lunes, 16 de junio de 2014

LOS GUAPOS.


                                              LOS GUAPOS

Benditos sean los guapos, señor, que alegría ver a gente guapa, con rostros lustrosos, bien conservados, unificados por los estándares de la moda, la moda de compartir la misma ropa, los mismos diseños, los mismos sueños –que frecuentemente se quedan en eso, en sueños-, razonamientos del mismo color, es decir, de color neutro, porque en el fondo, no saben cual es el color que de verdad deberían escoger para ser felices.
Felices los guapos, porque su felicidad es ser infelices, a golpe de mandobles, cuando la vida no los respeta, no los reconoce como personas merecedoras de ir más allá, de lo que sus tristes ojos les permiten. Si, forman conjunto, conjunto de familia inicialmente, luego núcleos de sociedad porque alguno de ellos es bienvenido por otro infeliz, de modo que ahora, todos se congregan alrededor de estos imanes automáticos.
Luego, cuando se separan, empieza su pequeño tormento, ¡que será de mi vida…! ¿Por qué estoy metido en medio de tanto guapo? Es una hermosura efímera, plástica, no es natural, ni conveniente, solo se adapta a diferentes formas, con tal de reflejar esa asquerosa hermosura,  “Soy guapo porque estoy aquí, en este bando, y los demás son todos unos pobres diablos, va, ¿qué tengo yo que ver con estos desarrapados, hambrientos de todo aquello que yo poseo? que se busquen la vida en otro lado”
Lo que ignoran estos guapos, es que, estos presuntos energúmenos inconvenientes, que no caben entre ellos, se buscan la vida en otro lado y la encuentran, sí, la encuentran entre seres que son dignos, entre gente más guapa todavía que ellos, ¡si fueran conscientes de ello…!, tratarían de desmadejar sus logros, porque al fin y al cabo, por mucho que les pese, son gente sin razones para vivir.
Los borrachines por ejemplo, son un modelo de lo que puede llegar a hacer la dependencia del alcohol, y las consecuencias son malas, por supuesto que sí. Pero aun ellos, siendo lo que son, tienen más valencia que los otros, los guapos, estos últimos, siempre están borrachos de su propio ego, y llenarse de vino te trae resaca, pero los que se llenan de su propio ego, se destrozan por dentro de forma silenciosa, se les pudre el alma. Saben que esa hermosura que reflejan es postiza, una mera careta de carnaval, primorosamente decorada, pero que cuando se la quitan, manifiestan de forma clara, quién es la persona que la lleva.
Alguna vez, los guapos que lamentan de forma abierta, se arrepienten, dan marcha atrás por tarde que sea, reconocen que no son tales, y vuelven al redil de los avanzados normales mortales, se dan cuenta que no son siquiera semidioses. Reconocen haberse dejado llevar por una furia ciega en su momento, de habladurías que gente sin espíritu, han tratado de difundir con el fin de ser aceptados, nada más que eso, algo tan banal y tan fútil. “Tenemos que hacer piña contra estos desgraciados, no son nada más que escoria” dicen sin cesar, auto convenciéndose de que  eso los hará más fuertes y solidarios. ¡Que equivocado estaba! ¿A quién debo pedir perdón?
Lamentarse no es lo principal que deben hacer, siquiera arrepentirse, no se puede dar marcha atrás a este carro que ya dejó su huella en el camino, hay que volver a aprender a examinarse uno mismo, ir al colegio de la moral, de la ética, de la lógica para que no haya una próxima vez.
Después de eso, no le importa ser más guapo o más desagradable a la vista del prójimo, después de eso, se yergue como estandarte de la superación, de la experiencia pasada, que le ha enseñado a ser, persona.


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