EL RINCÓN DE MIS ANSIAS.
Eras, fuiste y serás siempre mi
refugio. Muchas odas reflejan el profundo pensamiento, el sentir de hombres que
con ellas, han querido significar, sin ha menudo conseguirlo, cómo se queda el
alma cuando se queda huérfana de amor.
Ese es mi caso ahora, todavía
tengo ansias, ansias de vivir aunque en ello me vaya la vida. A todos nos llega
el fin del viaje, a todos se nos leva la parca cual si fuéramos insignificantes
motas de polvo esparcidas al viento.
Todavía tengo ansias de ti, de
tus besos y tus risas, de tus enfados y carreras, de los tesoros que tu corazón
encierra. Y si a todo esto añades la distancia que nos separa, las ansias se
multiplican.
Hay agonías que se pagan sin
saber muy bien porqué, sin entenderlas, a pesar de que a mi edad, nada debería
sorprenderme. Pues me sorprendo amor, y por eso lloro, por no encontrar motivos
ni razones para estar de otro modo.
Camino entre sombras sumergido,
si, entre gritos y cadenas, físicas no, de las otras, que todavía pesan más por
ser invisibles, escucho alguna voz lejos, alguna risa que no me importa, ruidos
que no van conmigo.
Y dibujada entre mis sueños, como
cuando era joven, en medio de una neblina que aparece llena de manos
fantasmagóricas con dedos acusadores, tu figura, lejana y cercana a la vez,
inalcanzable, somera.
En mitad de esta vorágine de
sensaciones, el rincón, si, el lugar donde me encuentro, escondido entre
sombras iluminadas por las visiones que me golpean como grandes mazos que
apenas me dan tiempo para levantarme.
Así estoy pues, en el rincón,
entre esta escuadra de paredes y suelo, agazapado para no ser visto, porque
estas visiones me hunden en el más profundo malestar. Preferiría morir en paz,
pero no puedo, no debo, te quiero.
Ya ves, amo a la más preciosa
mujer jamás retratada, pero inalcanzable para mi, con todas mis fuerzas trato
de gritar, pero es inútil, estás vigilada por toda una escuadra de poderosos
vigilantes, no dejan que me acerque a ti.
Estas ansias mías, el deseo de
abrazarte cada día, a cada hora, en cualquier lugar donde te encuentres, hace,
por naturaleza, que mis tripas se retuerzan dentro de mí. Te escucho y se me
eriza todo el vello del cuerpo.
¿Dónde está aquella especie de
encanto, que antes tenía para saltar a la conquista de alguien? Me lo pregunto
y me respondo, que lo perdí el día que te conocí, cierto, lo nuestro no tenía
que haber ido a más, pero fue, y eso comenzó a crear un ansia nueva en mi.
Mi rincón se ha hecho más amplio,
los colores del sol entran por mis ventanas ahora, gracias a ti, pero el ansia
no se termina, la angustia se amplifica, y al oír tu voz, las lágrimas acuden
en mi ayuda, me dicen que las deje resbalar por mis mejillas, que es bueno
llorar.
No sé tú, pero yo te espero en
cada amanecer, sentirte cerca para hacerme enloquecer, por ver tu sombra en
cada trazo de mi piel. No es cuestión ahora, de querer cambiar las cosas, no,
no lo deseo pues eso significaría que la vida se volviera del revés.
Pero acaso es cruel decir lo que
siento…? creo que no, no es pecado, pecado son, otras cosas que nos han
colocado en esta tesitura, yo mismo me considero un tanto culpable de esta
situación en la que vivo, con esas ansias de ti que golpean mi mente a cada
minuto.
No puedo decirte, más que lo
siento, que siento, aparte de esa angustia permanente, vergüenza, no fuera, que
pudiera decir algo más que pudiera perjudicarte. Te quiero con toda mi alma,
pero ahora ya, me doy cuenta, que no debo pagar cualquier precio por tu cariño.
Tengo el convencimiento, que yo
estaré siempre en el rincón, en el rincón de las sombras, con las mismas ansias
que el primer día. Pero es que cada vez estás más lejos, maldita sea, te vas
alejando, como si fueras subida en una barca que la marea se lleva.
Ya en este estado, no digo
lamentable, aunque algunos piensen que lo merezco, pero si desde la lejanía de
este tormento, debo irme despidiendo de ti como realidad, cuando comienzas a
ser un sueño permanente, o es que pierdes a tu ser querido o es que yo me
muero.
Solo me puedo permitir morir una
sola vez, pero creo, que no ha llegado el momento. Trato de guardar siempre las distancias con la muerte,
que venga cuando le toque, que llame a mi puerta cuando quiera, mientras, mis
ansias de ti siguen intactas.
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