domingo, 8 de junio de 2014

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Diez series que se vendieron en el hostal de la carretera que va desde Sagunto a Valencia, “Los Carros”, casi todos los números, vendidos a gente de paso, camioneros que se paran a comer o pernoctar tanto en el parking como en el propio hostal. Los de la gasolinera de al lado, también han comprado este número de Navidad, no todos claro.
El burgalés, un camionero cuyo nombre de pila es Ramón, no es aficionado a comprar lotería, ni a hacer quinielas, ni primitivas ni hostias de esas, como dice él. Pero para estas navidades, el dueño del hostal ha regalado unos cuantos décimos a clientes fieles, gentes que hacen parada siempre en su local.
-No hombre, no hace falta que me hagas ningún regalo, ¡si ya estoy agradecido con el trato que me das cada vez que vengo aquí…!
-Cógelo joder que es una atención de la casa, no seas así coño, dame este placer Ramón.
-Vale, pero que sepas que a mí estas cosas no me gustan, ya sabes como pienso sobre el tema de las loterías y las rifas.
Es un hombre al que no se puede definir como simpático ni tampoco antipático, es un tío gris, de esos que no hace ruido en ningún sitio, que pasa desapercibido, que lo saludan cuando entran los compañeros que lo conocen en los sitos, pero que él responde siempre con un “¿Qué hay?”. Termina su bocadillo de tortilla de patatas y cebolla sobre la mesa, con un plato de aceitunas que le han servido junto a la jarra de cerveza, recoge con las manos las migas y las envuelve con el papel de estaño, lo mete todo en la bolsa de plástico transparente, y después del carajillo de ron, se va hacia el camión. Corre las cortinillas de la cabina y se pone a escuchar la radio transistor, Radio Dial, nunca la cambia de emisora.
El camión es viejo de cojones, pero pasa las revisiones sin problemas, no piensa en comprarse otro porque dentro de un par de años se jubila, demasiado tute tantos años por esas carreteras, lleva a sus espaldas una muerte, la de un ciclista que se le cruzó en una carretera y que no pudo esquivar, era bajada y llevaba veinticinco toneladas en la caja del camión. De esto hace ya cinco años, pero como hace el mismo recorrido casi a diario –ventajas de los veteranos-, cuando pasa por ese cruce, lo revive de nuevo.
Me cago en la puta, parece que haya matado a este hombre mil veces carajo –se repite en voz alta cada vez que cruza por lo que ahora es ya una isleta, que antes, cuando este suceso, no estaba construida. Tuvieron que morir unas cuantas personas para que la hicieran, así de imbéciles y dejados somos los humanos, tiene que suceder una catástrofe tras otra, hasta que nos convencemos que aquello, –lo que quiera que sea-, hay que modificarlo.
Tiene buen corazón el burgalés, ha menudo, está esperando para que le descarguen, y se acerca a la cabina un camionero.
-Oye burgalés, ¿te sabe mal que me descarguen a mí primero…? Es que tengo una carga esperando en el polígono Roncero, y si no llego antes de las cuatro se lo dan a otro.
Él va y lo deja pasar, no sabe del cierto si es verdad o no, pero no sabe negarse, a lo mejor es por eso que casi nadie le hace mucho caso cuando lo ve. Le consta, que algunos lo ven como un pringado, pero eso a él no le importa, vive y deja vivir es su lema, y sigue fiel a esa máxima.
“¡Cadena Diaaaal!” se escucha anunciar por la radio, como cada día. En otras emisoras están dando las noticias de los resultados de la lotería de Navidad. Vaya mierda, ¿Cómo se puede tirar la gente toda una mañana entera, soportando a los niños de San Ildefonso con la cantinela de los puñeteros números que sacan del bombo? Mi Juanita también lo hacía, la pobre, esto y las zarzuelas, lo que más le gustaba de todo, ¡anda que no le he comprado casetes de zarzuelas…!, y que las cantaba todas la tía. Era fenomenal, sobre todo le gustaban las partes cómicas, ja,ja,ja, cuanto nos hemos reído juntos… Si hubiera podido, le habría hecho una casa en la playa, le gustaba mucho la zarzuela La Marina “No puede ser esa mujer es buena, no puede ser una mujer malvada, no puede serrrr porque la vi reír, porque la vi llorar, porque la vi sufrir”, como le gustaba especialmente esta área.
-Hola papá, ábreme vengo a traerte la ropa limpia…
-Vale hija, sube, ten cuidado con el último escalón del rellano que se mueve mucho.
-¡Ya lo sé papá, no es la primera vez que vengo he!
-No hacía falta que vinieras hoy, no salgo de viaje hasta el lunes. Tengo el fin de semana libre.
-Es la costumbre, ¿te has enterado que ha salido el número de lotería del sitio donde tu pasas a diario?
-Pues no, ¿qué número es?
-El 30.441, ¡vaya suerte a quien le haya tocado! Si coincide con la serie son un chorro de millones.
Ramón hecha mano a la cartera, que lleva cerrada con una goma gruesa y saca el número doblado de dentro del billetero.
-Mira tú por donde hija, te ha tocado la lotería, toma para ti.
Miriam no da crédito a lo que ve, número y serie, ¡el primer premio! Está nerviosa como un flan, descuelga el teléfono para llamar a su marido al trabajo.
-He Miriam, para. No llames desde aquí a nadie que no quiero líos, cuando llegues a tu casa haces lo que quieras.
-Pero papá… que eres millonario, ya te puedes jubilar, no tienes porqué trabajar más. Ahora a descansar, a disfrutar de la vida…
-Yo tengo todo lo que me hace falta hija. Tú eres millonaria, bueno, tú y tu marido, dales a él y a tus hijos todo lo que no les has podido dar hasta ahora. Cobra tú el billete, es mi regalo de navidad.
-No papá, esto no puede quedar así, te vendrás con nosotros a una casa nueva. Vivirás con nosotros, allí te podremos cuidar y darte lo que necesitas.
-Hay hija mía, ven a darme un beso. Te lo agradezco de corazón, sé que lo haces con toda la buena voluntad, pero… no, me quedo aquí, esta es mi casa, aquí he vivido desde que me casé con tu madre, no me quieras cambiar de lugar. Y no creas, estoy la mar de contento, por vosotros y por mí también, ves, a lo mejor me lo pienso esto de dejar el camión, eso si que lo haré.
Los jóvenes son impulsivos, y más en una circunstancia como esta, Miriam olvida llevarse la ropa sucia de su padre, pero no importa, ahora tiene que disfrutar del momento. Sale a toda prisa del piso de su padre, que también ha sido su casa durante muchos años, hasta que se casó.
-Miriam, solo te quiero dar un consejo, procura que nadie sepa que llevas este billete en el bolsillo. Hazme caso y llévalo al banco, paga las deudas que puedas tener y déjalo allí, a buen recaudo. No digas a nadie que te ha tocado la lotería, hay gente que puede desgraciarte la vida para siempre, a mi me pasó una vez, y todavía no he logrado olvidarlo.



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