domingo, 8 de junio de 2014

CAMAS VACÍAS.


                        CAMAS VACÍAS


Me preocupa que en casa haya camas vacías, tiempo atrás estaban todas ellas ocupadas, todas recibían el calor de un cuerpo durante la noche, todas recibían la visita de los sueños, también de las pesadillas, estaban ocupadas, es normal.
No me importa que la casa se haya quedado más fría, a consecuencia de la ausencia de gente, las casas son frías o calientes, en virtud de adonde están dirigidas en relación al sol, eso no importa. Lo que importa, son los ruidos de la noche, cuando oyes la puerta de una habitación que se abre, el uso del lavabo, los sonidos de puertas que se abren y cierran durante la madrugada.
El saber por la mañana, que allí duerme un hijo, en la habitación del fondo tu hija, en tu cama tu mujer… Nadie puede impedir, que esto cree un vacío en el alma, no me refiero a la soledad, la soledad en si misma es buena a veces, el vacío que siento, es que no tengo de quién ocuparme.
Cuando eres esposo y además padre, la vida cobra otro sentido, te invita a esta preocupación constante, que lejos de ser una carga es una responsabilidad, es un encargo, los hijos son  rémoras que deseas que estén a tu lado, nadie está suficientemente preparado, para prescindir de ellas. Bucean contigo, te siguen donde tú vayas, comen de tu alimento, las cuidas y te cuidan, limpian tus aletas para que sigas tu camino sin estorbos, te estimulan, para que caces por ellas.
Cuando después de determinado tiempo, vuelves la espalda, dejas de verlos, comienzan su propio camino, a veces, calentando la misma cama de cuando eran pequeños, pero dejan de hablarte, no sabes muy bien porqué, no encuentras razón para ello. Te angustia este comportamiento, empiezas a preguntarte cosas, mil cuestiones acuden a tu cabeza. ¿Me habré equivocado en algo, tendrán alguna queja insospechada? Empiezas a caminar en círculos, todos te miran con extrañeza, hasta tu mismo te miras al espejo, ¿en qué he cambiado?
No encuentras respuesta y las buscas en otro lado, ahora, puede que estés caminando sobre el filo de una navaja, preguntas a otra persona, ella se encuentra igual que tú, no ha sabido asumir lo que considera un fracaso, lloras sobre su hombro, ella sobre el tuyo llora, de pronto te encuentras en el centro de un tornado, que con su poder no te deja pensar. Te despiertas en medio de otras sábanas, de otra cama, una cama vacía porque no es la tuya. Corres hasta tu casa, no miras atrás, es perjudicial, ahora sabes a ciencia cierta que el error ha sido mayúsculo, te miras en el espejo y ves a un extraño.
Vas a tu habitación y la encuentras vacía, la cama hecha, pero desnuda de persona alguna, hace frío ahí, hay que salir de este lugar, te paras en mitad de la casa, no escuchas ningún ruido, se te hiela la sangre, la casa está caliente comparada con el interior de tu alma. Esperas pero nada cambia, comienzas a ver que te has quedado solo, esas camas ya nunca van a volver a tener calor, nadie va a dormir en ellas. Es entonces cuando tienes que mantener la mente fría, comienza la interminable tarea personal, de acostumbrarte a dejar de sentir, ya no ruidos, estos hace tiempo que han dejado de escucharse a pesar de prestar atención en ellos, antes, te sentías acompañado por los murmullos, los grifos que se abrían y cerraban... los armarios que contenían las prendas que cada cual se ponía para salir a la calle.
Se te pasa por la cabeza lo que hiciera en su día Hernán Cortés “quemar las naves”, aunque de hecho no la quemó, las hundió con el fin de que nadie, comenzando por él, pudiera plantearse volver al viejo continente. Sin embargo ¿Qué vas a quemar tú, que es lo que quieres hundir, si ya todo está hundido? Las camas están vacías, si, se van congelando poco a poco, se van hundiendo en un glaciar de desolación, son tragadas por este y echadas al mar,  en la medida que este sigue su camino hacia la costa. Lo peor es que llegadas allí, a pesar de ser de madera no flotan, son engullidas por el océano, para terminar como simples pecios, testigos olvidados de naufragios del amor.
¡Si supiera quién ha sido el responsable de esta debacle…! No busques lejos, mírate en un espejo y lo verás, ese es el responsable, por lo menos en buena medida, no caben excusas, no valen pretextos ni justificaciones, se ido hinchando el globo de la pasividad, de la omisión, de una atención necesaria, que debería haber sido más constante, y más solidaria. Ahora, en la fría madrugada, buscamos con los brazos extendidos dentro del cobijo de nuestro lecho, alguna señal de vida, la parte de vida que creemos que nos corresponde, pues bien, si no la encontramos, es porque no la merecemos. Es una de estas circunstancias de la vida, que crudamente te enseña, que las cosas deben ser utilizadas con cordura, que las camas solo son un medio para extendernos en cuerpo y mente, desdoblándonos como corresponde a personas, que dicen ser capaces de saber, para que sirve una cama.


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