MAL PASO
Mea
culpa, eso es lo que se me ocurre, cuando pienso en todo lo que me estoy perdiendo de la vida. Un mea culpa
en mayúsculas, en un gran rótulo que llevaría a manera de san Benito sobre mi
cabeza o colgado sobre mi pecho, que indicara a todos cuantos me vieran, que
soy un condenado.
No
por el Santo Oficio, sino por parte de los que no perdonan la herejía de haberme
equivocado. Me he equivocado si, pero ahora, lo más desastroso para mi, es que
ni siquiera recuerdo en que ha consistido ese error. Debe de haber sido un gran
pecado, ya que voy en el carro de los condenados a muerte, hacia la pira voy,
después de haber abandonado toda esperanza, de recuperación del tiempo perdido.
Antes
de subirte a ese maldito carro, el martirio se hace patente en todos los
condenados, unos desmembrados, otros sin siquiera poder hablar, porque les han
cortado la lengua, no hace falta que hablen, ya está todo resuelto, decidido,
por lo tanto por mucho que pudieras gritar que eres inocente de tal castigo, te
llevan igualmente ante la chusma, que espera expectante el inicio de la fiesta.
Eso
es lo que para algunos resulta ser, están allí con sus niños y jóvenes, les dan
frutas podridas para tirar a los condenados a su paso delante de ellos. Los
niños no saben nada, nadie los deja entrar en estas jaulas, donde durante días
y días, los tienen colgados dentro de un patio de determinado lugar para ser
ajusticiados. Por un mal paso, no han denunciado a nadie, a nadie han perjudicado
de manera que se les enjuicie con ellos, solo han dicho cuatro cosas mal dichas,
inoportunas si acaso, eso es todo lo malo que han hecho.
Ya
ha terminado la fiesta, el pueblo está infestado de olor a carne quemada y
madera, se van para sus casas y comienzan a confabular contra otros, pero ellos
son gente de ley, creyentes de mucho rango, nadie puede contradecir lo que
hablan, porque todos hablan de todos, al oído del otro, en voz baja. Pero eso
no es condenable, porque iba a serlo si nadie les llama la atención, si solo se
ultrajan entre ellos.
Mal
paso, uno solo, y se escarba en la historia del condenado, entonces sale todo,
todo lo que jamás nadie se ha atrevido a decirle, por eso es considerado un
hereje, por todos sus pecados pasados.
Hay
algo que ignoran y deberían ponderar, que un acto injusto como ese, que acaba
con la vida de una persona, siempre se vuelve contra uno mismo, es una flecha
lanzada al cielo pero que siempre regresa al lugar desde donde ha partido. Por
dejadez permiten, que crezca la hierba en el camino de la vida, Confucio lo
dijo y es cierto, permitir que ocurra eso, hace más temprano que tarde que
existan disensiones, espanto y crimen incalificable.
Todo
por ese mal paso que ellos esta vez han dado
No queremos saber nada de ti, vete, estás condenado, has abusado de
nuestra paciencia, de nuestro aguante, de nuestros hermanos o padres. Y así,
sin darse cuenta, se convierten en tus jueces, El Santo Oficio ha hablado, a la
hoguera con él.
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