martes, 10 de junio de 2014

LA RUEDA


                           LA RUEDA.


Desde que la descubrí entre zarzales y utensilios del campo, abandonada en medio de la nada, al lado de una casa en ruinas donde desde hacía muchos años no vivía nadie, me asaltó la pregunta ¿Qué hacía esta rueda allí? La pregunta era lógica, no era una rueda convencional, no tenía radios que unieran el eje con la llanta, de manera que no parecía que fuese la rueda de un vehículo, de un carro por ejemplo.
He vuelto al lugar varias veces en mis paseos, la miro, la observo bien y no encuentro explicación alguna de su utilidad, alguien la hizo esto está claro, pero ¿para que? Está construida con tablas de alguna madera muy dura, la parte donde está el centro del eje, es de un tablón magnífico, pues a pesar de los años que ha pasado allí tirada, conserva el color casi rojo, de la madera del árbol de la que se construyó. Otras tablas que van de más a menos largo, componen el conjunto perfectamente redondeado de la rueda, la he medido, por curiosidad, he comprobado que tiene un radio perfecto desde el eje toda ella, quién la hiciera sabía bien lo que se traía entre manos.
No ha sido usada, de otro modo el eje tendría alguna marca de desgaste, sendos clavos forjados a mano, unen las tablas que la componen, es en cierta medida una obra de arte. Pregunto en el pueblo quién habitaba la casa, quién era el propietario, parece que todos evitan la respuesta, ¡esto es una locura! Me ha planteado llevármela para mi casa, pero ¿para qué la usaría? De adorno simplemente, hay mucha gente que rescata del olvido piedras de moler grano, las exhiben en sus jardines entre los parterres de plantas raras, el caso es que yo no tengo plantas, solo un ciruelo que está al fondo del jardín y que tiene como suelo, garbancillo, para no pisar la tierra.
El caso es, que desde hace unas cuantas noches, sueño con la rueda, me recuerda aquellos carros antiguos de la edad media, que transportaban materiales de todo tipo, y que iban generalmente arrastrados por una yunta de bueyes. ¡Mira que si este fuera el caso! Que el dueño de la rueda tuviera una yunta bueyes, y un carro para llevar cosas arriba y abajo del camino, ¿Qué transportaría, adonde iría, al mercado a vender las mercancías? Quizás la rueda de marras, era solo un recambio por si acaso se le estropeaba una de ellas. No sé chico, esto es raro, y más todavía teniendo presente que nadie quiere responder a mi pregunta.
Hoy por la mañana me he acercado al ayuntamiento, he solicitado saber quién era el propietario con el pretexto de querer comprar la finca. Me han hecho esperar dos horas, al final ha bajado el alcalde para hablar conmigo. Me dicen que quiere usted comprar la finca Aurora, pues sí, supongo que llevará este nombre, no sé muy bien a cual se refiere, pero en cualquier caso le indico, es la finca que todavía tiene una casa medio derruida, de piedra seca, que conserva una gran chimenea que da al rio. Entonces es la finca Aurora, es una lástima, no se puede vender, la finca está en manos del juzgado, verá, no puedo contarle mucho sobre el caso, entre otras cosas porque no ha salido todavía una sentencia, pero si le puedo decir que esta finca está considerada terreno rústico, de forma que no se puede reedificar la casa de nuevo, está prohibido vivir ahí.
No entró en las razones, se le nota que no quiere tocar el tema, puede ser que de verdad no sepa nada del asunto, pero en su cara interpreto que hay algo oscuro que no me quiere decir y que es de dominio público.
Salgo del ayuntamiento, las campanas mientras he estado hablando con el alcalde, han dado por terminada la misa, hace ya algunos minutos, veo al señor cura, el padre Javier, vestido con una sotana, que tiene el aspecto de ser más viejo que él, se cala la boina de lado y la estira hacia adelante para que le haga visera, la barba rala y unas gafas redondas de latón con varillas de gusanillo, forman parte de atuendo habitual, bajo los arcos de la plaza lo abordo y le pregunto lo mismo que a los demás antes, de quién era la casa, no lo sé hijo, tengo prisa. Hecha a andar ligero calle abajo, por la calle del Pozo, está adoquinada y ahí tiene que caminar con poca prisa, está mojada y se puede resbalar cualquiera.
Usted lo debe saber padre, lleva muchísimos años aquí, aléjate del diablo hijo, esta casa está maldita, allí vivió el diablo, ve tú a saber, si todavía queda algo de su espíritu allí. En mi interior pienso que aquello es una locura, ¿cómo va a estar allí el espíritu del diablo? Te lo advierto, ya ha habido tres muertes de gente del lugar, por querer curiosear en casa Aurora. Se me pone la piel de gallina, cuando me ha dicho esto, se ha parado en mitad de la calle, me ha señalado con el dedo para decirme lo que acabo de oír.
De vuelta para mi casa, paso por casa Aurora, observo las ruinas, miro hacia el pozo, el cubo de madera que subía el agua de él, está carcomido, los aros de hierro que sujetan las tablas están sueltas, miro la rueda, ¡atención! Alguien ha estado allí, la rueda no está en la misma posición, quién quiera que sea, la ha levantado del suelo y le ha dado media vuelta, como si no quisiera que se estropeara, al estar apoyada en el suelo, por la misma parte del circulo que la compone, pero ¿quién ha estado allí si no vive nadie por los alrededores? Esta parte que rodea la casa es bosque puro, incluso de vez en cuando, se acercan ciervos buscando comida, y jabalíes, que en esta zona abundan, cada día se dejan ver madres con los rayones, comiendo bellotas y raíces que arrancan del suelo con el morro.
Me doy por vencido, pero convencido de que alguien visita la casa periódicamente, no sé quién puede ser, la casa está a trescientos metros hacia el interior de la carretera vecinal que lleva al pueblo, bien pudiera ser, que cualquiera de los vecinos, por alguna razón incomprensible, pasara por allí de vez en cuando a admirar la rueda, lo único digno de ver entre tanta ruina, sin embargo, quién quiera que sea el que le de la vuelta a la rueda, debe de ser un forzudo, la rueda pesa lo suyo, en los días anteriores he intentado moverla y me ha sido imposible.


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