero merece la pena dejar las cosas claras con anticipación, sé perfectamente por su mirada que es lo que quiere. Hay que ver, como somos las mujeres cuando algo nos interesa. Y los hombres cariño, y los hombres también. Conozco a Alfonso, esa chavala solo forma parte de una distracción más que tiene ahora, en cuanto se canse de ella, ya verás como hace por manera por dejarla de nuevo en Ibiza, o en Pernambuco da lo mismo. Está buena la tía, ella lo sabe, doy por hecho que se pavoneará continuamente, y más ahora que sabe lo que pienso. Pues ya sabes… no hagas que tenga que darte dos hostias para espabilarte. ¡Pero bueno…! no pienso arrastrarme delante de nadie, tengo claro mis objetivos en la vida, cada vez más, de manera más clara. Me alegra oírte decir esto. Carlota se acercó a él desde el asiento del copiloto, se puso a la altura de su cara y le lamió la oreja. Oye, que nos vamos a dar una leche, piensa que el coche es tuyo, y si te lo siniestro, tendré que oírme cualquier cosa. El Mercedes iba como una seda por la autopista, conducía con el limitador automático, a 130 kms, un coupé hermoso, poderoso con un motor fiable y una mecánica impresionante. He pensado que no tienes vehículo para ir al trabajo, de manera que te doy el coche, se paga por leasing, es como pagar un alquiler por él, así yo tengo la oportunidad de tener otro nuevo que he visto. No hay necesidad cariño, ya me buscaré la vida. Sé que lo harás, de hecho, el que te hayas sincerado conmigo y hayas decidido tener otro trabajo, demuestra que te buscas la vida, tu lugar en ella, bravo por ti mi amor, pero deja que te ayude en esto, por favor.
El lunes por la mañana se presentó a las ocho menos cuarto en el muelle, Alfonso estaba haciendo café dentro del camarote, Pola no estaba, no había ni rastro de ella. ¿Qué tal, como has pasado estos días? Muy bien, bueno ya conoces a Carlota, es una mujer inquieta, siempre me tiene de acá para allá, a mi me gustaría estar un poco más tranquilo, pero no hay forma de pararla, parece que esté enchufada a la corriente. ¡Pues si la hubieras conocido con unos años menos…! siempre le decía que no se puede vivir la vida de ese modo, era un terremoto, los amigos se quedaban sorprendidos cuando salíamos juntos, los agotaba a todos, al final también me agotaba a mí y ella continuaba la fiesta. Ja,ja,ja, te creo, pues todavía es bastante así, como tú la describes. Alfonso miró por una de las ventanas al exterior, llegaba una zodiac con Pola de pie, pilotando la barca hinchable. Bueno, ya está de vuelta… No quiero ser indiscreto, pero ¿de donde viene a estas horas? De bañarse mar adentro, le gusta coger la lancha y bañarse desnuda, aquí no lo podría hacer, no porque la miraran, aquí hay zonas nudistas, solo que le gusta nadar y nadar hasta la extenuación, no creas, es una excelente nadadora, ya verás, luego, dentro de un par de horas, se sienta en la cubierta a hacer meditación y se tira así hasta la hora de comer, ¿qué te parece?, a veces pienso que es más rara que una jirafa carnívora. ¿No te preocupas cuando se va a bañar tan lejos? Bastantes preocupaciones tengo ya, la verdad es que no, también te puede pasar cualquier cosa con el agua a la altura de la cintura. Este verano pasado, un chico se tiró al agua después de una clase de buceo y ya no salió del agua, bueno sí, salió, pero flotando boca abajo, sencillamente se ahogó. Joder que mal rollo. Lo sacamos del agua entre tres, llamamos al servicio guardacostas, y se lo llevaron junto a su novia, con un ataque de nervios. Aparte del dinero que gastamos en poner a punto nuestros barcos, la mayor inversión que hacemos es en seguros, tenemos seguros y reaseguros de toda índole, los clientes son lo primero. ¿Qué jodido no? Sí así es, pero forma parte de nuestro negocio, quería decirte algo a propósito de la conversación. Tú dirás. Procura desterrar de tu vocabulario palabras soeces, ya sabes, hostias, joder, me cago en…, si no lo haces ahora, me espantarás a la clientela ¿lo entiendes no? Claro, disculpa, es que hasta ahora no he tenido demasiado trato con la gente, no te preocupes, eso está hecho. Muy bien, ¿más café?. Marcelo no pudo evitar ver pasar en un par de ocasiones a Pola en bolas dentro del camarote, se había duchado y ahora vestía un vestido de estilo ibicenco de color crudo sin ropa interior alguna, era evidente, se preparó el desayuno, desayuno que era una auténtica comida, tostadas, manteca, un filete de ternera, una naranjada y al poco rato, un té que parecía ser magnífico, por el aroma que desprendía.
Después del día de trabajo, Marcelo deseaba con toda su alma, llegar a casa de Carlota, para comunicarle lo que había hecho, y los muchos proyectos que Alonso le comunicó que tenía para el próximo  verano. Estaba entusiasmado como un niño pequeño, la llamó desde el manos libres del coche, le saltó el buzón de voz, y dejó dicho que iba camino de casa. Antes de llegar recibió la llamada de Carlota. Nos veremos en casa más tarde, he tenido que solucionar un asunto de última hora, no sé a que hora llegaré cariño, te quiero. Se sirvió un gin tonic y se sentó en una tumbona del porche trasero, sin mirar siquiera, se sentó en la que habitualmente usaba Carlota, su perfume le llenó los sentidos, cerró los ojos y soñó. Soñó que los dos iban en un velero, el pilotaba y ella, estaba cogida en el cabo de la menor de pie, con el cabello al viento, sintió como era habitual cuando pensaba en ella, un cosquilleo en la entrepierna, su miembro comenzó a erguirse, replegó las velas dl velero y llamó a Carlota, ella volvió la cara con los ojos llenos de deseo y corrió hacia él, los dos se enredaron en una lucha animal, sin concesiones, bajo los palos hicieron el amor hasta quedar sudados, sus pechos jadeantes, misión cumplida, pero solo era un sueño.
Carlota llegó a las doce pasadas, Marcelo se había comido un emparedado de jamón, queso y lechuga con tomate en rodajas. Bufff, puedo creer que esté en casa, que pasada de día, todos se han vuelto locos amor, voy a tener que sacar tiempo de donde no lo tengo. ¿Qué pasa? Pues que a última hora, mi padre me ha comunicado, que vamos a un salón náutico a Caen en Francia, ¿te lo puedes creer? ese viejo holgazán, que solo sabe visitar hoteles de lujo alrededor del mundo, y hacerse fotos con los famosos, se le había olvidado decirme, que tenemos que ir allí con cinco barcos. Marcelo no le quiso decir nada sobre su trabajo, aunque lo deseaba de todo corazón, es más, necesitaba decírselo. En cambio, le sirvió un bourbon y le hizo un masaje en los pies. Ohhhh, como te lo agradezco vida mía, no te pases o me quedaré dormida aquí, que gusto. La noche llegó pausadamente, como si adivinara que Carlota, necesitaba que ese crepúsculo fuera así. El baño contribuyó a que el sueño se apoderase de ella, Marcelo contemplaba sus ojos, ojos que cambiaban de color dependiendo del estado de ánimo, o de cómo le daba el sol. El los conocía bien, los había observado de cerca, sabía que y como hacer las cosas, dependiendo del color que adquirían. Buenas noches cariño mío, descansa. Igualmente Marcelo, ¿sabes que no me canso de pronunciar tu nombre? Con esa pequeña observación que a él le hizo sonreír, se durmió plácidamente.
Cuando él despertó, Carlota ya no estaba. Caramba, si que ha madrugado hoy. Iba a decir “joder” en lugar de caramba, pero tenía que cambiar de hábitos, Alfonso se lo advirtió, de manera que tenía que ponerse las pilas en este sentido, si quería conservar el trabajo. Se duchó y salió hacia Palamós, este tramo de la autopista, afortunadamente, estaba despejada. Llegó al barco y en el instante que se disponía a recoger los útiles para la jornada… Marcelo, vete a desayunar o a pasear si quieres, vuelve de aquí a una hora u hora y media. Se quedó parado en cuclillas dispuesto a recoger las herramientas, solo supo contestar “Vale hasta luego”. Con el tiempo aprendería que esto, se repetiría más veces, cuando estuviera navegando con gente que alquilaba el barco por un día, o un fin de semana, “quién paga manda”, y las cuotas que aquellos turistas pagaban, eran lo suficientemente altas, como para exigir en un momento determinado, la intimidad que necesitaban. Ha menudo eran personas que tenían la moral por los suelos, gente sobrada de emociones, maridos que escapaban de la vigilancia de los demás, alquilando el barco y navegar hasta alta mar con otro hombre, o con varios que tenían las mismas hipocresías ancladas en el corazón, secretos inconfesables, que llevaban consigo hasta el lejano mar, que los mecía y los trasformaba en aquello que querían ser en ese instante. Gracias a eso, cuando volvían a sus puestos de ejecutivos, banqueros, comerciantes, eran gente capaz, resueltos a enfrentarse a cualquiera, solucionar cualquier problema. En sus agendas mentales, tenían bien escrita la fecha de la siguiente salida, huída, cacería humana, esto también entraba dentro de sus planes, aunque, el dejarse ver en determinados lugares, podía resultar peligroso, pero de vez en cuando, también se transformaban en Dráculas, les ponía ser ellos los buscadores, no siempre pagar a jóvenes por tener sexo con ellos.
El plan de Alonso era, comprar un barco de tres palos, un velero que hacía tiempo había visto en el puerto deportivo del Garraf. ¡Qué preciosidad Marcelo, un día de estos iremos a verlo! de momento tengo el precio cerrado con el dueño, tiene cuatro camarotes, los cuatro son de lujo, el dueño se fue a la quiebra, es un griego con pocas ganas de quemarse más con el mar, el barco ya está preparado para este tipo de cruceros por el mediterráneo, J.M, mi socio está conforme con el negocio, lo ponemos todo a medias aunque él seguirá con lo suyo, las inmersiones y la escuela de submarinismo. Cuento contigo para llevar adelante este proyecto ¿vale? Por supuesto que sí. Eso era lo que quería decirle a Carlota, pero bueno, ya tendría tiempo para hablar con ella, ahora mismo no era momento de importunarla, tenía mucho trabajo, y en parte, por culpa de aquel pendejo de padre que tenía. La última semana, Carlota tenía los nervios a flor de piel, Marcelo tuvo que emplear una gran dosis de paciencia con ella, discutieron alguna que otra vez, nada fuera de lo común, discusiones relacionadas con su trabajo, arreglar el transporte de los barcos, instalarlos en la feria, los gastos que todo ello traía consigo, la informalidad de la empresa de transportes especiales, permiso de aduanas para la compra venta de los barcos…, todo era abrumador.
Terminada la feria francesa, Carlota llamó a Marcelo para decirle que lo echaba de menos, pero que se tenía que quedar allí unos días más, había vendido dos barcos y estaba llevando a cabo la gestión con los bancos. Estos gabachos son la leche, para casi cualquier cosa que apalabramos te hacen firmar documentos, he tenido que contratar los servicios de un abogado para hacer que todo sea legal y que no comprometa nuestros intereses. Lo entiendo cariño, no te preocupes yo también estoy ocupado, ya te contaré cuando vuelvas, este trabajo al lado de Alonso me está cambiando la vida, para bien claro está. Me alegro, dale las gracias de mi parte a ese golfo, te quiero, tengo que dejarte Marcelo, un beso grande. Vaya hombre, me hubiera gustado hablar un poco más con ella, vaya trajín tiene que tener la pobre, como me gustaría estar allí para poder ayudarla…, que se le va a hacer, cada cual a lo suyo.








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