sábado, 14 de junio de 2014

DEMASIADO CORAZÓN.


                                              DEMASIADO CORAZÓN.


¡Pobre mujer, cómo sufrió para poder parir aquella niña…! no sé, pero me parece que me dijo un día, que su madre había tardado casi todo un día para traerla al mundo. ¡Que son horas de parto he!
Cuando al final vio la luz la criatura, descansó medio hospital, normal, imagínate a una persona gritando y maldiciendo de dolores que tenía la pobre… Pero le tocó malos padres, me explico, los padres eran los dos muy buenos, malos digo, en el sentido, que desde pequeñita, la consintieron mucho. Se veía a todas luces que la madre especialmente, porque fue la que más sufrió por ella, no le dejaría las bridas sueltas.
Muy rígida aquella mujer, hacía lo que podía, lo que seguramente le habían enseñado. Era una transmisora de la educación que le habían dado a ella, eso de por sí, no es malo. Pero la niña se hacía mayor, crecía y lo hacía controlada por la madre especialmente, el padre, era un hombre especialmente amante de su mujer y su hija, de manera que consentía por ver este que su mujer hacía lo mejor para su hija.
Esa niña tan querida, llegó un día en el que quería volar fuera del nido, como todo el mundo que crece, ensayar con las alas, probar si funcionaban y le eran útiles. Pero la madre no estaba dispuesta a dejar que lo hiciera, hay mucho mal ahí afuera, y tenía razón.
Se presentaba para un trabajo…, a los cuatro días tenía que dejarlo porque su madre se ponía enferma, lo perdía. Se presentaba en otro, tres cuartos de lo mismo, así creció, se desarrolló y en consecuencia sufrió.
Cuando me lo contó por primera vez, -aunque yo ya la conocía entonces pero superficialmente-, saqué una conclusión. O la madre no consentía que se fuera de casa –hay que contar que perdieron a otra hija-, o aquella joven tenía una cualidad inaudita. Un corazón que no le cabía en el pecho. Las dos cosas fueron ciertas. Aunque de las dos conclusiones, la más importante es para mí, que dentro de ese frágil cuerpo que tiene, no le cabe el corazón inmenso que heredó.
Casada años más tarde, tuvo tres hijos, querer a sus hijos es decir demasiado poco de ella, jamás he visto a mujer igual a ella, lo que se gasta por sus hijos es de titanes. Lo que trabajó por ellos siendo los tres pequeños, ha sido uno de sus mayores atractivos.
Demasiado corazón…, aunque nunca es malo tener demasiado corazón, pero en su caso en concreto, ahora recoge los frutos de tanto amor y cariño por ellos. ¡Cuánto deben de quererla…! Ahora, ya todos mayores, y con hijos, dos de ellos, se apasiona por sus nietos, da todo el esfuerzo por bien empleado, noches sin dormir, miles de horas trabajando para criarlos, bendito esfuerzo el suyo.
Envidio a madres así, las admiro, son personas a las que el trabajo duro no les importa, ni su futuro, anteponen a sus hijos delante de todo, los maridos podemos fallar, como todo el mundo, pero ella no falla, puede que en esta entrega desmedida haya confundido objetivos, no soy nadie para juzgar esto, a mí no me gustaría que me juzgaran por ser un buen padre.
Quiero a estas madres, sobre todo a ella, no la cambiaría ni por todas las riquezas de este mundo, ¿Qué hay que pueda ser más valioso que un gran corazón?


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