RESURECCIÓN
Andaba una noche por los alrededores de mi
ciudad, de pronto, de una esquina, dos personas, aparecieron de las sombras,
con la ropa hecha girones, caras demacradas y arrastrando los pies…, me quedé,
que si me pinchan no me sacan gota de sangre oye. No dije nada, pensé para mí, que pasarían de largo, pero no, se quedan
los dos mirándome con los ojos hundidos en la cara.
En
ese momento subí la mirada hacia la pared que tenía enfrente mío, hostias tú,
una cruz de hierro anclada a la pared y una verja alta de puntas de lanza,
anunciaban que aquello era el cementerio. Ya está, la has jodido nene, estos
son zombis, de esos que salen de las tumbas y se te comen, la mujer casi no
tenía dientes, el hombre llevaba las manos en los bolsillos de un abrigo que
debería ser de algún gigante, le arrastraba por los suelos.
Te
lo creas o no, no podía moverme, mis rodillas, chocaban la una contra la otra
que parecían dos maracas. ¿Y ahora que hago, los saludo o qué?, esta gente, si
los pillas cabreados, son capaces de darte un zarpazo y arrancarte la piel a
tiras, pero es que no podía dar un paso del miedo que tenía… El hombre, con una
voz que más que voz era un puro ronquido, me dio las buenas noches, no esperó
mi respuesta, solo dijo que si era posible que les diera algo para comer. No,
coño, no, haber si se encaprichan de un trocito de dedo y se me comen entero.
“Mire
usted, tenemos hambre, solo queremos algo de comida, un poco de pan, un trago
de leche, algo, lo que sea con el fin de mantenernos vivos hasta mañana,
entonces cuando amanezca ya veremos haber…”
¡Resucitados…!
no me jodas que estaban muertos, no, eso no es posible, de modo que, ¿de donde
salían?, en estos momentos no pude pararme a pensar en cosas normales, ¿lo
entiendes verdad?, no sé, en una circunstancia como esa, se te ocurren mil
cosas, y todas ellas fantásticas, nada que tenga que ver con la realidad,
¿porqué pasará eso oye…?, siempre lo mismo tú,
siempre tratando de rizar el rizo.
Pero
bueno a lo que vamos; los tengo delante de mí, yo inmóvil, castañeándome los
dientes del puto miedo que tenía y sin saber que hacer, ni siquiera hacia donde
moverme cuando pudiera hacerlo. No me preguntes el porqué, pero los invité a mi
casa, no llevaba dinero como para
pagarles un menú siquiera, de modo que les dije
“No hay problema, vengan a mi casa, allí comerán lo que quieran”. Hay
que ser gilipollas para hacer algo así, pero… que quieres, la bondad me pierde.
Si vieras la cara de contentos que pusieron los dos, fliparías en colores, se
cogieron el uno al otro del brazo y se pusieron a caminar a mi lado, en un plis
plas, nos habíamos hecho amigos, mira tú por donde.
La
verdad es, que yo todavía estaba cagado de miedo, pero al caminar por la calle,
las cosas se van viendo de diferente manera, no sé muy bien como explicarlo,
pero me sentía cómodo hasta ese momento. Miro el reloj de pulsera y daban las
doce en punto, subimos a casa y la mujer se quitó el pañuelo que llevaba atado
a la cabeza, pues oye, no tenían tan mal aspecto como parecía al principio.
Debe ser porque la noche, y lo que lleva uno en la cabeza, que en mi caso son
un montón de cosas, una circunstancia casi normal te parece una especie de
visión. He, que no es la primera vez que me pasa, no te creas, otro día en
plena mañana, salía de la oficina para ir a comer, y atravesando un parque
público, salió de entre unas matas un perro tras una pequeña pelota, y se me
antojó que era un león.
¿Le
ayudo en algo señor…? No, siéntese que saco algo de comer, no se preocupe, lo
tengo todo a mano. Pensé, les voy a sacar la pierna de cordero cruda haber que
reacción tienen, pero creí que podrían ofenderse, de modo que el queso, el pan
cortado en rodajas, un chorizo sobre una tabla y el cuchillo en mi bolsillo
–por si acaso…-, fue todo lo que dispuse sobre la mesa, ha bueno, también unas
aceitunas aliñadas. Y para beber, primero les pregunto, escogen vino tinto, ¡no
te jode!, como tontos, con una cena así cualquiera. Ahora que ya han pasado
unos cuantos días de todo esto, me pregunto si hice el idiota, porque esa noche
se quedaron a dormir en casa, les abrí el sofá cama, lo vestimos y los dos
durmieron como troncos, ¡cuidado!, que estuve un buen rato alerta, y no los oí
respirar, cágate. O sea, algo raro había en esta pareja, a lo mejor salieron de
vacaciones del cementerio… ¿Qué no?, cosas más raras se han visto.
El
caso es que esa noche casi no pegué ojo tío, no sé yo, es que me entraban
escalofríos pensar que me hicieran algo. Pero ¿sabes que me tranquilizó
bastante?, pensar en lo que nos hacen ese atajo de mamones que tenemos en el
gobierno cada día del mundo, y que todo y así, sobrevivimos. ¿Qué podían
hacerme mis invitados, matarme, serrarme a trozos y luego devorarme?, pues buen
provecho oye, por lo menos sentiría que soy útil para alguien. Que sí hombre,
lo que yo te diga, tres años y medio de parao, ¿quieres que te cuente más?,
porque mi tía me hecha un cable con los gastos del piso, que afortunadamente ya
está pagado, que si no…
¿Sabes
que pensaba anoche, después de haber auxiliado a aquella pareja?, que en el
fondo el resucitado soy yo, ahora veo las cosas con más perspectiva, cada día
voy a pasar por delante del cementerio, haber si me encuentro con más gente que
me pueda ayudar.
-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.--.-.-.-.-.-.-
Jajajjaja!!! Me ha encantado! Lo leía y pensaba que era tan tú este escrito... Podía imaginarte explicándome el relato.
ResponderEliminarSigue escribiendo para poder seguir leyendo estas fantásticas historias:)