NO SABÍA VOLAR
Es
tan habitual… tan fácil caer en la tentación de pensar que uno a determinada
edad, con determinada experiencia, ya lo sabe todo. ¡Mira ya sé volar…!, cuando
lo que está uno aprendiendo a hacer, es simplemente, desplegar las alas en lo
alto del nido, comenzar a batirlas, y desprenderse de todas las pequeñas
plumas, que son un lastre más que un apoyo para echarse a volar de verdad.
Y es
que no aprendemos coño, por más tiempo que pase, por más que nos digan,
queremos que las cosas sean cuando nosotros queremos, y como nosotros queremos.
En determinado momento de la vida, si no lo logramos, poco nos importa
embarrancar a quién sea, con tal de lograr nuestro objetivo.
Yo
era un polluelo pelón, con más cabeza que cuerpo, lo que más me abultaba en el
melón eran los ojos, ¡que peazo ojos tenía oye!, una cosa bárbara, pero estaba
ciego perdido, solo percibía ruidos, oía, que no olía el aleteo de mis padres
cuando me traían comida al nido, y andaba a hostias con mis hermanos haber
quién era el que se llevaba “el gato al agua”. ¡Un frio que pasaba…!, joder que
no tenía plumas, así pues no tenía “pluma” todavía… que luego…
Hay
me tienes pues, con unas patas exageradamente grandes, unos ojos casi
inservibles, y la piel de gallina continuamente, con un hermano, no sé si varón
o hembra, que me disputaba la comida y a mí, a picotazos con él para comérmelo
yo todo, en la medida de lo posible claro. Joder, quería crecer, ¿Qué le iba yo
a hacer?, nadie me lo podía recriminar, o yo o él. Un buen día comenzó a
llover, caía agua a espuertas, y en una de las ocasiones que levanto la vista, veo a mi hermano muerto, estaba
flaquito el pobre, ¡no comía apenas!, no lamenté su muerte, todavía no sabía
nada de lo que me esperaba.
Como
sea que en el nido no tenía espejo en el que mirarme, no me apercibí del tamaño
que alcanzaba, mis padres alternativamente, iban y venían con comida, esta vez
para mi solo. Aparecieron las plumas, las primeras frágiles, y descoloridas,
después las definitivas, mi vista se agudizó, veía la hostia de lejos. Aleteaba
pero no podía volar, me cago en la leche, ¡con las ganas que tenía de recorrer
el cielo!, hacer piruetas como mis padres hacían, cazaban en pleno vuelo
palomas, y otras aves. ¡Que envidia leche!. Y como quién no quiere la cosa, me
pongo a ensayar en el nido y comienzo a elevarme de él, al principio poco, unos
centímetros apenas, luego a base de practicar diariamente, me aventuré a salir,
a dar una vuelta.
Mira,
poco me imaginaba el placer que sentiría en todo mi cuerpo, el viento me
golpeaba, pero yo, esquivaba las ráfagas que me apartaban de mi objetivo, y sin
saber como, me encontré lejos de mi nido, estaba viviendo solo en un piso, con
todas mis cosas, no podía envidiar a nadie, allí lo tenía todo, tampoco puedo
decir que era un piso de ensueño, era un lugar digno, limpio y con un buen
vecindario. Todos me dieron la bienvenida, alguna vecina me preguntó de donde
venía, que hacía, o sea a que me dedicaba, pero yo estaba decidido a ir a la mía.
Me
equivocaba, creo que esto debe ir a caracteres, porque un día cuando iba a la
compra, me encontré con otro recién salido del nido, congeniamos, nos tomamos
un refresco en un bar y lo vi un poco perdido, era un pájaro como yo, guapo,
alto, rápido de reflejos, bueno yo lo defino así para que no haya equívocos,
era sexi oye, y punto.
Me
fijé en sus rasgos, en su forma de decir las cosas, en los ademanes que hacía y
en como vestía. Me reveló que vivía con unos tíos suyos, que tenían unas ganas
inmensas por perderlo de vista, se quedaron con todo lo que tenían sus padres
una vez que fallecieron, en un accidente de tráfico perdieron la vida.
¡Joder…!, no supe más que cogerlo del hombro, y acercarme a él, rompió a llorar
el pobre. Así de pronto, se me ocurrió decirle que porqué no venía a vivir
conmigo, sin compromiso alguno, y abrió aquellos ojos verdes, grandes y casi
hechiceros diría. Si me contestaba que sí, no podría negarme a aceptar, no sé
si me precipité al ofrecerle mi casa, pero me contestó que me contestaría en un
par de días.
¡Que
dos días pasé rediós! En cuarenta y ocho horas no me lo saqué de la cabeza, me
lo imaginaba cocinando conmigo, sentados ambos en el sofá de casa, apoyados el
uno sobre el otro, acariciándonos el uno al otro. Luego, durmiendo juntos en la
cama de matrimonio que estaba hasta aquel día vacía, solo con mi presencia,
fría.
Me
llamó al trabajo Oye, que he pensado
mucho en ti y en tu ofrecimiento, y… ¿Qué dime aceptas? Pues sí, ya lo he
hablado con mis tíos, no les he dicho nada acerca de donde ni con quién voy a
vivir, ellos creen que he encontrado a alguna chica ¿qué te parece? Ja,ja,ja.
Bueno, ¿y cuando te trasladas? Mañana comenzaré a traer cosas, después del
trabajo me acercaré aquí con algunas cosas, me quedaré contigo y el sábado ya
estaré instalado, espero. ¡Cómo espero este momento, no te lo puedes ni
imaginar! Yo también, me hace mucha ilusión que estemos juntos.
¡Unas
plumas que tenía yo! Eran la envidia de cualquier otra ave, no sé si él también
las envidiaba pero de cualquier modo, a partir de entonces -nunca se puede
decir hasta cuando-, aletearíamos juntos, mostrándonos a los demás, como dos
aves excepcionales. Tendríamos todo el cielo para nosotros, eso es una de las
cosas buenas que tiene la vida, que no hay fronteras para el amor, que nadie
decide por ti, que no hay imposiciones de ningún tipo.
Jamás
he volado tanto ni tan bien que junto a él, ¡es impresionante lo que llegamos a
hacer bajo aquel cielo azul! Yo, apenas sabía volar, ahora estaba subiendo cada
vez, más y más alto, dejándome llevar junto a él, por las corrientes térmicas
que ascendían desde la tierra, hasta alcanzar las estrellas. Ambos, descubrimos
paraísos celestiales, los dos, rozábamos nuestras alas en las alturas,
chocábamos nuestros cuerpos, nos cogíamos con las garras, hasta que perdíamos
el equilibrio, para soltarnos después y haciendo trabajar a nuestras plumas
remeras, ascender en una especie de rito, que pocos podían comprender.
No
hay noches ni días, sol ni luna, que nos apee de nuestras ansias de seguir
juntos. Es posible que un día, algo o alguien, se cruce en estos vuelos
excepcionales que practicamos siempre que nuestras fuerzas nos lo permiten, no
lo sé, tampoco me importa, lo importante es sin duda alguna, que después de
alzar el vuelo del nido, he tenido a mi lado a alguien que me ha enseñado a
perfeccionar mi vuelo.
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