EL
EMBARGO
Lo
tiene todo y sin embargo, no tiene nada, le han quitado hasta las ganas de
vivir, dice que le quedan pocos motivos para seguir respirando. Lo he conocido
en una cafetería del pueblo, el hombre, taciturno y distante de todo y de
todos, mira hacia todos lados sin ver nada.
Ha
sido mi perro, sentado en la terraza, a mi lado, el que nos ha dado motivo de
conversación, a él lo mira con simpatía, le sonríe, le dice “¡Que bonito eres!,
parece muy buen perro, se le ve tranquilo y a la vez atento a todo lo que
sucede a su alrededor” “O sí claro, no
se pierde ningún detalle, está acostumbrado a la gente pero en cambio, siempre
está vigilando” “Yo también tenía uno,
le puse de nombre Martín, me recordaba a un amigo que tenía…” “¿Le pasó algo a su amigo?” “No, lo perdí, como todas las demás cosas que
poseía, este mundo es cruel a veces, inhumano, vil” Vaya, parece que está usted un poco resentido
con alguien, seguro que tendrá alguna razón para hablar así” “Si señor, creo tenerla por lo menos”
Tomando
un café, le pido que se siente a mi mesa, solo nos separa un par de sillas, de
una pareja, que instantes antes, estaban allí sentados desayunando. Lo que me
contó –que no dudo que sea verdad en absoluto-, es muy triste. He pedido que me
traigan una pasta, siempre la comparto con mi perro, se le caen las babas
cuando me ve comer algo y está cerca, el hombre, de nombre Tomás, abre los ojos
cuando me oye pedir algo para comer.
“¿Ha comido usted algo esta mañana?”
“No señor, ni ayer”, cuando vuelve el camarero le encargo un bocadillo
de lo que el señor le pida. “No por favor, no puedo aceptarlo, quite, de eso
nada” “Por favor, acéptelo le invito de
buen grado, tómelo como una invitación” Ha pedido un bocadillo de tortilla
francesa y pan con tomate, hago que le traigan también una cerveza, Tomás
mientras devora el bocadillo, no habla, debe de ser el hambre que lo inhabilita
para dialogar en este momento. Cuando está a punto de terminar el bocadillo,
deja la punta para mi perro, que lo recibe con aprecio, torciendo la cabeza
para cogerlo de su mano.
No
me apetece mucho, pero con tal de acompañarlo me pido otro café, Tomás café con
leche. “Muchas gracias señor…” “Daniel
–le respondo-.” Me da un poco de vergüenza que me vean en esta circunstancia,
pero debo sobrevivir, de alguna forma, pienso que puedo recuperar algo de lo
que perdí” “Claro que sí hombre, no se
debe perder la esperanza jamás. Si se puede saber ¿dónde vives Tomás?” “Al otro
lado de las vías del tren, en uno de los tinglados que tienen de almacén,
bueno, ahora la verdad es, que los tienen abandonados, ya sabes, los ajustes
presupuestarios, han hecho que despidieran a un montón de gente de la RENFE, yo
trabajaba en la compañía, veintiocho años haciendo diferentes tareas, hasta que
me colocaron en la venta de billetes, y luego de revisor de tren” “Vaya, escuché en las noticias que hicieron
un arreglo con los trabajadores, ¿cómo es que note pudiste beneficiar?” “Porque unos cuantos cientos de trabajadores,
no estábamos conformes con la cantidad que nos querían dar, ¡después de tantos
años…! nos querían dar una mierda, perdón por la expresión” “De manera que…” “De manera que mientras luchábamos por tener
lo que nos pertenecía, los meses fueron pasando, casi no entraba dinero en
casa, lo justo para comer, y mantener a los tres críos, entonces me llega una
carta de RENFE, que decía que teníamos que abandonar la vivienda, con el
sindicato luchamos a brazo partido, pero nada. Al final tuvimos que abandonar el
piso, dejamos nuestras pertenencias allí ¿dónde las iba a llevar si tenía lugar
alguno donde dejarlas?”
No
podía creer lo que estaba oyendo, un trabajador que había dado media vida por
la empresa, y lo echaban a la calle como un perro, increíble. “Mi mujer y los niños se fueron al pueblo
donde nació con sus padres, que no es que vayan muy bien que digamos, pero era
la única solución, yo me quedé aquí, tratando de esclarecer los asuntos
referentes al despido y el embargo. Al principio un amigo me dio cobijo, pero
al ir alargándose el tema, tuve que marcharme, el vive en un piso que compró,
pero que tampoco es que sea demasiado grande. Una noche oí que el matrimonio
discutía acerca de mi estancia con ellos, al cabo de dos días les dije que me
habían invitado a compartir un piso con otro amigo de la infancia, me supo mal
mentirles pero no había otra solución”
“¿Y te viniste directamente al tinglado donde estás viviendo hoy?” “Pues sí, no tengo un puto duro, ni para
poder alimentarme, cuando nos llaman para hacer una reunión o una
manifestación, quedo con mi amigo delante de la estación, y juntos con su coche
vamos” “Pero… no puedes vivir así mucho
tiempo, tu familia te necesita…” “No
creas, la última vez que llamé por teléfono para hablar con mi mujer, mi suegra
me dijo que no estaba, pero no es cierto, al poco llegaron del colegio mis
hijos y la delataron saludándola, estaba dentro de la casa. Tampoco pude hablar
con ellos, no sé que ha pasado pero creo que pasan de mí, igual creen que a mi
me gusta estar en esta impostura, a lo mejor mi mujer cree que estoy con otra
mujer, ¡para eso estoy yo ahora…!”
“Mira, si te parece bien vamos a hacer una cosa, mañana te vienes a mi
casa a pasar el día, es fin de semana, tendremos todo el día para pasear y
conocernos mejor, cambiaremos un poco de aires, no creas a mí también me
conviene, ¿qué te parece el plan, no tienes nada que perder?” “No quisiera estorbar en vuestra casa, mejor
no” “¡Pero si vivo solo, nos haremos
compañía mutua!”
Me
mira con cara de extrañeza, igual no cree que esté soltero, y sin compromiso.
Soy algo mayor que él, creo que así por encima, le llevo unos siete u ocho
años, finalmente acepta, me alegro mucho, por lo menos aparte de con mi perro,
tendré alguien con quién poder hablar, no tengo amigos, estoy un poco
escarmentado, quizás es, porque los he defraudado yo, de cualquier modo poco
importa eso, la vida hay que vivirla, lo mejor que uno sepa. Me ofrezco a venir
a buscarlo y desayunar juntos pero él me pide mi dirección, dice que vendrá
andando, el pueblo no es demasiado grande la verdad. No ha querido en modo
alguno que le de dinero para comer, se arreglará para hoy, me ha dicho.
A
las nueve de la mañana del día siguiente, llaman al telefonillo, por la cámara
veo su cara, le abro la puerta y sube, viste sencillamente, vaqueros,
deportivas, camisa, y una chaqueta que parece que le hallan regalado, saluda y
entra mirando casi cada rincón del piso. “Vaya… este piso es una chulada, ¿y
cómo es que vives solo Daniel?” “Ya te
contaré, es un poco largo, todo el mundo tiene su historia, la mía también es
un poco triste, pero nada que ver con la tuya. No te quites la chaqueta que nos
vamos a desayunar, venga, andando”
Nos
vamos a pie hasta un mesón del que soy cliente desde hace años, Facundo nos
saluda “¿Qué te cuentas Daniel como va todo?”
“Bien chato, oye cuando puedas nos tomas nota” “Ahora viene Laura, dos minutos” Tomamos
asiento en la glorieta exterior, llevo a mi perro conmigo. “Mira, le gustas
Tomás, se ha echado a tus pies, le debes transmitir confianza, si no, estaría
echado debajo de mi silla de lo aseguro”
“Pues me alegro, es un buen perro, se le nota en la expresión de la
cara, tiene una mirada muy noble” “Sí tienes
toda la razón, verás ahora cuando venga Laura, se parte la cola moviéndola, y
no es porque le de nada que se lo tengo prohibido, es solo que le cae en
gracia”
Llega
Laura con su delantal y el bloc de notas, en cuanto Martín la ve, comienza a
lloriquear, a dar vueltas a su alrededor
“¡Hola campeón…! ¿cómo está mi perrito favorito? ven aquí que te de un
beso” Martín comienza a dar unos pequeños ladridos, parecen susurros, como si
le estuviera contestando, le lame un par de veces las piernas y se vuelve a
echar al lado de Tomás con la cabeza entre las patas delanteras, parece que alguien
le hubiera dicho, basta ya. “¿Qué hay señores, que va a ser?” Pedimos unas
sardinas en escabeche, aceitunas, vino y unas lonchas de jamón. Me da una
alegría inmensa ver que Tomás se está soltando, se le ve relajado además de
estar disfrutando de lo lindo con las sardinas, están riquísimas, luego pedimos
unas buenas raciones de ensaladilla rusa, nos ventilamos otra botella de vino,
ahora el ambiente es de lo más agradable, creo que Tomás hacía mucho tiempo que
no contaba chistes, es muy gracioso, no puedo evitar reír antes de que los
termine, creo que a mí me hacía falta también estar en buena compañía.
Los
cafés los hemos tomado en un bar de la playa, después hemos paseado juntos por
la orilla, mientras Martín corre, para pedir luego, que le tiremos un palo que
ha encontrado cerca de la orilla. Tomás entonces me pregunta…, “Si no es
indiscreción, ¿cómo es que vives solo?, a un tío como tú le deben sobrar chicas
que quieran casarse o vivir junto a ti, eres muy buena gente” “Gracias por el cumplido amigo mío, pero de
hecho, estuve comprometido para casarme, bueno, es más, dos días antes de la
boda, a la que tenía que ser mi esposa, se le ocurrió que no era un buen
partido, digo yo que sería por eso, no me lo dijo nunca. Me dejó una carta en
el piso, diciendo que no creía que fuéramos a ser felices, que lo sentía pero
que había decidido no casarse conmigo, hay que joderse” “¡No!, parece mentira, ¿pero luego no te
interesaste por saber que había pasado?”
“Claro que sí, pero no contestó a las llamadas que le hice, tampoco
cuando fui a verla, no quería exigirle nada, solo, saber porqué. No saqué nada
en claro, hasta que un día, me encontré a su padre a la salida del trabajo,
solo venía a decirme, que dejara de molestarla, que lo nuestro había terminado,
que la evitara y que no se me ocurriera ni siquiera saludarla cuando fuera por
la calle” “Joder, que palo Daniel, estas
cosas son difíciles de comprender, ¿cómo puede actuar una persona de esta
manera?” “Lo comprendí al cabo de tres
semanas, me la encontré en unos grandes almacenes, iba acompañada del médico de
la plantilla para el que trabajaba, un cardiólogo bastante reconocido, una
putada. Así que me quedé compuesto y sin novia, con un montón de deudas que
pagar y la hipoteca del piso, en la oficina, el jefe entendió mi situación, me
prestó el dinero que me hacía falta, trabajaba en un bufete de arquitectos, y
cuando a fuerza de trabajo extra, terminé de pagarlo todo, me acogí a una
renovación de plantilla que estaban llevando a cabo en la oficina. Pillé la
pasta que me dieron por un arreglo interno de la empresa, y me fui al paro, por
lo menos puedo vivir dignamente con un buen retiro, solo me quedan cinco años
para terminar de pagar la hipoteca”
Tomás
escuchaba con muchísimo interés todo cuanto le contaba, era un buen
conversador, solo meneaba la cabeza y apretaba las mandíbulas, eso sí que se lo
noté. “Hay gente muy desalmada por la vida amigo Daniel, a veces los humanos
somos peor que los perros salvajes, me cago en todo… aunque tengas la vida más
o menos resuelta, ese palo chico, debe de haberte dejado cicatrices
profundas” “Pues las mismas más o menos
que las que te ha dejado a ti tu circunstancia, peor diría yo, tú tienes tres
hijos además de mujer, tu dolor tiene que ser más grande, al fin y al cabo, yo
no tuve nada con ella, salvo un año y medio de noviazgo con derecho a roce, un
noviazgo muy bonito eso sí, hicimos un montón de cosas juntos, viajamos a
muchos lugares, vivimos muy bien mientras duró, pero ya ves…, escucha Tomás,
quería proponerte algo, ¿porqué mientras estás en esta situación no te vienes a
vivir conmigo?, a mí no me resultaría ningún engorro que vivieras en mi casa, no
tienes que preocuparte de nada, viene una chica a arreglarla tres veces en
semana, y tengo tres habitaciones vacías” “Eres muy amable, pero… ¡si todavía no me
conoces de nada!, no sé, se me hace rara una oferta de este tipo, desde luego
que para mi resultaría algo importante, muy importante en mi vida. No sé bien
como expresarlo, soy bastante parco en palabras, de cualquier modo, déjame
pensarlo un poco, no tardaré en contestarte. Cuesta digerir algo así ¿sabes?,
tengo que decirte, que me ha llegado al alma tu ofrecimiento, pero no, mejor
dejamos así nuestra amistad, gracias Daniel”
“No puedes negarte cabezota, ¿no te das cuenta que ahora te necesito,
que no puedo prescindir de ti? Si como lo oyes, hace años que no dormía tan
plácidamente, y ha sido gracias a esa mañana que nos encontramos en el café,
¡maldita sea…! ¿Qué tengo que hacer para pedirte que me eches un cable? ¡Joder
ayúdame!, a bien pocas personas les he pedido algo así nunca”
La
playa se llenó de silencio, por un instante Tomás, ha dejado de escuchar el
sonido de las olas llegando a la playa. Los dos estamos parados cerca el uno
del otro, yo, golpeo con el pie, conchas que han llegado con alguna marea, Tomás
más cerca de la orilla, deja que las olas del mar mojen sus zapatillas y el
bajo de los pantalones, sin pestañear siquiera. Ha sido un instante de
reflexión, de contrastes, de comparar estilos de vida, esperando que unos de
los dos, diga cualquier palabra, uno de esos momentos, en los que esperas que
sea su interlocutor el que tome la iniciativa. Amablemente nos espiamos, los
dos con la cabeza baja, entonces, yo le digo “Bueno como quieras, no puedo insistir, cada
cual ve las cosas a su manera, respeto tu decisión. De cualquier manera, si
cambias de opinión sabes donde encontrarme, te he dejado un montón de pistas”
Me doy media vuelta y me alejo, Martín andaba a lo suyo, corriendo y
alborotando alrededor de los dos, cuando estoy a cierta distancia de Tomás se
echó en la arena mirándonos a los dos, sigo alejándome, ahora Martín, se pone a
ladrar amistosamente a Tomás, parece querer decirle ¡venga ya, que nos vamos!
Finalmente,
corre hacia mí y los dos nos perdemos en la arena de la playa. Los siguientes
días han sido duros para mí, por su parte, imagino que Tomás no puede variar su
mera rutina de supervivencia, sé que va al mercado casi a diario, allí, un par
de comercios, le regalan artículos que no habían podido vender durante la
mañana, las lleva al tinglado donde vive, y procura adecentar lo regalado, para
hacerse una comida. Lo cierto es que lo espío, sé en casi cada momento lo que
hace, quienes son sus conocidos, donde pide comida y que es lo que le dan. Se
me ha ocurrido una idea, me voy al mercado y dejo dicho que le den comida
buena, no desechos, además, le suplico a los comerciantes con los que hablo,
que no debe saber nada de nuestro arreglo. Vuelvo a casa más tranquilo, por lo
menos, no tendrá que pasar tiempo escogiendo entre la comida para saber si está
en mal estado, espero que sepa perdonarme esta intrusión en su vida, si algún
día se entera de lo que estoy haciendo.
Me
he enterado, por medio del verdulero al que ha menudo va a pedirle verduras,
que hace pocas semanas, se la muerto un hermano menor que él, según le dijo, en
un accidente de tráfico. Quiero ir a verlo, lo considero un amigo, quiero saber
como se encuentra. Me acerco al tinglado donde dice vivir pero no lo encuentro,
sin embargo, hay evidencias de que alguien vive allí, un estante viejo con unas
revistas y cuatro libros, y un carrito
de la compra destartalado y viejo, que seguramente encontraría en algún
contenedor, junto a un camastro de lona
con patas de madera y un saco de dormir, me indican que estoy en el lugar
acertado. Me siento y espero, tarde o temprano tendrá que aparecer, al cabo de
un par de horas llega, trae consigo un par de sillas viejas, atadas la una a la
otra para poder llevarlas más cómodamente. Abre la improvisada puerta de madera
contrachapada sin pomo, cuando me ve se ha quedado casi sin habla. “¿Qué haces aquí Daniel?” “He venido de visita, me dijiste donde vivías
¿recuerdas? bueno… si quieres me voy, no quiero estorbar” “No si no estorbas, por favor siéntate en una
silla, esos asientos de hormigón son muy fríos, mira, las acabo de recoger de
la casa de una señora que las iba a tirar ¿qué te parece, a que son chulas? y
están en buen uso todavía” “Pues la
verdad es que si, la gente tira las cosas sin saber bien por qué, te voy a
contar un pequeño secreto. Hace algunos años, encontré al lado de un contenedor
palés tirados, los recogí con ayuda de un joven al que le di una propina, los
subí a casa e hice con ellos una mesa para la terraza estupenda, la mandé pintar
y todavía está allí al aire libre, nadie diría que son palés desechables. Al
contrario, de los amigos que han venido a casa, algunos me han preguntado donde he comprado esta mesa
tan original” “Ja,ja,ja, te creo, si
tuviera un tallercito, haría un montón de cosas que tengo en la cabeza” “Yo tengo un garaje grande, la mayor parte
del espacio lo tengo reservado como taller, hasta pude traerme una mesa de
dibujo de mi oficio”
Hemos
hablado de un montón de cosas, me ha enseñado dibujos de pequeños trabajos
artesanales, compartimos una cerveza de litro que le han regalado en un
colmado. Apartado del lugar donde duerme, se ve una manguera, que sale de un
grifo industrial de la pared, en la pared, unos trozos de varilla de acero,
sostienen una toalla de baño y una pastilla de jabón. “Oye Tomás, ¿te duchas con agua fría?” “Pues claro, es buenísimo para el cuerpo,
cuando te acostumbras, no hay nada mejor que eso”
¡Hasta
donde llega el embargo…! Hasta carecer de lo esencial, por mucho que diga que
es sano, no es nada cómodo vivir así, lo miro y no deja de sonreír este hombre,
me asombra el pensar en las muchas cualidades que debe tener escondidas,
empiezo a envidiar la clase de persona que es, las muchas cualidades que deben
esconderse en su carácter afable, y hasta cierto punto feliz. Se lo hago saber,
Tomás hace un gesto con la mano, como queriendo decir “Quita ya hombre, no hay
para tanto” No puedo menos que volver al ataque con el tema de que se venga a
vivir conmigo, por lo menos que lo intente, sin compromiso alguno por ambas
partes. Si a él no le gusta vivir en mi casa –que yo ya considero como la suya
también-, que lo deje, pero por lo menos que lo intente.
“Pero…
es que si no marcha bien este arreglo que me propusiste, cuando quiera volver
aquí, quizás ya no pueda, es posible que me hallan desahuciado de este lugar, y
sería lo último que me faltaría. Igual vuelvo… y me encuentro con que alguien
ya ha ocupado, esta, mi casa ¿lo comprendes verdad Daniel?” “Si claro, pero… ¿porqué crees tú que no vas
a estar bien?” “Nunca se sabe, las
personas somos una caja de sorpresas, a lo mejor tanta comodidad me abruma, me
colapso y quiero irme después de cuatro días, por decirlo de algún modo” “Joder, ¿porqué tiene que ser tan complicada
la vida hostias?” “La vida no es
complicada, nosotros la hacemos complicada, de eso estoy seguro, eso y las
circunstancias, que ha menudo, nos hacen ver las cosas que nos rodean, de forma
diferente a cada uno”
Me
he despedido rápidamente con la excusa de que tengo que atender a Martín, tengo
que sacarlo a pasear y a hacer sus necesidades, nada de eso es cierto, ¿porqué
tengo que mentir en una cosa tan banal como esa?, tiene razón Tomás, me jode
mucho, pero tiene razón, ¿cómo podría convivir conmigo, si estoy dispuesto a
mentir en un asunto tan trivial como este? Me acompaña a la puerta del
tinglado, hay que levantar un poco la puerta del suelo. “Bueno, de cualquier manera, podemos vernos
de vez en cuando para charlar o tomar un café juntos” “No mejor que no Tomás, que cada cual siga
con su vida, no quiero sufrir más de lo debido”
“Lo comprendo amigo, pero que sepas que te aprecio, que nunca me voy a
olvidar de ti ni de Martín”
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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