OTOÑO PRIMAVERAL
Cap 1
Acababa
de perder a mi esposa, pasé unas semanas caminando, y visitando los mismos
lugares que juntos frecuentábamos, era
una locura lo sé, eso no me conduciría de nuevo a ella. Interiormente, me
preguntaba al pasar por un bulevar, o entrar en algún local a los que íbamos a
tomar cerveza, porque era que no estaba esperando como acostumbraba a hacer
cuando estaba viva.
Comencé
a maldecir al mundo y a todo cuanto lo rodeaba, eso me incluía a mí. Cuando
volvía de madrugada a casa, ha menudo más bebido de lo acostumbrado, me
preguntaba porqué le dejé llevar a cabo aquella titánica obra de derribar todos
los tabiques de la casa, a fin de tener como ella quería, un espacio diáfano,
minimalista, casi sin muebles, con una hamaca delante de la gran cristalera
corredera, que sustituimos por un gran cristal ahumado fijo, desde el suelo
hasta el techo, ¡dios santo, lo que costó colocar aquel coloso de cristal plano
reforzado!
Pero
lo importante era su felicidad, y lo estaba, cuando al fin se terminó la obra y
salió por la puerta el último obrero, irradiaba felicidad por todas partes. Esa
noche… hicimos el amor no recuerdo cuantas veces, besándonos desnudos en la
ducha, haciendo el amor sobre el entarimado de madera de nogal… fue de locura,
un sueño.
Creo
que el deseo de volver a casa, la hacía ser más eficiente en el trabajo, mi
jefe me lo decía continuamente. Tiene unas ideas, que me tiene loquito Luis,
¡que mujer!, cuídala mucho es muy valiosa. Tienes razón, Eliana es lo más
grande que me ha pasado en la vida. Y decía la verdad, me rescató de un
naufragio humano, del declive total de una persona que se había convertido en
un despojo, en un estúpido presuntuoso que no respetaba a nadie, que se reía de
su suerte en la vida; esa era yo. Y ella, en una fiesta de cumpleaños de un
amigo mutuo, me dio una clase de humildad, sin siquiera abrir sus labios.
Recuerdo
que llegué a la fiesta con mi BMW último modelo, hice sonar el claxon, la
mayoría se volvieron hacia mí, era lo que esperaba, menos los que no me
soportaban, por pedante, y ella, que sentada en el pretil de la terraza, con
una copa de cava en la mano, olía con delicadeza un arbusto de María Luisa. Ni
me miró cuando me acercaba a la casa acompañado por los demás, unos me
felicitaban, otros me pedían que algún día los llevara a dar una vuelta con el
coche. Cuando pasé junto a ella y la saludé solo dijo hola. Eso me envalentonó,
pensé que a mi no me dejaba ninguna mujer con la palabra en la boca, volví a
salir al jardín después de darle el regalo a mi amigo, ya no estaba allí.
Le
pregunté a una de esas malhumoradas siempre, especialmente conmigo, ¿Sabes
donde está Eliana? No lo sé pero se ha despedido, se ha marchado. Corrí hacia
la calle, en el STOP del final de la avenida se veían unas luces de freno
encendidas. Pensé seguirla con mi coche, no, mejor no, ya vendrá ella a mí. Me
equivocaba del todo. La próxima vez que nos encontramos fue en la reunión de
dirección, querían dar un golpe de timón a la agencia de publicidad, allí
estaba, sentada, tomando notas, antes de que todo el mundo se sentara,
tecleando en el ordenador.
Eliana
¿porqué te marchaste de la fiesta, porque llegué yo, si es así dímelo? ¿Crees de verdad que debería contestarte a
dos preguntas a la vez?, primero no tengo porqué darte razón de lo que haga,
segundo, piensa un poco con la cabeza, no creas que eres el ombligo del mundo,
creo que deberías bajar de la nube.
No
pude contestar a este razonamiento, nunca me había pasado algo así con una
chica. Me retiré, supongo que con el rabo entre las piernas. Al terminar la
jornada, entramos junto a otros en el ascensor, camino del parking, al salir de
él, se dio la vuelta y me dijo que aceptaba mis disculpas si la invitaba a
tomar una copa. Como ves, no soy tan mala como aparento.
Dejamos
los coches en su lugar, fuimos a dar una vuelta a pie, entramos en una
cafetería que estaba casi vacía pero que tenía muy buen aspecto. Ella pidió un
batido de vainilla, yo un café. No abrió la boca, solo me miró con cara amable,
yo me abrí de brazos como esperando, moviendo la cabeza. Después de unos
instantes, viendo que no tenía nada que decir, solo apuntó No sé si has leído a
Tagore, negué con la cabeza, pues el dijo en una ocasión “Las palabras llegan
al corazón… cuando han salido del corazón” dejó un resto del batido, pagó la
cuenta y salió a la calle, acelerando el paso camino del parking.
Me
quedé allí unos segundos que me parecieron horas, así de rápido pensaba, de
pronto y ante la perspectiva de que se escapara de nuevo, salí corriendo tras
ella. Parecía mentira como caminaba, daba unos pasos de gigante, ahora que me
falta, que no la tengo junto a mí, me doy cuenta de que era una mujer
gigantesca, como jamás he conocido a ninguna.
¡Espera…
tiempo muerto!, no paró, yo casi a la carrera quería justificarme, eso era lo
único que cabía en aquel momento, pero no me dejó acercarme, extendió el brazo
abriendo un hueco entre los dos. Déjame en paz, tú no ves lo que eres, sino su
sombra, esto también es de Tagore. ¡Pues vaya con el cojones de Tagore!,
exclamé yo, vale lo siento… pero ¿quieres parar de una puñetera vez? ¿Por qué debería hacerlo, porque lo dice
Luis, el subjefe de edición? No, porque
quiero pedirte perdón joder.
No
merece la pena abundar sobre como comenzamos a salir, a dejarme enseñar por
ella, todo cuanto soy ahora, se lo debo a ella. Contrario a lo que me enseñaron
en la universidad, que hay que ser agresivo si quieres estar en lo alto,
contrario a todos los principios aparentemente lógicos, Eliana me transformó,
hizo que mudara aquella especie de caparazón en el que estaba escondido. Me
despojé de aquel traje de hipocresía que me envolvía, que me mantenía elevado
sobre los demás, o eso pensaba yo.
De
pronto siento un calor intenso dentro de mí, ¿será su espíritu que me ha
poseído?, no, es el calor que hace este año. No he tenido tiempo de hacer
vacaciones, estar pendiente de ella en el hospital, desde comienzos de la
primavera, ha devorado el tiempo, y todo, para finalmente verla morir en mis
brazos. Su hermano, un buen cardiólogo que trabaja en otro hospital me llevó a
comer un mediodía, Luis, hay que dejarla
que se vaya en paz, todo cuanto pueden hacer los médicos, es mantenerla con
vida, sin que ella siquiera, sepa que lo está. Te recomiendo, que hablemos los
dos con ellos mañana por la mañana, yo estaré aquí a las ocho de la mañana.
Me
enfurecí y arrasé con lo que había en la mesa, salí a la calle y comencé a
darle patadas a una maceta de plástico que había en la entrada con un pequeño
ciprés. Mi cuñado salió al cabo de un minuto y me sujetó amablemente, lloramos
juntos sentados en un banco. Por la mañana entramos en una sala de juntas del
hospital, en la primera planta, el jefe de oncología me dio asiento y entre
todos poco a poco, expusieron sus conclusiones.
No vale la pena que siga así Luis, ya no se puede hacer nada más,
sedarla para que no sufra, es lo máximo que está a nuestro alcance, esperamos
tu respuesta, se levantaron todos y el jefe añadió, me encontrarás en mi
despacho al fondo del pasillo.
Sus
padres me pidieron sus cenizas con humildad, su última voluntad era, que las
esparcieran junto a los chopos de la finca que tienen en Camprodón. Asistí a
esa pequeña ceremonia junto al resto de los miembros de la familia, me fui de
inmediato después de eso, insistieron que me quedara a comer, pero no tenía
ánimos, ni mucho menos hambre, estuve casi una semana sin probar bocado, y sin
embargo no sentía nada en el estómago, salvo una compresión que me mantenía
atenazado interiormente. Anselmo el hermano de Eliana, me llamaba cada día, trató
de animarme durante bastante tiempo, todavía no sé bien, porque acepté la
invitación que me hizo, para hacer una salida junto a su familia y unos amigos
suyos, que tienen un chalet en Calafell.
No
tenía putas ganas de coger el coche, quedamos en determinado lugar de la playa,
junto a una pizzería, para comer juntos a las dos de la tarde. La estación de
RENFE está cerca del lugar donde habíamos quedado, me sorprendió llegar a pie
desde la estación hasta el lugar de la cita en menos de cinco minutos, no tuve
ni que preguntar, con las indicaciones que me dieron, fue más que suficiente.
Hizo un día magnífico, el servicio meteorológico anunciaba muy buen tiempo para
la época del año que nos encontrábamos, y me quedé mirando a la gente que
estaba en la playa, había bastantes personas en el agua, especialmente niños,
otros jugaban con pelotas y palas, el resto, aprovechando los últimos días para
ponerse morenos. Llevaba el periódico doblado bajo el brazo y estaba de pie con
una pierna sobre el muro de piedra que separa la arena, del propio paseo
marítimo. Sobre el muro, una pequeña bolsa de viaje, con las prendas para
cambiarme estos dos días que estaría en aquella casa.
Tú
debes ser Luis ¿verdad? Me volví de golpe, me asustó aquella voz que de pronto,
me sacaba de aquel tránsito de relajación, del que estaba disfrutando en aquel
momento. Una mujer de unos veinticinco años, con ojos azules como el agua que
estaba contemplando, sonriente y algo nerviosa, vestía tejanos y una camisa
corta de algodón bordado, que dejaba ver buena parte de su torso. Si, ese soy
yo ¿y tú eres…? Meritxell la hermana de Augusto, como me ha dicho que veníamos
a comer a la pizzería, he aprovechado para ir al mercado antes y hacer las
compras, para estos dos días, yo como poca cosa y tengo lo justito en casa.
Vaya, si que eres frugal… Ni te lo imaginas, que quieres, viviendo sola, y
trabajando desde casa… bueno también viajo no creas he… pero si tuviera de
mascotas un ratón y un conejo, serían los animales más felices del mundo, solo
tengo en casa verduras y quesos, creo que hasta serían amigos íntimos los dos.
¡Por
todos los dioses que mujer más simpática…! No pude menos que reírme con ella,
¿de donde sacaba esta vitalidad?, era una tía feliz… me contagió, comenzamos a
conversar sentados en el bar de al lado de la pizzería, con un dry Martini en
la mano, brindamos por nada en concreto, supongo que por habernos conocido. Una
vez sentados en las sillas de bambú del bar, observé que era mujer de cuidarse,
no parecía tener un solo gramo de grasa, llevaba unas deportivas Adidas de
tenis, y sin embargo se podía ver que era una mujer alta, le hice por lo bajo
un metro setenta y algo. Al rato de estar hablando, llegaron el resto de la
familia y mi cuñado con su mujer. ¡No digas nada, no nos han visto, dentro de
unos minutos comenzarán a preguntarse donde estamos, chisttttt! Que divertida
es esta chica, con cualquier cosa hace una broma.
Efectivamente,
Augusto su hermano comenzó a mirar el reloj, ¿Dónde se habrá metido mi
hermana…? esta niña es la hostia, vamos a comer tardísimo, ¡hasta que no llegue
no podemos pedir! ¿Y tu amigo…? igual se ha perdido, no, si ya te digo yo que…
cuando no vamos engrupo las cosas se complican. Meritxell se partía de la risa
en silencio, cuatro alemanes que estaban sentados justo delante de nosotros,
nos servían de escudo humano, ¡no nos veían! No pude evitar contagiarme de la
risa de Meritxell, pensé que se nos iba a ver el plumero, que nos verían, pero
nada. Ella entonces, hizo bolitas de papel con las servilletas de la mesa y
comenzó a tirarlas en dirección a su hermano y el resto de gente que los
acompañaban, levantaban la vista y miraban hacia atrás, la acompañé en la
broma, unas cuantas, cayeron en la mesa de los alemanes, no les gustó nada, uno
de ellos dijo algo y Meritxell le sacó la lengua a manera de burla. Ahí se
terminó aquellos momentos placenteros, de risa y de satisfacción de ver
cumplido nuestro objetivo de burlarnos de ellos, Meritxell se levantó de la
mesa y levantó el brazo para buscar mi mano y darnos un golpe de complicidad.
¡Heyyy,
estamos aquí tontorrones! Claro, no
podía ser otra que mi hermana la que estuviera tirando bolitas… Yo también he…
que he participado preparándole las bolas, mira por donde hoy he hecho de
artillero ja,ja,ja. Meritxell se apoyó sobre mi hombro con los dos brazos, Hay
que me meo…, Con una pierna doblada sobre la otra, de pie, nos reíamos a placer
juntos. Bueno venga ya pelotudos, sentaros y vamos a pedir, que tardarán un
rato en servirnos luego, así que ibais juntos… Bueno, si y no, mejor os lo
contamos luego, ¡guau… que ricas las bravas!, pruébalas Meritxell, vas a
alucinar. No deja, yo no como estas porquerías. Por favor hermana, baja un poco
la voz que nos van a echar, ¿qué va a pensar la gente…? eres la hostia bonita.
Valeee, no he dicho nada, usted disculpe doctor, ya sé que a mi corazón no le
va bien llevarle la contraria. Me puse a reír de nuevo, era inevitable, esa
chica tenía para dar y vender a todo el mundo, me lo estaba pasando pipa con
ella, bueno con los otros también, pero menos.
¿Cuánto
hace que ha muerto tú mujer Luis? Esta pregunta que hizo Clarisa, la mujer de
Augusto, me colapsó el corazón por un instante. Meritxell se la quedó mirando,
al tiempo que me miraba a mí, sus ojos se hicieron pequeños le dirigió una
mirada fulminante a su cuñada, que seguía partiendo la pizza sin alzar la
vista. Eres… odiosa, eso es lo que eres, odiosa, no puedes ver a nadie feliz a
tu alrededor ¿verdad? Bueno… dejemos eso
de lado. El otro, dejemos eso de lado, así te luce el pelo hermano, con tal de
justificarla, lo que haga falta ¿no es cierto?, pues mira, a mi se me ha
terminado el hambre ¿sabes? No sé… ¿qué
he dicho algo malo? No Clarisa, tú nunca
dices nada malo, eres fría, como esos ordenadores con los que trabajas todos
los putos días, venga que os aproveche. No pude evitar levantarme de la mesa y
seguirla, caminaba con los brazos cruzados sobre el pecho, a paso ligero, me
recordó por un instante, la vez que Eliana salió de aquel bar de Barcelona años
atrás, enfadada porque esperaba una explicación que no supe darle.
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Cap2
MERITXELL
Me
puse a su altura y seguimos caminando por el paseo marítimo callados. Ella fue
la primera en hablar para decir, Esa tía no sabe más que soltar veneno por esa
bocaza que tiene. Veo que no es santo de tu devoción…, ¿Lo sería para ti?, Seguramente no, no si siempre estuviera de
este humor, claro está. Pues así es siempre, buscando un motivo u otro para
poder joder al prójimo. Chica no lo
entiendo, tendría que desquitarse con su marido si acaso ¿no?, bueno me parece
a mí, no sé. Somos de diferente padre, mi madre enviudó y me tenía a mí. Luego,
al cabo de tres años se juntó con el padre de Augusto, a quién quiero como mi
propio hermano, porque lo es, pero… cuando mi madre murió de una angina de
pecho, dejó testamento a favor mío, la casa y todo lo que había en ella, y una
cuenta corriente que tenía en el banco de Bilbao. ¡Dios santo como se puso
aquel hombre cuando se enteró de esto…! mi madre estaba todavía caliente como
quién dice, y aquel tío me quería llevar a los tribunales. Eso debería de ser un palo muy duro para ti,
queriendo a tu hermano como quieres. No
te imaginas cuanto, llamé a un abogado amigo de mi tío y tuvimos una reunión
con el suyo, me supo muy mal que trajera también a Augusto, mi hermano no tenía
porque haber estado allí. A veces,
Meritxell, la gente es muy ruin, la ambición rompe moldes, hay ocasiones en que
los árboles no te dejan ver el bosque, eso le debería pasar a ese hombre.
Íbamos
recorriendo Calafell playa, como dos sonámbulos, nadie nos seguía, esperaba
sinceramente que Augusto su hermano hubiera salido en su busca, pero no fue el
caso. Pensé que a lo mejor, no le importaría tanto como él a ella, una pena,
“tiran más dos tetas que cien carretas” pensé para mí, sinceramente creía, que
este era el asunto, que Clarisa no le permitiría que se levantara de la mesa
para salir tras su hermana. No hace
falta que mires atrás Luis, no aparecerá, y no te asombres si cuando lleguemos
a casa, no están esperando en la puerta, ¡si no me ha llamado ni por el móvil
para saber donde ando! Ha, ¿pero no
tienen llave del chalet? Ni que
estuviera loca vamos, ni hablar, cuando vienen es porque yo los espero, o como
hoy, quedamos en determinado sitio, sino ni hablar. Cuando entres en él, entenderás porqué. Así que vamos a ir al chalet, seguro
¿no? Claro, es mi casa, ahora bien, si
esta no se disculpa delante de mí, hoy no duerme en casa, que se vaya a la suya
que tiene una bien bonita. Delante de la estación del tren, cogimos un taxi, le
dio la dirección al taxista y en poco más de cinco minutos llegamos a la casa.
Hacía esquina a dos calles, con unos muros de piedra seca rústica de tres
metros de alto más la alambrada, una fortaleza vamos.
Entramos
por la puerta metálica, desde la que no se veía el interior, pintada en martelé
gris claro, con una cámara, timbre, y una luz alógena que se encendía automáticamente
cuando ponías la llave en la cerradura de tres vueltas. ¡Joder, cuanta seguridad! pensé. En la otra
esquina una puerta de garaje que se replegaba sobre si misma, pintada igual,
una puerta ancha, allí deberían caber varios coches, seguro, se abriría con un
mando a distancia creo yo. Vamos entra,
hay que caminar un poco hasta la casa. ¿Caminar un poco?, aquello era una
excursión en toda regla, seguir el sendero que lleva a la casa era fácil, pero
lo más interesante es, que en este jardín –si se le puede llamar así-, a mí me
da la impresión de entrar en un bosque, hay plantas y árboles que jamás había
visto, es una pasada. Mira esto son
pinos chinos ¿a que son raros? Sí, si
que lo son, pero muy bonitos… En esta
otra parte, tengo muchísimas plantas aromáticas y curativas, son esas de ahí,
se va por este otro camino más estrecho, hasta el linde del muro exterior. Me coge de la mano y me hace trotar divertida
hasta la parte de atrás de la casa.
¡Tachannn…! mira, la joya de la corona, Quercus Robur, está en peligro
de extinción ¿sabes?, ¿habías visto cosa más preciosa en toda tu vida? A la vez que miro el árbol la miro de reojo a
ella, le brillan los ojos, se acerca al roble y lo abraza como quién abraza a
un querido familiar, con todas sus fuerzas.
Y esa perra le dijo a mi hermano que había que cortarlo para hacer una
piscina para los niños que llegaran… ¿qué niños? Le pregunté, me contestó que
yo me casaría algún día y que tendría hijos…
Se vuelve de espaldas al árbol y lo abraza de espaldas, cuando extiende
los brazos hacia atrás se ven sus oscuros pezones erizados, pujando por saltar
fuera de la camisola. Es hermosa, hermosa como el roble que ahora la abraza a ella, la armonía que
rodea al ser humano, ha menudo, está hecha de detalles tan singularmente únicos
como el que estoy presenciando, cuya protagonista es Meritxell.
Con
la cabeza de lado sobre su propio tronco, con los ojos cerrados, con un hilo de
voz me pregunta… Luis, ¿en qué estás
pensando? No puedo pensar en nada ahora
preciosidad, solo te contemplo, estoy extasiado, es demasiado hermosa la
conclusión que estoy sacando al verte
aquí y ahora. Nunca nada es demasiado
hermoso, querido, todo depende de cómo miremos las cosas, de que ojo utilicemos
para medirlas. Seguro que es como tú
dices, no puedo dejar de pensar en Eliana.
No debes hacerlo, debes llevarla siempre como si formara parte de tus
raíces humanas, a veces, vivimos vidas paralelas a las que de verdad deseamos
en determinados estadios de nuestra andadura, no debes renunciar a los seres
que cambiaron tu carácter, y también tus convicciones.
Jamás
tuve conversación alguna con nadie como aquella preciosa muchacha, no era una
simple chica rica, no era una de esas pijas a las que conocía, y que eran
buenas para pasar un rato de fiesta y sexo con ellas. Meritxell es algo más,
que no alcanzo todavía a saber interpretar, pero es única en algunas cosas, que
aun desconozco. Me tiende la mano y
juntos nos dirigimos a la puerta de la entrada de la casa, un gran portón de
madera adamascada, trabajada a mano, con toda clase de pequeñas figuras y
símbolos labrados a mano en la madera, en la parte alta, las dos hojas de
madera, representan el asalto a un castillo, hombres de a pie, tratan de parar
a caballeros a caballo, con sus lanzas en ristre, unos y otros, reflejan el
horror del acontecimiento. En lo alto de una gran almena, una mujer vestida de
sol, contempla el escenario, esperando el resultado del choque armado.
Me
pide que me descalce, llevo unas náuticas sin calcetines, piso cada tacón de la
gruesa suela con la puntera del otro pie, mis pies comienzan a respirar libres,
ella ha hecho lo mismo con las deportivas, un murmullo de agua se escucha a
solo dos pasos al entrar en el recibidor, el agua cae por la pared de pizarra
que hace muro, esa agua, va a caer a un pequeño canal de piedra, donde
refrescamos los pies, aquello parece un santuario, un lugar que no es extraño
que quiera proteger de todo y de todos.
Espera por favor… Se pega a la
pared y el agua, discretamente, empapa sus ropas, no sé porqué, hago lo mismo, poco a poco, nos
deslizamos hasta quedar en cuclillas los dos, sentados en el canal, cuyas aguas
se pierden al final de la casa, por un discreto sumidero de bronce, casi
cubierto por un gran mazo de margaritas blancas. No podía imaginar el interior
de este chalet, ni juzgarlo desde el exterior, hay que estar dentro de él,
contemplar toda la armonía que refleja y que evidentemente, no es fruto de la
casuística, cada escalón de este interior, está pensado para que cuando subas,
te adaptes al ambiente claramente diferenciado del anterior con absoluta
naturalidad.
Personalmente,
mientras me enseñaba objetos y detalles de este impresionante interior, subí y
baje ese escalón varias veces, a fin de captar detalles, que antes, se me
habían escapado de la observación. Un cuadro al lado de un pequeño balcón
interior, que invitaba a sentarse a fin de leer u observar el jardín, el
majestuoso roble que sin miedo alguno, compartía terreno con la salvia, el
eneldo, la ruda, la mosqueta, la hierba buena, el romero y otras plantas de
lujo para aquel entorno, ha llamado mi atención, es una pintura hecha al óleo a
paleta. Un rostro de mujer con una melena rubia, que le cubre parte del ojo
derecho, un cabello salvaje, como la crin de un caballo, que acostumbrado a
llevarla, ve a través de ella sin dificultad aunque le cubra los ojos.
¡Oye,
ahí afuera hay alguien! -digo-, se ha
apoyado sobre mi hombro, ha mirado y me dice al oído, Ese es otro de los
grandes tesoros de esta casa, su nombre es Giacomo… se quedó mirando a aquel
hombre enjuto y alto, con media melena
grisácea que le llega justo sobre los hombros, lleva un pantalón de algodón
beige, una camisa con el faldón fuera y un sombrero de paja con faja
negra. Fue durante muchos años el hombre
de su vida, de mi madre quiero decir, vendió sus propiedades en Nápoles, y
viajó tras ella, con el fin de conquistarla y casarse con ella, es una historia
preciosa, algún día, si seguimos viéndonos, te la contaré. Me adora, es la
única persona que entra y sale de esta casa, y sé que te vas a reír pero… nunca
sabrás cuando está dentro o fuera, es como un fantasma, pero es un fantasma
bendito, no se escandaliza por nada, jamás se mete en nada, ni hace reproche
alguno, solo está, o no está, así de sencillo.
Te
cuento esto en confianza Luis, te lo cuento porque no se te ve persona de… ve
corre y dile. El año pasado, celebramos una pequeña fiesta aquí, hicimos una
barbacoa al mediodía, después casi por la noche, nos fuimos los seis que éramos
a la playa, a bañarnos en pelotas, nos habíamos tomado unos Martini e íbamos
medio… bueno por lo menos yo, hablo en mi nombre claro, pero Adela era la que
más, esta chica es un Ferrari te lo juro, está casada, su marido no puede con
ella, lo tiene destrozadito al pobre. Pues en definitiva, que después del baño,
yo me traje a casa Tobi, y cosas de la vida, nos pusimos al asunto en el césped
de detrás de la casa, Giacomo estaba allí, en cuanto nos vio, se esfumó, es un
guardaespaldas en toda regla, pero por otra parte, la discreción personificada,
siente que es su obligación cuidar de mi y se lo agradezco. No es hombre de
andar mirando a la gente, nada de eso, me cuida y me protege, nada más, imagino
que se iría a su casa después. ¡Mujer…
tampoco es eso, no sé, a mí personalmente no me gustaría el saberme observado
continuamente…! Pero es que tú, no eres
yo, acepto y deseo sentirme protegida por Giacomo, querida por él ¿lo
entiendes? Sí claro que lo entiendo,
bueno oye, allá cada cual, puede que solo sea, eso, que me resulta
sorprendente, eso es todo.
Mientras
estamos hablando de Giacomo, y nos miramos de vez en cuando, el cuidador
oficial de Meritxell, ha desaparecido. Es imposible saber donde está, con todo
aquel terreno, delante y detrás de la casa, es imposible saber donde se puede
haber metido. Me recuerda a los hombres verdes de la Amazonía, que pasas por su
lado y no sabes que les pisas los dedos de los pies, no se mueven, pero ellos
te siguen a todas partes sin ser vistos nunca, si no quieren.
De
todos modos, te digo una cosa, si tuviera algún determinado plan…, lo llamaría
por el móvil, y no aparecería por aquí hasta que se lo dijera, -levantando la
voz, como si me gritara a mí-, ¿o no soy la dueña de la casa? Si, eso está claro, me has dado un susto de
muerte ¿vale? Ja, ja,ja, -se puso a reír
dándome un golpe en el bíceps derecho-, ¿te duele? No, pero Meritxell ¿Qué te da ahora? Esconde el rostro entre las manos, baja la
cabeza, todavía estamos algo mojados, las prendas de ropa, solo eso, me saco el
polo azul y ella hace lo propio con la camisola, solo que esta está seca, es
mucho más fina que el polo de granito. Quizá sea solo una estratagema para
provocar, pero al momento me doy cuenta que… no es su intención, camina hacia
un armario, y saca una camiseta de tirantes, que remete en el faldón del
vaquero.
Bueno
querida, creo que el fin de semana se ha terminado, se han roto los planes,
joder que pena, lo hubiéramos podido pasar bien todos juntos, aunque creo que
en definitiva ha sido lo mejor, Clarisa es una tía insufrible, llevas razón en
eso, mala gente. Pero nosotros nos
bastamos para disfrutar del final del verano, creo que también va a ser mi
última visita a la playa, este año claro. Ya comienza de nuevo el trabajo en
serio después de vacaciones, el miércoles salgo para Florencia, debo ir a una
subasta, ahí que alimentarse chico… Si,
con verduras y queso… No te pases un
pelo, ¿Cómo crees sino que puedo conservar este palmito a mis treinta? ¿Qué dices… treinta?, disculpa pero solo te
hacía veinte i pocos, ¡guau que sorpresa!
Ya me has visto las tetas, pues siempre voy sin sujetador, cuando se me
comiencen a caer ya veré. ¡Mira que eres
bruta…! ¿Qué, no es verdad? mira
tócalas. No, no eso no, disculpa.
Aun
así coge mi mano por sorpresa y la pone encima de unos de los pechos, con esos
ojos medio entornados, con todo el mar de los océanos en ellos, aflojo los
nervios, entonces busca mi otra mano, la deposita encima del otro pecho. ¿Qué, que te parece? Pues… que sí, que… tienes toda la razón. Pero retiro con delicadeza las manos, en su
cara veo la cara de Eliana, no puedo traicionarla, ya no está es cierto, pero
me da la impresión que no le gustaría, o todo lo contrario, de todas formas, no
estoy anímicamente dispuesto a nada, con ninguna mujer, pero cuando llegue a
estarlo, me gustaría que fuera Meritxell la que me hiciera de nuevo renacer. Luis, ¿tú sabes cortar jamón? Mujer eso es fácil, con un buen cuchillo y un
soporte adecuado le corto hasta la
pezuña. Fantástico, entonces tuesto pan,
lo frotamos con tomate, y a comer jamón a saco, vas a probar un vino que vas a
alucinar, un Borgoña de doce años, como los doce apóstoles, bueno… si en la
última cena se trincan ese vino, Judas hubiera sido el rey del mambo. ¡Como eres…!
Ha, a lo mejor te he ofendido, ¿eres creyente? Especifica lo que quieres decir con creyente. Pues esta claro, que si eres católico o
rollos de esos. Vaya para no ofender,
creo que te pasas tres pueblos. ¿Bueno
crees o no? Nooo, hombre yo creo que
algo debe de haber. Ya empiezas a
divagar, a mi las religiones, me gustan todas, que me pongan una de cada, como
en El corte Inglés, que dice Sabina.
¿Ha, Sabina dice eso? En una
canción, hombre.
Come
con un hambre del demonio, ¡desde la mañana sin probar bocado…! Me casaría contigo solo por como cortas el
jamón Luis, se deshace en la boca. Pues
que bien, muchas gracias Meri. Por favor
no me llames Meri, llámame Meritxell. Se
ha puesto algo seria, pero creo que no ha tenido en cuenta esa pequeña ofensa
involuntaria, resquicios que le quedan a uno de cuando era la otra persona, no
tengo a mi lado a Eliana para que me corrija, tendría que tomar buena nota de
todo lo que me enseñó, me siento un poco perdido. Bueno, ¿qué tal el vino? De vicio, si lo
hubieran servido en la última cena, me habría gustado disfrazarme de apóstol
para beber este néctar de los dioses.
Ahora el bruto eres tú ¿vale? Si,
tienes razón oye, necesito ir al servicio, ¿dónde está? Al pasar este arco, al fondo, tienes un
baño. Gracias. Entro en un baño romano, me transporto a dos
mil años atrás, se me pasan de golpe las ganas de orinar, un urinario
perfectamente camuflado, el WC detrás de un muro alicatado de trozos de cristal
de colores, un lavabo doble con grifos sacados de algún lugar muy antiguo, de
latón, completan esta parte de la habitación, pero lo más asombroso, es la
pequeña piscina, con escalones todo en derredor, con una cúpula por la que pasa
la luz, cuatro columnas sostienen esta parte del baño, de la boca de un león de
bronce, sale agua continuamente, y las bocas de cuatro sapos, en cada una de
las esquinas, se beben el agua sobrante.
Meritxell,
¿toda la casa es así? ¿Así como?, no te
entiendo bien. Pues hablo del baño, de
la piscina romana que hay ahí dentro… de todo.
Sí, más o menos ¿te ha gustado?
¿Qué si me ha gustado?, no he visto algo así jamás en la vida, bueno en
los hoteles de alto copete sí, debe haber cosas parecidas, pero en una casa…,
jamás lo había visto. Te esperan más
sorpresas en el torreón del ala norte.
Si no te importa, te quería hacer una pequeña observación, ¿porqué le
llamas chalet a esta casa? Pues porque
lo es, los chalets tuvieron un origen montañés, estaban rodeados de campo
abierto, las familias que allí vivían tenían ganado, fabricaban quesos, y
normalmente lo constituían varios pisos de altura, ¿qué hay de extraño que le
llame chalet a mi casa? Perdona, esto es
fruto de la ignorancia, debería haber leído un poco más, en lugar de andar
haciendo preguntas estúpidas. Va, no
seas tonto, hoy día es lo común, a una casa que tenga muchos metros cuadrados,
y además que tenga piscina y no sé cuantas cosas más se les llama chalets, es
lógico. Pero esta casa para mí, va más haya de todo esto.
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Cap3
TRANSFORMACIÓN
Después
de terminar de recorrer toda la casa, y también la finca, esta vez acompañado
de Giacomo, he descubierto una nueva forma de vivir, disfrutar de los pequeños
detalles que me orientan, que me llevan directamente hacia la naturaleza.
Parece que Bernardina, la madre de Meritxell, tenía la misma inclinación, todo
cuanto guarda, que forma parte de sus recuerdos, colecciones, que por cierto son muy valiosas,
están directamente relacionadas con lo natural. Cuando subí en compañía de Meritxell, la escalera
de piedra que llevaba hasta la suite del torreón, pude observar sombreros de
paja puntiaguda decorados con pequeñas borlas rojas y doradas, le pregunté porqué
estaban en cajas de cristal, con unas
pequeñas rejillas de madera en la base, que también era de madera, de
madera de cedro puntualizó. Estos cuatro
sombreros que aquí ves dispersos por las paredes, vienen de Etiopía,
pertenecieron a reyes de hace más de dos mil años atrás, ¡tienen sus
certificados de autenticidad! mi madre siempre adquiría cosas hechas con las
manos, materiales sencillos, ya ves, paja entrelazada, pero que eran el adorno
de reyes, como esos cuchillos y lanzas, todo lo que verás aquí, es arte
africano. Así se entiende el litigio que
comenzó tu padrastro contigo, el muy… se lo habría pulido todo ¿verdad? No solo eso, mi cuñada Clarisa, los habría sacado de ahí para llevárselos a
la playa, en plan original, es una descerebrada.
El
cenáculo que estaba en la terraza de la torre, era de sándalo, solo el hecho de
sentarse en aquellos cojines de plumón y llegar a tu cerebro los olores que
despedía la madera, te daban la sensación de estar flotando. Los cojines, están hechos de plumón
seleccionado de aves maduras que lo mudan cada año, es de mucha más calidad el
plumón de las aves de climas más fríos, y han de estar envueltos en algodón, en
este caso es algodón egipcio, respira mejor, repele el polvo y atrapa el aire
en el interior. El voladizo de la terraza es tan ancho, que impide que se
mojen, además, fíjate, todo alrededor hay replegadas unas cortinas de seda
doble, de forma que cuando llueve, no se moja nada aquí dentro.
Estuve
recibiendo una lección tras otra, sobre aparentes pequeños detalles, que
enriquecían a cada segundo aquella casa. Cada mueble, cada estante, cualquier
pequeña cerámica que se observara en la casa, tenía su historia y por supuesto
sus correspondientes certificados de compra.
Mi madre me dijo una vez, que si tenía necesidad de dinero –nunca sabe
uno como pueden irle las cosas en el futuro-, que me desprendiera de las cosas
grandes, son las más fáciles de reponer, que conservara las pequeñas, que eran
las más grandes. No me entretengo en
contar más detalles sobre todo lo que vi
en el chalet, porque muchos se me han olvidado, ha medida que vuelva visitarla
si es que ella quiere, disfrutaré más y mejor de todo cuanto hay en esa
preciosa casa. Y por supuesto de la compañía de Meritxell, que ha medida que
pasa el tiempo, me convenzo día a día, que es una persona singular.
Por
favor Luis, cuando puedas necesitaría verte, ¿podrías venir a casa? es un poco
urgente. La llamada me alertó, no parecía su voz, hablaba de forma
entrecortada, se la notaba asustada. He salido del trabajo a toda prisa, le he
dejado dicho a Mariló mi secretaria que cancele una cita que tengo con un
cliente a las cinco de la tarde, no sé para cuanto tendré con este nuevo
asunto. Por la autopista del Garraf he llegado en poco más de media hora, antes
de salir, he contestado a Meritxell que ya salía para allí. Cuando enfilo la
calle que lleva a su casa, veo policía, una ambulancia del servicio del SAMUR y
a municipales entrando y saliendo de la casa. Me han hecho parar a diez metros
de la casa, salgo corriendo, un mosso de escuadra me da el alto. Oiga soy de la
familia, por favor pregunte a la señora de la casa, lo acompaño hasta la puerta
y veo a Meritxell que está llorando, corre hacia mí y me abraza, el policía nos
deja solos. ¿Qué es lo que ha pasado Meritxell?
Al regreso del viaje que tenía que hacer a Florencia, me he encontrado a
Giacomo muerto en la parte de atrás de la casa, creo que le ha dado un infarto.
Llora de manera compungida, habla con la voz entrecortada, la estrecho contra
mi cuerpo, no me da vergüenza decir, que me resbalan lágrimas por los ojos, me
contagio de su tristeza.
La policía
me ha dicho que hay que esperar al juez para que se proceda al levantamiento
del cadáver, ¡pobrecito mío…! como podía sospechar una cosa así. Nadie puede sospechar que pueda pasar una
desgracia como esa, lo sabes. Gracias
por haber venido Luis, no puedo contar con nadie más, el resto de mi familia,
nunca vieron con buenos ojos a Giacomo, siempre lo consideraron un intruso, en
cambio para mí, era como un padre.
Me
planteé seriamente, que no la podía dejar sola, pero… ¿cómo conseguir eso sin
causarle dolor, o siquiera, que lo malinterpretara? Esperé junto a ella durante
aquel desdichado día, casi la tuve que obligar a que tomara un poco de zumo de
frutas, convencerla que si tenía la boca seca, era mejor que bebiera un poco de
zumo de naranja. ¿Para que llamas?,
déjame en paz Augusto, no estoy para escenas ahora, no, no me hace falta nada,
ha venido Luis y está aquí, conmigo. ¿Quién te ha llamado…? valdría más la
pena, que esa mala bruja, se metiera en sus asuntos. Me da lo mismo que sea su
vecina, para mi no era un vecino y tú lo sabes igual que yo, adiós. Vaya… de esta manera se demostraba la
animosidad que tenía respecto a su hermano y todo cuanto lo rodeaba, como fuera
que no apareció por allí para nada, deduje que había captado el mensaje.
Me
ha pedido, después de llevarse a Giacomo una furgoneta forense, que si me podía
encargar de los detalles del entierro.
Le cojo el rostro entre mis manos y mirándola fijamente, me sale del
corazón decirle, No te preocupes Meritxell,
desde ahora en adelante, si tú quieres, me ocuparé de todos tus asuntos, tú y
yo juntos. Me sonríe cambiando su mirada hacia cada uno de mis ojos
alternativamente, me da un suave beso en los labios, tengo que dejarla hacer,
no puedo evitarlo. Ahora, comienzo a ver a Meritxell, auténticamente a ella,
solo a ella, aunque en el recuerdo me quede el sentimiento perdido de mi
Eliana. Creo que voy en el buen camino.
Luis,
debo pedirte algo un poco delicado. Tú
dirás… Giacomo dejó hace años sus llaves
aquí, dijo que si le pasaba algo, que abriera su casa, que todo lo que había
allí era mío, pero no me atrevo a ir sola.
Pues nada, vamos cuando quieras aunque si quieres seguir una pequeña
sugerencia, espera un poco, hasta que se solidifiquen estos sentimientos que
tienes ahora a flor de piel. De acuerdo,
iremos cuando tú me lo digas. Tengo que
hacer algo urgente… ¿De qué se trata? Voy a despedirme de la empresa, debo hacerlo,
no quiero tropezarme a diario con Eliana por los pasillos de la oficina. Se ha
quedado cayada, ha bajado la cabeza, creo que es un gesto genético, se lo he
visto hacer unas cuantas veces, y siempre lo hace de la misma forma. Recuerdo
el cuadro del busto de la casa, es ella, bueno es el busto de su madre, pero
son iguales, y este cuadro, hace honor a lo más representativo de la que
debiera ser, una gran mujer.
Si
haces eso, me gustaría que trabajaras conmigo, tengo mucho y no puedo atenderlo
todo. Pero si yo no sé distinguir una
percha de un paragüero… ¿qué dices mujer?
Yo te enseño, ¿estás dispuesto a dejar que te instruya un poco en este
negocio? Claro pero… es que no sé… Yo
tampoco sabía, nadie nace enseñado Luis, pero mira, en este asunto, muchas
veces, no es necesario que tomes tú las decisiones. Hay un montón de gente que
ha menudo están interesados en lo mismo que tú, eso es señal de que vas en el
buen camino. Comprendo… Ya ves, la mitad de las decisiones las toman
los demás por ti. Yo que quería tomarme
un año sabático… ¡Venga ya…! si
trabajar en esto es como unas vacaciones eternas; me haces falta, te lo digo de
todo corazón Luis, ya me conocerás, no se fingir. Creo que ha llegado uno de
esos grandes momentos en mi vida, quién sabe si también ha llegado para ti,
¿qué te parece si nos ponemos a averiguarlo, que tenemos que perder? Y por el contrario, podríamos ganar mucho,
tienes razón, vamos a averiguarlo. Sí,
definitivamente, ese iba a ser un otoño primaveral para los dos.
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