CASUALMENTE
Se
parece mucho a mí en muchos aspectos, o yo me parezco a él, porque nos
encontramos en el mismo sitio los dos, y los dos nos sorprendimos mutuamente.
Al principio no nos dijimos nada, nos miramos de reojo unas cuantas veces, eso
fue todo. Ambos íbamos acompañados de familia, bueno quizás en su caso fueran
amigos, en el mío, éramos todos familia, mujeres, niños, cuñados y sobrinos.
Iba
a ser un día de playa perfecto, aunque hay un dicho que repetía hasta la
saciedad mi padre, que dice así “¿Has visto que día más bonito hace hoy…? pues
ya verás como viene alguien y nos lo jode” Me he reído mucho con los amigos con
esta frase, aunque ahora ya está un poco desfasada. El asunto es, que cuando
fue el momento de abandonar el chiringuito e ir de nuevo a la playa, nosotros
que ya teníamos la sombrilla y todos los bártulos parados, llega mi parecido y
se ponen a tocar nuestro, nada como si fuéramos hermanos de sangre oye. No era
molesto, pero un poco incómodo si la verdad, cualquiera podía darse cuenta del
parecido que nos unía, aunque no nos conocíamos de nada.
Mi
cuñada se dio cuenta al volver del baño, salía del agua -tiene un cuerpazo de tres pares de narices-
y el menda que se la queda mirando. Yolanda no se corta un pelo con nadie, se
acerca y la oigo que le pregunta
“Disculpa pero te pareces mogollón a mi cuñado, se diría que sois
hermanos, ¡tito, ven un momento! ¿Te das cuenta de que parecéis de la misma
madre? los dos tenéis el careto de la abuela”
Claro,
tuve que intervenir a la fuerza Mujer,
no tanto tampoco… hay mucha gente que se parece a otros. Como vosotros dos no tito. Escurriéndose el cabello con una mano, con la
otra el dedo índice en alto, contestó
Vosotros sois familia y no lo sabéis, seguro. No sé, ¿cómo te llamas? Onesíforo y tú… Por poco me pongo a reír. Mi nombre es Sebastián, esta debe ser tú
familia. Bueno en parte si. Ya, pues mira, estos de aquí son los míos, cuñados
sobrinos, y ésta, que es Yolanda, mi cuñada. Nos retiramos un poco del jaleo de
la gente y nos acercamos a la orilla, nos pusimos a hablar. Onesíforo me hace saber que él se crió en un
hospicio, que cuando tenía seis años, lo recogieron sus tíos y lo educaron
junto a otro chico que era de ellos que ya murió, de una enfermedad de esas
raras, que no se sabe el tratamiento que hay que dar. Joder, pobrecillo ¿no? Si, pero ¡que se le va a hacer! fue una pena
porque ya estaba criado, y en una tierra como en la que he crecido, las manos
de los jóvenes son muy valiosas. ¿De
donde eres? De Las Urdes, en
Extremadura. ¡Coño, yo he nacido allí
también…! ¿Qué me dices, en
serio?
A
los cinco minutos estábamos todos hablando de nuestra tierra, de lo que nos
había traído a Valencia, del trabajo que hacíamos, ¡aquello era la hostia! Pero nadie se atrevía a hablar de parentescos.
Hasta que una mujer alta, con bata de andar por casa, se levantó de entre la
confusión de todos, y sin decir nada, se acercó a nosotros que estábamos
apretándole el culo a una bota de vino fresco.
Por lo que llevo escuchado hasta ahora, sois hermanos de madre. Se calló
de golpe y se volvió a sentar en una silla de madera y lona blanca. Sin duda
alguna, aquella mujer era la matriarca de aquella especie de clan.
¡Cágate
lorito!, mira me cogió un escalofrío por toda la columna, que por poco me quedo
más seco que la mojama, allí mismo.
Pasamos
tres días juntos en la playa, ellos tenían un lugar para estar de vacaciones
aquellos días, nosotros también, pero durante el día, hasta bien entrada la
madrugada, estábamos juntos o bien en la playa o comiendo juntos en hostales,
restaurantes y chiringuitos de playa. Durante estos días, nos hemos fijado
mutuamente en el color de los ojos, los tenemos del mismo color, rasgos que
definirían sin duda alguna la misma cuna. Anselma, la matriarca a la que todos
tienen un gran respeto, se ha acercado un mediodía de un calor insufrible,
hasta el lugar donde estábamos mi presunto hermano y yo mismo. Tienes unos cuantos jornales de tierra en el
pueblo que te esperan, viñas y bellotos, deberías venir a verlos, los estamos
trabajando por ti, pero son tuyos. ¡Se crían unos chinos ahí… que da gloria
verlos!
Casualmente,
este otoño vamos a subir a Extremadura, tenemos casa, tierras y posibilidades
de ver como se desenvuelve la vida allí después de tantos años. Mi familia ha
puesto algunos inconvenientes, es lógico y normal, tenemos una vida hecha a nuestra
medida en la capital del Turia, los críos también por supuesto, pero estoy
obligado por estos nuevos acontecimientos, a ver como es ahora, lo que era mi
casa cuando era chico.
¡Quién
iba a decir que durante un día de playa, iba a redescubrir mi vida!
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