PALACIOS, JARDINES, PRÍNCIPES Y PRINCESAS.
¡Que
vida aquella, que tiempos en los que todo el territorio estaba conformado
por este sueño dorado de muchos! Un
tiempo sin duda feliz para los grandes señores, para las gentes que vivían en estos
lugares de ensueño.
Siempre
y cuando la paz fuera general, tiempos sin revoluciones, sin quejas de
campesinos por los excesos que ha menudo sus señores les imponían. El colorido
de vestidos y joyas que príncipes y princesas lucían. Los pendones y banderas
que cada señor hacía diseñar en función de lo que fueron sus antepasados, o
ellos mismos inventaban.
Me
habría gustado vivir en aquellos tiempos, en circunstancias buenas claro, de
otro modo, no valdría la pena. Aquellos tiempos fueron tiempos de oscurantismo,
de inquisición, de cátaros y templarios, todo aquello que hoy, tiene tanto
éxito de novelistas e historiadores, de reportajes de National Geografic, y
otros, que se apuntan a escarbar en las ruinas del pasado. Haberlo vivido, sin
embargo, tiene que haber sido singular.
El
poder de la iglesia, de por sí dividida ya entonces, con diferentes puntos de
vista de lo que tenía que ser la auténtica fe cristiana, una iglesia pobre para
los pobres, como Jesús, que solo tenía como pertenencia, las vestiduras que
llevaba puestas. Unos cuantos señores poderosos, demandaban a princesas de
otras casas a sus padres, para crear alianzas en pro del beneficio mutuo,
sistemas de autoprotección, que fueran garantes de la paz, que supuestamente,
tenía que ser duradera.
Príncipes
ambiciosos, que confabulaban con jefes militares, para derrocar a sus propios
padres, con el fin de ser instaurados ellos como reyes legítimos, apelando a la
valentía demostrada en batallas o en justas de caballería. Hombres de paz unos,
de guerra otros, pero gente de esa edad oscura y hermosa, donde reinaba el
hacha para ajusticiar a ladrones, la espada para los hombres de honor que
habían traicionado a su señor, o a su rey.
Sistemas
de justicia, heredados algunos de ellos, de otras civilizaciones, como la de
los romanos, todavía presentes hoy día, dentro de los sistemas modernos de la
democracia. Explosión de pensadores y filósofos, de inventores y profetas, de
consejeros interesados y movidos por intereses ocultos a todo el mundo.
Persecuciones implacables de judíos, moriscos y piratas, que ha menudo luego,
eran comprados por reyes como mercenarios, con la promesa de tierras de
labranza, títulos, o despojos de la guerra.
¡Qué
tiempos aquellos, que nos absorben y transportan a aquella época!, los grandes
novelistas dedicados a estas investigaciones, han ganado millones a base de
vender sus obras, ¡vaya si lo han conseguido!, somos ávidos consumidores de
estas obras sean estas televisadas o escritas, porque enganchan.
Sangre
de grandes batallas, perdidas o ganadas, traición, estupro, riqueza, pobreza,
pestes, ciudades aplastadas por el hambre y la desolación, exterminio, limpiezas
de sangre, civilizaciones enteras desterradas con el pretexto de la llegada de
nuevos tiempos, mejores y más prósperos. Sin deparar en las circunstancias que
llevaron, a que gente formidable, fueran aniquilados y echados de reinos, que
tenían el propósito de establecer fronteras bien definidas.
Papas
de la iglesia, que antes de establecer en Roma su capital, operaban como
generales desde diferentes lugares, con el fin de hacer valer su poder, robando
grandes fortunas, a otros que se oponían a ser aliados suyos. En fin, tanta
confusión hubo entonces, tantos desmanes y descalabros, que es prácticamente
imposible, saber de cierto que es lo que pasó y porqué.
No
hace falta ir lejos, para ver que fue lo que sucedió en determinadas
circunstancias, nunca se sabrá en firme, pero conocemos lo que llevó a los
franceses a revelarse contra la monarquía, contra El Delfín Luís XVI, y lo que
se descubrió que había hecho, con los dineros de la población muerta de hambre
y de enfermedades, resultado… La Revolución. Todas las cabezas de la familia
real, cayeron bajo el peso de la hoja de la guillotina en público y algunas de
esas cabezas de nobles fueron exhibidas en picas. Aun así, hoy, las monarquías
ejercen un poder incomprensible en nuestro siglo.
Muchos
de mis conocidos y amigos, no saben todavía, si hoy día, vivimos en un estado
monárquico o republicano. Yo les he explicado que en uno monárquico, y va uno
de ellos y me pregunta… Oye ¿pero esto
no le sale muy caro al pueblo? Pues
claro que sí, pero que se le va a hacer…
Mira los franceses, después de la toma de La Bastilla, se alzaron contra
la monarquía absolutista y allí se acabó todo. Claro que se pagó un alto precio
en vidas, recordemos lo que luego pasó con las guerras napoleónicas, pero ahí
los tienes, viven en una república con un estado constituyente que garantiza la
democracia.
Hay
madre… ¡adonde han ido a parar aquellos tiempos de novela de príncipes y
princesas, de enamorados en los jardines de palacio! Lo que podrían contar las
fuentes de Versalles sobre encuentros furtivos, adulterios, y excesos cometidos
dentro de aquel palacio. Visitas ese palacio, y te transportas a aquellos años,
como llevado por una alfombra mágica, los salones pintados con frescos, las
grandes lámparas de araña, el salón de los espejos, los jardines exteriores,
imposibles de recorrer en solo un día, ¡cómo vivían aquellas gentes!
Ahora
bien, una cosa si que hay que puntualizar, tanto lujo y sin embargo llevaban
encima más mierda que el palo de un gallinero, no se bañaban más que dos o tres
veces al año, si, si, como lo oyes. Hablando un poco sobre los cátaros, también
llamados los “hombres buenos”, se lavaban a diario, pues fíjate, el resto de
sus vecinos los tenían por gente enferma en muchos casos porque su piel era
blanca, ¡porque se lavaban…! En cambio, la burguesía, había heredado la
costumbre, de esconder, las malas olores corporales, bajo capas y capas de
maquillaje y afeites y perfumes, que hoy nos tirarían de espaldas a todos.
Además de las pelucas, que escondían un sinfín de piojos, y quizá alguna otra
clase de bichos, que los atormentaban todo el día.
Otros
pueblos sin civilizar en cambio, tenían vidas más sencillas, pero a la vez más
plenas. Germanos o vikingos, eran pueblos llenos de supersticiones y ceremonias,
que para sí hubieran querido, muchos de los habitantes de las ya entonces,
grandes ciudades. Hoy, en pleno siglo veintiuno, todavía existen tribus
inaccesibles que tienen como jardín la selva, que a la vez es su granja, y
hasta su abastecimiento de comida animal. Que comen monos, es verdad, que
tienen ritos raros e incomprensibles, también, que se chutan unos canutos que
estremecen, cierto, pero no tienen tráfico de drogas de diseño adulteradas, que
matan sistemáticamente a quién las consume.
En
definitiva, que después de visto todo, no sé de cierto en que época me gustaría
haber vivido, pero esta en la que estoy ahora, definitivamente, no.
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