EL AMOR NO ES
UNA CIENCIA EXACTA.
Se
pone en marcha cuando le das cuerda, es un reloj antiguo de mesa, de esos que
tocan la campanilla para despertarte por la mañana. Todavía me asusta, a veces,
cuando me acuesto tarde y me recuerda por la mañana que debo levantarme, tiene
dos campanillas una a cada lado de la carcasa esmaltada de rojo burdeos. Es tan
antiguo, que lo he tenido que desmontar varias veces para reajustar las agujas
que marcan las horas, en ocasiones se descuelgan, la del minutero
especialmente.
Con
el paso de los años ha perdido el lustre que tenía cuando era nuevo, mi abuelo
siempre decía que si no querías que te despertase, solo tenías que dejar hacia
arriba, la pequeña palanca que tiene detrás, que se deslizaba por una ranura
semicircular. Lo cierto es que va de perlas, con los años que tiene y todavía
marca de forma poderosa cada segundo que pasa, clic-clac-clic-clac, es un
sonido fuerte nada que ver con los actuales relojes digitales modernos, estos
te despiertan con un sinfín de músicas, que puedes elegir a la carta, con el
sonido más o menos fuerte, puede ser una emisora de radio o determinado sonido,
como los móviles que puedes elegir entre un montón de diferentes músicas y
sonidos.
Algo
atrasa, eso sí, cada tres o cuatro días tengo que ponerlo en hora, lo vuelvo, y
toco la pequeña rueda grafilada que sirve para mover las manecillas, lo
compruebo con mi reloj de pulsera y listos.
Se
me ha ocurrido poner de ejemplo el reloj, para ilustrar lo que pasa con el
amor. También se hace viejo, por mucho que veamos a parejas, que hace cincuenta
años que están casados, paseando o saliendo a comprar juntos cogidos de la
mano. Yo el primero me digo… ¡que bonito! los dos con su bastón o no, depende
del trato que les ha dado el tiempo, a veces en absoluto silencio, porque con
solo una mirada tienen suficiente para expresarse, si algo les gusta o disgusta
cuando van a comprar, una mueca les basta para saber que no es oportuno
adquirirlo, a veces ni eso, solo cabe que uno de ellos le apreté la mano al
otro, para pasar de largo, aunque en otra ocasión, cuando uno de ellos salga
solo, lo compre.
Esta
precisión está moderada por las costumbres de la vida, llevan tantos años
juntos… que ya no es el poder del amor lo que les une, es el “¡Que voy a hacer
a mi edad, adonde voy a ir!” Es el tributo que hay que pagar, por haber estado
enamorados años atrás, el tener hijos fruto del amor inicial, el que estos
lleguen a tener los suyos, y en consecuencia, les den a sus padres nietos. Confucio
decía que todo el mundo aprecia la luz del candil, pero pocos el pie que lo
sostiene. Ese gran maestro era la hostia, sus frases y sus libros, son fruto
del conocimiento y del discernimiento, de la profunda reflexión contratada con
la propia vida de la gente, con su propia vida. Pues bien, a los humanos nos
pasa lo mismo, somos animales de costumbres, a veces de malas costumbres, y eso
es lo que lleva, a que confundamos el amor con la obligación de estar junto a
alguien por años.
Un
amigo que es un mujeriego empedernido, dice que no quiere enamorarse nunca, que
así las cosas le van bien, conoce a una mujer, salen juntos durante
determinadas horas o días, se invitan a comer o cenar y luego adiós. Dice ser
una persona que no sirve para casarse, no lo soportaría, creo que se equivoca,
podría darse el caso, que la persona a la que conociera lo hiciera feliz, que
no tuviera la necesidad de ir por ahí llamando otras puertas, pero ante la duda
–dice- mejor así, sin compromisos. Tiene como referente a sus dos hermanos
mayores, como no podría ser de otra forma lo invitan a sus casas, claro, ha
vivido escenas lamentables que lo han asustado, peleas, amenazas mutuas por
parte de cada uno de los miembros de la pareja, y él, ahí, en medio, tratando
de jugar con los niños, para que no tengan ningún trauma en el futuro. Me
cuenta, que luego, las reconciliaciones son la leche, se quieren todavía más
que antes, y me apunta “Mentira nene, lo único que sacan de todo esto, es un
buen polvo esa noche” Y así, a trancas y barrancas, van tirando del carro de la
vida.
Es
como darle la vuelta al reloj y ajustar el minutero para que vuelva a funcionar
a la hora exacta, pero dentro de dos o tres días habrá que reajustarlo de
nuevo. Es así, ni más ni menos. De manera que el amor no es una ciencia exacta,
no se rige por determinadas combinaciones matemáticas, tampoco responde del
modo que lo hace el universo, todo él conjuntado, dando los planetas sus
órbitas y movimientos de rotación y traslación, que nadie se engañe con eso.
Sí, es muy bonito estar a la luz de la luna contemplando las estrellas, hasta
en ocasiones, como hace este amigo mío, le da nombre a determinada estrella, y
le dice a la chica que acaba de conocer “Esta estrella es la tuya, llevará a
partir de ahora tu nombre” Se lo monta bien ¿no? Y claro, en aquel momento, sea
quién sea su partenaire, se deshace como un helado a pleno sol de Agosto.
Rafa
en esto es genial, sabe del tema, conoce los entresijos de la conquista, en
ocasiones, también han caído casadas, cansadas de rutinas hogareñas, nadie
antes les había dicho algo así, y mira que cuesta poco… pero una de tres, o se
dice con un corazón rebosante de auténtico amor, o se dice con el único
propósito de ligar, o no se dice, y es entonces cuando el reloj aparte de dar la
hora, no despierta a nadie, la palanca está subida, las campanas no suenan.
Para estar enamorado de forma continuada, hay que echar raíces en esta tierra
que mutuamente se ha elegido, aunque eso signifique que de vez en cuando, se
deba desmontar el reloj y apedazarlo de una u otra forma, estos relojes que ya
han pasado a la historia, tenían sus inconvenientes cierto, pero eran maquinas
fiables, sin pilas ni números digitales, ni cosas parecidas, además tenían la
ventaja de que los podías reparar tú mismo, en la mayoría de los casos. El mío,
lo desmonté una vez, porque se conoce, que un engranaje estaba fuera de sitio,
pues oye, lo arreglé, resulta que el eje del engranaje estaba desencajado de
sitio, y no te lo pierdas, cuando lo volví a montar, me sobraron dos tornillos
después de cerrar la carcasa y ¡funcionaba igual oye! manda huevos.
Con
buena voluntad se puede reparar todo, pero eso sí, hay que ponerse al tema, no
dejarlo para mañana, ya se sabe “Lo que puedas hacer hoy…” Las parejas no
funcionamos por matemática, funcionamos por sentimientos, por emociones, cuando
estas se depauperan… estamos listos. Casado dos veces, ese soy yo, divorciado
la primera vez y separado la segunda, ¡vaya éxito! Me da la impresión de que
cada vez que me comprometo con alguien y quiero que la cosa siga adelante,
siempre salen inconvenientes que joden el tema, no tengo suerte, se conoce que
debo haber pisado una mierda como un piano, y no me puedo sacar el olor de las
suelas.
Pero
ahí ando, con el reloj de mi abuelo, ese nunca falla, da la tabarra a veces, he
tenido que pegar la pantalla que marca las horas que es de papel, un par de
veces, pero anda, y anda muy bien, dentro de lo razonable está claro.
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