domingo, 8 de junio de 2014

EL EMBARGO


                                      EL EMBARGO


Lo tiene todo y sin embargo, no tiene nada, le han quitado hasta las ganas de vivir, dice que le quedan pocos motivos para seguir respirando. Lo he conocido en una cafetería del pueblo, el hombre, taciturno y distante de todo y de todos, mira hacia todos lados sin ver nada.
Ha sido mi perro, sentado en la terraza, a mi lado, el que nos ha dado motivo de conversación, a él lo mira con simpatía, le sonríe, le dice “¡Que bonito eres!, parece muy buen perro, se le ve tranquilo y a la vez atento a todo lo que sucede a su alrededor”  “O sí claro, no se pierde ningún detalle, está acostumbrado a la gente pero en cambio, siempre está vigilando”  “Yo también tenía uno, le puse de nombre Martín, me recordaba a un amigo que tenía…”  “¿Le pasó algo a su amigo?”  “No, lo perdí, como todas las demás cosas que poseía, este mundo es cruel a veces, inhumano, vil”  Vaya, parece que está usted un poco resentido con alguien, seguro que tendrá alguna razón para hablar así”  “Si señor, creo tenerla por lo menos”
Tomando un café, le pido que se siente a mi mesa, solo nos separa un par de sillas, de una pareja, que instantes antes, estaban allí sentados desayunando. Lo que me contó –que no dudo que sea verdad en absoluto-, es muy triste. He pedido que me traigan una pasta, siempre la comparto con mi perro, se le caen las babas cuando me ve comer algo y está cerca, el hombre, de nombre Tomás, abre los ojos cuando me oye pedir algo para comer.  “¿Ha comido usted algo esta mañana?”  “No señor, ni ayer”, cuando vuelve el camarero le encargo un bocadillo de lo que el señor le pida. “No por favor, no puedo aceptarlo, quite, de eso nada”  “Por favor, acéptelo le invito de buen grado, tómelo como una invitación” Ha pedido un bocadillo de tortilla francesa y pan con tomate, hago que le traigan también una cerveza, Tomás mientras devora el bocadillo, no habla, debe de ser el hambre que lo inhabilita para dialogar en este momento. Cuando está a punto de terminar el bocadillo, deja la punta para mi perro, que lo recibe con aprecio, torciendo la cabeza para cogerlo de su mano.
No me apetece mucho, pero con tal de acompañarlo me pido otro café, Tomás café con leche. “Muchas gracias señor…”  “Daniel –le respondo-.” Me da un poco de vergüenza que me vean en esta circunstancia, pero debo sobrevivir, de alguna forma, pienso que puedo recuperar algo de lo que perdí”  “Claro que sí hombre, no se debe perder la esperanza jamás. Si se puede saber ¿dónde vives Tomás?” “Al otro lado de las vías del tren, en uno de los tinglados que tienen de almacén, bueno, ahora la verdad es, que los tienen abandonados, ya sabes, los ajustes presupuestarios, han hecho que despidieran a un montón de gente de la RENFE, yo trabajaba en la compañía, veintiocho años haciendo diferentes tareas, hasta que me colocaron en la venta de billetes, y luego de revisor de tren”  “Vaya, escuché en las noticias que hicieron un arreglo con los trabajadores, ¿cómo es que note pudiste beneficiar?”  “Porque unos cuantos cientos de trabajadores, no estábamos conformes con la cantidad que nos querían dar, ¡después de tantos años…! nos querían dar una mierda, perdón por la expresión”  “De manera que…”  “De manera que mientras luchábamos por tener lo que nos pertenecía, los meses fueron pasando, casi no entraba dinero en casa, lo justo para comer, y mantener a los tres críos, entonces me llega una carta de RENFE, que decía que teníamos que abandonar la vivienda, con el sindicato luchamos a brazo partido, pero nada. Al final tuvimos que abandonar el piso, dejamos nuestras pertenencias allí ¿dónde las iba a llevar si tenía lugar alguno donde dejarlas?”
No podía creer lo que estaba oyendo, un trabajador que había dado media vida por la empresa, y lo echaban a la calle como un perro, increíble.  “Mi mujer y los niños se fueron al pueblo donde nació con sus padres, que no es que vayan muy bien que digamos, pero era la única solución, yo me quedé aquí, tratando de esclarecer los asuntos referentes al despido y el embargo. Al principio un amigo me dio cobijo, pero al ir alargándose el tema, tuve que marcharme, el vive en un piso que compró, pero que tampoco es que sea demasiado grande. Una noche oí que el matrimonio discutía acerca de mi estancia con ellos, al cabo de dos días les dije que me habían invitado a compartir un piso con otro amigo de la infancia, me supo mal mentirles pero no había otra solución”  “¿Y te viniste directamente al tinglado donde estás viviendo hoy?”  “Pues sí, no tengo un puto duro, ni para poder alimentarme, cuando nos llaman para hacer una reunión o una manifestación, quedo con mi amigo delante de la estación, y juntos con su coche vamos”  “Pero… no puedes vivir así mucho tiempo, tu familia te necesita…”  “No creas, la última vez que llamé por teléfono para hablar con mi mujer, mi suegra me dijo que no estaba, pero no es cierto, al poco llegaron del colegio mis hijos y la delataron saludándola, estaba dentro de la casa. Tampoco pude hablar con ellos, no sé que ha pasado pero creo que pasan de mí, igual creen que a mi me gusta estar en esta impostura, a lo mejor mi mujer cree que estoy con otra mujer, ¡para eso estoy yo ahora…!”  “Mira, si te parece bien vamos a hacer una cosa, mañana te vienes a mi casa a pasar el día, es fin de semana, tendremos todo el día para pasear y conocernos mejor, cambiaremos un poco de aires, no creas a mí también me conviene, ¿qué te parece el plan, no tienes nada que perder?”  “No quisiera estorbar en vuestra casa, mejor no”  “¡Pero si vivo solo, nos haremos compañía mutua!”
Me mira con cara de extrañeza, igual no cree que esté soltero, y sin compromiso. Soy algo mayor que él, creo que así por encima, le llevo unos siete u ocho años, finalmente acepta, me alegro mucho, por lo menos aparte de con mi perro, tendré alguien con quién poder hablar, no tengo amigos, estoy un poco escarmentado, quizás es, porque los he defraudado yo, de cualquier modo poco importa eso, la vida hay que vivirla, lo mejor que uno sepa. Me ofrezco a venir a buscarlo y desayunar juntos pero él me pide mi dirección, dice que vendrá andando, el pueblo no es demasiado grande la verdad. No ha querido en modo alguno que le de dinero para comer, se arreglará para hoy, me ha dicho.
A las nueve de la mañana del día siguiente, llaman al telefonillo, por la cámara veo su cara, le abro la puerta y sube, viste sencillamente, vaqueros, deportivas, camisa, y una chaqueta que parece que le hallan regalado, saluda y entra mirando casi cada rincón del piso. “Vaya… este piso es una chulada, ¿y cómo es que vives solo Daniel?”  “Ya te contaré, es un poco largo, todo el mundo tiene su historia, la mía también es un poco triste, pero nada que ver con la tuya. No te quites la chaqueta que nos vamos a desayunar, venga, andando”
Nos vamos a pie hasta un mesón del que soy cliente desde hace años, Facundo nos saluda “¿Qué te cuentas Daniel como va todo?”  “Bien chato, oye cuando puedas nos tomas nota”  “Ahora viene Laura, dos minutos” Tomamos asiento en la glorieta exterior, llevo a mi perro conmigo. “Mira, le gustas Tomás, se ha echado a tus pies, le debes transmitir confianza, si no, estaría echado debajo de mi silla de lo aseguro”  “Pues me alegro, es un buen perro, se le nota en la expresión de la cara, tiene una mirada muy noble”  “Sí tienes toda la razón, verás ahora cuando venga Laura, se parte la cola moviéndola, y no es porque le de nada que se lo tengo prohibido, es solo que le cae en gracia”
Llega Laura con su delantal y el bloc de notas, en cuanto Martín la ve, comienza a lloriquear, a dar vueltas a su alrededor  “¡Hola campeón…! ¿cómo está mi perrito favorito? ven aquí que te de un beso” Martín comienza a dar unos pequeños ladridos, parecen susurros, como si le estuviera contestando, le lame un par de veces las piernas y se vuelve a echar al lado de Tomás con la cabeza entre las patas delanteras, parece que alguien le hubiera dicho, basta ya. “¿Qué hay señores, que va a ser?” Pedimos unas sardinas en escabeche, aceitunas, vino y unas lonchas de jamón. Me da una alegría inmensa ver que Tomás se está soltando, se le ve relajado además de estar disfrutando de lo lindo con las sardinas, están riquísimas, luego pedimos unas buenas raciones de ensaladilla rusa, nos ventilamos otra botella de vino, ahora el ambiente es de lo más agradable, creo que Tomás hacía mucho tiempo que no contaba chistes, es muy gracioso, no puedo evitar reír antes de que los termine, creo que a mí me hacía falta también estar en buena compañía.
Los cafés los hemos tomado en un bar de la playa, después hemos paseado juntos por la orilla, mientras Martín corre, para pedir luego, que le tiremos un palo que ha encontrado cerca de la orilla. Tomás entonces me pregunta…, “Si no es indiscreción, ¿cómo es que vives solo?, a un tío como tú le deben sobrar chicas que quieran casarse o vivir junto a ti, eres muy buena gente”  “Gracias por el cumplido amigo mío, pero de hecho, estuve comprometido para casarme, bueno, es más, dos días antes de la boda, a la que tenía que ser mi esposa, se le ocurrió que no era un buen partido, digo yo que sería por eso, no me lo dijo nunca. Me dejó una carta en el piso, diciendo que no creía que fuéramos a ser felices, que lo sentía pero que había decidido no casarse conmigo, hay que joderse”  “¡No!, parece mentira, ¿pero luego no te interesaste por saber que había pasado?”  “Claro que sí, pero no contestó a las llamadas que le hice, tampoco cuando fui a verla, no quería exigirle nada, solo, saber porqué. No saqué nada en claro, hasta que un día, me encontré a su padre a la salida del trabajo, solo venía a decirme, que dejara de molestarla, que lo nuestro había terminado, que la evitara y que no se me ocurriera ni siquiera saludarla cuando fuera por la calle”  “Joder, que palo Daniel, estas cosas son difíciles de comprender, ¿cómo puede actuar una persona de esta manera?”  “Lo comprendí al cabo de tres semanas, me la encontré en unos grandes almacenes, iba acompañada del médico de la plantilla para el que trabajaba, un cardiólogo bastante reconocido, una putada. Así que me quedé compuesto y sin novia, con un montón de deudas que pagar y la hipoteca del piso, en la oficina, el jefe entendió mi situación, me prestó el dinero que me hacía falta, trabajaba en un bufete de arquitectos, y cuando a fuerza de trabajo extra, terminé de pagarlo todo, me acogí a una renovación de plantilla que estaban llevando a cabo en la oficina. Pillé la pasta que me dieron por un arreglo interno de la empresa, y me fui al paro, por lo menos puedo vivir dignamente con un buen retiro, solo me quedan cinco años para terminar de pagar la hipoteca”
Tomás escuchaba con muchísimo interés todo cuanto le contaba, era un buen conversador, solo meneaba la cabeza y apretaba las mandíbulas, eso sí que se lo noté. “Hay gente muy desalmada por la vida amigo Daniel, a veces los humanos somos peor que los perros salvajes, me cago en todo… aunque tengas la vida más o menos resuelta, ese palo chico, debe de haberte dejado cicatrices profundas”  “Pues las mismas más o menos que las que te ha dejado a ti tu circunstancia, peor diría yo, tú tienes tres hijos además de mujer, tu dolor tiene que ser más grande, al fin y al cabo, yo no tuve nada con ella, salvo un año y medio de noviazgo con derecho a roce, un noviazgo muy bonito eso sí, hicimos un montón de cosas juntos, viajamos a muchos lugares, vivimos muy bien mientras duró, pero ya ves…, escucha Tomás, quería proponerte algo, ¿porqué mientras estás en esta situación no te vienes a vivir conmigo?, a mí no me resultaría ningún engorro que vivieras en mi casa, no tienes que preocuparte de nada, viene una chica a arreglarla tres veces en semana, y tengo tres habitaciones vacías”  “Eres muy amable, pero… ¡si todavía no me conoces de nada!, no sé, se me hace rara una oferta de este tipo, desde luego que para mi resultaría algo importante, muy importante en mi vida. No sé bien como expresarlo, soy bastante parco en palabras, de cualquier modo, déjame pensarlo un poco, no tardaré en contestarte. Cuesta digerir algo así ¿sabes?, tengo que decirte, que me ha llegado al alma tu ofrecimiento, pero no, mejor dejamos así nuestra amistad, gracias Daniel”  “No puedes negarte cabezota, ¿no te das cuenta que ahora te necesito, que no puedo prescindir de ti? Si como lo oyes, hace años que no dormía tan plácidamente, y ha sido gracias a esa mañana que nos encontramos en el café, ¡maldita sea…! ¿Qué tengo que hacer para pedirte que me eches un cable? ¡Joder ayúdame!, a bien pocas personas les he pedido algo así nunca”
La playa se llenó de silencio, por un instante Tomás, ha dejado de escuchar el sonido de las olas llegando a la playa. Los dos estamos parados cerca el uno del otro, yo, golpeo con el pie, conchas que han llegado con alguna marea, Tomás más cerca de la orilla, deja que las olas del mar mojen sus zapatillas y el bajo de los pantalones, sin pestañear siquiera. Ha sido un instante de reflexión, de contrastes, de comparar estilos de vida, esperando que unos de los dos, diga cualquier palabra, uno de esos momentos, en los que esperas que sea su interlocutor el que tome la iniciativa. Amablemente nos espiamos, los dos con la cabeza baja, entonces, yo le digo   “Bueno como quieras, no puedo insistir, cada cual ve las cosas a su manera, respeto tu decisión. De cualquier manera, si cambias de opinión sabes donde encontrarme, te he dejado un montón de pistas” Me doy media vuelta y me alejo, Martín andaba a lo suyo, corriendo y alborotando alrededor de los dos, cuando estoy a cierta distancia de Tomás se echó en la arena mirándonos a los dos, sigo alejándome, ahora Martín, se pone a ladrar amistosamente a Tomás, parece querer decirle ¡venga ya, que nos vamos!
Finalmente, corre hacia mí y los dos nos perdemos en la arena de la playa. Los siguientes días han sido duros para mí, por su parte, imagino que Tomás no puede variar su mera rutina de supervivencia, sé que va al mercado casi a diario, allí, un par de comercios, le regalan artículos que no habían podido vender durante la mañana, las lleva al tinglado donde vive, y procura adecentar lo regalado, para hacerse una comida. Lo cierto es que lo espío, sé en casi cada momento lo que hace, quienes son sus conocidos, donde pide comida y que es lo que le dan. Se me ha ocurrido una idea, me voy al mercado y dejo dicho que le den comida buena, no desechos, además, le suplico a los comerciantes con los que hablo, que no debe saber nada de nuestro arreglo. Vuelvo a casa más tranquilo, por lo menos, no tendrá que pasar tiempo escogiendo entre la comida para saber si está en mal estado, espero que sepa perdonarme esta intrusión en su vida, si algún día se entera de lo que estoy haciendo.
Me he enterado, por medio del verdulero al que ha menudo va a pedirle verduras, que hace pocas semanas, se la muerto un hermano menor que él, según le dijo, en un accidente de tráfico. Quiero ir a verlo, lo considero un amigo, quiero saber como se encuentra. Me acerco al tinglado donde dice vivir pero no lo encuentro, sin embargo, hay evidencias de que alguien vive allí, un estante viejo con unas revistas y cuatro libros, y un carrito  de la compra destartalado y viejo, que seguramente encontraría en algún contenedor, junto  a un camastro de lona con patas de madera y un saco de dormir, me indican que estoy en el lugar acertado. Me siento y espero, tarde o temprano tendrá que aparecer, al cabo de un par de horas llega, trae consigo un par de sillas viejas, atadas la una a la otra para poder llevarlas más cómodamente. Abre la improvisada puerta de madera contrachapada sin pomo, cuando me ve se ha quedado casi sin habla.  “¿Qué haces aquí Daniel?”  “He venido de visita, me dijiste donde vivías ¿recuerdas? bueno… si quieres me voy, no quiero estorbar”  “No si no estorbas, por favor siéntate en una silla, esos asientos de hormigón son muy fríos, mira, las acabo de recoger de la casa de una señora que las iba a tirar ¿qué te parece, a que son chulas? y están en buen uso todavía”  “Pues la verdad es que si, la gente tira las cosas sin saber bien por qué, te voy a contar un pequeño secreto. Hace algunos años, encontré al lado de un contenedor palés tirados, los recogí con ayuda de un joven al que le di una propina, los subí a casa e hice con ellos una mesa para la terraza estupenda, la mandé pintar y todavía está allí al aire libre, nadie diría que son palés desechables. Al contrario, de los amigos que han venido a casa, algunos  me han preguntado donde he comprado esta mesa tan original”  “Ja,ja,ja, te creo, si tuviera un tallercito, haría un montón de cosas que tengo en la cabeza”  “Yo tengo un garaje grande, la mayor parte del espacio lo tengo reservado como taller, hasta pude traerme una mesa de dibujo de mi oficio”
Hemos hablado de un montón de cosas, me ha enseñado dibujos de pequeños trabajos artesanales, compartimos una cerveza de litro que le han regalado en un colmado. Apartado del lugar donde duerme, se ve una manguera, que sale de un grifo industrial de la pared, en la pared, unos trozos de varilla de acero, sostienen una toalla de baño y una pastilla de jabón.  “Oye Tomás, ¿te duchas con agua fría?”  “Pues claro, es buenísimo para el cuerpo, cuando te acostumbras, no hay nada mejor que eso”
¡Hasta donde llega el embargo…! Hasta carecer de lo esencial, por mucho que diga que es sano, no es nada cómodo vivir así, lo miro y no deja de sonreír este hombre, me asombra el pensar en las muchas cualidades que debe tener escondidas, empiezo a envidiar la clase de persona que es, las muchas cualidades que deben esconderse en su carácter afable, y hasta cierto punto feliz. Se lo hago saber, Tomás hace un gesto con la mano, como queriendo decir “Quita ya hombre, no hay para tanto” No puedo menos que volver al ataque con el tema de que se venga a vivir conmigo, por lo menos que lo intente, sin compromiso alguno por ambas partes. Si a él no le gusta vivir en mi casa –que yo ya considero como la suya también-, que lo deje, pero por lo menos que lo intente.
“Pero… es que si no marcha bien este arreglo que me propusiste, cuando quiera volver aquí, quizás ya no pueda, es posible que me hallan desahuciado de este lugar, y sería lo último que me faltaría. Igual vuelvo… y me encuentro con que alguien ya ha ocupado, esta, mi casa ¿lo comprendes verdad Daniel?”  “Si claro, pero… ¿porqué crees tú que no vas a estar bien?”  “Nunca se sabe, las personas somos una caja de sorpresas, a lo mejor tanta comodidad me abruma, me colapso y quiero irme después de cuatro días, por decirlo de algún modo”  “Joder, ¿porqué tiene que ser tan complicada la vida hostias?”  “La vida no es complicada, nosotros la hacemos complicada, de eso estoy seguro, eso y las circunstancias, que ha menudo, nos hacen ver las cosas que nos rodean, de forma diferente a cada uno”
Me he despedido rápidamente con la excusa de que tengo que atender a Martín, tengo que sacarlo a pasear y a hacer sus necesidades, nada de eso es cierto, ¿porqué tengo que mentir en una cosa tan banal como esa?, tiene razón Tomás, me jode mucho, pero tiene razón, ¿cómo podría convivir conmigo, si estoy dispuesto a mentir en un asunto tan trivial como este? Me acompaña a la puerta del tinglado, hay que levantar un poco la puerta del suelo.  “Bueno, de cualquier manera, podemos vernos de vez en cuando para charlar o tomar un café juntos”  “No mejor que no Tomás, que cada cual siga con su vida, no quiero sufrir más de lo debido”  “Lo comprendo amigo, pero que sepas que te aprecio, que nunca me voy a olvidar de ti ni de Martín”


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