lunes, 9 de junio de 2014

EL RINCÓN DE MIS ÁNSIAS.

EL RINCÓN DE MIS ANSIAS.

Eras, fuiste y serás siempre mi refugio. Muchas odas reflejan el profundo pensamiento, el sentir de hombres que con ellas, han querido significar, sin ha menudo conseguirlo, cómo se queda el alma cuando se queda huérfana de amor.
Ese es mi caso ahora, todavía tengo ansias, ansias de vivir aunque en ello me vaya la vida. A todos nos llega el fin del viaje, a todos se nos leva la parca cual si fuéramos insignificantes motas de polvo esparcidas al viento.
Todavía tengo ansias de ti, de tus besos y tus risas, de tus enfados y carreras, de los tesoros que tu corazón encierra. Y si a todo esto añades la distancia que nos separa, las ansias se multiplican.
Hay agonías que se pagan sin saber muy bien porqué, sin entenderlas, a pesar de que a mi edad, nada debería sorprenderme. Pues me sorprendo amor, y por eso lloro, por no encontrar motivos ni razones para estar de otro modo.
Camino entre sombras sumergido, si, entre gritos y cadenas, físicas no, de las otras, que todavía pesan más por ser invisibles, escucho alguna voz lejos, alguna risa que no me importa, ruidos que no van conmigo.
Y dibujada entre mis sueños, como cuando era joven, en medio de una neblina que aparece llena de manos fantasmagóricas con dedos acusadores, tu figura, lejana y cercana a la vez, inalcanzable, somera.
En mitad de esta vorágine de sensaciones, el rincón, si, el lugar donde me encuentro, escondido entre sombras iluminadas por las visiones que me golpean como grandes mazos que apenas me dan tiempo para levantarme.
Así estoy pues, en el rincón, entre esta escuadra de paredes y suelo, agazapado para no ser visto, porque estas visiones me hunden en el más profundo malestar. Preferiría morir en paz, pero no puedo, no debo, te quiero.
Ya ves, amo a la más preciosa mujer jamás retratada, pero inalcanzable para mi, con todas mis fuerzas trato de gritar, pero es inútil, estás vigilada por toda una escuadra de poderosos vigilantes, no dejan que me acerque a ti.
Estas ansias mías, el deseo de abrazarte cada día, a cada hora, en cualquier lugar donde te encuentres, hace, por naturaleza, que mis tripas se retuerzan dentro de mí. Te escucho y se me eriza todo el vello del cuerpo.
¿Dónde está aquella especie de encanto, que antes tenía para saltar a la conquista de alguien? Me lo pregunto y me respondo, que lo perdí el día que te conocí, cierto, lo nuestro no tenía que haber ido a más, pero fue, y eso comenzó a crear un ansia nueva en mi.
Mi rincón se ha hecho más amplio, los colores del sol entran por mis ventanas ahora, gracias a ti, pero el ansia no se termina, la angustia se amplifica, y al oír tu voz, las lágrimas acuden en mi ayuda, me dicen que las deje resbalar por mis mejillas, que es bueno llorar.
No sé tú, pero yo te espero en cada amanecer, sentirte cerca para hacerme enloquecer, por ver tu sombra en cada trazo de mi piel. No es cuestión ahora, de querer cambiar las cosas, no, no lo deseo pues eso significaría que la vida se volviera del revés.
Pero acaso es cruel decir lo que siento…? creo que no, no es pecado, pecado son, otras cosas que nos han colocado en esta tesitura, yo mismo me considero un tanto culpable de esta situación en la que vivo, con esas ansias de ti que golpean mi mente a cada minuto.
No puedo decirte, más que lo siento, que siento, aparte de esa angustia permanente, vergüenza, no fuera, que pudiera decir algo más que pudiera perjudicarte. Te quiero con toda mi alma, pero ahora ya, me doy cuenta, que no debo pagar cualquier precio por tu cariño.
Tengo el convencimiento, que yo estaré siempre en el rincón, en el rincón de las sombras, con las mismas ansias que el primer día. Pero es que cada vez estás más lejos, maldita sea, te vas alejando, como si fueras subida en una barca que la marea se lleva.
Ya en este estado, no digo lamentable, aunque algunos piensen que lo merezco, pero si desde la lejanía de este tormento, debo irme despidiendo de ti como realidad, cuando comienzas a ser un sueño permanente, o es que pierdes a tu ser querido o es que yo me muero.
Solo me puedo permitir morir una sola vez, pero creo, que no ha llegado el momento. Trato de  guardar siempre las distancias con la muerte, que venga cuando le toque, que llame a mi puerta cuando quiera, mientras, mis ansias de ti siguen intactas.

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